PRESENTE POR EL ESPÍRITU SANTO
“Por él
(Cristo) unos y otros tenemos libre acceso al Padre en un mismo Espíritu” (Ef 2,18).
Dios se hace presente y actuante de modo
cercano a través del Hijo; en una última fase penetra en el interior del
hombre, hasta su propio corazón, donde le hace partícipe y beneficiario de la
obra del Hijo por medio del Espíritu. El corazón humano es para Dios la meta
del recorrido; a él llega, en él se aloja y en él actúa por medio del Espíritu
Santo:
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Hace
presente el amor del Padre en los discípulos: “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el
Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).
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Nos
convierte en algo tan sagrado como templos de Dios: “¿No sabéis que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita
en vosotros?... El santuario de Dios es sagrado, y vosotros sois ese santuario”
(1 Co 3,16).
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Nos
da el conocimiento de las realidades espirituales que escapan a la capacidad de
la mente humana: “Anunciamos lo que ni el
ojo vio, ni el oído oyó..., lo que Dios preparó para los que le aman. Porque a
nosotros nos lo reveló Dios por medio del Espíritu... Nadie conoce lo íntimo de
Dios, sino el Espíritu de Dios” (1 Co 2,9-11).
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Es
el maestro de oración (de relación), ora e intercede en nosotros y por nosotros: “El Espíritu viene en ayuda de nuestra
flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar cómo conviene; mas el
Espíritu mismo intercede por nosotros” (Rm 8,26).
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Nos
ilumina la Palabra de Dios: “El Espíritu
Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará
todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26).
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Nos
hace libres en el Hijo con la libertad de los hijos de Dios (2 Co 3,17).
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Nosotros
somos incapaces de cambiar nuestro corazón, pero el Espíritu nos va conduciendo
hacia el “estado de hombre perfecto, a la
madurez de la plenitud de Cristo” ((Ef 4,13).
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El
Espíritu Santo es el que hace que dejemos de ser individuos aislados para
formar una verdadera comunidad, miembros de un solo Cuerpo, que es la Iglesia
(1 Co 12,12-13).
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Nos
llama a servir en el Cuerpo y nos capacita con carismas para un servicio
efectivo: “A cada uno se le otorga la
manifestación del Espíritu para provecho común” (1 Co 12,7).
·
Nos
capacita para ser testigos de Jesús con fortaleza: “Quedaron todos llenos del Espíritu Santo y predicaban la Palabra de
Dios con valentía” (Hch 4,31).
En definitiva, el Dios que nos ama quiere
convertir nuestra relación con él en una experiencia de vida y de amor en la
que el hombre, -sin dejar de ser hombre- participe de las realidades
celestiales que Dios pone a su alcance.
Dice el Señor
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Visión
durante la adoración: Estamos delante del Señor cubiertos por una especie de
abrigo que nos cubre todo el cuerpo, y que agarramos fuertemente con nuestras
manos, como se hace cuando uno tiene mucho frío y trata de arroparse bien y
proteger su cuerpo.
Luego se ve la mano del Señor que con una ternura infinita
nos va quitando la prenda y aparece nuestro cuerpo recubierto de llagas
repugnantes. Y dice el Señor: “Esto que veis es vuestro pecado; es lo que hay
en vosotros. Esa prenda, de la que tanto os cuesta desprenderos, es vuestro
orgullo.
Dejad que mi mano os toque para que podáis quedar sanados. Si podéis
estar aquí, es porque mi santidad os ha cubierto. Quiero que toméis conciencia
de lo que en verdad sois; pero en mi misericordia me he compadecido de vosotros
y hoy mi amor llega hasta vuestro corazón. Dejaos amar por mí.
No tengáis
miedo. Quiero que lleguéis a tener un conocimiento mayor de mi misericordia,
pero esto sólo es posible si de verdad llegáis a conocer las consecuencias de
vuestro pecado.
El Espíritu Santo es el que hace que dejemos de ser individuos aislados para formar una verdadera comunidad, miembros de un solo Cuerpo, que es la Iglesia (1 Co 12,12-13).
ResponderBorrarNos ilumina la Palabra de Dios: “El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Jn 14,26).
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