viernes, 24 de julio de 2015

HAGANOS SABER SU OPINION...

La Economía de Mercado: Un Marco Propicio Para La Nueva Evangelización

 
 

Comentarios a la ponencia presentada por el Card. Rodríguez de Maradiaga, en el foro Nueva Economía de Madrid, y publicado por Zenit

El objetivo de estos párrafos es hacer un humilde intercambio de ideas sobre algunos de los temas mencionados por la ponencia presentada por el Cardenal Rodríguez Maradiaga en el Foro Nueva Economía de Madrid.
Apreciamos el enorme esfuerzo del Cardenal al escribir su ponencia y tratar de comprender mejor la compleja realidad económica en la que vivimos.
El avance del Intervencionismo, y los arreglos prebendarios entre el sector privado y público en gran parte del mundo, ha creado un capitalismo de amigos, el famoso “crony capitalism”, generando un sistema que se confunde con lo que la tradición liberal clásica y el Estado de Derecho, entiende como Economía de Mercado.
Es esto último lo que pregonamos desde el Instituto Acton, y es sobre esto que insistiremos en aclarar. Para ello, iremos recorriendo el referido texto, y haciendo las acotaciones que nos parece puedan iluminar los temas planteados.
Para que el liberalismo clásico y el capitalismo se den en las sociedades modernas de manera genuina, es necesario ir a los fundamentos que definen y describen qué es el liberalismo clásico, y analizar en qué medida en la sociedad que se pretende estudiar, se dan las condiciones institucionales, políticas, económicas, morales, antropológicas, que conforman el entorno más completo de una sociedad que promueve la libertad económica del mismo modo que la libertad en el resto de los ámbitos donde se desenvuelve la vida humana en sociedad. ​Se menciona en el artículo:

“Sabemos que para que éste se dé con toda la “pureza” que pretenden sus postulados fundamentales se necesita el dominio de la técnica, del dinero y de la deuda, jugando constantemente con las barajas especulativas de unas finanzas que terminan siendo un juego de azar.”

En relación a la definición dada sobre la relación entre el capitalismo, la técnica y el dinero, entendemos que éste no viene dado por el dominio de la técnica, el dinero o la deuda, si bien todos ellos son elementos esenciales en una economía capitalista, pero lo son desde su función: la técnica como consecuencia del progreso científico; el dinero como un medio de intercambio indispensable para que la economía funcione; la deuda como parte de un sistema sano generado por el ahorro y la inversión.
La presencia de estos elementos, habla de fenómenos sociales mucho mayores, que tienen una explicación antropológica de base, y para comprenderlos debemos recurrir a las enseñanzas de la filosofía económica. Su naturaleza se vincula con una economía sana que busca la producción fruto de la creatividad humana, y donde la especulación aparece como un concepto valioso, que permite coordinar inteligente e intuitivamente la información dispersa con la que nos encontramos diariamente.
Se toca el tema de la “crisis del capitalismo”. Comparto completamente que la vida moderna tiene un grave problema de tipo antropológico al no reconocer la centralidad de la persona humana en muchas de sus instituciones.

Me pregunto sin embargo, acerca de la relación entre esta centralidad y el capitalismo.

Un capitalismo bien entendido es parte de un sistema mayor que sí considera a la persona humana como central en el proceso económico, político y social.

Creo en este punto conveniente, distinguir el llamado capitalismo salvaje y prebendario descrito en el nro 42 de CA, generador de tantos daños para muchas sociedades en el mundo.

Sin embargo, esta forma tergiversada está desvinculada de la verdadera esencia del concepto “capitalismo”. Cuando nos referimos dentro de la visión de la tradición liberal clásica al capitalismo, estamos hablando de un sistema en el cual los medios de producción en poder de los particulares, se orientan del mejor modo posible a la producción de bienes y servicios para la gente.

Esto implica la existencia de un sistema de instituciones económicas y jurídicas, que permiten a las personas desarrollar sus talentos, sus ideas, su espíritu emprendedor, y tomar riesgos para llevar adelantes proyectos de inversión de diferente escala, vinculados siempre y necesariamente con necesidades humanas, lo cual implica, que los procesos productivos están siempre ordenados a un otro quien finalmente disfrutará de un modo u otro, de la acción realizada por los empresarios.

Así entendidos, los empresarios son creativos que tienen la habilidad de descubrir necesidades por satisfacer dentro del orden social, y van detrás de ellas a través de múltiples y completísimos procesos económicos y productivos.

Para ello a su vez buscan coordinar los escasos recursos económico del modo más eficiente posible.

Esto implica que muchas veces incurren en errores inevitables en cuanto humanos porque humanos son los procesos que desarrollan.

Muchas veces acertarán, pero muchas otras no.

No puede no ser así porque la acción humana es falible. Y está bien que esto suceda.

De lo que se trata es que el contexto de descubrimiento empresarial, sea lo más transparente posible, de modo de tal que la información que “lee” el empresario, sea lo más fiel posible.

Esta es la savia de la vida económica, atravesada por la libertad humana que es creativa, innovadora, pujante, progresista, desarrolladora, descubridora de oportunidades y de necesidades, generosa, sí muy generosa, porque la creatividad humana en cuanto tal, y a imagen de su gran Dador, no puede no ser esencialmente generosa.

Ahora bien, un mal llamado capitalismo, es aquel vinculado con un modo de relación entre quienes realizan actividades económicas y los gobiernos.

Es una relación predominante en el mundo moderno, aunque ciertamente existió desde siempre en la medida en que es el fruto de las prebendas y arreglos acomodaticios entre los particulares y los gobiernos de turno, se trata del crony capitalism, que genera infinidad de acciones vinculadas con el poder estatal, e infinidad de acciones directas e indirectas sobre las personas y el orden social.

A esta forma de capitalismo, hay que denunciar y contra ella hay que luchar, ya que su existencia implica una cantidad de acciones violatorias de las libertades y derechos de las personas todas, y por tanto, violatoria del verdadero estado de derecho que debe existir como condición y fundamento institucional, político, jurídico y moral, para que una economía de mercado funcione como tal y por tanto, para que la persona humana sea lo central en el orden social.

Se menciona en la ponencia, la relación umbilical entre la economía de mercado y la desigualdad que provoca.

El tema de la igualdad, desigualdad económica, es muy complejo, pero una cosa debemos entender: la economía de mercado entendida de manera correcta, es el único modo para salir de la pobreza, porque es el sistema económico y social, que potencia las condiciones para que las personas puedan desplegar, en la medida de sus talentos y de su esfuerzo personal, sus iniciativas.

Pero además una economía de mercado en un contexto de estado de derecho pleno, cuenta con los fundamentos morales necesarios para lograr el tan deseado desarrollo humano integral ya que las instituciones que la acompañan, son precisamente un emergente de un sistema social que fue institucionalizando sus valores fundamentales como son los fundamentos éticos de la tradición judeo cristiana presente en las más evolucionadas formas políticas del occidente cristiano.

La pobreza es mucho más que un tema sobre el que hablar, es una realidad que nos toca y convoca cada día de nuestra vida, y frente a la cual, en general, es muy poco lo que cada uno podemos individualmente hacer.

Por ello es necesario reconocer que los pobres han sido los grandes destinatarios del sano capitalismo. Con esto quiero decir, que son los más pobres quienes se benefician de los frutos de una sana economía de mercado, al poder disfrutar y acceder a los entornos institucionales que la implican, a la vez que de todas las posibilidades materiales y espirituales que se derivan de su presencia.

Una sana economía de mercado, es expresión de una sana vida social, en la que existe por sobretodo, el tan llamado bien común, esto es, porque hay bien común, o sea, porque hay condiciones adecuadas para la vida en sociedad, es que hay economía de mercado y por tanto, sano capitalismo, que lejos de ser un capitalismo prebendario y de estado, es uno de mercado, y cuya principal consecuencia, es la generación de riqueza y mejores condiciones de vida para todos.

Es hora de poner la mirada, sin miedos y sin falsas ideologías, en aquello que genera progreso y riqueza, eso tiene un nombre y un sustrato​ científico y no ideológico que lo avala: se llama economía de mercado.

Mientras se siga atacando y mal entendiendo la relación de ésta con la pobreza, sólo tendremos más pobres entre nosotros, y esto sí que es un mal social grave y también lo es, la confusión conceptual causal detrás.

Los pobres quieren trabajar: los pobres son personas como todos, con iguales deseos, sueños, talentos, aspiraciones, debilidades, grandezas, glorias y pecado: sólo quieren condiciones para ser creativos y poder ser co-creadores con su Creador.

Traer comida a la casa y compartir los fines de semana con la familia. Vivir los riesgos de la vida y asumir las responsabilidades que ella implica. Pero nada de esto es posible si no cambian los sistemas políticos, económicos y culturales que los destinan a vivir en condiciones vergonzosas.

Se menciona que la pobreza es evidencia de la falibilidad de la economía de mercado, y que esto tiene que ver con constataciones. Me gustaría hacer algunas observaciones al respecto.
Cuando se habla de temas científicos, conviene recurrir precisamente al aporte del saber científico que lejos de dar perspectivas como si fueran opiniones, formulan hipótesis y leyes que explican los fenómenos sociales.

Es la ciencia y la interdisciplinariedad de las diferentes disciplinas sociales, la que nos brinda herramientas para proponer una mirada holística e integradora de los temas sociales a estudiar, como es el caso de la pobreza.

Mirar la evolución de los últimos 200 años de la humanidad, con sentido crítico, nos permite una mirada amplia a la hora de estudiar cuál es la historia de la pobreza en nuestro mundo, y dónde estamos ubicados hoy.

Son precisamente los países con mayores niveles de pobreza en el mundo, con sociedades que no han alcanzado marcos institucionales justos, donde no hay respeto por la ley, donde no hay ley, donde no hay derechos de propiedad o donde se los violenta permanentemente, donde se transgreden todos los derechos personales, donde no hay libertad económica, política, religiosa, donde no hay fundamentos morales del orden social, donde hay prebendas entre unos y otros, donde desde arriba se imparten políticas de estado que las más de las veces sumergen a los más humildes en condiciones de las que no pueden salir.

En donde la creatividad no encuentra canales de expresión y donde los emergentes creativos implican esfuerzos creativos para sobrevivir, absurdos, que se comen gran parte de la energía creativa. En estos países no hay justicia social, y no hay condiciones para que las personas puedan responder a su derecho fundamental: a la vida, la propiedad y la felicidad.

Curiosamente, las sociedades del mundo que han luchado por una tradición expresada en un constitucionalismo liberal, han logrado llegar más lejos, pero no solamente porque los niveles de superación de pobreza y de vida son evidencia natural de que el sistema funciona, sino porque los derechos personales fundamentales, se respetan, y esto también tiene que ver con la pobreza porque tiene que ver con la dignidad preciada con que fuimos creados.

¿Dónde se viola la libertad religiosa y los derechos a la libre expresión y a la libre manifestación de la conciencia?
En sociedades donde hay economías libres (con cada vez menores ejemplos actualmente), o en sociedades donde las economías son el fruto de la manipulación, la intervención y la violación del sagrado orden social donde cuerpo y mente, espíritu y alma se funden para producir el sagrado Templo del Alter: donde el yo y los otros están presentes en todo lo que se mueve y en todo lo que se propone como bien y servicio? ¿O no hay personas detrás de todo y cada bien del que disponemos cada día?
¿Por qué nos cuesta tanto ver el rostro de los otros en los bienes y servicios con que construimos nuestro andar cada día? Eso es una sana economía de mercado: un mundo de intercambios intersubjetivos frutos de sanas condiciones primigenias que lo habilitan, promueven y sostienen.
La Economía de Mercado como tal no es una institución habitual en las sociedad moderna por lo que resulta difícil valorar sus efectos por la sola experiencia.

Lamentablemente no podemos señalar con facilidad una región del mundo en donde encontrar este orden social. Suelen decirnos a quienes defendemos esta institución, que esto es una utopía.

Cuando abro los diarios por la mañana, y miro el mundo por esa ventana, ciertamente encuentro otro modelo social, y me pregunto: cómo es posible que este modelo social genere la utopía?

Y me respondo: no se trata de utopías, sino de estudiar, conocer, descubrir, difundir aquellas instituciones sociales que responden al orden de la libertad, aquel que respetando a la criatura creada a imagen de su Creador, respeta una de sus características fundamentales: su libre albedrío.

¿Es utópica la naturaleza humana que predica esta libertad? Pero si reconocemos esta naturaleza humana, entonces hemos de reconocer que la persona fue creada para vivir en un orden social que permita plenificar y fructificar esa libertad, y que todo lo que la limite arbitrariamente, limita la fuerza creadora principal con que nos ha agraciado el Creador

Lo que prevalece en la gran mayoría de los países del mundo, son los efectos de sistemas intervencionistas, asistencialistas, populistas, benefactores, de un capitalismo de amigos o prebendario, que destruyen las ventajas y muchas de las consecuencias no intentadas que genera la sana cooperación social.
Porque es precisamente el sistema de la cooperación, donde las personas, aprenden a hacerse responsables de su prójimo, y desarrollan conductas de generosidad y amor al otro porque son personas mucho más cercanas al otro al hacerse cargo de la propia vida, entran en contacto con la experiencia vital que significa un yo y un otro, sin un estado que medie, sino con una cantidad de instituciones intermedias que median y que colaboran en desarrollar conciencias responsables y participativas, empezando por la misma religión que nos interpela siempre con la gran pregunta: ¿Quién es tu prójimo?

En las sociedades con un Estado Benefactor cada vez más presente, ocurre un proceso de desvinculación mayor con el prójimo y con aquello que curiosamente es común a todos. Crece el mensaje subliminar instalado en la cultura paternalista: no temas, papá gobierno se ocupa de todo, limitá tu capacidad de crecimiento personal y de desarrollo de tus responsabilidades personales y familiares, gastá hoy porque mañana hay un otro a quien le pedirás la herencia para que te cuide, es el Estado Benefactor que fue eligiendo por ti a lo largo de tu vida.
El costo no es tan alto, casi no te diste cuenta de las libertades personales que dejaste en el camino. Y de todo lo que ello implicó.

El sistema avanza y el principio de subsidiariedad va quedando en el olvido, mientras que el principio de irresponsabilidad e individualismo no participativo crece y ocupa espacio como rasgo de estas sociedades, cada vez más acostumbradas a delegar responsabilidades personales en el Estado.
Como bien lo ha llamado el investigador Alejandro Vigo: crece el individualismo delegatorio.
Se habla del neoliberalismo en crisis. Esta es una palabra con una connotación muy negativa, probablemente por la fuerte carga ideológica que trae consigo, probablemente por identificarse con el capitalismo salvaje que venimos criticando, por ir de la mano de un intervencionismo global, claramente en crisis, donde los poderosos, los que tienen contactos y guiños de ojo con alguna autoridad gubernamental, logran rápidamente sus objetivos, mientras los que están fuera de ese sistema de amiguismos, quedan sencillamente excluidos cada vez más de las posibilidades de insertarse en un círculo que genere riqueza, que implique cultura, progreso, educación.

Estos son temas que hay que enfrentar y que debemos llamar por su nombre si queremos rescatar aquellas formas e instituciones que gozan de la potencia y cualidades para gestar y acompañar el progreso y el desarrollo integral de las personas y sociedades.

Acerca de la reflexión sobre que “el libre mercado nos hace libres”, coincido que es una frase errónea y corre el riesgo de hacer creer que con tan sólo “implantar una libertad económica”, nuestras libertades están aseguradas.
Lo cierto es que estamos frente a instituciones mucho más complejas por ser órdenes sociales que son fenómenos complejos, en los que existen una multiplicidad de relaciones causales y de consecuencias no intentadas precisamente donde hay libertad.
Porque la libertad implica mucho más que la vida económica en una sociedad, y la vida económica implica mucho más que “sólo temas económicos”.
Porque lo económico es mucho más que “intercambio de bienes y servicios”, ya que los fenómenos sociales son complejos, complejísimos, porque hay libertad.
Cuando una sociedad disfruta de una Economía de Mercado en el sentido que la venimos describiendo, y que tanto promovemos desde el Instituto Acton, esto implica la presencia de fundamentos morales y por tanto de valores como la responsabilidad, la confianza, la palabra, el contrato, el respeto, como contexto en donde consumidores y productores, trabajadores, profesionales y empresarios pueden cooperar en paz promoviendo el progreso material y espiritual de las personas.

Una Economía de Mercado es el resultado de ciertos requisitos previos que la alientan y la depuran. Cuanto más virtuoso sea el entorno cultural, más inculturizados estarán muchos de los principios que requiere una Economía de Mercado para funcionar de modo humanizado.

Precisamente la cosificación de la persona ocurre cuando los fundamentos morales fallan en una sociedad, y esto no es un tema del mercado en sí, sino en tal caso, de las fallas de todas las instituciones que alimentan la cultura y los valores morales de las personas.

A esta altura, nos gustaría traer una vez más una idea del mercado, muy trabajada por el profesor Zanotti, ​como expresión de intersubjetividades, y por tanto, el mercado mismo ofrecera los valores de esas subjetividades.
Por tanto, cuando los fundamentos antropológicos de una sociedad sean aquellos que ubican a la persona humana como centro y destinatario del orden social, ciertamente los resultados serán bienes, servicios y sistemas acorde con una moral del bien. No es el capitalismo el que será más humano, es el hombre más humano, quien humaniza su mundo y por tanto todo lo que lo puebla.
Se ha hablado de una economía sin rostro, y creo entender qué se quiere decir con esto.
Y lo comprendo. Sin embargo me gustaría hacer el ejercicio de imaginar qué hay detrás de cada una de las “cosas” que nos acompañan en el día a día.
Y quienes están detrás de cada una de ellas. Yo imagino los cientos y miles y millones de seres humanos que están detrás. Si hay economía es porque hay personas trabajando unas a la par de las otras, y entonces, el rostro es uno nuevo, maravillosamente diferente: uno donde los rostros se funden en órdenes sociales que funcionan y generan materialmente lo que en diferentes instancias anida en la inteligencia y el interior de las personas.
Se menciona también que la economía de mercado favorece a un corporativismo de elite que produce una cultura del descarte. Nos gustaría hacer algunos comentarios al respecto:

Nos inclinamos por entender que la economía de mercado no es un instrumento, algo hecho por algunos para beneficiar a otros, pues sería desconocer la verdadera esencia de este emergente social, formado por la interacción de infinitos miembros de una sociedad, y enmarcada en lo mejor que la evolución social le ha dado a los pueblos del mundo: marcos jurídicos que avalan y defienden a las personas y a sus derechos.
Hablar de una economía del descarte me lleva a pensar más en una mentalidad del descarte, y esto se aloja en cada persona.

Usar o descartar tiene que ver con modalidades culturales elegidas o rechazadas por las personas, y por tanto el concepto del descarte, entra en el ámbito de lo personal. Los pañales descartables nos han solucionado la vida a millones de mujeres en el planeta, y también los platos, los vasitos, las servilletas y tantos bienes que han simplificado la vida moderna.

El amor descartable en cambio, nos ha destruido la vida y los fundamentos de la sociedad moderna. Y este no es el fruto de la economía de mercado, sino de una formación endeble y de una cultura que se empobrece …al permitir que el descarte y el recambio sea parte del día a día de las nuevas generaciones.

Entendemos que la persona humana es el centro de la vida económica porque es el destinatario de todo lo que se hace en el sistema económico, son sus necesidades las que se busca cubrir.
Una visión humanista de la economía de mercado, es ver que el hombre es el fin, y no la ganancia. Son dos temas diferentes a los que responde la antropología y la economía.
Necesitamos aceptar y asumir que la economía de mercado es un emergente de una concepción antropológica, y a partir de ello, con la tranquilidad de que en esa concepción el hombre es un fin y no un medio, no hay riesgo de instrumentación más que lo que genera el pecado en el corazón humano.
Entonces entenderemos lo que significa la ganancia o el beneficio como un indicador del cálculo económico que tiene una “utilidad” social sobresaliente: asignar los escasos recursos de la economía, de manera adecuada, lo cual implica no desperdiciar no destruir no malgastar, no deseconomizar.
Podemos distinguir dos dimensiones a tomar en cuenta: Una es económica: el error es parte del proceso económico que genera pérdidas y ganancias; otra es moral: estas acciones son moralmente buenas y son parte del un mandato divino: ser administradores responsables de los bienes en nuestras manos.

El beneficio es indicador de que la actividad elegida se corresponde con lo que el mercado está pidiendo, y por tanto, las decisiones de invertir y continuar, son buenas también. Esto no puede ser condenable sino admirable a los ojos de cualquiera que reconozca el bien que la ciencia derrama al enseñarnos sobre todo lo que aprende del funcionamiento de los órdenes sociales.

Es importante no confundir estas enseñanzas que nos deja la ciencia económica, con ideología, acompañada por prejuicios que nublan la inteligencia para pensar bien, y aceptemos las enseñanzas que en cada caso, nos dan la ciencia, la razón o la fe.

Con mucha razón se habla en el artículo sobre el capitalismo insolidario. Entendemos que este está vinculado con un contexto “salvaje”, frente al cual, conviene recuperar como venimos haciendo, el contexto alternativo que permite en tal caso, una forma de capitalismo que sí podríamos llamar capitalismo solidario.

Para profundizar un poco más en las características del capitalismo propio de una economía de mercado (al que podríamos llamar “solidario” simbólicamente), esto es, aquel emergente económico, que lejos de buscar arreglos entre particulares con gobiernos, a cualquier nivel de la escala estatal, resulta solidario con el trabajador porque éste consigue trabajo; con el empresario porque este avanza con sus proyectos, con reglas claras para todos; con los salarios porque estos crecen a mayor nivel de capitalización en la economía; con los inversores, que logran invertir afrontando las consecuencias positivas y negativas de tales acciones; con quienes quieren moverse de país y pueden hacerlo, quienes quieren invertir o conseguir fondos y lo logran.
Y el listado es muy largo, ya que el progreso económico derrama bienestar para una gran mayoría dispuesta a trabajar.
Quienes se quieren casar o vivir solos consiguen los fondos para hacerlo a 30 años, con una mirada que los educa en la confianza en un sistema que naturalmente les enseña el valor del largo plazo.
Porque vale la pena el futuro, porque el futuro devuelve con creces privaciones en el presente, y educa en valores donde el tiempo hace de maestro implacable sobre la finitud de la vida humana.
Y quienes deciden construir usinas o hacer explotaciones con rentabilidades a 30 años pueden hacerlo porque hay confianza en un sistema que perdura, que construye, que espera, que acoge y que incluso frente al error, no expulsa sino que permite volver a empezar.
El capitalismo técnicamente hablando, es por su propia naturaleza, solidario, claro está, en la medida en que se lo acoja y promueva desde los fundamentos antropológicos, morales, políticos e institucionales correctos.

Caso contrario: tengamos cuidado! porque lo que tendremos son peligrosas estructuras de poder y dominio de unos sobre otros, y ahí sí que habrá oprimidos de un sistema prebendario, corrupto e injusto. Esto es lo que hay que distinguir, una y otra vez.

Podemos elegir hablar de economía libre, de mercados libres para no usar la palabra “capitalismo”, pero sepamos que el capital, es una institución como todas las instituciones económicas: emergentes de una antropología subyacente. Para crear capital primero fue necesario que alguien decidiera dejar de consumir, decidiera ahorrar, aprendiera de la espera y de la elección intertemporal entre el presente y el futuro, desarrollara una fe en el mañana, confiara en un entorno, en un contexto, en una historia pasada y en un porvenir.
Este es el fundamento del capital. Así como hablamos de capital humano, podemos hablar de capital en sentido amplio, y ver en él la conjunción de una infinita cantidad de acciones, actitudes y virtudes humanas: no es para temer, es para confiar en las estructuras de progreso social.
Estamos muy acostumbrados a asociar las palabras, capitalismo con consumismo y egoísmo con economía de mercado, como si un sistema económico, esto es un sistema que produce bienes y servicios, fuera el responsable de la inmoralidad de las personas que toman decisiones de comprar y vender, de producir, ofrecer, demandar.

Los contenidos morales dentro de los procesos económicos, son generados por personas muchas de las cuales ni siquiera se preocupan de qué es el capitalismo o el socialismo.

Simplemente funcionan según las reglas de juego de la sociedad en las que están. Pero su moralidad, su ética, no es fruto de un sistema productivo o económico solamente, sino de los miles de lazos sociales, familiares, institucionales, educativos, en los que esa persona se ha formado.

Preocuparnos por el prójimo o no preocuparnos, es una enseñanza cristiana por excelencia, y su ausencia tendrá más que ver con lo recibido o no por parte de las fuentes que producen esta educación, estos valores, estos principios, y por elecciones personales.

Me pregunto: ¿qué es lo que genera hedonismo?, ¿qué hacemos las familias para que nuestros hijos vivan buscando siempre satisfacer el propio placer o se interesen además del bien de los otros? y me pregunto, ¿qué tiene que ver esto con la libertad de los mercados? ¿Es que acaso restringir esta libertad en las múltiples formas que existen para ello, dará nacimiento a personas más éticas?

Me gustaría hacer una observación en relación al tema del dinero. Este es un medio de intercambio, cuya única función viene definida desde su misma naturaleza.
El problema no es el dinero, el dinero como tal es la solución al problema de cómo realizar los intercambios y cómo hacer para que personas de diferentes lugares del planeta, dialoguen entre sí a través del comercio y del intercambio cultural sólo posible gracias a la existencia de un dispositivo social llamado moneda.
El problema no es el oro o la plata, no es la sal o las especies, el problema es lo que el corazón humano hace con todos los bienes, si se deja encandilar por su brillo o aprovecha su brillo para hacer brillar lo que en verdad vale.

Es necesario ubicar los conceptos en sus categorías pues sólo una correcta hermenéutica de los significados, ayudará a utilizar las enseñanzas de las ciencias para el bien de la humanidad. La moneda es una categoría económica.
El mal uso de la moneda que hacen los gobiernos al destruir su valor, es una inmoralidad de carácter social y como tal es un pecado: significa sacarle a todos algo, eso es la devaluación monetaria. Idolatrar el dinero no hace de la moneda un problema o un pecado en sí mismo: el pecado nace del corazón humano con forma de avaricia, e idolatría, de amor por las cosas en vez de amar lo que las cosas puedan dar o hacer.
El dinero es un bien maravilloso que permite que dos seres humanos se comuniquen a través de un encuentro intersubjetivo llamado intercambio. ¿Por qué nos cuesta tanto ver el bien en los órdenes sociales y amamos tanto el bien en los órdenes naturales? ¿Qué prejuicio nos ciega frente al significado unitivo que lleva el mercado y por tanto la moneda ?

Creo que los prejuicios sociales tienen que ver con las cargas ideológicas que se infiltran en las culturas a través del lenguaje, minando muchas veces la función de los significados. Es fundamental tener en claro la interpretación que hagamos de las categorías económicas mezcladas con las categorías morales y espirituales.

Hay una definición de Economía, mencionada por el profesor Zanotti que dice así: La Economía es el estudio de la acción humana en el mercado, en condiciones de conocimiento disperso y de escasez.
Nada mejor para describir la humilde realidad humana y la compleja realidad a estudiar “humildemente” por la ciencia económica.
La economía de mercado es una economía que nace y se desarrolla en medio de instituciones. Algunas informales pero con el vigor y la fuerza propias de lo reconocido dentro de una cultura.
Otras formales, indispensables para que el río navegue por su curso natural y llegue a destino. En este contexto, el primado de la persona es el punto de partida, es la premisa subyacente de esta cosmovisión que es cristiana, pues es la acción humana de donde nace la ciencia económica y es a la persona humana a quien describe explica y finalmente sirve.
En relación a los comentarios hechos sobre el homo economicus, frente al cual debe proponerse el homo reciprocans, cabe decir que hay una categoría que supera a todas, y es la persona humana como tal.

Ha sido un grave error epistemológico, propio de la economía matemática, utilizar para su análisis económico al homo economicus, sencillamente porque este prototipo no existe y es por tanto, generador de confusión y de rechazo a la hora de comprender cómo funciona el accionar económico.

Lo que la economía austriaca describe como hemos mencionado, es la acción humana y por tanto, a la persona humana y no a un agente maximizador en condiciones de competencia perfecta como lo explica la economía mainstream. Acción humana que en un contexto cristiano, es persona humana hacedora siempre de acciones de reciprocidad..

En relación a los conceptos vertidos sobre la empresa privada y la tentación a ganancias absolutas, resulta muy interesante lo que se menciona en el artículo:

“La economía del mercado puede redimir sus excesos prácticos si en el momento de inspirar y establecer una empresa se tuviese en cuenta siempre el bien común, dando por un principio indiscutible, moralmente introyectado en la conciencia moral del emprendedor, que el trabajo se convierte en instrumento de edificación para sí y para la generación futura y las ganancias, que siempre las habrá, serán el fruto coherente de su esfuerzo y dedicación.
Quien obra con coherencia, ahí cuando encuentre obstáculos irremontables (insuperables), debe preguntarse si aquel proyecto es correcto, si el lugar es el propicio para realizarlo y si aquel contexto es justo y adecuado para tener éxito.”
Nos gustaría hacer un comentario. Dentro del modelo de economía de mercado, los actores por excelencia son los seres humanos. Estos actúan en condiciones de conocimiento disperso e incertidumbre parcial, siempre. Esto quiere decir, que la toma de decisiones que hacen todo el tiempo, está limitada a un contexto y una naturaleza limitada como es la humana.
Esto implica necesariamente, que muchas de las decisiones que oferentes y demandantes bajo todas las formas sociales que actúan, cometan errores muchas veces, y por tanto deban corregir o cambiar sus acciones.
Resulta posible y conveniente, mejorar los contextos donde se toman decisiones: cuánto más transparentes sean los contextos sociales, cuánto menor sea el nivel de regulación que obstaculice y tergiverse el significado de los que las personas deben leer en los procesos económicos, menor será el nivel de errores a cometer.
Cuanto más claras y estables sean las reglas a cumplir, menor será la incertidumbre que acompañe el contexto social, y mejor el clima para trabajar y producir. Cuando las reglas sean las mismas para todos, los empresarios serán funcionarios del consumidor, destinados a producir para la demanda en condiciones de competencia sana.
La empresarialidad responde a una vocación, a un llamado, y en la medida en que se la mire de esta manera, sin prejuicios injustos, la reconoceremos como otra de las formas con las que el hombre se convierte en co-creador de su Creador, continuador de Su obra.
Se menciona que : “El libre mercado debe ser portador de una política que contribuya a la humanización, a formas más elevadas de humanización, como la “civilización del amor” que procura el cristianismo y no puede ser parte de la retórica maniquea que busca garantizar la seguridad de algunos a a través del desprecio de la existencia de los otros.”

Nos gustaría agregar, que la existencia de una economía de mercado como la venimos describiendo, es posible porque existe un contexto previo que es lo que humaniza.

El marco jurídico institucional que defiende los derechos personales es el que permite una economía de mercado.

Es ese marco el que humanizará al defender a la persona humana a través de la defensa de sus derechos y sus libertades. Un marco que genera “Justicia para Todos” y no para “Algunos” es el mejor hábitat para que emerja la Economía de Mercado que es Economía para Todos.

Se menciona: “El libre mercado, no es enemigo de la cooperación”.
Nos gustaría agregar que el mercado libre, no sólo no es enemigo de la cooperación, sino que el principio que lo rige es la cooperación, ya que sin ella, es imposible el intercambio y por tanto, el encuentro.
De esto se trata lo económico, del encuentro que es esencialmente cooperativo. Recordemos que el conocimiento disperso presente siempre en la realidad humana, se hará menos disperso, cuando haya más coordinación y cooperación, y por tanto, cuanto mayor sea el contexto institucional que lo genere.
El problema de las llamadas asimetrías económicas, es en gran medida fruto de la intervención política, que al buscar eliminar las diferencias, como si esto fuera posible, sólo las profundiza, al generar un sistema de intervención que crea la estructura para la corrupción en la que termina el diálogo entre particulares y gobiernos de turno.

Los mercados se humanizan cuando hay leyes que protegen a las personas. Ese es el bien común que hay que promover y fomentar, porque a partir de ese bien que es común a todos, la humanización de la vida económica y social, fluye naturalmente.

Y entiéndase por favor: esto no significa “no hacer”, significa, recibir los frutos de vivir en una sociedad donde rige el Estado de Derecho, que si es tal, es para todos.

Finalmente y para concluir, nos gustaría agregar una última reflexión frente al siguiente comentario: “El mercado, obviamente, impone su modo de pensar y de actuar y establece su escala de valores inherentes a sus opciones”.

Nos parece el mercado no impone un modo de pensar, ya que la concepción que tenemos de él es a la inversa: es un orden que resulta de la interacción de una infinidad de modos de actuar y pensar diferentes, propios de todos los seres humanos que participamos cotidianamente en el proceso de mercado a través de las decisiones que permanentemente tomamos, y que a través de la cooperación social, y de los modos de interacción y diálogo económico, genera resultados, procesos, productos, que son cambiantes.
En tal caso, la invitación es a ver al mercado, no como un complejo de ambiciones egoístas y desinteresadas en el que cada uno va sólo detrás de lo propio sin importarle el otro porque sólo cuentan las ganancias, sino mirar al mercado como un proceso humano por excelencia, en el que confluyen los sueños, la creatividad, el esfuerzo, la disciplina, la inteligencia, los valores y principios que permiten finalmente, guiar la mirada de unos hacia las necesidades de otros, para generar ese puente de comunicación entre oferta y demanda llamado “bien”.

El mercado es una expresión de cómo el “otro” se hace parte esencial de la vida social desde la captación de su necesidad por un “uno”.

Quiero agradecer al Cardenal Rodríguez Maradiaga, por toda la dedicación al explorar este tema con toda la riqueza para descubrir.

Entiendo lo difícil que es esta tarea. Espero desde mi lugar de laica, responder a su pedido de asumir la tarea de que la Economía de Mercado y su comprensión más genuina y humanística, sea parte del desafío para la Nueva Evangelización.

2 comentarios:

  1. Nos parece el mercado no impone un modo de pensar, ya que la concepción que tenemos de él es a la inversa: es un orden que resulta de la interacción de una infinidad de modos de actuar y pensar diferentes, propios de todos los seres humanos que participamos cotidianamente en el proceso de mercado a través de las decisiones que permanentemente tomamos, y que a través de la cooperación social, y de los modos de interacción y diálogo económico, genera resultados, procesos, productos, que son cambiantes.
    En tal caso, la invitación es a ver al mercado, no como un complejo de ambiciones egoístas y desinteresadas en el que cada uno va sólo detrás de lo propio sin importarle el otro porque sólo cuentan las ganancias, sino mirar al mercado como un proceso humano por excelencia, en el que confluyen los sueños, la creatividad, el esfuerzo, la disciplina, la inteligencia, los valores y principios que permiten finalmente, guiar la mirada de unos hacia las necesidades de otros, para generar ese puente de comunicación entre oferta y demanda llamado “bien”.

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