sábado, 25 de julio de 2015

sirviendo al Señor


 

ADORACIÓN Y SERVICIO

 
 
 
 
 


    “Con un celo sin negligencia; con espíritu fervoroso; sirviendo al Señor” (Rm 12, 11)


¿A quién estoy adorando? Si queremos obtener alguna pista para alcanzar una respuesta lo más próxima posible a la verdad, podemos formularnos otra pregunta: ¿A quién quiero servir o estoy sirviendo voluntariamente?
 
Adoración y servicio siempre van de la mano. Servimos a quien adoramos y, de alguna manera, adoramos a quien servimos.

 Sólo el Señor es digno de servicio. “Al Señor tu Dios servirás” (Dt 6, 13), dice el Deuteronomio, que nos recuerda lo que el Señor dijo al diablo en el desierto: “Al Señor tu Dios adorarás y sólo a él darás culto” (Mt 4,10).
 
Servir a otros señores –entre los que tantas veces nos incluimos a nosotros mismos- conduce al fracaso y a la esclavitud. Al contrario, servir a Dios nos lleva al éxito y a la libertad.

 Uno de los ejemplos más claros en la Biblia lo tenemos en la historia del pueblo de Israel cuando, una vez liberados poderosamente de la esclavitud de los egipcios, se debatía en el desierto entre la adoración y el servicio a Dios o a los ídolos.
 
Dice el libro del Éxodo que “los israelitas dijeron a Moisés: ...¿qué has hecho con nosotros sacándonos de Egipto? ¿No te dijimos claramente en Egipto: Déjanos en paz, queremos servir a los egipcios? Porque mejor nos es servir a los egipcios que morir en el desierto’ ” (Ex 14,11-12).
 
Y el salmista, al contemplar los sucesos de tiempos pasados narra: “Sirvieron a sus ídolos que fueron un lazo para ellos” (Sal 106,36).
 
En resumen, los israelitas, - y Dios sabe hasta qué punto también nosotros- prefirieron en repetidas ocasiones caer en manos de sus enemigos adorándoles y sirviéndoles, a pesar de encontrarse bajo su opresión y esclavitud, antes que servir a Dios y andar por sus caminos disfrutando de la libertad de los hijos de Dios.

 Jesucristo dijo en una ocasión “Nadie puede servir a dos señores porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al Dinero” (Mt 6,24).
 
Es otra manera de decir que no debemos adorar a dos señores o que la adoración a Dios no se puede compaginar con la adoración a los ídolos.
 
El servicio del cristiano debe ser exclusivamente a Jesucristo, pensando en él y en su gloria, actuando como él, para él y con él.
 
Esto quiere decir que para el cristiano todas las actividades del día a día, pensamientos, deseos, deberían tener como punto de referencia y como meta  permanente al Señor.

La Palabra del Señor exhorta a los siervos de Dios a dedicarse a él “con corazón entero” (cf. 1 Cro 28,9) o “con todo el corazón” (cf. 1 S 12, 20); “con alegría” (cf. Sal 100,2), “con temor” (cf. Sal 2,11); “con toda humildad” (cf. Hch 20, 19).

 La grandeza de la adoración en relación al servicio cristiano está en que a través de ella, el hombre consigue el servicio más fructífero, desde el punto de vista del Señor, el que más le complace, y el que, al mismo tiempo, es primicia de la adoración-servicio ofrecida día y noche por todos los santificados en el cielo (cf. Ap 7,15).

 
Palabra profética


·         No miréis la pequeñez y las limitaciones de vuestra adoración, porque yo la uno a la gran adoración del cielo y mucha gloria me da.

·         La adoración es un gran consuelo para el corazón del Padre, maltratado por tanto pecado.
 
      Seguid ocupando este lugar santo, seguid postrados en adoración para contrarrestar toda la adoración que el mundo ofrece a sus falsos dioses.

1 comentario:

  1. La grandeza de la adoración en relación al servicio cristiano está en que a través de ella, el hombre consigue el servicio más fructífero, desde el punto de vista del Señor, el que más le complace, y el que, al mismo tiempo, es primicia de la adoración-servicio ofrecida día y noche por todos los santificados en el cielo (cf. Ap 7,15).

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