Palabra de
vida
"Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del
cielo, (...). Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las
de la tierra". (Col 3, 1-2)
Estas palabras, dirigidas por
San Pablo a la comunidad de Colosas, nos hablan de que existe un mundo en el
cual reina el amor verdadero, la comunión plena, la justicia, la paz, la
santidad, la alegría; un mundo en el cual el pecado y la corrupción ya no
pueden entrar; un mundo donde la voluntad del Padre es perfectamente realizada.
Es ese mundo al que pertenece Jesús. Es el mundo que él nos abrió a nosotros
con su resurrección, pasando a través de la dura prueba de la pasión.
Nosotros no sólo estamos
llamados a este mundo de Cristo, sino que ya pertenecemos a él por el bautismo.
Pero Pablo sabe que, a pesar
de la condición de bautizados y por lo tanto de resucitados con Jesús, nuestra
presencia actual en el mundo nos expone a mil peligros, tentaciones y, sobre
todo, a esos "apegos" en los que necesariamente se cae si no se tiene
el corazón en Dios y en sus enseñanzas.
Apegos que pueden referirse a las
cosas, a las criaturas, a sí mismos: las propias ideas, la salud, el propio
tiempo, el descanso, el estudio, el trabajo, los parientes, los propios
consuelos o satisfacciones...
Cosas todas que no son Dios y por lo tanto no
pueden ocupar el primer lugar en nuestro corazón.
Por eso es que Pablo nos exhorta:
"Ya
que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, (...).
Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la
tierra".
Pero, ¿que son los
"bienes del cielo"? Son esos valores que Jesús trajo a la tierra y por
los cuales se distingue a sus seguidores. Son el amor, la concordia, la paz, el
perdón, la rectitud, la pureza, la honestidad, la justicia, etc.
Son esas virtudes y riquezas
que ofrece el Evangelio. Con ellas y por ellas los cristianos se mantienen en
su realidad de resucitados con Cristo. Por ellas pueden ser inmunizados de las
influencias del mundo, de la concupiscencia de la carne, del demonio.
¿Pero qué significa concretamente "buscar las cosas del
cielo" en la vida cotidiana? Además, ¿cómo se hace para mantener el
corazón en el cielo, viviendo en medio del mundo?
Dejándonos guiar por el modo
de pensar y de sentir de Jesús cuya mirada interior estaba siempre dirigida
hacia el Padre y cuya vida reflejaba en cada instante la ley del cielo, que es
ley de amor.
"Ya que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo, (...). Tengan el pensamiento puesto en las cosas celestiales y no en las de la tierra".
Una forma práctica de vivir
esta Palabra, será el poner como motivo y
fin de las distintas acciones el amor a Dios, que las vuelve preciosas y
fecundas.
Por ejemplo, con los que tenemos al lado nuestro, tratando de hacer
por ellos lo que quisiéramos que hicieran por nosotros y de "ponernos en
sus zapatos" y superando la indiferencia, hacernos cargo de los dolores y
de las alegrías de todos.
No esperar a que sean los
otros los que den el primer paso hacia nosotros cuando está en juego la
concordia de la familia y la armonía en el ambiente donde vivimos. Comenzar
nosotros.
Y dado que todo esto no es
humanamente fácil y que, incluso, a veces parece imposible, será necesario
apuntar alto con la mirada y pedirle al Resucitado esa ayuda que él prometió no
hacernos faltar: “fuerza que viene de lo alto”, su Espíritu santo.
Así, mirando a "las cosas
del cielo" para vivirlas en la tierra, podremos llevar el reino de los
cielos a ese ámbito, pequeño o grande, que el Señor nos ha confiado.
Y dado que todo esto no es humanamente fácil y que, incluso, a veces parece imposible, será necesario apuntar alto con la mirada y pedirle al Resucitado esa ayuda que él prometió no hacernos faltar: “fuerza que viene de lo alto”, su Espíritu santo.
ResponderBorrarAsí, mirando a "las cosas del cielo" para vivirlas en la tierra, podremos llevar el reino de los cielos a ese ámbito, pequeño o grande, que el Señor nos ha confiado.