domingo, 19 de julio de 2015

No está aquí; porque ha resucitado,





 
 
La tumba vacía

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Un mensaje cristiano de paz, de seguridad y de amor

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Junto al sepulcro abierto, el ángel dijo a quienes habían ido en busca del Señor: "No está aquí; porque ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor. E id presto, decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos: y he aquí va delante de vosotros a Galilea: allí le veréis; he aquí, os lo he dicho" (S. Mateo 28.6, 7).

 

Estas son las nuevas que debe oír hoy el mundo entero: la tumba en que yacía Cristo está vacía. Cristo estuvo en ella, pero ya salió; ha resucitado.

 

La tumba de Mahoma se halla en Medina, en Arabia, pero no está vacía. La tumba de Confucio se encuentra en la China, y tampoco está vacía. Buda está sepultado en muchas tumbas, pues distintas partes de su cuerpo han depositadas como reliquias en diferentes partes del Oriente. Pero la tumba de Cristo está vacía "porque ha resucitado".

 

Desde el principio de los tiempos se ha formulado la pregunta, "si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?" (Job 14.14). Esta pregunta nunca recibió una respuesta clara hasta que Jesús se levantó de los muertos.

 

Acongojados corazones habían escuchado durante milenios junto a la puerta cerrada de la tumba, pero sólo el misterioso silencio reinaba tras ella.

 

Llamaban, como dijo uno de los más grandes agnósticos del mundo junto al sepulcro de su hermano, pero "del silencioso muerto no provino sonido --el eco fue la única repuesta que tuvo a los sollozos y gemidos".

 

Pero cuando Cristo resucitó, todo cambió. San Pablo dice en su epístola a los corintios: "Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán vivificados" (1 Corintios 15,20-23).

 

Porque él vive, también viviremos nosotros (S. Juan 14,19). La resurrección de Cristo esclareció el misterio de la muerte, y ha probado que el ocaso de esta tierra será seguido por una mañana gloriosa.

 

Antes de los días de Colón, las monedas españolas llevaban la inscripción "Non Plus Ultra" --"no más allá". Más allá de las Columnas de Hércules, más allá de las Azores agrisadas, el misterioso y temido océano se extendía hasta el cabo del mundo. Después de eso nada existía, sólo el caos, la noche, ¡lo desconocido!

 

Sin embargo, después de los viajes de Colón, y después que otros navegantes hubieron avanzado y extendido el imperio español más allá del hemisferio occidental hasta el Océano Pacífico, la inscripción de las monedas se trocó, con orgullo, en "Plus Ultra". "Más Allá", --existe más, allá adelante.

 

Así también, en la mañana de la resurrección de Cristo, la humanidad pudo borrar la palabra "no", humedecida por las lágrimas derramadas durante los siglos, y leer la feliz promesa de la esperanza eterna en el "más allá".

 

Si el hombre muere, ¡volverá a vivir! Cristo ha resucitado. Su tumba está vacía. Hay más allá, hay más de lo que jamás hubiéramos soñado.

 

Cuando nuestro Señor se levantó triunfante de la muerte, no fue el único que salió del sepulcro. Una gran multitud lo hizo al mismo tiempo que él.

 

Está registrado en el evangelio: "Y he aquí, el velo del templo se rompió en dos, de alto a bajo; y la tierra tembló, y las piedras se hendieron; y abriéronse los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido se levantaron; y salidos de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos" (S. Mateo 27.51-53).

 

Estos cautivos redimidos de la prisión de la muerte ascendieron con Cristo como trofeos de su victoria sobre la muerte y el sepulcro (Efesios 4.8). Ellos constituyen las primicias de su poder, y la promesa viva de la grandiosa cosecha del día de la resurrección, cuando Jesús vuelva otra vez para llevar a su pueblo consigo. "No se turbe vuestro corazón: creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay: de otra manera os lo hubiera dicho: voy, pues, a preparar lugar para vosotros.

 

Y si me fuere, y os aparejare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo: para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (S. Juan 14.1-3).

 

Nuestra vida eterna depende de lo que Cristo hizo; nuestra resurrección de su resurrección. El apóstol San Pablo escribió: "Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con él a los que durmieron en Jesús" (1 Tesalonicenses 4,14). Es decir, sacará de la tumba a los que durmieron con su fe puesta en Jesús, y los llevará consigo. Demos gracias a Dios por la tumba vacía de Cristo.

 

La resurrección de Cristo se diferencia de todos los demás milagros en que ella es la base sobre la cual se fundó la iglesia cristiana.

 

Si no hubiese habido resurrección, no existiría el cristianismo. La resurrección es lo que dio a los discípulos la prueba terminante de que Cristo era el Hijo de Dios y de que todas las demás prerrogativas que se había abrogado, eran justas. Leemos en la epístola a los romanos que "...fue declarado Hijo de Dios con potencia... por la resurrección de los muertos" (Romanos 1.4).

 

La resurrección fue el hecho innegable y poderoso que influyó sobre los discípulos, y que resultó en la formación de la iglesia cristiana. Esta es una explicación adecuada tanto de la fundación de la iglesia cristiana como del origen de la creencia en la resurrección de Cristo. Si se desmiente la veracidad del relato del Nuevo Testamento acerca del origen de la iglesia y acerca de la resurrección, debe entonces hallarse otra razón lógica que lo justifique. Pero no existe otro relato histórico que intente explicar siquiera el origen de la iglesia cristiana o la creencia en la resurrección.

 

Los documentos del Nuevo Testamento están de acuerdo en todos los detalles importantes, y contienen cuatro relatos de testigos que presentan la evidencia fidedigna de los hechos, que es lo que constituye un testimonio seguro ante los tribunales.

 

¿Por qué se ha de negar la evidencia de estos testigos? La única duda que podría surgir es la posibilidad de que se realizara tal milagro o cualquier otro milagro. Pero es ilógica si se cree en un Dios personal y todopoderoso.

 

Además, si se niega la posibilidad de un milagro, queda por explicarse el origen y la existencia continuada de la iglesia cristiana, y que todas las tentativas que se han hecho para eliminarla hayan fracasado. La única alternativa es aceptar el relato del Nuevo Testamento acerca del origen sobrenatural del cristianismo.

 

Pero hay más aún. El Antiguo Testamento estuvo en manos de los judíos desde varios siglos antes de la resurrección, hecho que no negará ninguna persona que haya estudiado algo. En uno de estos documentos auténticos, fechado casi mil años antes de Cristo, encontramos una profecía referente a la resurrección de Jesús. He aquí esta positiva predicción: "A Dios he puesto siempre delante de mí: porque está a mi diestra no seré conmovido. Alegróse por lo tanto mi corazón, y se gozó mi gloria: también mi carne reposará segura.

 

Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la senda de la vida: hartura de alegrías hay con tu rostro; deleites en tu diestra para siempre" (Salmos 16,8-11). El apóstol San Pedro aplica esta profecía a la resurrección de Cristo (Hechos 2,22-32).

 

Puesto que la iglesia cristiana se fundó sobre la verdad de la resurrección de Jesucristo, y como esta resurrección fue el cumplimiento de la profecía de las Escrituras, resulta que la iglesia misma estuvo y está fundada sobre el cumplimiento de la profecía.

 

Nada podría ser más cierto que esto. El apóstol San Pedro ha dejado escritas las siguientes palabras: "Tenemos también la palabra profética más permanente, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro hasta que el día esclarezca, y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones" (2 S. Pedro 1,19).

 

Nuestro Señor Jesús mismo, cumpliendo las profecías de las Escrituras Sagradas es la verdadera base en que se funda la iglesia de Dios.

 

La tumba de Cristo está vacía. La gloriosa resurrección del Salvador ha cumplido la profecía y da evidencia de la autenticidad de la Sagrada Escritura y del origen divino del cristianismo. Pero esa tumba vacía hace aún más: transforma por completo la faz del mundo y llena de esperanza al corazón humano.

 

¡Cristo vive! ¡Vive! Vive, y eso nos asegura que viviremos nosotros también (S. Juan 14:19). Esa es la promesa que hallamos en San Juan 11,25, 26. "Dícele Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente".

 

Se cuenta que cierta vez, cuando el gran hombre de ciencia Faraday entró en su laboratorio, halló que había en él una gran confusión. Uno de sus ayudantes había dejado caer, por accidente, una bella copa de plata dentro de un recipiente que contenía ácidos. Allí se había disuelto y, por lo tanto, desaparecido. La preciosa copa no existía ya. Y el pobre ayudante se veía acusado por algunos de haberla robado. Faraday vertió cierto líquido dentro del recipiente e instantáneamente la plata, en forma de fino polvo, se precipitó en el fondo del recipiente. Luego separó el líquido del polvo y éste fue recogido cuidadosamente. Faraday lo envió a un joyero, quien a su debido tiempo le devolvió una copa más hermosa que la primera.

 

Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levantará en incorrupción; se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia.

 

Amigo, dondequiera que estés, y quienquiera que seas: ¿te rendirás a Jesús con toda sinceridad? Él no está muerto. ¡Ha resucitado! Él es el Cristo viviente, que espera salvarte y bendecirte. Él es tu garantía de vida eterna. ¿Lo aceptarás como tu Salvador? ¿Lo harás?

2 comentarios:

  1. Así también es la resurrección de los muertos. Se siembra en corrupción, se levantará en incorrupción; se siembra en vergüenza, se levantará con gloria; se siembra en flaqueza, se levantará con potencia.

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  2. La tumba de Cristo está vacía. La gloriosa resurrección del Salvador ha cumplido la profecía y da evidencia de la autenticidad de la Sagrada Escritura y del origen divino del cristianismo. Pero esa tumba vacía hace aún más: transforma por completo la faz del mundo y llena de esperanza al corazón humano.

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