domingo, 19 de julio de 2015

BUSQUEDA DE DIOS.


 

INTERCESORES CON CRISTO

“Buscad primero su Reino y su justicia” (Mt 6,33)





 

Búsqueda de Dios


 

Sabemos que interceder es muy importante, pero más importante que las necesidades que vamos a presentar, más importante que la solución a esas necesidades, más importante es aquel ante quien intercedemos: el Señor.

 

Nuestro punto de partida no pueden ser las intenciones por las que queremos interceder. El centro de nuestra atención sólo puede ser el Señor. No podemos olvidar a quién nos acercamos, a quién acudimos; por eso nuestra prioridad debe ser desarrollar una relación correcta con el Señor, no buscar tanto sus beneficios como buscarle a él.
 
El Señor Jesús nos instruyó para que buscásemos primero lo más importante: “Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura” (Mt 6,33). Aquí aparece claro qué es lo más importante para el Señor y qué es lo secundario.
 
Lo que debe ocupar el primer lugar en nuestra mente, en nuestro corazón, en nuestros esfuerzos, en nuestro tiempo y en toda nuestra vida es nuestra relación con el Señor, nuestra conversión para encontrarnos con él, nuestro sometimiento y docilidad a su Espíritu para ser guiados por él y que él reine en nuestra vida. Desde ahí, debemos buscar los bienes de arriba, los bienes de lo alto, en definitiva, la extensión del Reino de Dios entre los hombres: “Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba” (Col 3,1-3).

 

La forma privilegiada que tenemos para encontrarnos con Dios y que él esté en el primer lugar de nuestras vidas es la adoración. De hecho, en esto consiste su mandamiento: “Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto” (Mt 4,10). En la adoración nos sometemos por entero al Señor, reconociendo nuestra absoluta dependencia de él, y permanecemos a sus pies anonadados ante su santidad, su amor, su grandeza... En la adoración el Señor puede ocupar el sitio que le corresponde en nuestras vidas. Por eso la adoración nos capacita y prepara para interceder.

 

Pero este principio se cumple también en la propia intercesión. La intercesión de un discípulo verdadero tiene en cuenta en primer lugar las necesidades espirituales, pues son las más importantes según el punto de vista del Señor. Lo que más urge en el corazón del intercesor de acuerdo con el corazón de Dios es la extensión de su Reino.

 

Desde una vida de adoración y de sometimiento al señorío de Cristo en todas las facetas, podemos decir que estamos preparados para interceder. Para encontrar algo es necesario buscar de forma correcta y, como cristianos, buscamos correctamente cuando buscamos primero a Dios, su Reino y su justicia, y después todo lo demás. El orden es importante. En caso contrario, nos arriesgamos a escuchar esta corrección: “Pedís y no recibís porque pedís mal” (St 4,3).

 

Lo que realmente nos jugamos no es la respuesta a una oración, sino nuestra relación con el Señor y que su Reino llegue a nuestras vidas y se extienda cada vez más por toda la tierra. Sólo si comprendemos que esto es así, estaremos en condiciones de valorar justamente la verdadera dimensión del ministerio de intercesor.

 

 

Testimonios - Palabra profética:

 

- Si yo comparto vuestros sufrimientos y vuestros problemas, ¿por qué no compartís vosotros mis preocupaciones? La preocupación del Padre y la mía es la extensión del Reino, la salvación de cada uno de los hombres. Mirad: las tinieblas avanzan por falta de adoradores. Hoy, más que nunca, necesito que estéis a mis pies”

 

Visión  durante la  adoración de personas realizando diferentes trabajos, muy atareadas y con gran premura;  había otras a las que se les llamaba a un lugar aparte, en donde se les ponía una marca en la frente con un cuño. Palabra:

-  Aquí  en la adoración, se os pone la marca de mi Amor para realizar una misión especial. No hagáis nada sin  pasar por la adoración.

1 comentario:

  1. Lo que realmente nos jugamos no es la respuesta a una oración, sino nuestra relación con el Señor y que su Reino llegue a nuestras vidas y se extienda cada vez más por toda la tierra. Sólo si comprendemos que esto es así, estaremos en condiciones de valorar justamente la verdadera dimensión del ministerio de intercesor.

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