sábado, 11 de julio de 2015

HAY PODER EN LA SANGRE DE CRISTO



 
 

INTERCESORES  CON  CRISTO 

“Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros” (Lc 22,19).

 

 

    La sangre de Cristo

 

     Para el pueblo hebreo la sangre era algo sagrado, pues en la sangre estaba la vida; pero era además el elemento imprescindible en el culto expiatorio de Israel ante su Dios. El día de la expiación se llevaba la sangre de la ofrenda al lugar santo, donde era esparcida por el Sumo Sacerdote para purificar el santuario de las impurezas de los israelitas y de sus rebeldías en todos sus pecados (Lv 16,15-16). La sangre de las víctimas de la antigua Alianza, cuyo poder era simbólico, es sustituida en la nueva Alianza por la sangre de Jesús que tiene en sí misma todo el poder necesario para purificar los pecados de todos los hombres y de todos los tiempos.

 

    Jesucristo nos ofrece comunión en su sangre, es decir, en su vida: “El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él” (Jn 6,54-56). Pero esta unidad con Cristo y esta permanencia en él requieren antes cambios importantes en nosotros:

·       Para acercarnos a Dios, que es santo, necesitamos ser purificados de todo pecado. Algo imposible para el hombre, pero Dios proveyó una remedio capaz y suficiente, la propia sangre de Cristo. La palabra revelada afirma que “la sangre de su Hijo Jesús nos purifica de todo pecado” (1 Jn 1,7).

·       Para ser regenerados, renovados y hechos partícipes de la vida eterna de Dios, necesitábamos ser transformados, dejar nuestra naturaleza vieja. Pues bien, en la sangre de Jesús está la respuesta: “Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo”  (1 P 1,18-19).

·       Nada ni nadie había podido restaurar la amistad primera del hombre con Dios, pero la sangre de Cristo no sólo borra nuestras culpas y realiza en nosotros una regeneración, sino que nos reconcilia con Dios porque “tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas, pacificando, mediante la sangre de su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos” (Col 1,19-20).

 

     Según la ley “sin efusión de sangre no hay remisión” (Hb 9,22). Pues bien, Cristo Jesús fue la víctima, “a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre” (Rm 3,25). Pero el sacrificio de Cristo, una vez consumado, ya no tiene que repetirse, puesto que “penetró en el santuario una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de novillos, sino con su propia sangre, consiguiendo una redención eterna” (Hb 9,12). La muchedumbre que participa en la adoración celestial al Cordero tienen en común que “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero” (Ap 7,14-15).

 

     La sangre de Cristo no es ajena a la oración de intercesión, ni los intercesores podemos dejarla en el olvido. En realidad fue “derramada por muchos para perdón de los pecados” (Mt 27,28), para que sus efectos alcanzaran a todos los hombres:

·       Aboga en nuestro favor, como instrumento de la misericordia de Dios, pues en ella tenemos “la aspersión purificadora de una sangre que habla mejor que la de Abel” (Hb 12,24).

·       Es protección de todo mal, e instrumento poderoso contra todos nuestros enemigos espirituales. En la primera Pascua la sangre de un cordero fue utilizada para escapar del Exterminador (Ex 12,13).  Y en el Apocalipsis se dice de los vencedores del acusador que “lo vencieron gracias a la sangre del Cordero” (Ap 12,12)

 

     Los intercesores no sólo son rescatados por la sangre de Cristo como los demás, sino que reciben también la misión de interceder con autoridad en favor de los hombres. Los Ancianos aclaman al Cordero diciendo: “Eres digno de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y nación; y has hecho de ellos para nuestro Dios un Reino de Sacerdotes y reinan sobre la tierra” (Ap 5,9-10)

 
 Respuestas a la intercesión – Palabra profética

 

§  Mientras se intercedía por la unidad de la Iglesia: visión de un gran muro levantado en medio de ella..

     Es un  muro de construcción muy sólida y tan firme que no parece que vaya a caer.  Además, a  ambos lados de ese muro hay guardias armados que están vigilando para que no sea atacado. Palabra: El muro del orgullo es el que separa en mi Iglesia a los unos de los otros.

    El Señor quiere que los intercesores tengamos siempre presente la división en su Iglesia.

§  Palabra mientras se intercedía por el mundo: El mundo está envuelto en el hielo del pecado, el mundo tirita de frío, y necesita más que nunca el calor de la intercesión. Levantaos en intercesión por el mundo.

 

 

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