sábado, 18 de julio de 2015

somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.


                                      EL BAUTISMO

 
 
 
 
 


Éxodo 27 a 32; Mateo 5 a 7

Romanos 6; Hechos 8:26-40

 
Un nuevo comienzo

 
¿Se ha fijado usted alguna vez en un niño que ha pasado a una nueva página de su cuaderno? La página aparece tan limpia

y nítida, que el pequeño tiene especial cuidado al empezar a escribir, para no mancharla. Está haciendo un nuevo
comienzo.

Cuando empecemos a entender lo mucho que ha hecho Jesucristo por nosotros, también querremos "pasar a una nueva página" de nuestra vida y hacer un nuevo comienzo. Trataremos de seguirle.

El camino de Dios

En Mateo 28,19, 20 leemos que Jesús dijo a sus discípulos antes de irse al cielo:"Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las
cosas que os he mandado."

Lea cuidadosamente estos versículos. Notará que cuando hacían discípulos, debían bautizarlos. El bautismo es la manera
que Dios ha provisto para que nosotros hagamos un nuevo comienzo en la vida.

Cuando obedecemos este mandamiento, Dios perdona nuestros pecados. Jesús mismo, a pesar de no tener pecados, nos dio ejemplo haciéndose bautizar.

Lea en Mateo 3,13-17 cómo Jesús vino al río Jordán, y cómo su primo Juan lo bautizó allí:  "Entonces Jesús vino de Galilea a Juan al Jordán, para ser bautizado por él. Mas Juan se le oponía, diciendo: Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí? Pero Jesús le respondió: Deja ahora,  porque así conviene que cumplamos toda justicia.
 
Entonces le dejó.

Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua, y he aquí  los cielos le fueron abiertos, y vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, y venía sobre él. Y hubo una voz de los cielos, que  decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia."

Usted habrá notado que cuando Juan dijo que no era digno de bautizar Jesús, éste le respondió: "Deja ahora, porque así
conviene que cumplamos toda justicia."

El Señor no dijo "conviene que yo cumpla toda justicia," sino "conviene que cumplamos," demostrando que no sólo él
sino nosotros también debemos ser bautizados. El bautismo es esencial para la salvación.

El bautismo en la predicación de los apóstoles

Cuando los apóstoles salieron a proclamar el evangelio "en toda la creación que está debajo del cielo" (Colosenses 1,23),
insistieron en la importancia del bautismo.
 
A los judíos que oyeron su discurso en el día de Pentecostés, Pedro les dijo: "Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados." (Hechos 2,38)

Más tarde, cuando el Espíritu Santo cayó sobre Cornelio y los de su casa en Cesarea, Pedro "mandó bautizarles en el
nombre del Señor Jesús." (Hechos 10,48)

Y cuando el apóstol Pablo predicó en la ciudad de Corinto al final de su segundo viaje misionero, se nos dice que "muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados." (Hechos 18,8)

Sumergidos en agua
 
El bautismo significa sumergirse bajo el agua. Es como si muriésemos al meternos bajo el agua, y al salir del agua comenzamos una nueva vida.

En cierta forma, morimos con Cristo y resucitamos con él. Pablo nos dice esto en el capítulo 6 de Romanos. Leamos de nuevo los versículos 3 y 4: "¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo  Jesús, hemos sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva."

Hijos de Dios

Nacemos hijos de Adán. Todo hombre y mujer es un hijo de Adán por nacimiento, y el apóstol Pablo nos describe como
estando "en Adán." Pero cuando nos bautizamos, somos revestidos de Cristo y llegamos a estar "en Cristo."

Al mismo tiempo ingresamos a la familia de Dios como hijos de Dios.

Pablo dice a los creyentes en Gálatas 3,26, 27  "Pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos."

Al bautizarnos en Cristo, llegamos a tener una nueva esperanza de vida eterna más allá de la tumba, porque leemos en 1
Corintios 15,22:  "Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados."

No solamente eso, sino que nuestra vida actual también es renovada: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva
criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas." (2 Corintios 5,17)

Cristo nuestro mediador

Hacemos un nuevo comienzo al bautizarnos. Pero no podemos vivir sin pecar. ¿Qué pasa si pecamos después de ser
bautizados?

Estando "en Cristo," tenemos a Jesucristo como nuestro mediador que intercede ante Dios por nosotros.

Si estamos verdaderamente arrepentidos por haber actuado mal, podemos estar seguros que Dios oirá a Jesús y nos perdonará por él. El apóstol Juan escribe: "Y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo." (1 Juan 2:1)

En resumen

1. Dios manda que seamos bautizados.

 2. En su predicación, Cristo y los apóstoles insistieron en que el bautismo era necesario para la salvación.

3. En sentido figurado, morimos con Cristo, y nos levantamos del agua a una nueva vida.

 4. Por medio del bautismo en Jesucristo recibimos el perdón de pecados.

5. Cuando nos bautizamos llegamos a ser hijos de Dios, y la Biblia dice que estamos "en Cristo."


EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO
 
El santo Bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana, el pórtico de la vida en el espíritu ("vitae spiritualis ianua") y la puerta que abre el acceso a los otros sacramentos. Por el Bautismo somos liberados del pecado y regenerados como hijos de Dios, llegamos a ser miembros de Cristo y somos incorporados a la Iglesia y hechos partícipes de su misión (cf Concilio de Florencia: DS 1314; CIC, can 204,1; 849; CCEO 675,1): Baptismus est sacramentum regenerationis per aquam in verbo" ("El bautismo es el sacramento del nuevo nacimiento por el agua y la palabra": Catecismo Romano 2,2,5).
 
 
Este sacramento recibe el nombre de Bautismo en razón del carácter del rito central mediante el que se celebra: bautizar (baptizein en griego) significa "sumergir", "introducir dentro del agua"; la "inmersión" en el agua simboliza el acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo, de donde sale por la resurrección con Él (cf Rm 6,3-4; Col 2,12) como "nueva criatura" (2 Co 5,17; Ga 6,15).
 
Este sacramento es llamado también “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo” (Tt 3,5), porque significa y realiza ese nacimiento del agua y del Espíritu sin el cual "nadie puede entrar en el Reino de Dios" (Jn 3,5). 
 
"Este baño es llamado iluminación porque quienes reciben esta enseñanza (catequética) su espíritu es iluminado" (San Justino, Apología 1,61).
 
Habiendo recibido en el Bautismo al Verbo, "la luz verdadera que ilumina a todo hombre" (Jn 1,9), el bautizado, "tras haber sido iluminado" (Hb 10,32), se convierte en "hijo de la luz" (1 Ts 5,5), y en "luz" él mismo (Ef 5,8):
El Bautismo «es el más bello y magnífico de los dones de Dios [...] lo llamamos don, gracia, unción, iluminación, vestidura de incorruptibilidad, baño de regeneración, sello y todo lo más precioso que hay. Don, porque es conferido a los que no aportan nada; gracia, porque es dado incluso a culpables; bautismo, porque el pecado es sepultado en el agua; unción, porque es sagrado y real (tales son los que son ungidos); iluminación, porque es luz resplandeciente; vestidura, porque cubre nuestra vergüenza; baño, porque lava; sello, porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios» (San Gregorio Nacianceno, Oratio 40,3-4).
 
Las prefiguraciones del Bautismo en la Antigua Alianza
 
En la liturgia de la vigilia Pascual, cuando se bendice el agua bautismal, la Iglesia hace solemnemente memoria de los grandes acontecimientos de la historia de la salvación que prefiguraban ya el misterio del Bautismo:
«¡Oh Dios! [...] que realizas en tus sacramentos obras admirables con tu poder invisible, y de diversos modos te has servido de tu criatura el agua para significar la gracia del bautismo» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).Desde el origen del mundo, el agua, criatura humilde y admirable, es la fuente de la vida y de la fecundidad. La Sagrada Escritura dice que el Espíritu de Dios "se cernía" sobre ella (cf. Gn 1,2):
«¡Oh Dios!, cuyo Espíritu, en los orígenes del mundo, se cernía sobre las aguas, para que ya desde entonces concibieran el poder de santificar» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).
La Iglesia ha visto en el arca de Noé una prefiguración de la salvación por el bautismo. En efecto, por medio de ella "unos pocos, es decir, ocho personas, fueron salvados a través del agua" (1 P 3,20):
«¡Oh Dios!, que incluso en las aguas torrenciales del diluvio prefiguraste el nacimiento de la nueva humanidad, de modo que una misma agua pusiera fin al pecado y diera origen a la santidad (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).
Si el agua de manantial simboliza la vida, el agua del mar es un símbolo de la muerte. Por lo cual, pudo ser símbolo del misterio de la Cruz. Por este simbolismo el bautismo significa la comunión con la muerte de Cristo.
 
Sobre todo el paso del mar Rojo, verdadera liberación de Israel de la esclavitud de Egipto, es el que anuncia la liberación obrada por el bautismo:
«Oh Dios!, que hiciste pasar a pie enjuto por el mar Rojo a los hijos de Abraham, para que el pueblo liberado de la esclavitud del faraón fuera imagen de la familia de los bautizados» (Vigilia Pascual, Bendición del agua: Misal Romano).
Finalmente, el Bautismo es prefigurado en el paso del Jordán, por el que el pueblo de Dios recibe el don de la tierra prometida a la descendencia de Abraham, imagen de la vida eterna. La promesa de esta herencia bienaventurada se cumple en la nueva Alianza.
 
El Bautismo de Cristo
 
Todas las prefiguraciones de la Antigua Alianza culminan en Cristo Jesús. Comienza su vida pública después de hacerse bautizar por san Juan el Bautista en el Jordán (cf. Mt 3,13 ) y, después de su Resurrección, confiere esta misión a sus Apóstoles: "Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado" (Mt 28,19-20; cf Mc 16,15-16).
 
Nuestro Señor se sometió voluntariamente al Bautismo de san Juan, destinado a los pecadores, para "cumplir toda justicia" (Mt 3,15). Este gesto de Jesús es una manifestación de su  "anonadamiento" (Flp 2,7).
 
El Espíritu que se cernía sobre las aguas de la primera creación desciende entonces sobre Cristo, como preludio de la nueva creación, y el Padre manifiesta a Jesús como su "Hijo amado" (Mt 3,16-17).
 
En su Pascua, Cristo abrió a todos los hombres las fuentes del Bautismo. En efecto, había hablado ya de su pasión que iba a sufrir en Jerusalén como de un "Bautismo" con que debía ser bautizado (Mc 10,38; cf Lc 12,50). La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús crucificado (cf. Jn 19,34) son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, sacramentos de la vida nueva (cf 1 Jn 5,6-8): desde entonces, es posible "nacer del agua y del Espíritu" para entrar en el Reino de Dios (Jn 3,5).
«Considera dónde eres bautizado, de dónde viene el Bautismo: de la cruz de Cristo, de la muerte de Cristo. Ahí está todo el misterio: Él padeció por ti. En él eres rescatado, en él eres salvado. (San Ambrosio, De sacramentis 2, 2, 6).
El Bautismo en la Iglesia
 
Desde el día de Pentecostés la Iglesia ha celebrado y administrado el santo Bautismo. En efecto, san Pedro declara a la multitud conmovida por su predicación: "Convertíos [...] y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo" (Hch 2,38). Los Apóstoles y sus colaboradores ofrecen el bautismo a quien crea en Jesús: judíos, hombres temerosos de Dios, paganos (Hch 2,41; 8,12-13; 10,48; 16,15). El Bautismo aparece siempre ligado a la fe: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa", declara san. Pablo a su carcelero en Filipos. El relato continúa: "el carcelero inmediatamente recibió el bautismo, él y todos los suyos" (Hch 16,31-33).
 
Según el apóstol san Pablo, por el Bautismo el creyente participa en la muerte de Cristo; es sepultado y resucita con Él:
«¿O es que ignoráis que cuantos fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Fuimos, pues, con él sepultados por el bautismo en la muerte, a fin de que, al igual que Cristo fue resucitado de entre los muertos por medio de la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva» (Rm 6,3-4; cf Col 2,12).
Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).
 
El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).
 

 

1 comentario:

  1. Los bautizados se han "revestido de Cristo" (Ga 3,27). Por el Espíritu Santo, el Bautismo es un baño que purifica, santifica y justifica (cf 1 Co 6,11; 12,13).



    El Bautismo es, pues, un baño de agua en el que la "semilla incorruptible" de la Palabra de Dios produce su efecto vivificador (cf. 1 P 1,23; Ef 5,26). San Agustín dirá del Bautismo: Accedit verbum ad elementum, et fit sacramentum ("Se une la palabra a la materia, y se hace el sacramento", In Iohannis evangelium tractatus 80, 3 ).

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