LA
ADORACIÓN DETIENE LA IRA DE DIOS
“Dios
no nos ha destinado a la cólera, sino para obtener la salvación por nuestro
Señor Jesucristo” (1
Ts 5,9)
Los tiempos que corren parecen ser
propicios para que la ira de Dios se desate sobre la humanidad.
En la mayoría
de los hombres se ha convertido en algo normal la autonomía del hombre en
relación a su Creador, al prescindir de sus normas de una manera sobresaliente
y muchas veces hasta descarada.
La situación es más grave todavía si tenemos en
cuenta que las posibilidades de conocer al Señor y de vivir en obediencia a él
del hombre de hoy son mucho más abundantes que las que tuvieron muchos de
nuestros antepasados, gracias a la venida de Cristo al mundo, al derramamiento
de su Espíritu y a su Palabra revelada.
Al analizar la situación del hombre en
nuestros días, hemos de reconocer su paciencia y admitir que también aquí se
cumple la Palabra de Dios cuando dice: “El Señor es tardo a la cólera y rico
en bondad, tolera iniquidad y rebeldía, aunque nada deja sin castigo” (Nm
14,18).
Si alguien piensa que la ira de Dios es
cosa de tiempos remotos, algo propio del Antiguo Testamento, sólo tiene que
echar un vistazo al Nuevo Testamento y escuchar o pensar en enseñanzas o
experiencias como las siguientes:
·
Jesucristo se airó
varias veces por la dureza de corazón de los fariseos (cf. Mc 3,5), por su
hipocresía (cf. Mt 3,7) o por ejercer el comercio en la Casa de Dios (cf.
21,12).
·
Los hombres de Dios,
como Pablo, albergan también justa ira en su corazón en ciertas ocasiones, como
aquella en que esperando a Timoteo y Silas en la ciudad de Atenas “estaba
interiormente indignado al ver la ciudad llena de ídolos” (Hch 17,16).
·
El libro del
Apocalipsis, se refiere al día del juicio final como el día de la ira (cf. Ap
6,17)
·
San Pablo, refiriéndose
al juicio final, lo ve también como el día de la ira y dice: “¿Será acaso
injusto Dios al descargar su cólera? ¡De ningún modo! ¿Si no, cómo juzgará Dios
al mundo? (Rm 3,5).
Bien consciente de
ello, Pablo exhortaba así a los Corintios: “Mortificad vuestros
miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia,
que es una idolatría, todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes”
(Col 3,5).
Según el apóstol, provocan la ira divina toda impiedad,
injusticia e inmoralidad (cf. Ef 5,6), pero él señala que una de las
causas fundamentales es el menosprecio del amor de Dios (cf. Ro 2, 4 y 5).
La adoración es, por
naturaleza, una fuerza contraria la idolatría. Si por un lado la idolatría
atrae la cólera de Dios, por otro lado y en sentido contrario podemos deducir
que la verdadera adoración sitúa al hombre en la posición ideal para lograr que
el amor de Dios se derrame sobre la tierra y para detener al mismo tiempo la
cólera que merecemos a causa del gran pecado de nuestros días.
Palabra profética
-
La cólera de Dios es aplacada por los adoradores e intercesores. Cuando me
adoráis detenéis la ira de mi Padre y evitáis que el castigo merecido a causa
del pecado de nuestros días alcance a la Humanidad. Grande es el pecado de los
hombres, pero la adoración y la intercesión despiertan la misericordia de mi Padre.
-
Son muchos los ídolos que se han fabricado quienes deberían ser mis discípulos.
El pecado del hombre es desbordante. Orad para que no se desate mi ira. Tomaos
este mandato en serio.
De la enseñanza del Nuevo Testamento se deduce que la idolatría sigue siendo la causa fundamental de la actuación de la ira de Dios.
ResponderBorrarBien consciente de ello, Pablo exhortaba así a los Corintios: “Mortificad vuestros miembros terrenos: fornicación, impureza, pasiones, malos deseos y la codicia, que es una idolatría, todo lo cual atrae la cólera de Dios sobre los rebeldes” (Col 3,5).