“En
presencia de los ángeles tañeré en tu honor, me postraré en dirección a tu
santo Templo” Sal
138,1
Estamos acostumbrados
a pensar que somos la cima de la creación, y es cierto, pero de la creación
física. El hombre participa de la creación física y al mismo tiempo de la
creación espiritual, pues tiene una naturaleza espiritual que le capacita para
relacionarse con Dios.
Dentro de la creación espiritual no estamos solos, Dios
también creó a los ángeles, que son espíritus puros. En la Biblia se nos dice
que los ángeles llevan la Palabra de Dios a los hombres, son ejecutores de la
voluntad de Dios y encargados de cumplir sus órdenes, ayudan a los hombres de
Dios ofreciéndoles protección, ánimo y auxilio, sirven a Jesucristo en el
desierto o en Getsemaní, están empeñados en combates espirituales contra los Príncipes del Mal…, pero, si hay una misión que destaque en ellos, es la de
adorar a Dios.
Los ángeles, sobre todo y antes que otra cosa, son adoradores de
Dios. El Padre, “al introducir a su
Primogénito en el mundo dice: ‘Y adórenle todos los ángeles de Dios’” (Hb 1,6).
En la visión de Juan muchas veces
es la iniciativa de los ángeles la que da comienzo a la adoración.
Así sucede,
por ejemplo, en esta grandiosa escena que narra tan expresivamente: “En la visión oí la voz de una multitud de
ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos. Su número era
miríadas de miríadas y millares de millares, y decían con fuerte voz: ‘Digno es
el Cordero degollado de recibir el poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza,
el honor, la gloria y la alabanza’.
Y toda criatura, del cielo, de la tierra,
de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que
respondían: ‘Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor,
gloria y poder por los siglos de los siglos’. Y los cuatro Vivientes decían:
‘Amén’, y los Ancianos se postraron para adorar” (Ap 5,11-14).
Tan impresionado está
Juan por la presencia y el aspecto de los ángeles, que siente deseos de
adorarlos, y entonces es corregido: “Yo,
Juan, fui el que vi y oí esto. Y cuando lo oí y vi, caí a los pies del ángel
que me había mostrado todo esto para adorarle. Pero él me dijo: ‘No, cuidado;
yo soy un siervo como tú y tus hermanos los profetas y los que guardan las
palabras de este libro. A Dios tienes que adorar’” (Ap 22,8-9).
¿Pensamos que estas
revelaciones no tienen nada que ver con nosotros?
El adorador participa. aunque sea de modo parcial e imperfecto
todavía, de la única y perfecta adoración.
Si al adorar a Dios nos acercamos al
Trono de gracia, ¿qué tiene de sorprendente que lo hagamos junto con miríadas
de ángeles, con los bienaventurados y con los que en la tierra dan culto al
Señor en sus corazones?
A los adoradores de la Nueva Alianza es aplicable
aquella palabra que dice:“Os habéis
acercado al monte Sión, ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial, y a
miríadas de ángeles, reunión solemne, y a la asamblea de los primogénitos
inscritos en los cielos, y a Dios, juez universal, y a los espíritus de los
justos llegados ya a su perfección, y a Jesús, mediador de una nueva alianza, y
a la aspersión purificadora de una sangre que habla más fuerte que la de Abel” (Hb
12,22-24).
Palabra profética
Visión durante la adoración: Todos los adoradores se unen a un cortejo triunfal que está proclamando la gloria de Dios.
Los ángeles están al frente de ese cortejo y van proclamando la Gloria de Dios por todo lugar en los cielos y en la tierra.
Por todas partes y a la vez los ángeles la proclaman con gran poder.
Al mismo tiempo los enemigos se esconden porque no puede resistir la fuerza de esta proclamación y por el tormento que significa para ellos saber que nunca podrán participar de ese culto.
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Visión durante la adoración: Todos los adoradores se unen a un cortejo triunfal que está proclamando la gloria de Dios.
ResponderBorrarLos ángeles están al frente de ese cortejo y van proclamando la Gloria de Dios por todo lugar en los cielos y en la tierra.
Por todas partes y a la vez los ángeles la proclaman con gran poder.
Al mismo tiempo los enemigos se esconden porque no puede resistir la fuerza de esta proclamación y por el tormento que significa para ellos saber que nunca podrán participar de ese culto.