sábado, 18 de julio de 2015

Intercesión profética


                         INTERCESORES CON CRISTO





 

    “El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía” (Ap 19,10)

 Intercesión profética

Los dones espirituales o carismas constituyen una gran ayuda para un ministerio intercesor, especialmente uno de estos carismas, como nos recuerda Pablo: “Buscad la caridad; pero aspirad también a los dones espirituales, especialmente a la profecía” (1 Co 14,1).
 
La profecía consiste en un don del Espíritu Santo que coloca en el corazón del cristiano las palabras del Padre o del Hijo: “Nunca profecía alguna ha venido por voluntad humana, sino que hombres, movidos por el Espíritu Santo, han hablado de parte de Dios” (2 P 1,21).
 
El objetivo es ayudarnos en nuestra relación con Dios, aumentar nuestra fe, indicarnos los caminos de Dios o revelarnos su voluntad, avisarnos de cualquier peligro o de cualquier problema o negligencia en la que hayamos caído y que nos impide ejercer nuestro ministerio. En palabras de Pablo: “el que profetiza, habla a los hombres para su edificación, exhortación y consolación” (1 Co 14,3).

Evidentemente, será necesario ejercer un cuidadoso discernimiento y no pasar cualquier posible profecía como verdadera sin contrastarla. Sobre todo siendo conscientes que el origen puede ser diverso: puede ser el Espíritu Santo, pero también puede provenir del diablo y finalmente del propio hombre, de su carne o de su propia cosecha.
 
En este sentido, es fundamental mantenerse dentro de la palabra revelada.
 
La Escritura es guía y garantía para poder juzgar toda profecía, pero también otras señales como si se cumple lo que dice, como la actitud del que da la palabra profética, o si da gloria a Jesucristo, porque “nadie puede decir: ‘¡Jesús es Señor!’ sino movido por el Espíritu Santo” (1 Co 12,3).

El mismo Espíritu que da el carisma de profecía otorga también el de discernimiento de espíritus ( cf. 2 Co 12,10) como defensa contra el posible engaño.

Más allá del uso de un carisma, existe un ministerio profético: “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno a su modo. Y así los puso Dios en la iglesia, primeramente los apóstoles; en segundo lugar los profetas” (1 Co 12, 27-28).
 
La intercesión profética no es usar el carisma de profecía en la intercesión solamente; es una intercesión especial que une estos dos ministerios: intercesor y profético.
 
Bajo la orientación del Espíritu Santo, y de acuerdo con la palabra de Dios de la que el profeta es depositario y canal, el profeta intercede con el conocimiento que tiene de la voluntad de Dios y de la visión de Dios sobre los problemas y su solución, intercede con la palabra de Dios viva que habita en su corazón, e intercede de acuerdo con las promesas de Dios, con la visión de lo que ha de ocurrir según los planes de Dios, y no basándose únicamente en las circunstancias presentes humanamente visibles.

Encontramos dos ejemplos en los profetas Isaías y en Ezequiel:

§  “Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar quedo, hasta que salga como resplandor su justicia, y su salvación brille como antorcha” (Is 62,1).

§  “’Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre. Dirás al espíritu: Así dice el Señor: Ven, espíritu, de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos para que vivan.’ Yo profeticé como se me había ordenado, y el espíritu entró en ellos’” (Ez 37,9-10).

Los verdaderos intercesores permiten que el Espíritu les conduzca a nuevas dimensiones en el ejercicio de su ministerio, en la medida de la gracia y su fidelidad: “Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6).


 

 

Palabra profética:

 
El mundo no cree en mi Palabra y, con su incredulidad, permite avanzar al mal.

Muchos de los que me siguen no creen que mi Palabra tenga poder y se dejen envolver por las tinieblas.

Muchas personas en mi Iglesia están dormidas y no defienden mi obra, no aprovechan mi redención y ha dejado al enemigo instalarse dentro de ella. 

Despertad a mi Iglesia, despertad a los que dicen que me siguen, levantad mi cruz, caminad con ella levantada. Os azotarán y perseguirán como lo hicieron conmigo; pero seguid levantando la cruz y proclamando la victoria que hay en ella.

2 comentarios:

  1. Muchas personas en mi Iglesia están dormidas y no defienden mi obra, no aprovechan mi redención y ha dejado al enemigo instalarse dentro de ella.

    Despertad a mi Iglesia, despertad a los que dicen que me siguen, levantad mi cruz, caminad con ella levantada. Os azotarán y perseguirán como lo hicieron conmigo; pero seguid levantando la cruz y proclamando la victoria que hay en ella.

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  2. Los verdaderos intercesores permiten que el Espíritu les conduzca a nuevas dimensiones en el ejercicio de su ministerio, en la medida de la gracia y su fidelidad: “Teniendo dones diferentes, según la gracia que nos ha sido dada, si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6).

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