Santiago Luis Copello
Santiago Luis Copello | ||
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Cardenal de la Iglesia católica | ||
Ordenación | 28 de octubre de 1902 | |
Información personal | ||
Nombre secular | Santiago Luis Copello | |
Títulos | Cardenal presbítero de S. Lorenzo de Dámaso Canciller apostólico | |
Nacimiento | 7 de enero de 1880 | |
Fallecimiento | 9 de febrero de 1967 | |
Profesión | sacerdote | |
Alma máter | Pontificia Universidad Gregoriana | |
Santiago Luis Copello (* San Isidro, [7 de enero]] de 1880 — † Roma 9 de febrero de 1967) fue un prelado argentino de la Iglesia Católica Apostólica Romana.
Sirvió como Arzobispo de Buenos Aires desde 1932 a 1959, y fue elevado al cardenalato en 1935. Fue el primer cardenal de la Iglesia católica que nació y ejerció el sacerdocio en Hispanoamérica.[1]
Biografía
Argentina, Copello realizó sus estudios en el Colegio San José de Buenos Aires. Santiago Copello estudió en el seminario de La Plata y luego en la Pontificia Universidad Gregoriana en Roma antes de ser ordenado al sacerdocio el 28 de octubre de 1902.
Se doctoró en Filosofía, en 1899, y en Teología, en 1903, año en que regresó a su país. Ejerció su labor sacerdotal en La Plata desde 1903 hasta 1918.
El 8 de noviembre de 1918, Copello fue nombrado Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Plata y Obispo titular de Aulon. Recibió su consagración episcopal el 30 de marzo de 1919, de manos del Obispo Juan Terrero y Escalada, concelebrando los Obispos Francisco Alberti y José Orzali como co-consagrantes.
El 15 de mayo de 1928 fue designado Obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Buenos Aires, y el 12 de junio se lo nombró Vicario general. El 2 de agosto de 1932 llegó a ser Vicario Capitular, y posteriormente el 20 de septiembre del mismo año Arzobispo de Buenos Aires.
El Papa Pío XI lo designó Cardenal asignándole la iglesia titular de San Girolamo dei Croati en el consistorio del 16 de diciembre de 1935, por lo que fue el primer cardenal que nació y ejerció su sacerdocio en Hispanoamérica.
El 29 de enero de 1936 ascendió al rango de Cardenal Primado de la Argentina, y fue uno de los electores en el Cónclave papal de 1939 que eligió al Papa Pío XII.
En noviembre de 1945, prohibió a los católicos argentinos apoyar partidos políticos o candidatos que promovieran la separación de la Iglesia Católica del Estado Argentino, la eliminación de la enseñanza religiosa católica en las escuelas públicas, o la legalización del divorcio en las elecciones que se realizarían en febrero de de 1946,[2] con lo cual quedaba excluida la coalición política Unión Democrática que era la principal opositora a la candidatura de Juan Domingo Perón.
En los años posteriores Copello mantuvo su apoyo al gobierno del Presidente Perón[3] hasta que el conflicto entre el gobierno y la Iglesia iniciado en 1954 hizo insostenible su posición.
Después de participar de la primera reunión del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) de Río de Janeiro en 1955.
Las relaciones que había tenido Copello con el gobierno peronista hizo que luego del derrocamiento de Perón por el golpe de Estado del 16 de septiembre de 1955 debiera retirarse de Argentina y pasar sus últimos años en la Curia Romana.
En 1958 participó como Cardenal elector del cónclave Papal de 1958, en el cual resultó electo el Papa Juan XXIII.
Luego de veintiséis años de servicio como Arzobispo de Buenos Aires el 25 de marzo de 1959 renunció y fue nombrado hasta su muerte Canciller Apostólico.
El 14 de diciembre de 1959 optó por la iglesia titular de San Lorenzo in Damaso, tradicionalmente asignada al Cardenal Canciller de la Sede Apostólica. Desde 1962 a 1965, participó del Concilio Vaticano II. Ejerció como cardenal elector en el cónclave papal de 1963 que eligió al Papa Pablo VI.
Copello falleció en Roma a la edad de 87 años. Sus restos descansan hoy en la cripta de la Basílica del Santísimo Sacramento (Buenos Aires).
|Cardenal Santiago Luís Copello.
Predecesor:José María Bottaro | Arzobispo de Buenos Aires 1932 - 1959 | Sucesor:Fermín Emilio Lafitte |
Véase también
Enlaces externos
El primer Cardenal hispanoamericano de la historia
SANTIAGO LUIS COPELLO, PREDECESOR DE BERGOGLIO EN BUENOS AIRES
La llegada al sacro solio de Francisco, “el papa venido del fin del mundo” atrae nuestro interés a los cardenales argentinos que, antes de Jorge Mario Bergoglio, han destacado en la historia de la Iglesia.
Comencemos por Santiago Luis Copello (1880-1967), natural de San Isidro en la provincia de Buenos Aires.
Realizó sus estudios eclesiásticos en el seminario arquidiocesano de La Plata y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
Fue ordenado sacerdote el 28 de octubre de 1902 y destinado al ministerio pastoral, que ejerció hasta 1918, año en que fue preconizado por Benedicto XV obispo titular de Aulon en el Epiro con el cargo de auxiliar de La Plata. El 30 de marzo de 1919 recibió la consagración episcopal en su ciudad natal de manos de Mons. Juan Nepomuceno Terrero Escolada, arzobispo de La Plata, asistido por Mons. Francisco Alberti, obispo titular de Siunia y auxiliar de Buenos Aires, y Mons. José Américo Orzali, obispo de San Juan de Cuyo.
El 15 de mayo de 1928, fue trasladado a Buenos Aires como auxiliar y vicario general del arzobispo franciscano José María Bottaro, al que sucedió cuatro años más tarde por dimisión del mismo.
El 20 de octubre de 1932 fue preconizado por Pío XI sexto arzobispo de Buenos Aires. Monseñor Copello fue el gran organizador del XXXII Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934, el mayor acontecimiento eclesial que tuvo lugar en Hispanoamérica en la primera mitad del siglo XX, que contó con la asistencia del cardenal Eugenio Pacelli, secretario de Estado y legado a latere de Pío XI.
La magnífica impresión que se llevó de Argentina el futuro Pío XII no dejó de tener su influjo decisivo en la creación del dinámico arzobispo bonaerense como cardenal por el papa Ratti en el consistorio del 16 de diciembre de 1935, en el que recibió el título de San Jerónimo de los Croatas, siendo el primer purpurado hispanoamericano de la Historia.
La acción pastoral del cardenal arzobispo Copello se orientó según dos líneas fundamentales: la elevación moral de las almas por un mayor conocimiento de la fe católica y la promoción de las clases más necesitadas de la sociedad.
Para ello no le faltaban ideas claras e innegables cualidades como sabio administrador.
Ya como obispo auxiliar se había dedicado a la erección de parroquias en los nuevos núcleos de población que se iban formando y necesitaban ser cristianizados y a la apertura de seminarios para la adecuada formación del clero.
También se le deben la fundación de la enfermería popular del Seminario de Villa Devoto, la del sanatorio de San José para enfermos pobres y la mutual de la Federación de Círculos Católicos de Obreros.
Habiéndose captado en un principio el apoyo de la Iglesia, Juan Domingo Perón evolucionó hacia una política claramente anticlerical orientada a la total separación de la Iglesia y el Estado. Copello se entrevistó con Perón a principios de 1955 con el fin de llegar a una conciliación que acabase con un enfrentamiento que ponía a los católicos en el dilema de escoger entre la defensa de su fe o la lealtad a lo que consideraban su ideal patriótico.
La escalada anticatólica del gobierno culminó el 16 de junio de 1955 con la quema de iglesias, principalmente en Buenos Aires, como respuesta al fallido golpe de Estado de horas antes y del que se culpó a la Iglesia como cómplice.
El inaudito atropello fue motivo de la excomunión de Perón declarada ipso facto por decreto de la Sagrada Congregación Consistorial con la misma fecha de los trágicos acontecimientos (de dicha excomunión no sería absuelto el general hasta 1963 a petición suya tramitada por mediación de Mons. Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá y patriarca de las Indias Occidentales).
Después de la quema de iglesias cesó por completo de manera oficial la campaña anticatólica, aunque Perón –que echó la culpa de los desórdenes a los comunistas– seguía alimentando los rescoldos.
La iglesia argentina respondió a una con su primado mediante una carta pastoral que, con el título “Nuestra contribución a la paz de la Patria", denunciaba el intento de crear un sedicente “cristianismo auténtico” para sustituir a la Iglesia católica, por lo cual se había comenzado a injuriarla y atacarla con el fin de subordinarla al poder, verdadero atentado contra la patria, de innegable mayoría católica.
Los obispos reclamaban, además, el restablecimiento de las libertades públicas, en especial las de reunión, prensa y radio, así como la tutela de los derechos y las legítimas libertades religiosas. Un nuevo golpe de Estado –la llamada “Revolución Libertadora del 16 de septiembre de 1955– obligó a un Perón radicalizado a dejar el gobierno y salir del país.
El nuevo régimen, cuyo objetivo era desperonizar el país, llevó inicialmente una política de conciliación con la Iglesia, bajo el gobierno del general Eduardo Lonardi, el cual se apoyaba en un sector nacionalista católico de las fuerzas armadas.
Sin embrago, Lonardi –que se negaba a emplear mano dura contra los peronistas y era partidario, como el cardenal Copello, de una política de reconciliación nacional “sin vencedores ni vencidos” – fue, a su vez, derrocado, tomando el poder el 13 de noviembre de 1955 el general Pedro Eugenio Aramburu, que acusó a su predecesor de “escudarse tras el estandarte de la religión católica".
Lo que no anunciaba tiempos precisamente bonancibles para las relaciones Iglesia-Estado, que volvieron a complicarse en medio de una represión social que puede considerarse como precedente de la de la junta militar de 1976-1984.
Las relaciones que el cardenal arzobispo de Buenos Aires había tenido con el peronismo antes de la crisis de 1954 hicieron insostenible su posición en Argentina con el gobierno de la Revolución Libertadora.
El 20 de enero de 1958 se le asignó al cardenal Copello un obispo coadjutor con derecho a sucesión en la persona de Mons. Fermín Emilio Lafitte, arzobispo de Córdoba: era la manera de preparar su traslado a Roma.
En octubre de ese año, participó en el cónclave en el que resultó elegido el beato Juan XXIII. Fue este papa quien lo retuvo en Roma, nombrándolo canciller de la Santa Iglesia Romana.
El 14 de diciembre de 1959, cambió su título presbiteral de San Jerónimo de los Croatas por el de San Lorenzo en Dámaso. Entretanto, el general Aramburu había cedido el poder a un presidente elegido democráticamente: Arturo Frondizi, una de cuyas principales preocupaciones fue la de las relaciones Iglesia-Estado.
El cardenal Copello asistió a las sesiones del concilio Vaticano II en calidad de miembro de la Curia Romana y participó en el cónclave de 1963, que eligió al siervo de Dios Pablo VI. Sus últimos años los pasó repartiendo su tiempo entre la Cancillería Apostólica y su labor benefactora a favor de la formación de los sacerdotes y el socorro de los más necesitados, testigo el Pontificio Colegio Pío-Latinoamericano, su alma mater de sus tiempos de estudiante, objeto de las larguezas del cardenal. Santiago Luis Copello falleció en Roma, el 9 de febrero de 1967, a los 87 años de edad. Sus restos fueron repatriados a la Argentina para ser enterrados en una sencilla tumba de mármol en la cripta de la basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires.
Dejó el recuerdo de un gran príncipe de la Iglesia, una de las mejores encarnaciones del espíritu pacelliano.
El cardenal Copello asistió a las sesiones del concilio Vaticano II en calidad de miembro de la Curia Romana y participó en el cónclave de 1963, que eligió al siervo de Dios Pablo VI. Sus últimos años los pasó repartiendo su tiempo entre la Cancillería Apostólica y su labor benefactora a favor de la formación de los sacerdotes y el socorro de los más necesitados, testigo el Pontificio Colegio Pío-Latinoamericano, su alma mater de sus tiempos de estudiante, objeto de las larguezas del cardenal. Santiago Luis Copello falleció en Roma, el 9 de febrero de 1967, a los 87 años de edad. Sus restos fueron repatriados a la Argentina para ser enterrados en una sencilla tumba de mármol en la cripta de la basílica del Santísimo Sacramento de Buenos Aires.
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