domingo, 26 de julio de 2015

No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías


                                     INTERCESORES CON CRISTO 



 

“No extingáis el Espíritu; no despreciéis las profecías” (1 Ts 5,19-20)

 

Intercesión y dones espirituales

En el Cuerpo de Cristo existen diversos ministerios y servicios. Todos estos ministerios son para el Señor, para la extensión del Reino de Dios y para el crecimiento del propio Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia.

En cualquier servicio en el Reino de Dios, es decir, en toda tarea espiritual, caminar en el Espíritu es fundamental.
 
Esto implica permanencia en Cristo y obediencia al Espíritu.
 
En los Hechos de los Apóstoles vemos cómo para un servicio en apariencia tan “sencillo” como servir las mesas a las viudas buscaron a hombres “llenos de Espíritu y de sabiduría” (Hch 6,3).
 
Realmente, el servicio cristiano es diferente, porque ha de llevar la marca del Espíritu en todo lo que se hace. Este es el caso del ministerio de intercesión. Interceder exige aprender a seguir las instrucciones del Espíritu.

Para este tipo de servicio, nuestras capacidades no son suficientes. Necesitamos ser capacitados por el mismo Espíritu.
 
Dentro de esta capacitación una ayuda valiosísima son los dones espirituales que conocemos con el nombre de carismas. Los intercesores tienen en los dones espirituales una fuente de fuerza y de luz capaz de renovar y de llenar de vitalidad su ministerio.

Repasemos la lista de Pablo: “Hay diversidad de carismas, pero un mismo Espíritu; diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; diversidad de actuaciones , pero un mismo Dios que obra todo en todos. A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para provecho común. Porque a uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas. Pero todas estas cosas las obra un mismo y único Espíritu, distribuyéndolas a cada uno en particular según su voluntad” (1 Co 12,4-11).


 
 
En la práctica de la intercesión el don de lenguas es de gran utilidad, como ya hemos comentado alguna vez.
 
Lo mismo podemos decir de la palabra de conocimiento sobre una necesidad urgente o desconocida para nosotros, por la que el Señor quiere que se ore, y por la que no oraríamos, si no nos fuese puesta en el corazón por el Espíritu.
 
Este don también puede venir como resultado de una oración, dándonos el Señor conocimiento de algo que está ocurriendo o que el Señor está haciendo, o mostrándonos la necesidad de continuar intercediendo por esa necesidad.
 
Un carisma de fe nos puede llevar a orar por una situación humanamente imposible según la inspiración del Espíritu.
 
El discernimiento de espíritus es muy útil para identificar la causa de cierta situación y poder orar convenientemente por ella. Sin lugar a dudas, los dones espirituales abren nuevos horizontes a nuestra vida de intercesión.
 
Por eso, si no los tenemos, debemos pedirlos o, al menos, comenzar por abrir nuestras mentes a su existencia, como dice Pablo: "En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia (1 Co 12,1).


Palabra profética


·         Visión de una gran oscuridad que cubre la tierra,  pero en los lugares donde hay adoradores e intercesores se ven grandes claros. Interpretación: la adoración y la intercesión tienen el poder de romper las tinieblas.

·         Palabra: Si vuestra fe fuera sólida, en ningún momento de vuestra vida la oscuridad os envolvería, ni la duda podría con vosotros; pero esto sólo es posible si camináis en santidad. Estáis llamados a ser  intercesores y adoradores que disipen las tinieblas de la tierra. No desperdiciéis nada, pues al que mucho se le dio, mucho se le pedirá.
 


 


 

 

1 comentario:

  1. El discernimiento de espíritus es muy útil para identificar la causa de cierta situación y poder orar convenientemente por ella. Sin lugar a dudas, los dones espirituales abren nuevos horizontes a nuestra vida de intercesión.



    Por eso, si no los tenemos, debemos pedirlos o, al menos, comenzar por abrir nuestras mentes a su existencia, como dice Pablo: "En cuanto a los dones espirituales, no quiero, hermanos, que estéis en la ignorancia” (1 Co 12,1).

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