jueves, 16 de julio de 2015

“Todavía es necesario bajar del Tabor”.


LA ADORACIÓN ES UN PRIVILEGIO

 
 
 
 


"Los cielos son mi trono y la tierra el estrado de mis pies" (Is 66,1)


‘Privilegio’ es en el mundo una palabra poderosa y seductora que hace que muchos hombres vayan detrás de lo que ella ofrece. No son muchas las personas que saben o quieren librarse de su seducción, si algún día llama a su puerta.
 
Tan poderosa es que no hay espacio que no esté a su alcance: sea político, social, económico e incluso eclesial; y es tan seductora que con frecuencia los hombres llegan a someterse a grados impensables de esclavitud, o al menos de humillación, con tal de alcanzar ventajas y prerrogativas que les sitúen por encima de los demás; son los ‘ascensoristas’ y ‘trepadores’ de la sociedad, cuyo objetivo es situarse lo más alto posible en su carrera hacia el poder, la fama, la autoridad o las riquezas y, como consecuencia, a las ventajas, los honores, la inmunidad y los derechos que las situaciones de privilegio suelen otorgar a quienes la alcanzan.

En el Reino de Dios se pueden alcanzar privilegios magníficos –uno muy importante es el de la adoración- que Dios pone al alcance de todos los que le buscan por caminos de justicia y de verdad, porque “todas las sendas del Señor son amor y verdad para quien guarda su alianza y sus dictámenes” (Sal 25,10); las metas son mucho más altas y los logros que se pueden alcanzar introducen al hombre en moradas donde encuentra “lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman” (1 Co 2,9).
 
El privilegio de la adoración hace que quede atrás nuestra realidad, que seamos revestidos de santidad e introducidos en espíritu entre los ángeles y los santos en los lugares celestiales, colocados "en los cielos en Cristo" (Ef 2,6), disfrutando de una porción de eternidad en la sobrecogedora presencia de "Aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso" (Ap 1,8).
Pero, eso sí, todo es privilegio y gracia, como reconoce el salmista, que dice: “Por la abundancia de tu amor, entro en tu Casa; en tu santo Templo me prosterno” (Sal 5,8).

Fijando la atención en el Reino de Dios, ¿qué comparación puede hacerse entre los privilegios de la tierra y los que Dios otorga, cuando los primeros pueden perderse en cuanto aparece alguien más fuerte o el protector desaparece de escena, mientras que los que proceden Dios tienen carácter de eternidad, nos relacionan con el Todopoderoso y nos dan acceso libre hasta su Trono, que es fuente de toda clase de bendiciones y bienes?.
 
No hay comparación posible; sin embargo ¿por qué los hombres –incluidos muchos hombres de Iglesia- se preocupan tanto de los privilegios terrenos y tan poco del privilegio de la adoración?.
 
La búsqueda de privilegios produce resultados de acuerdo con el camino por el que se buscan. Así, mientras “los justos se alegran y exultan ante la faz de Dios, y saltan de alegría” (Sal 68,3-4), el resultado opuesto es que “se hundieron los gentiles en la fosa que hicieron, en la red que ocultaron, su pie quedó prendido” (Sal 9,16).

Palabra profética

Visión durante la adoración: Aguas sucias iban saliendo de cada uno de los adoradores.
 
Un gran resplandor los iba envolviendo y al mismo tiempo ellos iban desapareciendo.
 
Luego eran revestidos de túnicas blancas.
 
La fuerte presencia del Señor lo llenaba todo, lo penetraba  todo. Ante su presencia todo lo demás resultaba insignificante.
 
Era tan sublime la experiencia de estar ante su Trono de gloria y santidad, que por un momento de éstos merece la pena sufrirlo todo.
 
Luego los ángeles se colocaban al lado de los adoradores, los revestían para el combate y colocaban en sus manos las armas necesarias para  la lucha. Y se escuchaban unas palabras que decían: “Todavía es necesario bajar del Tabor”.

 

1 comentario:

  1. Era tan sublime la experiencia de estar ante su Trono de gloria y santidad, que por un momento de éstos merece la pena sufrirlo todo.



    Luego los ángeles se colocaban al lado de los adoradores, los revestían para el combate y colocaban en sus manos las armas necesarias para la lucha. Y se escuchaban unas palabras que decían: “Todavía es necesario bajar del Tabor”.


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