INTERCESORES CON CRISTO
“El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”
(Ap 19,10)
Los dones espirituales o carismas constituyen
una gran ayuda para un ministerio intercesor, especialmente uno de estos
carismas, como nos recuerda Pablo: “Buscad
la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la
profecía” (1 Co 14,1).
La profecía consiste en un don del Espíritu Santo
que coloca en el corazón del cristiano las palabras del Padre o del Hijo: “Nunca profecía alguna ha venido por
voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado
de parte de Dios” (2 P 1,21).
El objetivo es ayudarnos en nuestra relación
con Dios, aumentar nuestra fe, indicarnos los caminos de Dios o revelarnos su
voluntad, avisarnos de cualquier peligro o de cualquier problema o negligencia
en la que hayamos caído y que nos impide ejercer nuestro ministerio. En
palabras de Pablo: “el que profetiza,
habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación” (1 Co
14,3).
Evidentemente, será necesario
ejercer un cuidadoso discernimiento y no pasar cualquier posible profecía como
verdadera sin contrastarla. Sobre todo siendo conscientes que el origen puede
ser diverso: puede ser el Espíritu Santo, pero también puede provenir del
diablo y finalmente del propio hombre, de su carne o de su propia cosecha.
En
este sentido, es fundamental mantenerse dentro de la palabra revelada.
La
Escritura es guía y garantía para poder juzgar toda profecía, pero también otras
señales como si se cumple lo que dice, como la actitud del que da la palabra
profética, o si da gloria a Jesucristo, porque “nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’ sino movido por el Espíritu
Santo” (1 Co 12,3).
El mismo Espíritu que da el carisma de profecía otorga también el de discernimiento de espíritus ( cf. 2 Co 12,10) como defensa contra el posible engaño.
El mismo Espíritu que da el carisma de profecía otorga también el de discernimiento de espíritus ( cf. 2 Co 12,10) como defensa contra el posible engaño.
Más allá del uso de un carisma, existe un
ministerio profético: “Ahora bien,
vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo. Y así los
puso Dios en la iglesia, primeramente los apóstoles; en segundo lugar los
profetas” (1 Co 12, 27-28).
La intercesión profética no es usar el carisma
de profecía en la intercesión solamente; es una intercesión especial que une
estos dos ministerios: intercesor y profético.
Bajo la orientación del Espíritu
Santo, y de acuerdo con la palabra de Dios de la que el profeta es depositario
y canal, el profeta intercede con el conocimiento que tiene de la voluntad de
Dios y de la visión de Dios sobre los problemas y su solución, intercede con la
palabra de Dios viva que habita en su corazón, e intercede de acuerdo con las
promesas de Dios, con la visión de lo que ha de ocurrir según los planes de
Dios, y no basándose únicamente en las circunstancias presentes humanamente
visibles.
Encontramos dos ejemplos en los
profetas Isaías y en Ezequiel:
§
“Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de
estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille
como antorcha” (Is 62,1).
§ “’Profetiza al
espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor: Ven,
espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.’
Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos’” (Ez 37,9-10).
Los verdaderos intercesores permiten que el
Espíritu les conduzca a nuevas dimensiones en el ejercicio de su ministerio, en
la medida de la gracia y su fidelidad: “Teniendo
dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de
profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6).
Palabra profética:
Muchos de los que me siguen no creen que mi Palabra tenga poder y se dejen envolver por las tinieblas.
Muchas personas en mi Iglesia están dormidas y no defienden mi obra, no aprovechan mi redención y ha dejado al enemigo instalarse dentro de ella.
Despertad a mi Iglesia, despertad a los que dicen que me siguen, levantad mi cruz, caminad con ella levantada. Os azotarán y perseguirán como lo hicieron conmigo; pero seguid levantando la cruz y proclamando la victoria que hay en ella.
Muchas personas en mi Iglesia están dormidas y no defienden mi obra, no aprovechan mi redención y ha dejado al enemigo instalarse dentro de ella.
ResponderBorrarDespertad a mi Iglesia, despertad a los que dicen que me siguen, levantad mi cruz, caminad con ella levantada. Os azotarán y perseguirán como lo hicieron conmigo; pero seguid levantando la cruz y proclamando la victoria que hay en ella.
Los verdaderos intercesores permiten que el Espíritu les conduzca a nuevas dimensiones en el ejercicio de su ministerio, en la medida de la gracia y su fidelidad: “Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6).
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