ADORACIÓN
CELESTIAL
La adoración que el hombre puede rendir a Dios
durante su vida mortal será siempre limitada e imperfecta, porque el ser humano
es criatura y pecador. Sin embargo, la adoración eterna de los redimidos a Dios
y al Cordero, aunque siga siendo limitada por proceder de criaturas, no será
imperfecta, porque los bienaventurados estarán libres de las restricciones que
impone la naturaleza pecadora que ahora arrastramos. ¿Sabemos algo acerca de la
adoración en el cielo?
La palabra revelada nos deja conocer algunas
particularidades de la misma: a) en la visión de Juan unas veces se pone
énfasis en la adoración al Cordero (Ap 5,8), otras veces se refiere al que está
sentado en el trono (Ap 4,10), y en ocasiones a ambos (Ap 7,9); b) la creación
entera alaba y adora a Dios y al Cordero en la liturgia celestial; c) la
adoración celestial está al alcance de los que han sido purificados y
santificados.
En la primera visión en que Juan habla de la
adoración al Cordero,
1) “los cuatro Vivientes y veinticuatro Ancianos se
postraron delante del Cordero” (Ap 5,8) y proclaman sus méritos;
2) luego “una
multitud de ángeles alrededor del trono, de los Vivientes y de los Ancianos”...
continúan con la proclamación: ‘Digno es el Cordero degollado de recibir el
poder, la riqueza, la sabiduría, la fuerza, el honor, la gloria y la alabanza”
(5,11-12); 3) finalmente la hace suya el resto de la creación: “Toda criatura,
del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en
ellos oí que respondían: ‘Al que está sentado en el trono y al Cordero alabanza,
honor, gloria y potencia por los siglos de los siglos.
Y los cuatro Vivientes
decían: ‘’Amén’; y los Ancianos se postraron para adorar” (Ap 5,13-14). Todos
los seres participan de la adoración debida al Dios único y eterno.
En otro lugar (Ap 7,9-12) se observa una
liturgia conjunta, pero en sentido inverso:
1) la inicia una muchedumbre
innumerable y respetuosa: “Había una muchedumbre inmensa que nadie podría
contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el
Cordero, (Ap 7,9);
2), están revestidos
de santidad sin la cual no podrían estar en presencia del Señor, “vestidos de
túnicas blancas y con palmas en las manos” (Ap 7,9) como resultado de una
acción anterior: “han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre
del Cordero” (Ap 7,14), y proclaman al que está sentado en el trono y al
Cordero como autores de la salvación, (Ap 7,10); 3) finalmente son los ángeles
los que adoran y proclaman la gloria de Dios: “Y todos los ángeles que estaban
en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes se
postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:
"Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y
fuerza a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén’" (Ap 7,9-12).
Palabra
profética
Visión durante la adoración: Estamos ante el
trono del Rey, donde todo es luz.
El Señor está de pie, vestido de Rey con un
cetro en la mano. El mundo se ve insignificante, pequeñísimo ante él; parece
imposible que el mundo se le rebele, porque no es nada ante su presencia. Todo
está bajo la autoridad del Señor que tiene dominio sobre toda la creación; todo
está en él y todo es baladí ante él. Parece imposible que podamos estar allí.
El Señor dice que nos está mostrando grandes
cosas que otros aún no conocen: los cielos abiertos y la gloria que hay en
ellos, su realeza, su majestad, su poder. Sigue diciendo que el mundo lo
rechaza como Rey. que incluso en su Iglesia muchos no le dejan ocupar el trono
que a él le pertenece. Nos pide que lo mostremos a los demás como Rey.
Y añade:
“Os he mostrado mi trono altísimo, pero quiero mostraros también mi cruz,
porque por ella alcancé este trono. No la desechéis, no la despreciéis ni
huyáis de ella. Abrazaos a ella como yo la abracé. No tengáis miedo en
consagrarme todo vuestro ser”.
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