Palabra de vida
"Yo soy el pan
de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá
sed"
(Jn 6, 35).
Juan narra, en su Evangelio, que después de haber multiplicado los
panes, en el gran discurso que hace en Cafarnaún Jesús dice, entre otras cosas:
"Trabajen no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta
la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre".
Para los que lo oían era evidente su referencia al maná, como también
la expectativa del "segundo" maná que descenderá del cielo en el
tiempo mesiánico.
Poco después, ante el gentío que todavía no comprende. en el mismo
discurso se presenta a sí mismo como el verdadero pan descendido del cielo, que
debe ser aceptado mediante la fe:
"Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed".
Jesús ya se ve como pan. Ese es entonces el motivo último de su vida
aquí en la tierra. Ser pan para ser comido.
Además, ser pan para comunicarnos
su vida, para transformarnos en él. Hasta aquí es claro el significado
espiritual de esta palabra, con sus referencias al Antiguo Testamento.
Pero el
discurso se vuelve misterioso y duro de comprender cuando más adelante Jesús
dice de sí mismo: "el pan que yo daré es mi carne para la Vida del
mundo" y "si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su
sangre, no tendrán Vida en ustedes".
Lo que escandaliza y aleja a muchos discípulos es el anuncio de la
Eucaristía. Sin embargo, es el regalo más grande que Jesús puede hacer a la
humanidad: su presencia en el sacramento de la Eucaristía, que da saciedad al
alma y al cuerpo, la plenitud de la alegría, por la unión íntima con Jesús.
Alimentados de este pan, cualquier otra hambre deja de tener razón de
existir. Todo deseo nuestro de amor y de verdad es saciado por quien es el
Amor, la Verdad misma.
"Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed".
Este pan alimenta de él ya desde aquí abajo, pero se nos da para que
podamos, a nuestra vez, saciar el hambre espiritual y material de la humanidad
que nos rodea.
El mundo recibe el anuncio de Cristo no tanto por la Eucaristía, cuanto
por la vida de los cristianos alimentados de ella y de la Palabra que,
predicando el Evangelio con la vida y con la voz, hacen presente a Cristo en
medio de los hombres.
La vida de la comunidad cristiana, gracias a la Eucaristía, se vuelve
vida de Jesús y, por lo tanto, una vida capaz de dar el amor, la vida de Dios a
los demás
"Yo
soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí
jamás tendrá sed".
Con la metáfora del pan, Jesús nos enseña también el modo más
verdadero, más "cristiano" de amar al prójimo.
En efecto, ¿qué significa amar?
Amar significa "hacerse uno" con todos, hacerse uno en todo
lo que los otros desean, en las cosas más pequeñas e insignificantes y en las
que tal vez nos importan poco a nosotros pero que interesan a los demás.
Jesús ha ejemplificado magníficamente este modo de amar haciéndose pan
para nosotros. El se hace pan para entrar en todos, para hacerse comible, para
hacerse uno con todos, para servir, para amar a todos.
Por lo tanto, hagámonos uno también nosotros hasta dejarnos comer.
Esto es el amor, hacerse uno de tal modo que los demás se sientan alimentados por nuestro amor, confortados, aliviados, comprendidos.
Jesús ha ejemplificado magníficamente este modo de amar haciéndose pan para nosotros. El se hace pan para entrar en todos, para hacerse comible, para hacerse uno con todos, para servir, para amar a todos.
ResponderBorrarPor lo tanto, hagámonos uno también nosotros hasta dejarnos comer.
Esto es el amor, hacerse uno de tal modo que los demás se sientan alimentados por nuestro amor, confortados, aliviados, comprendidos.