¿Que Más Podría Haber Hecho?
Y el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por
medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su
habitación. (2 Crónicas 36:15). Finalmente les envió su hijo. (Mateo 21,37).
¿No habrá ningún poder capaz de controlar nuestro discernimiento y hacernos
ver que estamos al borde del mundo eterno? ¿Somos incapaces de pensar en el otro
lado?
¿Qué se puede hacer para despertar a nuestro pueblo? ¡Cómo hablamos de nuestras leves tribulaciones! Escuchen lo que Pablo dice acerca de ellas: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4,17).
¿Considerarían ustedes como aflicciones leves el ser azotados con varas, pasar una noche y un día en las profundidades, sufrir de hambre, frío, desnudez, y todas estas cosas, y lo peor de todo de falsos hermanos? Pero a estas “tribulaciones” él las llama leves.
Hay demasiado egoísmo. Anhelamos que el yo muera y permanezca escondido en Cristo Jesús, entonces no hablaremos de desánimo ni de dificultades ni de todas esas pequeñeces, sino que hablaremos del gran plan de redención y del poder inigualable de Jesucristo al venir a este mundo para tomar la naturaleza humana sobre sí con el fin de que nosotros, mediante él, podamos ser elevados y obtengamos un lugar a su mano derecha.
¿Qué podría ser más agradable que eso? Si esto no es suficiente, ¿cuánto más de lo que hizo habría podido hacer el Cielo en favor de la raza caída?
¿Cuánto más de lo que hice, dice Cristo, podría haber hecho yo en favor de mis ovejas? ¿Qué más? ¿Tendrá que abandonarnos?
Lo hará, a menos que cambiemos nuestra actitud hacia Dios, porque ya hizo todo lo que podía para salvarnos.
Nuestra responsabilidad delante de Dios es proporcional a la luz que hemos recibido. Caminemos en la luz, así como él está en luz.
Las malas sospechas y las habladurías serán abandonadas.
Al hablar no nos preocuparemos en pensar de nosotros mismos y acerca de lo que hacen los demás, sino en lo que Dios y Jesús están haciendo. ¿Qué hacen? Se encuentran purificando el santuario.
Nosotros deberíamos estar con él en la realización de esta obra y purificar de toda injusticia el santuario de nuestras almas, para que nuestros nombres puedan ser escritos en el libro de la vida del Cordero, y para que nuestros pecados sean borrados cuando lleguen los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor.
Esta obra es la más solemne que jamás se haya encomendado a los mortales.
No hay tiempo para la glorificación del yo, sino sólo para exaltar a Jesús. ¡Oh, pongámoslo en alto! ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Cómo podemos estar siempre buscando nuestra propia salvación y exaltándonos a nosotros mismos?
Dijo el Pastor del rebaño: “¿A quiénes se refiere esto, a los ministros? No. A cada persona que ha tomado el nombre de Cristo sobre sí y que ha probado y sabe que el Señor es bueno. Dios colocará su poder sobre usted, y combinará sus esfuerzos divinos con los suyos humanos, y de ese modo podemos obrar nuestra salvación con temor y temblor.
Ese poder es tal que Satanás no lo puede resistir ni derrotar.
¿Qué se puede hacer para despertar a nuestro pueblo? ¡Cómo hablamos de nuestras leves tribulaciones! Escuchen lo que Pablo dice acerca de ellas: “Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (2 Corintios 4,17).
¿Considerarían ustedes como aflicciones leves el ser azotados con varas, pasar una noche y un día en las profundidades, sufrir de hambre, frío, desnudez, y todas estas cosas, y lo peor de todo de falsos hermanos? Pero a estas “tribulaciones” él las llama leves.
Hay demasiado egoísmo. Anhelamos que el yo muera y permanezca escondido en Cristo Jesús, entonces no hablaremos de desánimo ni de dificultades ni de todas esas pequeñeces, sino que hablaremos del gran plan de redención y del poder inigualable de Jesucristo al venir a este mundo para tomar la naturaleza humana sobre sí con el fin de que nosotros, mediante él, podamos ser elevados y obtengamos un lugar a su mano derecha.
¿Qué podría ser más agradable que eso? Si esto no es suficiente, ¿cuánto más de lo que hizo habría podido hacer el Cielo en favor de la raza caída?
¿Cuánto más de lo que hice, dice Cristo, podría haber hecho yo en favor de mis ovejas? ¿Qué más? ¿Tendrá que abandonarnos?
Lo hará, a menos que cambiemos nuestra actitud hacia Dios, porque ya hizo todo lo que podía para salvarnos.
Nuestra responsabilidad delante de Dios es proporcional a la luz que hemos recibido. Caminemos en la luz, así como él está en luz.
Las malas sospechas y las habladurías serán abandonadas.
Al hablar no nos preocuparemos en pensar de nosotros mismos y acerca de lo que hacen los demás, sino en lo que Dios y Jesús están haciendo. ¿Qué hacen? Se encuentran purificando el santuario.
Nosotros deberíamos estar con él en la realización de esta obra y purificar de toda injusticia el santuario de nuestras almas, para que nuestros nombres puedan ser escritos en el libro de la vida del Cordero, y para que nuestros pecados sean borrados cuando lleguen los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor.
Esta obra es la más solemne que jamás se haya encomendado a los mortales.
No hay tiempo para la glorificación del yo, sino sólo para exaltar a Jesús. ¡Oh, pongámoslo en alto! ¿Cómo lo podemos hacer? ¿Cómo podemos estar siempre buscando nuestra propia salvación y exaltándonos a nosotros mismos?
Dijo el Pastor del rebaño: “¿A quiénes se refiere esto, a los ministros? No. A cada persona que ha tomado el nombre de Cristo sobre sí y que ha probado y sabe que el Señor es bueno. Dios colocará su poder sobre usted, y combinará sus esfuerzos divinos con los suyos humanos, y de ese modo podemos obrar nuestra salvación con temor y temblor.
Ese poder es tal que Satanás no lo puede resistir ni derrotar.
Dijo el Pastor del rebaño: “¿A quiénes se refiere esto, a los ministros? No. A cada persona que ha tomado el nombre de Cristo sobre sí y que ha probado y sabe que el Señor es bueno. Dios colocará su poder sobre usted, y combinará sus esfuerzos divinos con los suyos humanos, y de ese modo podemos obrar nuestra salvación con temor y temblor.
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