La Promesa del Padre
Qué deseo: Que los que están llenos del Espíritu Santo ejerciten su fe para
vivir en santidad. Y los que no están llenos, tengan sed de recibirlo.
Eze. 36,26—27, Jer. 31,31-34
INTRODUCCIÓN
Al amor inmerecido e incondicional de Dios, se
le llama también Gracia o Nuevo Pacto.
Un pacto es una promesa o compromiso.
Esencialmente hay dos pactos diferentes.
El viejo llamado La Ley y el nuevo
llamado La Gracia. Bajo la Ley el pacto nos comprometía a nosotros a obedecer y
Dios se comprometía a bendecirnos y salvarnos.
El viejo pacto no logró nada,
porque ningún ser humano pudo obedecer todos los mandamientos de la Ley de
Dios.
Todos terminamos condenados y merecedores del infierno. Viendo Dios que
muchos seres humanos querían obedecerle pero no podían, hace un Pacto Nuevo, el
de La Gracia. Bajo
La Gracia Él promete ayudarnos a cumplir nuestra parte del
pacto dándonos poder para vencer las tentaciones del mundo y obedecerle, el
poder del Espíritu Santo.
A.
"HARÉ QUE ANDEIS" Ezequiel 36:27
"Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu,
y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos y los pongáis por
obra" Ezequiel 36:27.
Esta es la gran Promesa del Padre. Es
para ayudar a solucionar el problema mayor de la Raza Humana. "Infundiré
mi espíritu en vosotros y haré que os conduzcáis según mis preceptos y
observéis y practiquéis mis normas".
Esto lo prometió
Dios a los antiguos creyentes judíos que procuraban pero no podían cumplir La
Ley de Moisés. "El Espíritu (soplo) de Dios… se apodera de los hombres
para dotarles de un poder sobrehumano… una efusión extraordinaria del Espíritu,
que alcanzará a todos los hombres para comunicarles carismas especiales….
Una
renovación interior que les hará aptos para observar fielmente la Ley divina
que será el principio del Nuevo Pacto que hará germinar frutos de justicia y
santidad y garantizarán a los hombres el favor y la protección de Dios."
Comentario de Ezequiel 36,27.
El problema más grande del Ser Humano es
nuestra debilidad ante las tentaciones y la falta de fuerza para obedecer la
ley de Dios.
Esta incapacidad nos frustra y nos hace rebela. Nos molestamos que
nos manden, que nos corrijan y que nos reprendan.
Nuestro interior se enerva y
nos enojamos con nosotros y con Dios. Y si obedecemos por obligación, quedamos
amargados y seguimos rebeldes en nuestro interior.
La obediencia forzada no satisface a Dios
nuestro Padre.
El desea que lo hagamos con ganas y alegría. La obediencia
forzada nos hace sentir empleado o esclavos y no hijos.
Dios podría programarnos
para ser obedientes, como robots y responder perfectamente a sus órdenes, pero
eso tampoco le satisface.
Él es un ser emocional y sentimental, es Padre y
quiere lograr que sus hijos rebeldes, no solo quieran obedecerle sino que lo
hagan con alegría y satisfacción, no por obligación, coerción o miedo a un
castigo. Sino por voluntad propia, amor y alegría.
El ser llenos del Espíritu Santo no nos
obligará a obedecer automáticamente porque nos transformaría en autómatas.
Sería como grabarse un casete diciéndose "te amo" y lo escucha uno
mismo. No tiene valor.
Cuando uno está lleno del Espíritu Santo, los deseos, la
voluntad humana y la tentación, quedan intactos. Pero el Espíritu Santo
proporciona el poder necesario para vencer si así lo decidimos.
Si queremos
obedecer a Dios ¡podemos! La capacidad está latente, si no queremos no lo
hacemos, aunque tengamos el Espíritu Santo.
Los que estamos llenos del Espíritu
Santo somos potencialmente santos, cuando vienen las tentaciones tenemos la
capacidad para decidirles ¡no!.
Si elegimos ceder, también podemos. La
diferencia es que antes no teníamos poder y teníamos que ceder siempre, éramos
esclavos. Ahora somos libres, tenemos poder de decir no o sí, la decisión sigue
en nuestras manos.
Casi todos los seres humanos tenemos buenas
intenciones. San Pablo describe su experiencia: "el querer el bien, está
en mí, pero no el hacerlo" Romanos 7,18.
Todos quisieran ser buenos, pero
no lo pueden lograr. Casi todos los alcohólicos no quieren serlo. Casi todos
los que fuman desearían dejar. Los malos padres, quisieran ser buenos. Los
adúlteros deciden muchas veces dejar de serlo. Hay poca gente que desea ser
mala, quizá sólo los satánicos.
Pero yo estoy hablando a la gran mayoría de
ustedes que desean ser buenos y obedientes a Dios y no lo han podido lograr. La
llenura del Espíritu Santo es precisamente para darnos poder, fuerza y energía
para resistir al Diablo y sus tentaciones y lograr agradar a Dios. El Espíritu
Santo no es nuestro "obligador" sino nuestro "ayudador y confortador"
para lograrlo.
B. "PONDRÉ MIS LEYES EN SU INTERIOR"
"He aquí vienen días, dice el Señor, en los
cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel… Daré mi ley en su mente, y la
escribiré en su corazón…" Jeremías 31:31, 33. "Grabaré mis leyes en
el corazón de ellos, para que quieran honrarme.."
El viejo pacto era una ley escrita en piedras y papiro que había que leer
y tratar de cumplir bajo amenaza del infierno. Como nadie podía cumplirla,
todos vivían bajo condenación continua.
Para aplacar sus conciencias ofrecían a
Dios sacrificios de animales y aves, pero eso era una aspirina y no una cura.
Siempre vivían bajo condenación 2 Corintios 3,9, por eso vivían repitiendo los
mismos sacrificios Hebreos 10,1-4.
La ley estaba allí afuera, pero adentro del
ser no había la capacidad de cumplirla.
La Promesa del Padre, o Nuevo Pacto, es escribir la Ley no más afuera de nosotros, acusándonos y decretando nuestra muerte 2 Corintios 3,6, sino en nuestro interior.
Ya no sería una coerción de afuera, sino una guía, una capacidad, un poder de adentro.
Algo así como el volante hidráulico o el freno hidráulico (power steering and power brakes) que no tenemos que hacer mucha fuerza.
Eso es Cristo en Nosotros, eso es ser llenos del Espíritu Santo. Ahora no solo tengo adentro el deseo de obedecer a Dios sino también el poder para hacerlo. Cuando decido hacerlo y creo que puedo, ¡es posible!
San Pablo dice a los creyentes: "siendo
manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con
tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra sino en
tablas de carne del corazón." 2 Corintios 3,3.
Cuando nos anuncian a Jesús
y le abrimos el ser, el Espíritu Santo graba en nuestras conciencias los deseos
de Jesús. Pablo dice: "Dios es el que en vosotros produce así el querer
como el hacer por su buena voluntad." Filipenses 2,13. "Es Dios que
obra dentro de ustedes, dándoles la voluntad y el poder de lograr su
propósito"
C. LO QUE DIOS NOS PROPORCIONA
"El fruto del fruto del Espíritu es amor,
gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, humildad y dominio propio"
Gálatas 5,22. "si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la
ley" Gálatas 5,18.
Aquí tenemos los dos pactos, el Viejo, que es obedecer
una ley externa y el Nuevo, o gracia, que es obedecer un deseo interno.
En el
Viejo Pacto teníamos mandamientos pero no poder para cumplirlos. En el nuevo
Pacto Dios graba los mandamientos en nuestra conciencia y nos da el poder para
obedecerlos si así lo decidimos.
El Espíritu no nos fuerza ni obliga, sino que
nos guía, nos induce Juan 16:13.
Nosotros decidimos obedecer o no. Si decidimos
obedecer, allí está el poder del Espíritu. Como el freno hidráulico, si decido
frenar, allí está el poder. Debemos usar nuestra fe para creer que podemos ¡y
podemos! "Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" Filipenses 4,13.
En realidad, esta ayuda interior prometida por
el Padre, es un regalo, un favor. Es Dios poniendo a disposición de nosotros su
carácter. Cuando Dios dijo: "Pondré dentro de vosotros mi Espíritu",
es poner su personalidad.
Su Espíritu no es un adorno sobre la mesa de luz de
nuestro corazón, sino un poder para vencer las tentaciones del Enemigo y hacer
lo que fuimos llamados para ser.
Si elegimos amar, gozarnos, tener paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe humildad y dominio propio, ¡podemos! allí
está a nuestra disposición. No nos obliga, porque somos libres, pero sí, está
disponible. Si elegimos practicarlo allí está el poder para lograrlo.
CONCLUSIÓN
Ya no es una cuestión de poder o no poder,
porque el poder lo tenemos. Es una cuestión de querer o no querer y de creer o
no creer. "El justo vivirá por la fe" Romanos 1,17, empieza por la fe
y continúa viviendo por la fe.
Todo es cuestión de fe. Uno es tan poderoso como
cree que lo es. El poder está todo a disposición ¡en nosotros!
La fe es la
clave. ¿Crees que lo tienes o no? Jesús dijo vez tras vez cosas así: "¡si
pudieras creer! al que cree, todo es posible" Marcos 9,23, "si
creyeres verás la gloria de Dios" Juan 11,40, "Como creíste te sea
hecho" Mateo 8,13, "No temas, cree solamente" Marcos 5,36, etc.
etc.
De manera que primero debemos decidir si
queremos ser santos, obedientes y testigos fieles. Lo segundo es creer que el
poder para lograrlo ya está en nosotros por el Espíritu Santo que nos fue dado
y tercero: actuar.
INVITACIÓN:
¿Qué cosa desearías hacer y hasta ahora no has
podido? ¿Vencer las tentaciones? ¿vivir en santidad? ¿Hablar a otros de Cristo?
Si crees que no puedes es porque le creíste la mentira a Satanás. Si
crees que puedes es porque le creíste la verdad a Dios.
Decide, cree y actúa.
Cada día aprendemos más de ella y siempre queda más por aprender.
En la gloria sabremos más, pero aún allá cada día se abrirán más nuestros ojos a esta grandeza de tu Gracia. Señor, por lo menos haznos entender hoy esta parte de tu maravillosa Gracia.
Ya aprendimos que nos perdonaste todos nuestros pecados.
Hoy hemos visto que gracia no es permiso para pecar, sino lo contrario, nos das el poder para no pecar. Señor, yo lo he explicado lo mejor que pude. Espíritu Santo ayúdanos a entenderlo. De mi parte yo decido vivir en santidad, decido vencer las tentaciones, decido hablar a otros de Jesús, decido pagarte tus diezmos, y creo que voy a poder porque tu me diste la gracia de poder.
En tí es verdad el dicho español "querer es poder". Quiero, creo, puedo y lo haré. Amén
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