DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
AL MOVIMIENTO DE LA RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU SANTO
AL MOVIMIENTO DE LA RENOVACIÓN EN EL ESPÍRITU SANTO
Muy queridos hermanos y hermanas:
¡Buenas tardes y bienvenidos! También sea bienvenida el agua porque la hizo el Señor. Aprecio mucho la respuesta que habéis dado a la invitación que os hice en el mes de enero de encontrarnos aquí, en la plaza de San Pedro. Gracias por esta entusiasta y calurosa respuesta. El año pasado en el estadio compartí con todos los presentes algunas reflexiones que me gustaría recordar hoy —porque siempre es bueno recordar, la memoria—: la identidad de la Renovación carismática católica, de la cual nació la asociación Renovación en el Espíritu. Lo haré con las palabras del cardenal Léon-Joseph Suenens, gran protector de la Renovación carismática, así como lo describe en el segundo libro de sus memorias. En primer lugar, allí él recuerda la extraordinaria figura de una mujer que hizo mucho al inicio de la Renovación carismática, era su colaboradora, que gozaba también de la confianza y el afecto del Papa Pablo vi. Me refiero a Verónica O’Brien: fue ella quien pidió al cardenal ir a Estados Unidos para ver lo que estaba pasando, para ver con sus ojos lo que ella consideraba obra del Espíritu Santo. Fue entonces que el cardenal Suenens conoció la Renovación carismática, que definió un «flujo de gracia», y fue la persona clave para mantenerlo en la Iglesia. El Papa Pablo VI en la misa del lunes de Pentecostés de 1975 le dio las gracias con estas palabras: «En el nombre del Señor le doy las gracias por haber conducido la Renovación carismática al corazón de la Iglesia». No es una novedad de hace algunos años, la Renovación carismática cuenta con esta larga historia y en la homilía de aquella misa el cardenal dijo: «Que la Renovación carismático pueda desaparecer como tal y transformarse en una gracia pentecostal para toda la Iglesia: para ser fiel a su origen, el río debe perderse en el océano». El río debe perderse en el océano. Sí, si el río se detiene el agua se estanca; si la Renovación, esta corriente de gracia, no termina en el océano de Dios, en el amor de Dios, trabaja para sí misma y esto no es de Jesucristo, esto es del maligno, del padre de la mentira. La Renovación va, viene de Dios y va a Dios.
El Papa Pablo VI bendijo esto. El cardenal continuó diciendo: «El primer error que se debe evitar es incluir la Renovación carismática en la categoría de movimiento. No es un movimiento específico, la Renovación no es un movimiento en el sentido sociológico común, no tiene fundadores, no es homogéneo e incluye una gran variedad de realidades, es una corriente de gracia, un soplo renovador del Espíritu para todos los miembros de la Iglesia, laicos, religiosos, sacerdotes y obispos. Es un desafío para todos nosotros. Uno no forma parte de la Renovación, sino más bien la Renovación llega a ser una parte de nosotros, con el pacto que aceptemos la gracia que nos ofrece». Aquí el cardenal Suenens habla de la obra soberana del Espíritu, que sin fundadores humanos suscitó la corriente de gracia en 1967. Hombres y mujeres renovados que, tras recibir la gracia del Bautismo en el Espíritu, como fruto de esta gracia dieron vida a asociaciones, comunidades de alianza, escuelas de formación, escuelas de evangelización, congregaciones religiosas, comunidades ecuménicas, comunidades de ayuda a los pobres y necesitados.
Yo mismo he ido a la comunidad de Kkottongnae, en mi viaje a Corea, y los visité también en Filipinas. Esta corriente de gracia tiene dos organismos internacionales reconocidos por la Santa Sede que están a su servicio y al servicio de todas sus expresiones en todo el mundo: «ICCRS» y «Fraternidad católica». Esto es un poco la historia, la raíz.
El año pasado en el estadio hablé también de la unidad en la diversidad. Puse el ejemplo de la orquesta. En la Evangelii gaudium hablé de la esfera y del poliedro. No basta hablar de unidad, no es una unidad cualquiera. No es una uniformidad. Dicho así se puede entender como la unidad de una esfera donde cada punto es equidistante del centro y no hay diferencias entre un punto y el otro. El modelo es el poliedro, que refleja la confluencia de todas las parcialidades que en él conservan su originalidad; y estos son los carismas, en la unidad pero en la propia diversidad. Unidad en la diversidad. La distinción es importante porque estamos hablando de la obra del Espíritu Santo, no de la nuestra. Unidad en la diversidad de expresión de la realidad, tantas como el Espíritu Santo quiso suscitar. Es necesario recordar también que el todo, es decir esta unidad, es más que la parte, y la parte no puede atribuirse ser el todo. No se puede decir por ejemplo: «Nosotros somos la corriente llamada Renovación carismática católica y vosotros no». Esto no se puede decir. Por favor, hermanos, esto es así, no viene del Espíritu, el Espíritu Santo sopla donde quiere, cuando quiere y como quiere. Unidad en la diversidad y en la verdad que es Jesús mismo. ¿Cuál es el signo común de los que renacieron de esta corriente de gracia? Convertirse en hombres y mujeres nuevos, este es el Bautismo en el Espíritu. Os pido que leáis Jn 3, versículos 7-8: Jesús a Nicodemo, el renacimiento en el Espíritu.
Hay otro punto que es muy importante aclarar en esta corriente de gracia: los que dirigen. Existe, queridos hermanos y hermanas, una gran tentación para los líderes —lo repito, prefiero el término servidores, que sirven—; y esta tentación para los servidores viene del demonio, la tentación de creerse indispensables, cualquiera que sea el cargo. El demonio los lleva a querer ser los que mandan, los que están en el centro, y así, paso a paso, se cae en el autoritarismo, el personalismo y no dejan vivir a las comunidades renovadas en el Espíritu. Esta tentación hace que sea «eterna» la posición de quienes se consideran insustituibles, posición que siempre tiene alguna forma de poder o de dominar sobre los demás. Tengamos claro esto: el único insustituible en la Iglesia es el Espíritu Santo, y Jesús es el único Señor. Os pregunto: ¿quién es el único insustituible en la Iglesia? [plaza: ¡El Espíritu Santo!] ¿Y quién es el único Señor? [plaza: ¡Jesús!] Digamos que el Señor Jesús es el Señor, alabemos a Jesús, ¡fuerte! ¡Jesús es el Señor! No hay otros. En este sentido hubo casos tristes. Se debe establecer un tiempo limitado para los cargos, que en realidad son servicios. Un servicio importante de los líderes, de los líderes laicos, es hacer crecer, madurar espiritual y pastoralmente a quienes ocuparán su sitio al término de su servicio. Es conveniente que todos los servicios en la Iglesia tengan un término, no existen líderes vitalicios en la Iglesia. Esto sucede en algunos países donde existe la dictadura. «Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón», dice Jesús. Esta tentación, que es del diablo, te hace pasar de servidor a propietario, te adueñas de esa comunidad, de ese grupo. Esa tentación también te hace resbalar hacia la vanidad. Y hay mucha gente —hemos escuchado estos dos testimonios, de la pareja y de Hugo—, cuántas tentaciones conducen a hacer sufrir una comunidad e impiden hacer el bien, y se convierten en una organización como si fuese una ong; y el poder nos lleva —disculpadme pero lo digo: ¡cuántos líderes se convierten en pavos reales!—, el poder nos lleva hacia la vanidad. Y luego te sientes capaz de hacer cualquier cosa, puedes inclinarte hacia los negocios, porque el diablo siempre entra por la billetera, el diablo: esta es la puerta de entrada.
Otra cosa son los fundadores que recibieron del Espíritu Santo el carisma de fundación. Por haberlo recibido, ellos tiene la obligación de cuidarlo haciéndolo madurar en sus comunidades y asociaciones. Los fundadores siguen siendo tales de forma vitalicia, es decir, son quienes inspiran, dan la inspiración, pero dejan que todo siga adelante. He conocido en Buenos Aires a un buen fundador, que en un cierto momento se convirtió de forma espontánea en el asesor, y dejaba que los líderes fueran los demás.
Esta corriente de gracia nos empuja hacia adelante en un camino de Iglesia que en Italia ha dado mucho fruto. Os doy las gracias y os aliento a seguir adelante. Pido, en especial, vuestra importante aportación para comprometeros a compartir con todos en la Iglesia el Bautismo que habéis recibido. Habéis vivido esta experiencia, compartidla en la Iglesia. Y esto es un servicio muy importante, el más importante que se pueda ofrecer a todos en la Iglesia: ayudar al pueblo de Dios en el encuentro personal con Jesucristo, que nos cambia en hombres y mujeres nuevos, en pequeños grupos, humildes pero eficaces porque es el Espíritu quien actúa. No mirar tanto a hacer grandes encuentros que con frecuencia acaban allí, sino a las relaciones «artesanales» que se derivan del testimonio, en la familia, en el trabajo, en la vida social, en las parroquias, en los grupos de oración, con todos. Y aquí os pido tomar la iniciativa para crear vínculos de confianza y cooperación con los obispos, que tienen la responsabilidad pastoral de guiar al cuerpo de Cristo, incluida la Renovación carismática. Comenzad a realizar iniciativas necesarias para que todas las realidades carismáticas italianas nacidas de la corriente de gracia puedan relacionarse con estos lazos de confianza y cooperación directamente con sus obispos allí donde se encuentran.
Existe otro signo fuerte del Espíritu en la Renovación carismática: la búsqueda de la unidad del Cuerpo de Cristo. Vosotros, carismáticos, tenéis una gracia especial para rezar y trabajar por la unidad de los cristianos, porque la corriente de gracia pasa por todas las Iglesias cristianas. La unidad de los cristianos es obra del Espíritu Santo y debemos rezar juntos. El ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la oración. «Pero, padre, ¿puedo rezar con un evangélico, con un ortodoxo, con un luterano?» — «¡Debes, debes! Habéis recibido el mismo Bautismo». Todos nosotros hemos recibido el mismo Bautismo, todos nosotros vamos por la senda de Jesús, queremos a Jesús. Todos nosotros hemos causado estas divisiones en la historia, por muchos motivos, pero no buenos. Pero ahora es precisamente el momento en el cual el Espíritu nos hace pensar que estas divisiones no funcionan, que estas divisiones son un contro-testimonio, y tenemos que hacer todo lo posible para caminar juntos: el ecumenismo espiritual, el ecumenismo de la oración, el ecumenismo del trabajo, de la caridad conjunta, el ecumenismo de la lectura de la Biblia juntos. Caminar juntos hacia la unidad. «Pero, padre, ¿tenemos que firmar un documento para esto?» — «Déjate conducir por el Espíritu Santo. Reza, trabaja, ama, y luego el Espíritu hará el resto».
Esta corriente de gracia atraviesa todas las confesiones cristianas, a todos nosotros que creemos en Cristo. La unidad ante todo en la oración. El trabajo por la unidad de los cristianos comienza con la oración. Rezar juntos.
Unidad porque la sangre de los mártires de hoy nos hace uno. Está el ecumenismo de la sangre. Sabemos que cuando los que odian a Jesús asesinan a un cristiano, antes de matarlo, no le preguntan: «¿Eres luterano, eres ortodoxo, eres evangélico, eres baptista, eres metodista?». ¡Tú eres cristiano! Y cortan la cabeza. Estos no confunden, saben que allí hay una raíz que da vida a todos nosotros y que se llama Jesucristo, y que es el Espíritu Santo quien nos conduce hacia la unidad. Quienes odian a Jesucristo guiados por el maligno no se equivocan, saben y por ello matan sin hacer preguntas.
Y esto es algo que os confío, tal vez os lo he contado, pero es una historia verdadera. Es una historia verdadera. En una ciudad de Alemania, Hamburgo, había un párroco que estudiaba los escritos para llevar adelante la causa de beatificación de un sacerdote asesinado por el nazismo, decapitado con la guillotina. ¿El motivo? Enseñaba el catecismo a los niños. Y, mientras estudiaba, descubrió que después de él había sido decapitado con la guillotina, 5 minutos después, un pastor luterano por el mismo motivo. Y la sangre de los dos se mezcló: los dos mártires, los dos mártires. Es el ecumenismo de la sangre. Si el enemigo nos une en la muerte, ¿quiénes somos nosotros para dividirnos en la vida? Dejemos entrar al Espíritu, oremos para seguir adelante todos juntos. «¡Pero hay diferencias!». Dejémoslas a un lado, caminemos con lo que tenemos en común, que es suficiente: está la Santísima Trinidad, está el Bautismo. Sigamos adelante con la fuerza del Espíritu Santo.
Hace pocos meses, también los veintitrés egipcios coptos que fueron degollados en la playa de Libia; y en ese momento pronunciaban el nombre de Jesús. «Pero no son católicos...». Pero son cristianos, son hermanos, son nuestros mártires. El ecumenismo de la sangre. Hace 50 años, el beato Pablo vi, en la canonización de los jóvenes mártires de Uganda, hizo referencia al hecho de que por el mismo motivo derramaron también su sangre sus compañeros catequistas anglicanos. Eran cristianos, eran mártires. Disculpadme, no os escandalicéis, ¡son nuestros mártires! Porque dieron la vida por Cristo, y esto es el ecumenismo de la sangre. Orar haciendo memoria de nuestros mártires en común.
Unidad en el trabajo conjunto por los pobres y los necesitados, que también necesitan el Bautismo en el Espíritu Santo. Sería muy hermoso organizar seminarios de vida en el Espíritu, junto a otras realidades carismáticas cristianas, para los hermanos y las hermanas que viven en la calle: también ellos llevan el Espíritu dentro que los impulsa, para que alguien abra de par en par la puerta desde fuera.
Parece que se acabó la lluvia. Se acabó el calor. El Señor es bueno, primero nos da el calor, luego una hermosa ducha. Está con nosotros. Dejaos guiar por el Espíritu Santo, por esta corriente de gracia, que sigue adelante y busca siempre la unidad. Ninguno es dueño. Un solo Señor. ¿Quién es? [plaza: ¡Jesús!] ¡Jesús es el Señor! Os recuerdo: la Renovación carismática es una gracia pentecostal para toda la Iglesia. ¿De acuerdo? [plaza: ¡Sí!] Si alguien no está de acuerdo, que levante la mano.
La unidad en la diversidad del Espíritu, no cualquier unidad, la esfera y el poliedro, recordad bien esto. La experiencia común del bautismo del Espíritu Santo y el vínculo fraterno y directo con el obispo diocesano, porque el todo es más que la parte. Luego, unidad del Cuerpo de Cristo: rezar juntos con los demás cristianos, trabajar juntos con los demás cristianos en favor de los pobres y los necesitados. Todos nosotros tenemos el mismo Bautismo. Organizar seminarios de vida en el Espíritu para los hermanos que viven en la calle, también para los hermanos marginados por numerosos sufrimientos de la vida. Me permito recordar el testimonio de Hugo. El Señor lo llamó precisamente porque el Espíritu Santo le hizo ver la alegría de seguir a Jesús. Organizar seminarios de vida en el Espíritu Santo para las personas que viven en la calle.
Y luego, si el Señor nos da vida, os espero a todos juntos en el encuentro del iccrs y de la Fraternidad católica, que ya lo están organizando, a todos vosotros y a todos los que quieran venir en Pentecostés de 2017 —¡no falta mucho!— aquí en la plaza de San Pedro para celebrar el Jubileo de oro de esta corriente de gracia. Una oportunidad para la Iglesia, como dijo el beato Pablo vi en la basílica de San Pedro, en 1975. Nos reuniremos para dar gracias al Espíritu Santo por el don de esta corriente de gracia para la Iglesia y para el mundo, y para celebrar las maravillas que el Espíritu Santo hizo a lo largo de estos 50 años, cambiando la vida de millones de cristianos.
Gracias una vez más por haber respondido con alegría a mi invitación. Que Jesús os bendiga y la Virgen santa os proteja. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí, porque lo necesito. ¡Gracias!
Oración del Papa:
Te adoramos, Dios Omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Padre, envíanos al Espíritu Santo que Jesús nos ha prometido. Él nos guiará hacia la unidad. Él es quien da los carismas, quien realiza la diversidad en la Iglesia, y es Él quien crea la unidad. Envíanos al Espíritu Santo, que nos enseñe todo lo que Jesús nos ha enseñado y nos dé la memoria de lo que Jesús ha dicho. Jesús, Señor, Tú has pedido para todos nosotros la gracia de la unidad en esta Iglesia que es Tuya, no es nuestra. La historia nos ha dividido. Jesús, ayúdanos a ir por el camino de la unidad o de esta diversidad reconciliada. Señor, Tú siempre realizas lo que has prometido, dónanos la unidad de todos los cristianos. Amén
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