martes, 21 de julio de 2015

La segunda venida de Cristo.


 

LA PARUSIA 

  

  






     

 
       “Parusía” es una palabra que en su sentido estricto, significa la segunda venida de Cristo.En su sentido más amplio se refiere a la plenitud de la salvación de la humanidad, salvación efectuada ya por Cristo, pero que será completada cuando venga a establecer su reinado definitivo, cuando como nos dice San Pablo, “sus enemigos sean puestos bajo sus pies” (Hb. 10, 11-14.18).

 

        Será el momento de nuestra salvación definitiva. Será, además, el momento más importante de la historia de la humanidad: ¡Cristo viniendo en la plenitud de su gloria, de su poder, de su divinidad! Si hace dos mil años Cristo vino como un ser humano cualquiera, en su segunda venida lo veremos tal cual es, “cara a cara” (1 Cor. 13, 12).

 

        Será el momento de nuestra definitiva liberación: nuestros cuerpos reunidos con nuestras almas en la resurrección prometida para ese momento final.

       

       (Dn. 12, 1 ss.). Habla de Juicio y castigo para los enemigos de Dios.

        Paro los justos, los que hayan buscado cumplir la voluntad de Dios en esta vida, los que por esa razón “están escritos en el libro ... despertarán para la vida eterna ... brillarán como el esplendor del firmamento ... y resplandecerán como estrellas por toda la eternidad”

 
       Daniel nos habla de “los guías sabios” y “los que enseñan a muchos la justicia”.

        La gloria esplendorosa será para los guías que sean sabios, que estén llenos de la Sabiduría Divina y que guíen a otros con esa Sabiduría. También será esa gloria para aquéllos que enseñen la justicia. Justicia, en lenguaje bíblico, significa santidad.

 

        Es decir, esa gloria esplendorosa será también para aquéllos que por vivir en santidad, por vivir de acuerdo a la voluntad de Dios, enseñen a otros la santidad, el cumplimiento de la voluntad de Dios, tanto con su ejemplo, como con su palabra.

 

        Es cierto que nos dice también el Profeta, que ese momento será precedido por “un tiempo de angustia, como no lo hubo desde el principio del mundo”.

 Dios prepara todo para bien de los que le aman. Esa etapa de sufrimientos es fruto de la infinita misericordia de Dios que quiere que todos sus hijos sean salvados. De allí, entonces, que las pruebas y sufrimientos de esa tribulación serán la última llamada –la última oportunidad- de conversión para los que se encuentren en estado de pecado y será también la última ocasión de purificación para los elegidos.

 

       Es por ello que para el verdadero seguidor de Cristo, las tribulaciones de ayer, de hoy y del futuro, tribulaciones personales o grupales, tribulaciones de ciudades y de países, son vistas como preparación de todos los seres humanos a esa venida final de Cristo en gloria.

 

         (Mc. 13, 24 ss).  Nos habla de lo mismo. Es Cristo predicando sobre ese momento nos dice que será un momento en que “el universo entero se conmoverá, pues verán al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad. Y El enviará a sus Angeles a congregar a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales y desde lo más profundo de la tierra a lo más alto del cielo”

       

        La participación de los Angeles en favor de los elegidos. Daniel nos habla de San Miguel Arcángel, “el gran príncipe que defiende a tu pueblo”. El Evangelio nos habla de todos los Angeles “encargados de reunir a todos los elegidos”.

        Otro tema que toca el Señor en el Evangelio es el momento en que esto sucederá.

 

        En ese momento seremos resucitados y reunidos todos: unos resucitarán para una vida de felicidad eterna en el Cielo (Ap. 21 y 1 Pe. 3, 10-13).

 

       Con esta esperanza se comprende cómo desde el comienzo de la Iglesia los cristianos, deseosos de volver a ver el rostro glorioso de Cristo, han esperado siempre la Parusía y hasta han creído sentirla muy próxima en algunos momentos de la historia de la humanidad. De allí que con el deseo de ese momento toda la Iglesia ore con las palabras finales de la Biblia: “Ven, Señor Jesús” (Ap. 22, 20).

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