Consignas que recibieron los primeros
franciscanos evangelizadores de México
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Reunidos los
Doce, el P. General quiso verles y hablarles a todos ellos, y darles una
Instrucción escrita para que por ella fielmente se rigiesen.
Este
documento, que como dice Trueba (Doce 23) es la Carta Magna de la
civilización mexicana, merece ser transcrito aquí, aunque sea en forma
extractada:
«Porque en esta tierra de la Nueva España, siendo por el demonio y carne
vendimiada, Cristo no goza de las almas que con su sangre compró, me pareció que
pues a Cristo allí no le faltaban injurias, no era razón que a mí me faltase
sentimiento de ellas.
Y sintiendo esto, y siguiendo las pisadas de nuestro padre
San Francisco, acordé enviaros a aquellas partes, mandando en virtud de santa
obediencia que aceptéis este trabajoso peregrinaje».
Les recuerda, en primer lugar, que los santos Apóstoles anduvieron «por el
mundo predicando la fe con mucha pobreza y trabajos, levantando la
bandera de la Cruz en partes extrañas, en cuya demanda perdieron la
vida con mucha alegría por amor de Dios y del prójimo, sabiendo
que en estos dos mandamientos se encierra toda la ley y los profetas».
Les pide que, en situación tan nueva y difícil, no se compliquen con
nimiedades: «Vuestro cuidado no ha de ser aguardar ceremonias ni ordenaciones,
sino en la guarda del Evangelio y Regla que prometisteis...
Pues vais a plantar
el Evangelio en los corazones de aquellos infieles, mirad que vuestra vida y
conversación no se aparten de él» (Mendieta III,9).
Los Doce estuvieron el mes de octubre de 1523 reunidos con el General de la
orden, en el convento de Santa María de los Angeles.
El día 30 les dió éste la
patente y obediencia con que habían de partir. Y allí les abre otra vez
su corazón: «Entre los continuos trabajos que ocupan mi entendimiento,
principalmente me solicita y acongoja de cómo por medio vuestro, carísimos
hermanos, procure yo librar de la cabeza del dragón infernal las almas redimidas
por la preciosísima sangre de Nuestro Señor Jesucristo, y hacerlas que militen
debajo de la bandera de la Cruz, y que abajen y metan el cuello bajo el dulce
yugo de Cristo».
Los frailes han de ir «a la viña, no alquilados por algún precio, como otros,
sino como verdaderos hijos de tan gran Padre, buscando no vuestras propias
cosas, sino las que son de Jesucristo [+Flp 2,21], el cual deseó ser hecho
el último y el menor de los hombres, y quiso que vosotros sus verdaderos hijos
fuéseis últimos, acoceando la gloria del mundo, abatidos por vileza, poseyendo
la muy alta pobreza, y siendo tales que el mundo os tuviese en escarnio
y vuestra vida juzgasen por locura, y vuestro fin sin honra: para que así,
hechos locos al mundo convirtiéseis a ese mismo mundo con la locura
de la predicación.
Y no os turbéis porque no sois alquilados por precio,
sino enviados más bien sin promesa de soldada» (ib.).
Y así fue, efectivamente, en pobreza y humildad, en Cruz y alegría, en amor
desinteresado y pleno, hasta la pérdida de la propia vida, como los Doce fueron
a México a predicar a Cristo, y formaron allí «la custodia del Santo
Evangelio».
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miércoles, 22 de julio de 2015
Consignas que recibieron los primeros franciscanos evangelizadores de México
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Les pide que, en situación tan nueva y difícil, no se compliquen con nimiedades: «Vuestro cuidado no ha de ser aguardar ceremonias ni ordenaciones, sino en la guarda del Evangelio y Regla que prometisteis...
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