Contemplar el Evangelio de hoy
Día
litúrgico: 29 de Julio: Santa Marta
Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres.
Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude».
Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada».
Hoy,
también nosotros —atareados como vamos a veces por muchas cosas— hemos de
escuchar cómo el Señor nos recuerda que «hay necesidad de pocas, o mejor, de una
sola» (Lc 10,42): el amor, la santidad. Es el punto de mira, el horizonte que no
hemos de perder nunca de vista en medio de nuestras ocupaciones
cotidianas.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor.
Porque “ocupados” lo estaremos si obedecemos a la indicación del Creador: «Sed fecundos y multiplicaos y henchid la tierra y sometedla» (Gn 1,28). ¡La tierra!, ¡el mundo!: he aquí nuestro lugar de encuentro con el Señor.
«No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno» (Jn
17,15).
Sí, el mundo es “altar” para nosotros y para nuestra entrega a Dios y a
los otros.
Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria.
Somos del mundo, pero no hemos de ser mundanos. Bien al contrario, estamos llamados a ser —en bella expresión de Juan Pablo II— “sacerdotes de la creación”, “sacerdotes” de nuestro mundo, de un mundo que amamos apasionadamente.
He aquí la cuestión: el mundo y la santidad; el tráfico diario y la única cosa necesaria.
No son dos realidades opuestas: hemos
de procurar la confluencia de ambas.
Y esta confluencia se ha de producir —en
primer lugar y sobre todo— en nuestro corazón, que es donde se pueden unir cielo
y tierra.
Porque en el corazón humano es donde puede nacer el diálogo entre el
Creador y la criatura.
Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”.
Es necesaria, por tanto, la oración. «El nuestro es un tiempo de continuo movimiento, que a menudo desemboca en el activismo, con el riesgo fácil del “hacer por hacer”.
Tenemos que resistir a esta tentación,
buscando “ser” antes que “hacer”. Recordemos a este respecto el reproche de
Jesús a Marta: ‘Tú te afanas y te preocupas por muchas cosas y sin embargo sólo
una es necesaria’ (Lc 10,41-42)» (Juan Pablo II).
No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
No hay oposición entre el ser y el hacer, pero sí que hay un orden de prioridad, de precedencia: «María ha elegido la parte buena, que no le será quitada» (Lc 10,42).
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