Contemplar el Evangelio de hoy
Día
litúrgico: Martes XVII del tiempo ordinario
»De la misma manera, pues, que se recoge la cizaña y se la quema en el fuego, así será al fin del mundo. El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
«Explícanos
la parábola de la cizaña del campo»
Hoy,
mediante la parábola de la cizaña y el trigo, la Iglesia nos invita a meditar
acerca de la convivencia del bien y del mal.
El bien y el mal dentro de nuestro
corazón; el bien y el mal que vemos en los otros, el que vemos que hay en el
mundo.
«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos.
«Explícanos la parábola» (Mt 13,36), le piden a Jesús sus discípulos.
Y nosotros, hoy, podemos hacer el propósito de tener más cuidado de
nuestra oración personal, nuestro trato cotidiano con Dios. —Señor, le podemos
decir, explícame por qué no avanzo suficientemente en mi vida interior.
Explícame cómo puedo serte más fiel, cómo puedo buscarte en mi trabajo, o a
través de esta circunstancia que no entiendo, o no quiero.
Cómo puedo ser un
apóstol cualificado. La oración es esto, pedirle “explicaciones” a Dios. ¿Cómo
es mi oración? ¿Es sincera?, ¿es constante?, ¿es confiada?
Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado.
Jesucristo nos invita a tener los ojos fijos en el Cielo, nuestra casa para siempre. Frecuentemente vivimos enloquecidos por la prisa, y casi nunca nos detenemos a pensar que un día —lejano o no, no lo sabemos— deberemos dar cuenta a Dios de nuestra vida, de cómo hemos hecho fructificar las cualidades que nos ha dado.
Y
nos dice el Señor que al final de los tiempos habrá una tría.
El Cielo nos lo
hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá
nunca llegarán.
Hemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que
aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y
ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no
morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha
de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).
Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando
Recogeremos lo que hayamos sembrado. Hay que luchar por dar hoy el 100%. Y que cuando
Dios nos llame a su
presencia le podamos presentar las manos llenas: de actos de fe, de esperanza,
de amor.
Que se concretan en cosas muy pequeñas y en pequeños vencimientos que,
vividos diariamente, nos hacen más cristianos, más santos, más humanos.
El Cielo nos lo hemos de ganar en la tierra, en el día a día, sin esperar situaciones que quizá nunca llegarán.
ResponderBorrarHemos de vivir heroicamente lo que es ordinario, lo que aparentemente no tiene ninguna trascendencia. ¡Vivir pensando en la eternidad y ayudar a los otros a pensar en ello!: paradójicamente, «se esfuerza para no morir el hombre que ha de morir; y no se esfuerza para no pecar el hombre que ha de vivir eternamente» (San Julián de Toledo).