sábado, 18 de julio de 2015

PROTECCIÓN CONTRA TODO MAL


                       PROTECCIÓN CONTRA TODO MAL

 

El Señor ama lo que es justo y no desampara a sus santos” (Sal 37,28)

 
 
 
 

  

 

Vivimos en un mundo lleno de males: de males físicos, muchos de los cuales son incontrolables a pesar de los avances de la ciencia médica;  de males psíquicos, que parece van en aumento a medida que crece el nivel de vida de los pueblos, y de males espirituales, que son consecuencia del alejamiento de Dios por parte del hombre y que están alcanzando cotas insospechadas, hasta el punto de que tal vez no sea descabellado afirmar que nunca el hombre ha prescindido tanto de Dios en nuestra sociedad occidental ni se ha alejado tanto de su Creador como en nuestros días.
 
Junto a estos males, que alcanzan a los hombres en su persona, existen males sociales como el terrorismo, la violencia en sus múltiples manifestaciones, la droga,  los accidentes, la pobreza, el paro, la injusticia social, y otros muchos que nos rodean y forman parte de la experiencia social de cada día.

Esta experiencia alcanza de un modo o de otro a todos los hombres, pues con la entrada del pecado en la historia se abrió la puerta a todos los males, ya que su aparición en el mundo es consecuencia del primer pecado, que tomó cuerpo en el rechazo de Dios por parte del hombre y se manifestó y sigue manifestando en múltiples formas. La Escritura afirma: “Tanto judíos como griegos están bajo el pecado  (y) no hay quien sea justo, ni siquiera uno solo” (Rm 3.10).
 
Esta verdad lleva implícita la afirmación de que nadie, ni siquiera uno puede librarse de los males derivados de esa causa; y entre ellos los más importantes. debido a sus efectos devastadores, son los males que afectan al espíritu, aunque los hombres acostumbremos a darle más importancia a los que nos causan dolor físico.

¿Qué solución hay para tanto mal? Casi podríamos afirmar que la vida de cada hombre es un modo de intentar escapar a estos males; pero ¿será posible que el hombre deje algún día de verse libre de tantos y variados males?
 
El libro del Apocalipsis nos revela que la ausencia total de mal en los hombres sólo tiene lugar en la vida eterna y para los que hayan alcanzado la Jerusalén celestial, cuando Dios  “enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado” (Ap 21,4). Mientras tanto, los hombres buscan protección para evitar que los males caigan sobre ellos, pero muchas veces lo hacen erróneamente.
 
La Palabra revelada nos muestra que sólo en Dios está la verdadera respuesta: “El Dios de antaño es tu refugio, estás debajo de los brazos eternos” (Dt 33,27). 
 
En la medida que el hombre se acerca a Dios se acerca a la salud y la seguridad en todos los aspectos.

Por eso el adorador del Dios vivo puede enfrentarse al mal en la tierra con moral de vencedor, pues “los que confían en el Señor son como el monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre. ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así el Señor rodea a su pueblo desde ahora y por siempre” (Sal 125,1-2).
 
El verdadero adorador, no necesita buscar seguridades fuera del Señor, no necesita otros salvadores ni protectores, pues nadie puede ofrecerle tanto como el Dios a quien adora: ”No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda; que él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos” (Sal 91, 10-11).

El hombre que adora a Dios y rinde su corazón y su vida ante él encuentra en él la protección necesaria sin buscarla; la protección frente a todo mal, es parte de la añadidura de que nos habla el evangelista Lucas cuando dice: “Buscad primero su Reino y su justicia y lo demás se os dará por añadidura” (Mt 6,33).
 
Del adorador se puede afirmar: “Seguro está su corazón, no teme” (Sal 112,8), porque Dios: “Con sus plumas le cubre, y bajo sus alas tiene un refugio” (Sal 91,4).

Palabra profética
Palabra durante la adoración:

-   Como un pastor conoce a sus ovejas, así os conozco a cada uno. Como un pastor cuida de sus ovejas así   cuido yo de vosotros. Pero mi corazón se llena de dolor cada vez que vais a buscar pastos que no son míos, y cada vez que queréis andar por otros caminos. Mis hijos amados, venid a mí, postraos ante mí, dejad que sea mi amor el que os envuelva, os proteja y os sane. 

-    Postraos ante mí, rendid ante mí todo vuestro ser. Yo soy vuestro Dios, yo soy el que os he llamado, yo soy el que os he alistado en mi ejército. Postraos ante mí. Mi corazón se llena de dolor al ver a mis hijos pisoteados y machacados, sin adueñarse de la victoria que yo he ganado para ellos en la cruz.

2 comentarios:

  1. Por eso el adorador del Dios vivo puede enfrentarse al mal en la tierra con moral de vencedor, pues “los que confían en el Señor son como el monte Sión, que es inconmovible, estable para siempre. ¡Jerusalén, de montes rodeada! Así el Señor rodea a su pueblo desde ahora y por siempre” (Sal 125,1-2).

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  2. Postraos ante mí, rendid ante mí todo vuestro ser. Yo soy vuestro Dios, yo soy el que os he llamado, yo soy el que os he alistado en mi ejército. Postraos ante mí. Mi corazón se llena de dolor al ver a mis hijos pisoteados y machacados, sin adueñarse de la victoria que yo he ganado para ellos en la cruz.

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