martes, 21 de julio de 2015

Oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente” (1 Co 14,14-15).


INTERCESORES CON CRISTO

 

“Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente” (1 Co 14,15)

 
 
 
 
 
 

 

Interceder también con la mente


 
Los temas anteriores nos marcan una regla de oro de la oración: debe ser hecha en espíritu.

Ahora bien, esto no quiere decir que no podamos orar hasta no estar completamente seguros de ser inspirados por el Espíritu, y que nuestra mente no puede también colaborar con un papel importante.

También la mente es don de Dios e instrumento que él pone a nuestro alcance para nuestro aprovechamiento.

 
Nuestra participación en el sacerdocio de Cristo nos exige orar por intenciones por las que sabemos que es necesario interceder. Dios ha manifestado que es su voluntad general que se ore por estas necesidades y cuenta con nuestra oración también.

El problema más habitual es el contrario, la falta de intercesión por aquello que el Señor nos presenta como objeto necesario de oración. Es más, muchas veces el Espíritu viene en nuestra ayuda en cuanto estamos orando, es decir, una vez que hemos abierto la boca para interceder.

 
Pablo nos da la clave para alcanzar este equilibrio: “Si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente” (1 Co 14,14-15).

No se trata de dejar de orar en el espíritu, sino de orar con todos los medios que Dios pone a nuestro alcance, entre los cuales la mente tiene un lugar importante. Como siempre, lo ideal es que todo nuestro ser colabore.

Una vez que hemos reconocido la mayor importancia del espíritu, nuestra mente juega también un papel esencial; no debemos contraponerlos, sino sumar fuerzas.

 
Si repasamos algunas de las grandes intercesiones de la Biblia, encontramos en ellas grandes argumentaciones, razonamientos cuidadosos, que llevan a presentar la necesidad ante el Señor con la fuerza de la razón.

Así por ejemplo, Moisés realiza una admirable intercesión en un momento crítico, tras la idolatría al becerro de oro, buscando argumentos consistentes –Dios mismo y sus promesas– donde apoyar su ruego por el pueblo de Israel: “¿Por qué, oh Señor, ha de encenderse tu ira contra tu pueblo, el que tú sacaste del país de Egipto con gran poder y mano fuerte? ¿Por qué han de decir los egipcios: Los sacó con mala intención, para matarlos en las montañas y exterminarlos de la superficie de la tierra? Abandona el ardor de tu cólera y arrepiéntete de la amenaza contra tu pueblo. Acuérdate de Abrahán, de Isaac y de Israel, tus siervos, a quienes por ti mismo juraste: Multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y toda esta tierra, de la que os he hablado, se la daré a vuestros descendientes, que la heredarán para siempre” (Ex 32,11-13).

 
Otro criterio muy práctico para la intercesión, sobre todo cuando es una oración comunitaria, y para un mayor aprovechamiento, es cuidar el orden en la oración, ser disciplinados, de forma que hagamos una única oración común y evitemos que cada uno haga lo que le parezca.

Por eso Pablo exhortó a los Corintios, tal vez un poco dados a la indisciplina: “Doy gracias a Dios porque hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la asamblea, prefiero decir cinco palabras con sentido, para instruir a los demás, que diez mil en lenguas” (1 Co 14,18-19).

 

Pero, ¿qué palabras vamos a emplear? Cada uno tiene su propio lenguaje, su propia forma de expresarse. Dios va a utilizar a cada uno como es. Debemos tener cuidado con dos cosas:

1) no utilizar un lenguaje artificial, alejado de nuestra vida, que pretenda parecer espiritual sólo por la forma o una entonación afectada,

2) no caer en falta de respeto al Señor por el uso de palabras bastas o groseras (cosa que no debería ocurrir tampoco fuera de la oración). Por eso dice Pablo que no se deben encontrar en el lenguaje de los cristianos “la grosería, las necedades o las chocarrerías, cosas que no están bien” (Ef 5,4).

Palabra profética:

El mundo agoniza por falta de intercesión. No despreciéis el ministerio al que os he llamado.

Haced de vuestra vida una intercesión. Someted vuestra mente, vuestro corazón, vuestro presente y vuestro futuro; sometedlo todo para que vuestra vida sea el reflejo de los intercesores que el Padre está necesitando.

Todo el fruto y toda la victoria en los caminos será el reflejo de la intercesión que realicéis.

Aquí es donde se ganan las batallas. Aquí es donde mi Espíritu rompe los caparazones de los corazones más endurecidos. Aquí es donde la luz se abre paso y hace retroceder a las tinieblas.  Sólo mi Espíritu hace la obra. Amad este ministerio. Vivid este ministerio. El mundo agoniza.


 

 

2 comentarios:

  1. oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente” (1 Co 14,14-15).

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  2. Pablo nos da la clave para alcanzar este equilibrio: “Si oro en lenguas, mi espíritu ora, pero mi mente queda sin fruto. Entonces, ¿qué hacer? Oraré con el espíritu, pero oraré también con la mente. Cantaré salmos con el espíritu, pero también los cantaré con la mente” (1 Co 14,14-15).




    No se trata de dejar de orar en el espíritu, sino de orar con todos los medios que Dios pone a nuestro alcance, entre los cuales la mente tiene un lugar importante. Como siempre, lo ideal es que todo nuestro ser colabore.

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