BREVE HISTORIA DE UNA PAREJA DE INMIGRANTES ITALIANOS
Giuseppe, José o Don José, como fue llamado mas tarde, casado con Sesta, Sestina o Doña Sexta, en fechas distintas debieron dejar a sus padres, hermanos demás familiares, amigos y a su querida tierra europea para emigrar a América. El padre de José en un momento dado, le dijo que debía partir a la Argentina para probar un futuro mejor. Además los alimentos que producían en su pequeño terruño ya no alcanzaban para alimentar una familia cercana a las 10 personas. Posteriormente, varias de ellas también emigraron. Con apenas 17 años, José partió hacia Buenos Aires, a mediados de la primera década de 1900, donde, al llegar, ingresó al “Hotel de Inmigrantes”. Su primer trabajo fue en el puerto, pero como él estaba acostumbrado a trabajar la tierra desde chico, decidió tomar rumbo hacia el campo y se dirigió al centro del país. Se hizo ducho en el manejo de las pesadas máquinas trilladoras de la época. Aquellas con enormes motores a vapor que impulsaban los equipos para la trilla de numerosas parvas de trigo y lino. A medida que iba ganando un dinero, enviaba parte de sus ganancias a sus padres y hermanas para aliviar su situación económica. Decidió afincarse en la zona recorrida, eligiendo el centro sur del Dpto. Marcos Juárez, donde alquiló una pequeña chacra. Tuvo que luchar como todos, contra las inclemencias del tiempo y las nubes de las voraces langostas. Pero, a pesar de todas las adversidades, salió adelante y con otra parte de sus ahorros pudo volver a Italia, para visitar a su familia. La casa de sus padres estaba en un pueblito vecino a Macerata, pero él se dirigió primero a Torino para comprar un auto FIAT 0 Km., modelo 1927, y así darles la sorpresa de llegar al pueblo manejando el nuevo vehículo. Ellos no dudarían entonces, de que realmente había comenzado a progresar como lo habían soñado miles de inmigrantes que salieron de Europa en esa época. El Fiat fue la admiración de sus padres y hermanos a quienes paseó por todo el pueblo. No tardó en decidir la vuelta a su chacra donde lo esperaba su socio, pero antes de salir de Génova, embarca su “joya”: su nuevo Fiat de Torino. Mientras tanto, en el penúltimo viaje del Principessa Mafalda, llegó de Italia una ragazza, Sesta, con menos de 20 años. Era de San Giusto, también zona de Macerata. Aquí se conoció con José, y luego de un corto noviazgo, se casaron. En el transcurso de sólo cuatro años, llegaron tres hijos, cuyas fotografías fueron enviadas a Italia con orgullo, para compartir la alegría con todos los familiares y amigos. Como la mayoría de los inmigrantes, su joven esposa conocía lo que era trabajar el campo y atender la casa, por lo que lo acompañó muy de cerca en esos primeros años que fueron los más duros y difíciles de su vida, afrontando una larga crisis mundial desde 1929 .
Doña Sexta siempre contaba que durante su travesía con el “Mafalda”, más de una vez la nave debió detenerse en altamar o en algún puerto para ser reparada, produciendo el lógico temor en el pasaje. No tardó en ocurrir lo temido, el hundimiento del barco en el siguiente viaje, yendo al fondo del mar con mucha gente. Mientras los hijos crecían, 5 en total, debían cumplir con la escuela de la pequeña localidad vecina y en la chacra también cumplían con las tareas que sus padres les enseñaban a realizar. De esta manera, todos colaboraban en mayor o menor medida, de acuerdo a su edad. Además de asegurar los estudios primarios de los hijos, sus padres no descuidaron la posibilidad de que alguno de ellos continuara con estudios superiores para lograr poder decir:”M´hijo el Doctor”. Otros, más apegados al campo, decidieron estudiar Agronomía y junto con los campesinos, comenzaron los pequeños cambios. Los inmigrantes, que vinieron a “hacerse la América” en realidad contribuyeron a “hacer grande también la Argentina”, porque sus descendientes continuaron agregando cada vez más y más tecnología a los sistemas de producción agropecuaria e industrial. Esto demuestra cuánto se ha avanzado desde que las cosechas se levantaban más con la ayuda de los propios brazos que con las máquinas de la época... La siembra directa argentina lo dice todo cuando se hacen comparaciones y trasciende la notable evolución y las sorpresas que traen nostalgias y alegrías. Así fue la vida de los jóvenes inmigrantes de distintos países que lograron la ilusión de llegar a América y que se ha repetido en miles de familias argentinas
BREVE HISTORIA DE UNA PAREJA DE INMIGRANTES ITALIANOS
ResponderBorrarGiuseppe, José o Don José, como fue llamado mas tarde, casado con Sesta, Sestina o Doña Sexta, en fechas distintas debieron dejar a sus padres, hermanos demás familiares, amigos y a su querida tierra europea para emigrar a América.
El padre de José en un momento dado, le dijo que debía partir a la Argentina para probar un futuro mejor. Además los alimentos que producían en su pequeño terruño ya no alcanzaban para alimentar una familia cercana a las 10 personas. Posteriormente, varias de ellas también emigraron.
Con apenas 17 años, José partió hacia Buenos Aires, a mediados de la primera década de 1900, donde, al llegar, ingresó al “Hotel de Inmigrantes”.
Su primer trabajo fue en el puerto, pero como él estaba acostumbrado a trabajar la tierra desde chico, decidió tomar rumbo hacia el campo y se dirigió al centro del país.
Se hizo ducho en el manejo de las pesadas máquinas trilladoras de la época. Aquellas con enormes motores a vapor que impulsaban los equipos para la trilla de numerosas parvas de trigo y lino.
A medida que iba ganando un dinero, enviaba parte de sus ganancias a sus padres y hermanas para aliviar su situación económica.
Decidió afincarse en la zona recorrida, eligiendo el centro sur del Dpto. Marcos Juárez, donde alquiló una pequeña chacra.
Tuvo que luchar como todos, contra las inclemencias del tiempo y las nubes de las voraces langostas. Pero, a pesar de todas las adversidades, salió adelante y con otra parte de sus ahorros pudo volver a Italia, para visitar a su familia.
La casa de sus padres estaba en un pueblito vecino a Macerata, pero él se dirigió primero a Torino para comprar un auto FIAT 0 Km., modelo 1927, y así darles la sorpresa de llegar al pueblo manejando el nuevo vehículo. Ellos no dudarían entonces, de que realmente había comenzado a progresar como lo habían soñado miles de inmigrantes que salieron de Europa en esa época. El Fiat fue la admiración de sus padres y hermanos a quienes paseó por todo el pueblo.
No tardó en decidir la vuelta a su chacra donde lo esperaba su socio, pero antes de salir de Génova, embarca su “joya”: su nuevo Fiat de Torino.
Mientras tanto, en el penúltimo viaje del Principessa Mafalda, llegó de Italia una ragazza, Sesta, con menos de 20 años. Era de San Giusto, también zona de Macerata. Aquí se conoció con José, y luego de un corto noviazgo, se casaron. En el transcurso de sólo cuatro años, llegaron tres hijos, cuyas fotografías fueron enviadas a Italia con orgullo, para compartir la alegría con todos los familiares y amigos.
Como la mayoría de los inmigrantes, su joven esposa conocía lo que era trabajar el campo y atender la casa, por lo que lo acompañó muy de cerca en esos primeros años que fueron los más duros y difíciles de su vida, afrontando una larga crisis mundial desde 1929
.
Doña Sexta siempre contaba que durante su travesía con el “Mafalda”, más de una vez la nave debió detenerse en altamar o en algún puerto para ser reparada, produciendo el lógico temor en el pasaje. No tardó en ocurrir lo temido, el hundimiento del barco en el siguiente viaje, yendo al fondo del mar con mucha gente.
ResponderBorrarMientras los hijos crecían, 5 en total, debían cumplir con la escuela de la pequeña localidad vecina y en la chacra también cumplían con las tareas que sus padres les enseñaban a realizar. De esta manera, todos colaboraban en mayor o menor medida, de acuerdo a su edad.
Además de asegurar los estudios primarios de los hijos, sus padres no descuidaron la posibilidad de que alguno de ellos continuara con estudios superiores para lograr poder decir:”M´hijo el Doctor”. Otros, más apegados al campo, decidieron estudiar Agronomía y junto con los campesinos, comenzaron los pequeños cambios.
Los inmigrantes, que vinieron a “hacerse la América” en realidad contribuyeron a “hacer grande también la Argentina”, porque sus descendientes continuaron agregando cada vez más y más tecnología a los sistemas de producción agropecuaria e industrial.
Esto demuestra cuánto se ha avanzado desde que las cosechas se levantaban más con la ayuda de los propios brazos que con las máquinas de la época... La siembra directa argentina lo dice todo cuando se hacen comparaciones y trasciende la notable evolución y las sorpresas que traen nostalgias y alegrías.
Así fue la vida de los jóvenes inmigrantes de distintos países que lograron la ilusión de llegar a América y que se ha repetido en miles de familias argentinas