domingo, 19 de julio de 2015

Crecimiento cristiano persona


 
                                 EFECTOS DE LA ADORACIÓN
 
          Crecimiento cristiano persona

 
 
 
 


     Un problema que solemos tener con el crecimiento cristiano es nuestra ignorancia acerca de su verdadero significado. ¿Nos preguntamos en serio en qué consiste el crecimiento y cómo alcanzar su plenitud, o por el contrario no le damos importancia y dedicamos nuestros esfuerzos a otros menesteres menos incómodos y puramente mundanos?
 
    Tal vez sean suficientes  un par de afirmaciones que hace la palabra de Dios para sospechar al menos acerca de la validez de nuestro punto de vista sobre el crecimiento cristiano.

     San Pablo les dice a los cristianos de Colosas: “Tampoco nosotros dejamos de rogar por vosotros [...] y de pedir que lleguéis al pleno conocimiento de su voluntad [...] para que viváis de una manera digna del Señor, agradándole en todo, fructificando en toda obra buena y creciendo en el conocimiento de Dios” (Col 1,9-10).
 
Tres pasos sucesivos: 1) conocer la voluntad de Dios, 2) llevarla a la práctica, 3) frutos derivados, unos en relación a Dios –glorificarle con nuestras obras- y otros en beneficio del hombre: como crecer en el conocimiento de Dios, que es penetrar en el misterio de sus atributos, su amor, su poder, su grandeza, su misericordia, sus planes para nosotros, etc.
 
En primer lugar, el conocimiento nos lleva  a descubrir a Dios, abriéndonos de este modo la posibilidad de relacionarnos con él. Y cuando conocemos a alguien digno de admiración y de amor, ¿no reaccionamos como empujados por una fuerza que nos acerca a quien hemos conocido y valorado por sus cualidades y nos impulsa a adentrarnos en él y quedarnos con él?
 
Crecer en el conocimiento de Dios – o de Cristo- es acumular razones para querer servirles y amarlos. Esta es la parte del hombre.

     Pero hay otra parte de Dios, que Pablo recuerda a los corintios al decirles: “Yo planté, Apolo regó; mas fue Dios quien dio el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo ni el que riega, sino Dios que hace crecer” (1 Co 3,6-7). ¡Dios da el crecimiento!
 
A la vista de estos descubrimientos –la necesidad de crecer en conocimiento y que Dios da el crecimiento- a un cristiano sensato sólo le queda preguntarse qué hacer y cómo ponerse en manos del que hace crecer para llegar a alcanzar esa meta. Pues bien, además de otros medios, el Señor ha puesto también a nuestro alcance algo tan sencillo como la adoración.
 
Adorar al Señor implica postrarse ante él, pero también abrirle el corazón, someter la voluntad, reconocer nuestra pobreza, nuestro pecado y nuestra incapacidad para lograr bienes espirituales por nosotros mismos, mientras clamamos a aquel que capacita para el crecimiento,  pidiéndole que dé a nuestro corazón hambre de conocerle y docilidad a su Espíritu, con el fin de que  éste nos lleve al crecimiento.
 
En la adoración el Señor nos permite gustar “que él es bueno” (1 P 2,2) y se complace en conducirnos “al estado del hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef 4,13). 

Testimonios – Palabra profética  

Visión durante la adoración: un grupo de adoradores está ante el trono del Señor. Se acercan unos ángeles que van tomando de cada uno de ellos algunos objetos no definidos, pero muy pesados. Al principio se prestan a entregarlos voluntariamente y de buen grado. pero, a medida que toman conciencia de que les quedan pocos, empiezan a ofrecer resistencia, espoleados  por la inseguridad que les causa la pérdida de las posesiones en que descansan.
 
Entonces la mirada del Señor se posa sobre cada uno de ellos y les hace sentirse capaces de entregarlos todos gustosamente. Los ángeles, a cambio, les entregan otros objetos que, al tomarlos en las manos, van llenando de luz y paz el corazón de los adoradores. Luego sigue una palabra que dice:

-          Mirad y entended. La adoración es el lugar del canje. Me entregáis vuestro pecado y yo, a cambio, os entrego mi amor. No temáis perder vuestras pequeñas y débiles seguridades, porque sólo en mí estaréis realmente seguros y sólo en mí podréis sentiros seguros.

2 comentarios:

  1. Mirad y entended. La adoración es el lugar del canje. Me entregáis vuestro pecado y yo, a cambio, os entrego mi amor. No temáis perder vuestras pequeñas y débiles seguridades, porque sólo en mí estaréis realmente seguros y sólo en mí podréis sentiros seguros.

    ResponderBorrar
  2. Adorar al Señor implica postrarse ante él, pero también abrirle el corazón, someter la voluntad, reconocer nuestra pobreza, nuestro pecado y nuestra incapacidad para lograr bienes espirituales por nosotros mismos, mientras clamamos a aquel que capacita para el crecimiento, pidiéndole que dé a nuestro corazón hambre de conocerle y docilidad a su Espíritu, con el fin de que éste nos lleve al crecimiento.

    ResponderBorrar