la voz de Dios
El diablo hace todo lo que está en su poder para hacer que se oiga su voz en este mundo. En un momento dado incluso tuvo la audacia de interrumpir a Jesús mientras el Señor estaba hablando en la sinagoga:
“Y
entraron en Capernaum; y los días de reposo, entrando en la sinagoga,
enseñaba... Pero había en la sinagoga de ellos un hombre con espíritu inmundo,
que dio voces, diciendo: ¡Ah! ¿Qué tienes con nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido
para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de Dios. Pero Jesús le reprendió
diciendo: ¡Cállate, y sal de él!" (Marcos 1,21-26).
Usando la voz del hombre, Satanás clamó ruidosamente, teniendo un
propósito en mente - ¡sembrar temor en toda la congregación! Quería que toda
persona al alcance de su voz se atemorizara - para que creyeran que tenía poder
y autoridad, aún mientras estaba siendo expulsado.
Pedro advierte a los creyentes de los últimos días que Satanás
vendrá a ellos con voz fuerte, intentando traer temor: “Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león
rugiente, anda al asecho, buscando a quien devorar.” (1 Pedro 5,8).
Aquí está mi punto: Si Satanás está haciendo que su voz sea
conocida en estos últimos días, intentando mostrar su poder a las masas,
¿cuánto más importante es para el pueblo de Dios conocer la voz de su Padre?
¿Piensas que el Señor se sentaría mientras Satanás le ruge al mundo - y todavía
permanecer callado? ¡Nunca! Isaías dijo: “Y
el Señor hará oír la majestad de su voz.” (Isaías 30,30).
Desde Adán y Eva, Dios ha estado hablando al hombre. La Escritura
dice que desde el mismo principio:
“Oyeron la voz del Señor Dios.” (Génesis 3,8). Adán dijo: “Te oí en el huerto.”
(versículo 10).
Desde el Génesis hasta el Nuevo Testamento, Dios hizo que su voz
fuera conocida por su pueblo - a Abraham, Moisés, Caleb, Josué, Samuel y David,
a reyes y jueces justos. En los libros de los profetas vemos esta frase
repetida vez tras vez: “Y Dios dijo...”
La voz de Dios era conocida y entendida. ¡Él siempre hizo que su voz fuese
oída!
Jesús confirmó esto en el Nuevo Testamento, usando el ejemplo del
Buen Pastor: “Y las ovejas oyen su voz;
llama a sus ovejas por nombre, y las conduce fuera. Cuando saca todas las
suyas, va delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Pero
a un desconocido no seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz
de los extraños.” (Juan 10,3-5).
Jesús declaró a Pilato: “Todo
aquel que es de la verdad oye mi voz.” (18,37). El mensaje para
nosotros es claro: Si tienes al Espíritu de Dios en ti, entonces ¡oirás y
conocerás su voz!
Pero vivimos en un día cuando muchas voces claman por nuestra
atención. Pablo advirtió: "Hay...
tanta diversidad de idiomas en el mundo; y ninguno carece de significado
[sentido].” (1 Corintios 14,10).
Quizás has tenido la experiencia de muchos otros cristianos: Cuando
oras, buscando oír y conocer la voz de Dios, tu mente se inunda con todo tipo
de voces. Puedes preguntarte: “¿Cómo puedo distinguir la voz de Dios de mi propia carne? ¿Cómo puedo estar
seguro que Dios está hablando, y no la voz de un espíritu tentador?”
Permíteme compartir contigo unos cuantos puntos de vista que creo
Dios me ha dado sobre este asunto de oír y conocer su voz:
Si estás viviendo en pecado,
¡nunca oirás la voz de Dios!
¡nunca oirás la voz de Dios!
Si estás consintiendo algún pecado secreto, puedes estar seguro que
realmente no quieres oír la voz de Dios. Eso es porque ya sabes lo que él te
dirá – ¡y no quieres oírlo!
Cuando Adán y Eva pecaron, trajo la vergüenza. Y con esa vergüenza
vinieron la culpa, el temor y la condenación. Esta vergüenza es llamada
“desnudez” en el Antiguo Testamento - y estar desnudos significa estar de pie
en la presencia de Dios vestidos sólo con la culpa. “Pero Dios llamó a Adán, y le dijo, ¿Dónde estás tú? Y él dijo, Oí tu
voz en el jardín, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí.” (Génesis
3,9-10).
Adán se escondió de la voz de Dios, debido a la culpa y la
vergüenza de su pecado. Y eso es exactamente lo que sucede a muchos del pueblo
de Dios hoy - ¡escondido, asustado de escuchar a Dios!
Puedes tener amigos cristianos tibios que no les gusta ir a la
iglesia contigo. Cuando los conociste estaban viviendo descuidadamente. De
hecho, podían estar cargados con culpa y vergüenza - pero ¡no estaban listos
para abandonar su pecado secreto!
Cuando los trajiste a la iglesia contigo, la Palabra de Dios les
atravesó su conciencia. Supieron que estaban oyendo la voz de Dios,
llamándoles: “¿Dónde estás tú - qué estás
haciendo?” ¡El miedo golpeó su corazón! La santa presencia de Jesús hizo
que su pecado pareciera vil ¡y ellos casi no podían esperar salir de la iglesia
y huir!
Amado, si quieres escuchar la voz de Dios tienes que estar
preparado para una limpieza total. ¡Debes desear tener cada pecado expuesto y
arrojado a lo lejos! El profeta Isaías tuvo una visión imponente del Señor
sentado en un trono, alto y sublime. Serafines se cubrían con sus alas debido a
la santa presencia de Dios. Clamaban: “Santo,
santo, santo, es el Señor de los ejércitos; toda la tierra está llena de su
gloria.” (Isaías 6,3).
La voz de Dios era tan poderosa que agitó el templo. Y a su sonido,
el justo profeta Isaías cayó sobre su rostro, llorando: “¡Ay de mí, pues soy muerto! Porque siendo un hombre de labios
impuros... mis ojos han visto al rey, a Javé de los ejércitos.” (versículo 5).
Isaías estaba impactado con un sentido de pecado y suciedad - ¡porque la voz de
Dios es una voz que purifica!
“Entonces
voló hacia mí uno de los serafines, trayendo en su mano, con unas tenazas, un
carbón encendido tomado del altar y tocó con él mi boca, diciendo, He aquí, que
esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido quitada, y tu pecado ha sido
perdonado.” (versículos 6,7).
Isaías no podía oír “la voz orientadora” de Dios hasta que hubiese
oído su “voz purificadora” primero.
Mira, la dirección y guía sólo vienen después de la purificación
porque si no has sido purificado, no puedes ir más allá con el Señor. Pero
miles y miles del pueblo de Dios hoy se reúnen para conseguir una rápida
palabra “curalotodo” de parte Dios. Quieren que alguien ponga las manos sobre
ellos - para decirles qué hacer y lo que los sostendrá en el futuro. La mayoría
de lo que oyen, sin embargo, es lisonja: “¡Serás usado poderosamente por Dios!”
“¡Serás bendecido y prosperarás!”
¿Cuántas de estas personas piensas se reunirían si el que predica
apuntara un dedo a su corazón y les diera la Palabra purificadora de Dios?
“¡Todavía están sucios - nunca han dejado sus pecados ocultos! No tienen ninguna
visión de la santidad de Jesús. ¡Oigan su voz - arrepiéntanse!
Si quieres oír la voz de dirección de Dios, debes primero estar
listo para tener tu alma purificada y limpia. ¡Su Palabra viene a traspasar
nuestra conciencia y exponer la maldad - para que él pueda usarnos!
¡Fue tan sólo después que Isaías escuchó
la voz purificadora que él oyó la
voz de dirección!
la voz purificadora que él oyó la
voz de dirección!
Una vez que hubo recibido purificación, Isaías recibió dirección de
Dios: “Después oí la voz del Señor, que
decía: ¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros? Entonces respondí yo: Heme
aquí, envíame a mí. Y dijo, Anda...” (Isaías 6:8-9).
¡Cuánto nos entusiasmamos después de la purificación! Una vez nos
hemos arrepentido y quebrantado, oramos: “Señor, sabes que he sido limpiado,
que todos los pecados han sido purificados. Ahora estoy listo para oír tu voz
de dirección hablar cómodamente a tu siervo - ¡estoy listo para obedecer!”
Pero si quieres dirección - si piensas que estás listo para hacer
lo que él pide - entonces permíteme preguntarte: ¿Estás listo para una palabra
inquietante - una misión de aflicción y rechazo - una vida de fe sin garantía
de comodidades excepto las del Espíritu Santo?
¡Eso es exactamente lo que le pasó a Isaías! El profeta se ofreció:
“Envíame, Señor.” ¡Y Dios lo envió a
una misión dura y difícil!
“Y dijo,
Anda, y di a este pueblo: Oíd bien, y no entendáis; ved por cierto, mas no
comprendáis. Engruesa el corazón de este pueblo, y agrava sus oídos, y ciega
sus ojos, para que no vea con sus ojos, ni oiga con sus oídos, ni su corazón
entienda, ni se convierta, y haya para él sanidad.” (versículos 9,10).
¡La palabra que Isaías oyó no era halagadora! Al contrario, le
haría impopular, odiado por la gente. El Señor le dijo: “¡Ve, endurece a
aquellos que se niegan a oírme hablar! ¡Cierra sus ojos y oídos - termina de
endurecer sus corazones!”
Hermano, hermana, si quieres conocer la voz de Dios, entonces
¡tienes que desear oír todo lo que él dice! Dios nunca dirá: “¡Ve!” hasta que
primero te pregunte: “¿Quién irá?” Él viene a ti, preguntando, ¿estás deseando
hacer todo lo que te digo - para hacerlo a mi manera? ¿Estás dispuesto a rendir
tu vida?”
Sí, queremos oír la voz de Dios, ¡pero queremos oírla cómodamente!
No queremos que nos agite. Pero ¿por qué Dios nos daría su voz de dirección si
no está seguro que le obedeceremos?
¡Abraham aprendió a oír la voz de Dios obedeciendo primero lo que
oyó - en el momento que lo oyó! La palabra de Dios para él fue una palabra
dura: “¡Sacrifica a tu hijo, Isaac!”
Abraham actuó en esa palabra y su obediencia se volvió un aroma perfumado que
tocó el mundo entero: “En tu simiente
serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi
voz.” (Génesis 22,18).
¡Hay una causa mayor por la cual
tantos creyentes no pueden conocer
o entender la voz de Dios!
tantos creyentes no pueden conocer
o entender la voz de Dios!
Los maestros de Israel vinieron a Moisés y dijeron: “Ahora, pues ¿por qué vamos a morir? Porque
este gran fuego nos consumirá; si oyéramos otra vez la voz de nuestro Dios,
moriremos. Porque ¿qué es el hombre, para que oiga la voz del Dios viviente que
habla de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún viva? Acércate tú, y
oye todas las cosas que dijere nuestro Dios; y tú nos dirás todo lo que nuestro
Dios te dijere, y nosotros oiremos, y haremos.” (Deuteronomio 5,25-27).
Estos hombres estaban diciendo a Moisés: “¡Ve hacia Dios! Oye su
voz y dinos lo que dice, y lo haremos.”
Pero Moisés les recordó a estos líderes que una vez ellos habían
oído la voz del Señor por sí mismos: “Cara
a cara habló Dios con vosotros en el monte de en medio del fuego.”
(Deuteronomio 5,4). ¡Dios les había hablado personalmente – y habían
vivido! De hecho, aquella misma noche, antes de retirarse, habían acordado: “Hemos oído su voz de en medio del fuego;
hoy hemos visto que Dios habla al hombre, y éste aún vive.” (versículo 24)
No, estos israelitas no tenían miedo de oír la voz de Dios -
¡tenían miedo de lo que iba a decirles! ¡Era porque todavía estaban aferrados a
los ídolos – ratones dorados que habían traído con ellos de Egipto!
Dios ya les había ordenado:
“No
tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen. No te inclinarás a
ellas ni las honrarás” (Éxodo 20,3-5). Y ahora él les estaba diciendo:
“Quiero todo su corazón. ¡Saquen sus ídolos!”
Amós habló de parte de Dios, diciendo: “¿Me ofrecisteis sacrificios y ofrendas en el desierto en cuarenta
años, oh casa de Israel? Ahora bien, llevabais el tabernáculo de vuestro Moloc
y Quiún ídolos vuestros, la estrella de vuestros dioses que os hicisteis.”
(Amós 5,25-26).
El escritor de Hebreos dice que Israel rogó “que no se les hablarse más, (porque no podían soportar lo que se
ordenaba...)” (Hebreos 12,19-20).
¡Aquí está la clave! Los israelitas no podían soportar lo que Dios
les había ordenado porque ¡no podían imaginar dejar sus ídolos ocultos y
pecados secretos!
Pensaban: “Moisés es manso. Le dejaremos hablar con Dios y entonces
le escucharemos. Él nos ha guiado todos estos años, y todavía no nos ha
agarrado nuestros ídolos ocultos. Él no será tan duro con nosotros como Dios!”
¡No! ¡Dios no es un anfitrión de ceremonias que juega juegos del
salón con cristianos idólatras! Él busca intimidad – él quiere hablar de los
detalles más pequeños de nuestras vidas. Y él habla con un propósito en mente -
¡poseer todo nuestro corazón! ¡Él quiere destruir todos los ídolos y purificar
todo pecado para poder bendecir, favorecer y recompensar!
El Señor dijo de Israel: “¡Quién
diera que tuviesen tal corazón, que me temiesen y guardasen todos los días
todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuese bien para
siempre!” (Deuteronomio 5,29).
¡La voz de Dios no puede ser oída cuando
estás dependiendo de la voz de un hombre!
estás dependiendo de la voz de un hombre!
Israel no podía oír la voz de Dios porque prefirieron oír la voz de
un hombre. Te pregunto: ¿Podría ésta ser la razón por la cual no puedas oír su
voz?
Quizás tienes un ídolo - cierta persona-. Él te habla de cosas buenas - de sanidad,
prosperidad, fe y bendiciones. ¡Pero no excava en tu corazón sobre el pecado!
No quieres ser investigado; sólo quieres ser bendecido - así que escuchas sus
cintas durante horas, devorando sus mensajes. Pero ¡estás alimentándote de un
hombre en lugar de Cristo!
Hermano, hermana, la razón por qué muchos cristianos hoy no pueden
oír la voz de Dios es porque ¡han sido adoctrinados por un hombre! La Biblia
habla de esto como la peor idolatría de estos últimos días - la adicción a
falsas doctrinas, falsos maestros, adoctrinamiento por hombres que no hablan
por Dios.
No hablo contra estos hombres, sino contra el error - contra las falsas
doctrinas que están viniendo y estropeando las almas de los hombres. Aquellos
que corren a tales doctrinas terminan desganados, desconcertados, náufragos.
¡Pierden la verdadera bendición y favor de Dios!
Es tiempo que cada creyente vaya directamente al Señor y ¡oír su
voz, en la oracióm personal, en la adoración, en la contemplación silenciosa.
Tienes que aprender a oír la voz de Dios por ti mismo. Sí, su Espíritu estará
excavando, investigando, convenciendo, tratando. ¡Pero nunca conocerás su voz hasta
que él tenga todo tu corazón!
Hermanos, hermanas, quieren oír y conocer la voz de su Señor?
¡El deseo de Dios para su pueblo santo
es que disfruten oír su voz en una
conversación diaria y consistente!
es que disfruten oír su voz en una
conversación diaria y consistente!
Dios desea hablarte como si estuvieras sentado cenando con él. ¡Él
quiere conversar contigo, corazón a corazón, sobre cualquiera y todos los
asuntos! La Biblia dice: “He aquí, yo
estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él,
y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3,20).
Este versículo ha sido aplicado a los alejados. Hablamos de Jesús
parado a la puerta del corazón del pecador, buscando entrar. Pero
apliquémoslo a nosotros, ahora, Cristo
nos está hablando
De hecho, el contexto muestra que Cristo está hablando a aquellos
que están vestidos con vestiduras blancas (la justicia), que han comprado oro
probado en el fuego, cuyos ojos están ungidos (teniendo revelación), que son
amados, reprobados y castigados (vea los versículos 15-19). Éstos están
arrepentidos, pueblo santo ¡que quieren conocer la voz de Dios!
Cuando leí y releí el versículo 20 de este pasaje, tres palabras
siguieron resaltando para mí: “¡Abre la
puerta! ¡Abre la puerta!” Y el Espíritu de Dios habló claramente a mi
corazón: “ la razón por la que no me has oído cuando quiero ser oído, ¡es
porque no estás abierto totalmente en tu espíritu para oír!”
Sabemos que Jesús mora en nuestro corazón. Pero la mayoría de
nosotros guarda un pequeño lugar en nuestro corazón que nunca abrimos al Señor.
Éste es el trono de nuestra alma, el mismo centro de nuestro ser - nos hace la
persona que somos. Y de él saltan todas nuestras emociones.
Éste es el cuarto al que Jesús viene, golpeando, llamando. Él está
diciendo que hay una puerta cerrada entre tú y él: algo que está bloqueándole
la entrada.
Esta puerta, como yo la veo, representa un compromiso - uno que nos
está llamando a hacer completamente. La mayoría de los creyentes oran: “Señor,
todo lo que necesito es un pequeño consejo, unas cuantas palabras de dirección
- un recuerdo de que me amas. Sólo déjame saber si estoy haciendo bien o mal.
¡Ve delante de mí y abre las puertas!”
Pero Jesús nos contesta: “Si todo lo que quieres de mí es
dirección, puedo enviarte un profeta que te la dé. Si sólo quieres saber dónde
ir y qué hacer, puedo enviarte a alguien, ¡Pero estás perdiéndome!”
La verdad es que, ¡Jesús quiere más! Él quiere tu cercanía, tus
emociones más profundas, tu cuarto cerrado. Quiere sentarse contigo y compartir
todo lo que está en su corazón - hablar contigo cara a cara. ¡Quiere estar en
intimidad contigo! ¡Está pidiendo una cena para dos!
Apocalipsis 3 es un cuadro maravilloso de esto. Habla de amor e
intimidad, de compartir secretos, de voz tierna. Cristo está diciendo aquí:
“Quiero compartir mi corazón contigo. Quiero que conozcas mis caminos, para que
cada pensamiento que pienses sean mis pensamientos. Quiero que mi voz emerja
más y más en tu corazón – ¡hasta que tu misma mente sea la mente de Cristo!”
Está parado a la puerta, golpeando, pidiendo un compromiso - un
paso de fe que diga que abrirás tu corazón, alma y mente a él. Esto no puede
suceder a través de emociones o sentimientos. Más bien, debe ser a través de un
compromiso de fe que diga: “Jesús, me comprometo contigo, no por respuestas, no
por dirección. ¡Abro la puerta de mi todo a ti!”
Cuando Jesús entra, trae comida, pan - en otras palabras, él mismo.
Y cuando te alimentas con él, ¡estarás completamente satisfecho!
¡El Cantar de los Cantares de Salomón
ofrece un maravilloso cuadro de Cristo
esperando a la puerta!
ofrece un maravilloso cuadro de Cristo
esperando a la puerta!
La novia presentada en el Cantar de Salomón dice:
“Yo
dormía, pero mi corazón velaba. Es la voz de mi amado que llama: Ábreme,
hermana mía, amiga mía, paloma mía, perfecta mía, porque mi cabeza está llena
de rocío, mis cabellos de las gotas de la noche.” (Cantar de los Cantares 5,2).
El novio en esta escena representa a Jesús. Él está tocando a la
puerta de su novia, diciendo “Ábreme mi
amada, Mi cabeza está llena con rocío [significando, he sufrido por nuestro
amor].” La novia le oye tocar, pero está en cama. Ama al novio, pero
también está cansada para levantarse y abrirle la puerta.
Entonces algo pasa. Ella dice: “Mi
amado puso su mano en el agujero de la puerta, y mi [corazón fue] movido por
él.” (verso 4). En tiempos orientales, las puertas eran construidas con una
abertura en ellas. Aquí, el novio quiere fuertemente estar con su novia que
pone su mano en la abertura e intenta abrir la cerradura desde dentro. Pero por
alguna razón es impedido. Así que mira a través de la abertura a su novia - y
la ve soñolienta y medio despierta.
Se pregunta: “¿Me ama de verdad?” “¿Por qué no me abre con ansioso
júbilo?” “¿Por qué estoy tan ansioso de estar con ella - y aún es tan
indiferente de estar conmigo?”
Hermano, hermana, ¡esto es exactamente lo que el Señor está
deseando de nosotros, su iglesia! Nos quiere esperando en la puerta, llenos de
amor.
Las personas que están enamoradas quieren estar juntas, a solas. Y
este cuadro muestra el corazón de Cristo hacia nosotros: ¡Quiere intimidad con
nosotros tan fuertemente que literalmente alcanza dentro e intenta abrir la
puerta! Pero, te pregunto - ¿cuántas veces Jesús ha querido la intimidad
contigo, pero lo has dejado fuera?
A estas alturas, la novia se despierta y huele la fragancia amada
(la mirra) en la cerradura de la puerta: “Me
levanté para abrir a mi amado; y mis manos gotearon mirra, y mis dedos el dulce
olor de la mirra, en las asas de la cerradura.” (verso 5).
Finalmente, dice: “Abrí a mi
amado; pero mi amado se había ido, se fue; mi alma falló cuando él habló. Lo
busqué, pero no pude hallarlo; lo llamé, pero no me dio ninguna respuesta.”
(Cantar de los Cantares 5,3-5).
¡El novio se había ido! Todavía la amaba - pero sus acciones
dijeron: “¡Ella no tiene intenso amor por mí - me tomó como una garantía! Tengo
que retirarme hasta que aprenda a apreciar quién soy.”
Amado, ¡a veces el Señor tiene que retirarse de nosotros por la
misma razón! Cuando él lo hace, está diciéndonos, “¡Quiero que vengas a mí con
todo tu corazón. Quiero que me ames – me anheles con todo lo que está en ti!”
Repentinamente, ¡la novia comprende que ha despreciado a su novio!
Así que corre a las calles, llorando: “Yo
os conjuro, oh doncellas de Jerusalén, si halláis a mi amado, que le hagáis,
saber que estoy enferma de amor.” (5,8). Le dice a todos: “Él es todo codiciable.” (verso 16).
Éste es un cuadro de nosotros, una iglesia despierta - ¡despertada
a su necesidad por Cristo! Aquellos que tienen hambre por el novio están ya
parados en la puerta cuando Jesús llama. ¡Están listos, con su mano en la
puerta, para abrir a la intimidad con él!
Como la novia en este pasaje, ¡debemos despertarnos a quién es
Jesús para nosotros! Tenemos que decir, como la novia, “¡Ése es mi amor, mi
vida, no puedo lograrlo sin él!”
¿Aún no te has abierto a la intimidad amorosa con Jesús? ¿Todavía
no has dejado entrar al Novio? Abre tu alma y espíritu a Cristo, y confía que
él entrará. Permítele ser tu fuente, tu todo y cree lo que dijo: “¡Entraré – cenaré contigo!” (Apocalipsis
3,20).
En su presencia, encerrado con él a solas, lo conocerás - su
fragancia, sus caminos, su corazón. Y aprenderás a conocer su voz - la voz del
Único que te ama lo suficiente para seguir golpeando y rogando por tu
intimidad.
¡Acércate a él - y conocerás su voz!
ResponderBorrar¿Aún no te has abierto a la intimidad amorosa con Jesús? ¿Todavía no has dejado entrar al Novio? Abre tu alma y espíritu a Cristo, y confía que él entrará. Permítele ser tu fuente, tu todo y cree lo que dijo: “¡Entraré – cenaré contigo!” (Apocalipsis 3,20).
En su presencia, encerrado con él a solas, lo conocerás - su fragancia, sus caminos, su corazón. Y aprenderás a conocer su voz - la voz del Único que te ama lo suficiente para seguir golpeando y rogando por tu intimidad.
¡Acércate a él - y conocerás su voz!