INTERCESORES
CON CRISTO
“Yo os
compensaré por los años en que os devoraron la langosta y el pulgón, el saltón
y la oruga”
(Jl 2,25).
Intercesión y
restauración
El pecado es principio de devastación, destrucción y
muerte.
Devastación y muerte en términos espirituales, sí, pero también en
todos los demás sentidos: destrucción psicológica, familiar, de relaciones,
económica, de la salud física...
Es una plaga que lo toca todo y lo envenena
todo. Detener el poder de esta plaga y salvar la vida de los que van camino de
la perdición es una de las intenciones prioritarias en la agenda del
intercesor.
Pero nuestro Dios es grande, y podemos ir todavía más allá: pedir
también la restauración de todo lo que fue destruido, reverter todas esas
consecuencias negativas.
Dios es
quien “todas tus culpas perdona, que cura
todas tus dolencias, rescata tu vida de la fosa, te corona de amor y de
ternura” (Sal 103,3-4).
La misericordia evita el mal a pesar de ser
merecido, la gracia da el bien y la bendición a pesar de ser inmerecidos.
Imaginemos un campo de batalla tras una guerra
devastadora. Todo está caído, destruido, en ruinas, el espectáculo es
desolador.
Así se encuentran grandes áreas de la Humanidad hoy, nuestras
ciudades y nuestros pueblos, como profetizó Miqueas: “Y la tierra quedará en desolación, a causa de sus habitantes, como
fruto de sus obras” (Mi 7,13).
Nehemías se detuvo ante las ruinas de Jerusalén: “Inspeccioné la muralla de Jerusalén por donde
tenía brechas, y las puertas que habían sido devoradas por el fuego” (Ne
2,13).
Reconoció la triste situación en que se encontraban, pero tomó una firme
determinación: “¡Levantémonos y
construyamos!” (Ne 2,18).
A partir de aquí comienza la tarea de reedificar, que
es dura; pero Dios cuenta con los intercesores para esta tarea: “Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas,
levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de
brechas y Restaurador de senderos frecuentados” (Is 58,12).
Cuando Nehemías
y su pueblo terminaron de reconstruir la muralla de Jerusalén, lo celebraron
diciendo: “Cuando se enteraron todos
nuestros enemigos y todas las naciones de alrededor lo vieron, les pareció una
gran maravilla y reconocieron que esta obra había sido realizada por nuestro
Dios” (Ne 6,16).
Dios es especialista en levantar lo que está caído, y
en sacar agua en el desierto.
Cuando él comienza una obra no es para dejarla a
medias, sino para hacer una obra perfecta, una obra de restauración completa.
Por eso, no debemos dar entrada a la duda o al desánimo, sino interceder con fe
y constancia. Tal vez nuestros ojos no lleguen a ver esa restauración
terminada, o tal vez sí, pero en todo caso nuestra oración es necesaria.
La intercesión fluye como ese río que vio el profeta
Ezequiel, un río que nacía del Templo de Dios quien le reveló: “Esta agua sale hacia la región oriental,
baja a la Arabá, desemboca en el mar, en el agua hedionda, y el agua queda
saneada. Por donde quiera que pase el torrente, todo ser viviente que en él se
mueva vivirá. Los peces serán muy abundantes, porque allí donde penetra esta
agua lo sanea todo, y la vida prospera en todas partes a donde llega el
torrente” (Ez 47,8-9).
Así trabaja la intercesión. Frente a toda la marea
de aguas envenenadas que están cubriendo la tierra de muerte, ella es un río de
vida y de salud, una corriente de gracia capaz de sanearlo todo y de restaurar
la vida por donde pasa.
Respuestas a la intercesión – Palabra profética
Información que nos trasmite un grupo de
intercesores:
v Orando para que los
pastores de la Iglesia presenten batalla al Maligno, hay una palabra al
corazón, que dice: Hay muchos que no creen en él.
v Orando por los cristianos
perseguidos el día 20.10.2001, el Señor dio esta palabra: Hay un lugar en el
que algunos de ellos van a morir. Siguió una visión de sangre derramada, que
hacía brotar flores abundantes y hermosas.
NOTA.
El día 28 (ocho días más tarde) un grupo de dieciocho católicos son tiroteados
y muertos –y otros heridos- en un templo
de Bahawalpur (Pakistán) a mano de un grupo de encapuchados, mientras asistían
a la celebración eucarística. ¿Serán éstos los que el Señor puso en nuestro
corazón aquel día?
v
Orando
por el laboratorio por el que sentimos necesidad de interceder desde el 20 de
Agosto pasado, el Señor insiste en que es necesario seguir intercediendo sin
interrupción.
Es una plaga que lo toca todo y lo envenena todo. Detener el poder de esta plaga y salvar la vida de los que van camino de la perdición es una de las intenciones prioritarias en la agenda del intercesor.
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