Tres enfermedades del alma
Hoy nos parece que hay más enfermedades que
nunca. No sé si ha de atribuirse al que haya en sí una verdadera proliferación
de los males que aquejan a la humanidad, o si se debe sencillamente a que hoy
por hoy somos más aptos en descubrirlos y catalogarlos.
Por ejemplo, no hace mucho las noticias
dijeron que ya se han identificado no menos de 63 enfermedades venéreas, es
decir, las que se contraen por contacto sexual. Lo suficiente como para
provocar una gran ola de castidad.
Desafortunadamente, la promiscuidad es tanto
ciega como sorda, a juzgar por los miles que hacen caso omiso al peligro que
corren en sus desenfrenadas aventuras sexuales.
Pero hoy queremos mencionar específicamente
tres enfermedades. Se destacan de todas las demás en que aunque afectan el
cuerpo y la mente como las otras, éstas tienen raíces muy hondas, que penetran
lo más profundo del ser.
Nos referiremos a ellas como las enfermedades
del alma. Se trata de la depresión, el estrés y la ansiedad.
¿Cuál es la diferencia? De las tres, la
depresión parece tener las raíces más hondas.
Algunos sicólogos aseguran que tiene mucho que
ver la clase de niñez que se ha vivido. Un niño que sufrió lastimosas
privaciones, que fue humillado y castigado severamente, cuando sea adulto va a
ser muy vulnerable a caer en largos episodios depresivos.
En el deprimido se retrata la tristeza y se
pierde la motivación, al punto del descuido de la higiene y decoro personal.
Rezumada toda energía, el deprimido intenta nada. Con fuerza huracanada la
depresión arranca todo dejando al deprimido reducido a un pálido reflejo de su
antiguo ser.
La segunda enfermedad ostenta un nombre nuevo,
moderno. Nos referimos al estrés. El estrés se produce por la vida recargada
que llevamos; por el exceso de compromisos que contraemos.
La misma tecnología que nos proporciona tantos
beneficios, también nos exige y nos acosa con sus teléfonos celulares, correos
electrónicos, etc.
Estos adelantos también aceleran la vida, a
veces, a un ritmo que no puede ser sostenido sin invitar al temido y fulminante
agotamiento físico y mental. Nos cargamos de actividades sin armarnos de
paciencia.
Nos conectamos a infinidad de cosas sin un
plan de cómo desconectarnos, como las deudas --especialmente las innecesarias;
las tarjetas de crédito que se mantienen al tope por largos años, son otra
causa de estrés.
La tercera enfermedad del alma es la ansiedad.
Básicamente, es el miedo que sentimos por nuestro futuro. Se funda y se
alimenta de las experiencias difíciles del pasado.
Por ejemplo, si nuestro automóvil hace un
ruido extraño, y se parece al que escuchamos hace un año cuando tuvo cierto
fallo mecánico, nos llenamos de ansiedad anticipando lo peor. Sin que algo
suceda, caemos en ansiedad, llenos de preocupación.
La ansiedad puede ser hasta paralizante.
Analiza el futuro con toda su gama de terrores al acecho; llega a la conclusión
que mejor es hacer nada que intentar cualquier empresa cuando la ansiedad le
augura miríadas de baches y seguro fracaso.
Brevemente, analicemos la terapia: En cuanto a
la depresión, es importante reconocer que uno está pasando por una etapa
depresiva sabiendo que es momentánea y pronto nos sentiremos bien.
Pero hay que cuidar de no caer en períodos
depresivos demasiado largos.
Se considera depresión crónica cuando el
período es de tres años, más o menos. Sombrío y hundido en la desesperanza, el
crónicamente deprimido corre el peligro de una negativa resignación que puede
llevarle a la contemplación de un suicidio.
Hay remedios farmacéuticos que ayudan a salir
de un estado depresivo profundo. Sin embargo, no se recomienda seguirlos
indefinidamente para evitar la dependencia de la farmacia.
Una vez que se ha salido de ese nivel bajo,
hay que comenzar a tomar pequeñas decisiones, tales como reordenar los muebles
de la casa, pintar una habitación aunque no necesite pintura (por el solo hecho
de verla diferente; poner una planta verde en la sala, o un limpiapiés de
colores vivos a la entrada de su casa. Esta terapia de pequeños pasos puede ser
muy efectiva.
¿Qué más podemos aconsejar al deprimido? No se
aísle. No viva enclaustrado, como ermitaño. Sea usted quien toma la iniciativa
para cultivar la vida social. Invite a un amigo a su casa. Ábrase al mundo.
Por otro lado, propóngase reducir las circunstancias
que someten a un gran esfuerzo la vida. No trabaje tantas horas.
Consolide sus deudas y no contraiga nuevas.
Aprenda a decir "NO" y no se
comprometa más allá de lo que pueda cumplir. En la casa de su amigo Lázaro,
Jesús alabó la actitud de María, de estar en paz escuchándole, pero reprobó el
afán que Marta tenía en la cocina.
En cuanto a la ansiedad, dijimos que es la
desesperación a causa del futuro. La ansiedad llena de carcoma aún los mejores
planes que se tengan. Cuando una persona se llena de ansiedad, allí se detienen
su crecimiento y desarrollo. Jesús, en su gran Sermón del Monte, habló acerca
de la desesperación de la gente por cosas como la comida y la ropa. Es
interesante notar que hoy sufrimos prácticamente de la misma inseguridad. Pareciera
que teniendo la comida y la ropa aseguradas, podemos recién pasar a
preocupaciones más sofisticadas.
Las grandes corporaciones que manufacturan
comida y ropa toman ventaja de esta ansiedad y complacen al público con enormes
tiendas que ofrecen cualquier cantidad de estos bienes. Y se sabe que a nivel
subliminal la gente se tranquiliza al ver que disponen de estos supermercados
abiertos las 24 horas del día, con toda la comida que uno pudiera desear para
todos los gustos y apetitos. Lo mismo ocurre con la ropa.
Compramos más ropa de la que necesitamos. Se
supo que la Princesa Diana ostentaba un vestuario de no menos de 4,000
vestidos. Y todos recordamos a la señora Imelda Marcos con sus 3,000 pares de
zapatos. El efecto sicológico de la ropa es inmenso y lo paradójico es que
tenerla produce tanta ansiedad como no tenerla.
Enfocando esta universal preocupación del ser
humano por el comer y el vestir, Jesús ilustra los beneficios de una vida cuyo
foco es Dios y su reino espiritual.
Y en el Evangelio según San Mateo, nos dice:
"...Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer
o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la
vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido?
Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni
siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No
valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que
se afane, añadir a su estatura un codo?
Y por el vestido, ¿por qué os afanáis?
Considerad los lirios del campo, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os
digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y
si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste
así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues,
diciendo:
¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué
vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre
celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente
el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas" (S.
Mateo 6,25-33).
Cristo declara que la vida es más que el
alimento, y el cuerpo más que el vestido; es decir, si el cuerpo está bien
vestido, si el estómago bien lleno, pero el corazón está cargado de ansiedad,
carente de paz, somos los más pobres y miserables de la tierra, porque no
sentimos hambre ni sed de justicia.
Necesitamos alterar nuestras prioridades;
hacer del reino de Dios y su justicia la prioridad perentoria. Y lo maravilloso
es que al hacer esto, descubrimos que nunca nos faltará aquello que antes nos
provocaba tanta ansiedad: es a saber, las cosas materiales.
En una ocasión Jesús declaró a sus discípulos:
"De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o
hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del
evangelio, que no reciba cien veces más ahora en este tiempo... y en el siglo
venidero la vida eterna".
Notemos que Jesús dice CIEN VECES MÁS. Nadie
está en mejores condiciones de cumplir esa promesa. Atrévete a creerla. Los
noticiosos nos bombardean con estrategias que pretenden poner a nuestro alcance
propiedades, carreras, salud, fama y poder. Sin embargo, también nos traen el
triste testimonio de muchos que estando en el pináculo del éxito y llenos de
dinero, no se sienten satisfechos.
Cuando John Lennon estaba en la cumbre de su
fama mundial, expresó este lamento de su alma atormentada en una de sus
canciones: "Estoy tan cansado, daría todo lo que tengo por un poco de paz
mental...
“Mientras millones lo admiraban, tan sólo unos
cuantos se daban cuenta de su terrible adicción a la heroína que lo iba
consumiendo. Pocos años antes de ese grito de angustia, Mike Jagger, otro
"roquero" de gran fama, cantaba una canción que encontró acogida en
todo el mundo: "No puedo lograr satisfacción..."
La música que se oye, las revistas que se leen
de gente que lo tuvo todo en sus manos: dinero, poder, sexo, fama intelectual,
popularidad y aceptación, revelan que al final todos terminan diciendo:
"No tengo satisfacción; me siento vacío por dentro..." Así terminan
los que beben de una fuente contaminada.
Los que no logran entender por qué su llamado
éxito tiene una grieta por donde se escapa la felicidad y la satisfacción humanas.
Por qué en el alma hay un vacío que ninguna cantidad de cosas puede llenar.
Fuimos creados por Dios y para Dios.
Si no invitamos su presencia, andaremos por la
vida a la deriva, sin descubrir la verdadera felicidad, cantando la triste
lamentación "no puedo lograr satisfacción".
El apóstol San Pedro nos hace esta oportuna
invitación: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado
de vosotros" (1 S. Pedro 5,7). Y Jesús dijo: "Venid a mí... y yo os
haré descansar" (S. Mateo 11,28).
Fuimos creados por Dios y para Dios.
ResponderBorrarSi no invitamos su presencia, andaremos por la vida a la deriva, sin descubrir la verdadera felicidad, cantando la triste lamentación "no puedo lograr satisfacción".
El apóstol San Pedro nos hace esta oportuna invitación: "Echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 S. Pedro 5,7). Y Jesús dijo: "Venid a mí... y yo os haré descansar" (S. Mateo 11,28).