TODO FUE OBRA DEL ESPIRITU SANTO
EL PADRE EDUARDO SILIO Y
EL PADRE MIGUEL DI COSMO
LOS PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA
EL PADRE EDUARDO SILIO Y EL PADRE MIGUEL DI COSMO
LOS PROTAGONISTA DE ESTA HISTORIA
COLACIONES
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Es propio del Pueblo de Dios hacer memoria de Sus poderosas intervenciones. Es justo y necesario darle gracias, siempre y en todo lugar porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia.
Con la ayuda del Señor me propongo hacer memoria de todo lo que Él hizo en medio de nosotros desde 1996 hasta hoy. Quisiera hacerlo ordenada y detalladamente según el Espíritu me vaya remontando a cada paso de nuestro caminar en estos diez años, con el propósito de edificar y animar a los siervos y siervas de Dios que necesiten renovar su fe y su esperanza.
CAPÍTULO I : 1996
EN LOS COMIENZOS DE LOS VÍNCULOS ESPIRITUALES
Conocí al Padre Miguel Ángel Di Cosmo en mi Preseminario, en mayo de 1991. Era propio de nuestra formación que cada aspirante al Seminario Mayor tuviera un director espiritual ofrecido por el equipo de padres formadores. Al momento de ingresar al Preseminario yo tenía el mío, el Padre Roberto Bernet del Movimiento de Schöenstatt, pero a los pocos meses de mi ingreso él dejó el ministerio sacerdotal y me fue necesario elegir otro. Se me propuso hacerlo teniendo por opciones aquellos que los formadores ofrecían. Entonces, escribí una carta que luego entregué en mano al P. Miguel diciéndole que me aceptara como su discípulo espiritual. A su siguiente visita al Preseminario él se acercó a mí, me abrazó paternalmente y esbozó una sonrisa. Era claro que me había aceptado.
Hasta ese momento, el P. Miguel era poco más de un año Párroco, junto con P. Daniel Moreno, de la Parroquia San José y Santa Cecilia. Procedía del Movimiento de los focolares y era un referente diocesano muy importante de Encuentro Matrimonial. Creo que estos acentos espirituales los mantuvo siempre y los ha inculcado en los suyos: el valor de la santidad en el mística esponsal y la mística de la Unidad, que tanto tiempo cultivó en la Obra de María (Movimiento de los focolares).
A decir verdad yo no recurrí con demasiada frecuencia a verle para discernir mis búsquedas y necesidades espirituales. Confieso que no fui demasiado disciplinado en ese asunto, como en tantos otros de mi formación sacerdotal. Siempre me caractericé por ser muy mediocre como seminarista. Sin embargo, de las pocas veces que recurrí a él para dirigirme, siempre obtuve muchísima luz y sabiduría espiritual que hasta hoy recuerdo y aplico. Siempre lo tuve en muy alta estima, al punto que cuando le regalé un ejemplar del casette “Vayamos y Adoremos”, de mi autoría e interpretado por el grupo Vocación, se lo dediqué con palabras como: “Al que da luz espiritual a mi alma”, o algo así.
Recuerdo también que para noviembre de 1991, en su parroquia iba a venir el obispo Jorge Novak a dedicar el templo parroquial y él me pidió que organizara el coro de la misa de ese día, pues había carencias musicales en la liturgia de la Comunidad. Yo estaba muy disponible y gustoso porque, con el consentimiento de mi formador, había dejado ya de asistir a mi parroquia natal de Florencio Varela en la espera de que fuera asignado a otra Comunidad. Con motivo de esto, tuve mi primer acercamiento a su Comunidad: conocí a algunos de los hermanos y hermanas, y preparamos con los jóvenes un lindo repertorio de cantos litúrgicos para la Dedicación del templo. Fue así que, el 22 de noviembre de 1991, yo estaba presente en esa solemne liturgia compartiendo con esa Comunidad tan magnífico momento.
Sucedió que también cerca de la Navidad de ese año, el P. Miguel me convocó nuevamente para compartir el talento de la música en el pesebre viviente que habían organizado. Recuerdo cómo me impactó el amor que se tenían unos a otros, esa atmósfera de “Comunidad” que yo siempre anhelaba y que nunca tuve mientras estuve en mi parroquia de origen, la cual tenía, como entiendo que tienen muchas de las parroquias de centro de ciudad, el síndrome de la “parroquia - funcionalista ”, en la cual hay siempre fluctuando mucha gente de diversas procedencias realizando diferentes y nobles servicios y funciones pero que jamás se conocen entre sí. Tal experiencia dejó una fuerte impresión en mí a punto de que en cada ocasión pedía en el Seminario Mayor ser enviado como seminarista a esta Comunidad; pedido que durante los largos años de formación nunca fue concedido hasta que llegase el momento oportuno: el tiempo de Dios.
SENDAS CRISIS
En el año 1996 los dos vivíamos, por sendos caminos, unas crisis desgarradoras. Por un lado, el P. Miguel había perdido a su papá y entraba en una tremenda depresión; por mi parte, era el tiempo en el que el Señor permitió que me aferrara a él pero contemplando una a una mis miserias y mis pecados, a la vez que la vida en el Seminario- pues cuestiones internas que no viene al caso mencionar- se me hacía cada vez más insoportable. Ambos estábamos en un desierto, en una gran desolación que ponía a prueba nuestra fe. Y sucedió que, incluso cuando le pedía que nos encontrásemos para hablar algunos de los asuntos que me aquejaban, él me respondía “...y...yo no estoy bien... no puedo ayudarte”.
El desierto no tenía oasis para beber aunque sea un poco de consuelo: nunca me había sentido tan pecador, tan miserable, tan poco preparado para asumir algún servicio al Señor; regresaba a mi casa los domingos y encontraba a mi mamá con depresión; volvía al Seminario y me encontraba muy mal; iba a la parroquia el fin de semana y allí estaba yo trabajando en la durísima realidad de un asentamiento con niños carenciados y violentos; iba a trabajar en la semana al Barrio Pepsi clamando y pidiendo protección para mi vida en cada noche. En medio de tanta aridez, clamé a Jesús: “¡Señor, devuélveme la frescura de los comienzos!”...
Por su parte, cuenta P. Miguel que en medio de ese hastío resolvió plantearle al Señor que reconquistase su corazón o sino él dejaría el ministerio sacerdotal. Lo hizo al modo de oración, después de la consagración en una Eucaristía dominical: tomó la sagrada forma y le hizo este fuerte reclamo a Jesús; quedó entonces como sumido en un trance espiritual en esa misma posición - es decir, sujetando la Eucaristía - y llamó tanto la atención esta situación que uno de sus colaboradores subió al altar para asistirlo pensando que algo le estaba ocurriendo. En efecto, algo estaba ocurriendo...
¡DÉME ESE LIBRO!
Al día siguiente - cuenta P. Miguel- salió a asistir con los sacramentos a un enfermo. Resolvió ir caminando, pues el domicilio no quedaba lejos de la parroquia. Mientras iba de paso, pone su atención sobre una vidriera, sin advertir de cuál local se trataba, y entra resueltamente a pedir lo que a él le pareció un libro: “¡Deme ese libro!”, señaló al vendedor; pero el comerciante le advirtió que no era un libro sino unos casettes; “No importa”, le respondió el interesado, “Démelo igual”. Miguel nunca advirtió que había entrado a una librería evangélica y que había adquirido una de las primeras obras del pastor evangélico Benny Hinn, que contenía la predicación novedosa del neo pentecostalismo sobre la “unción del Espíritu Santo”. De esa manera, el material llegó a la casa parroquial y esperaba a ser escuchado por su comprador.
En la noche, Miguel recuerda haber comprado “un libro” y se dispuso esa noche a escucharlo a solas y silenciosamente en su habitación (ya que vivía todavía junto con el P. Daniel). Se puso los auriculares para no molestar a su compañero de la habitación contigua y acostado comenzó a escuchar el primer cassette. En la primera impresión le pareció estar ante algo de muy mal gusto, sin embargo en su interior escuchó la voz del Señor que le decía: “Estoy respondiendo a la oración que te hice hacer ayer”. Con santo temor se incorporó sobre su lecho y empezó a escuchar con atención. Cuenta que derramó lágrimas durante toda la audición de los cassettes, a la vez que recibió un verdadero BAUTISMO EN EL ESPÍRITU SANTO y resolvió hacer un pacto con Él, de modo que iba a obedecerlo resueltamente en todo.
OBEDECIENDO AL ESPÍRITU
Para P. Miguel, obedecer al Espíritu Santo significaría “grandes sacrificios”. Pero el primer paso de obediencia que le pide el Espíritu Santo es el de cortarse el pelo. (Ocurría que él se estaba haciendo un tratamiento capilar y por ello debía literalmente pintarse el pelo con una sustancia. Recuerdo bien que, varios meses antes, P. Miguel había venido al Seminario Mayor a dirigirnos un retiro espiritual de un día y a todos nos llamaba la atención cómo estaba “teñido” su pelo: es más, mis compañeros bromeaban sobre el asunto y se divertían conmigo porque en definitiva yo era su único dirigido en aquel tiempo). Recuerda que se levantó en esa mañana y oyó una moción interior que decía: “El pelo, Miguel”; “¿qué cosa pasa con el pelo?”, respondió él; “Es vanidad, Miguel...”, le respondió la voz interior. Fue entonces que, obedeciendo a esta moción del Espíritu, bajó de la casa parroquial y encontró al vecino peluquero, don Carlo, y se cortó el cabello.
A los pocos días, se levanta de madrugada para ir al baño y siente la misma voz que le dice ahora: “Enciende el televisor”. Esta vez, Miguel se asombró del pedido pues además si lo hacía, temía despertar a P. Daniel. Fue así que obró según el pedido y comenzó a hacer zapping. Ante su asombro, encuentra en uno de los canales el relato de un pastor, de la Iglesia Evangélica en Belgrano, quien contaba cómo había recibido del Pastor Benny Hinn una impartición poderosa de la unción del Espíritu Santo en el estadio en que aquel ministraba. A Miguel le llamó poderosamente la atención que ese pastor estuviera dando testimonio justo de aquel ministro de Dios cuya voz había escuchado en los cassettes y de quien no sabía absolutamente nada.
En la mañana resuelve comenzar a buscar algún dato sobre dicho pastor, de quien ni siquiera sabía su nombre, y no tiene más idea que llamar al servicio de información telefónica. Temeroso, se dirige a la señorita del 110 que lo atiende y le dice: “Disculpe, señorita, yo no sé ni cómo decirle esto: ayer a la madrugada estuve viendo en tal canal el testimonio de un pastor de una Iglesia Evangélica en Belgrano; no sé ni cómo se llama ¿Ud. Me puede ayudar?”. La telefonista entonces le contesta para su mayor asombro: “Mire, señor, normalmente esto no se puede hacer, pero en este caso le digo que yo me congrego en ese lugar y que el Pastor se llama Claudio Freidzon, y que estos son los horarios de nuestros cultos...”
¿QUIÉN SOS?
A los poco días P. Miguel siente un fuerte impulso de ir a esa Iglesia para ir en búsqueda de ese testigo de prodigios del Espíritu Santo. Tenía ya la dirección, el nombre del pastor, los horarios de culto. Percibe que en esa moción de la madrugada el Espíritu le estaba dando más que información: le estaba mostrando un camino.
Si bien tenía formación ecuménica y en los focolares de Lopiano o en la Mariápolis en O’Higgins (de la cual perteneció a la generación fundadora) había conocido el trato con los hermanos cristianos no-católicos, Miguel estuvo luchando en su interior sentado en un bar cercano a la Iglesia Evangélica en Belgrano. Durante una hora se decía “entro o no entro”, tal vez intuyendo fuertemente que si entraba cambiaría su destino. Pero Dios lo convenció de nuevo y muy tímidamente comenzó a encaminarse al lugar. Al entrar había una librería a la cual ingresó, mientras seguía luchando consigo mismo en su interior. Así entró al templo de la Iglesia Evangélica “Rey de reyes”. Advirtió que había bastante gente y prefirió ubicarse cerca de la última fila.
No sabe cómo, cuenta que al rato se encontraba adelante de todo en actitud de adoración, postrado. El Pastor Freidzon se le acerca y le pregunta: “¿Quién sos?”. “Soy Miguel Ángel, sacerdote católico”, le responde. Claudio Freidzon le dice: “Me condicionaste el culto”. “¿Para mal?”, responde Miguel. “¡No, para bien! Pero son las tres la mañana...”, le dice el Pastor . A este punto, el evangélico le impone las manos, declarando bendición sobre la vida y ministerio del cura. El Pastor comenzó a aclamar “Uy uy uy, ahora tu parroquia”, repitiéndolo varias veces como si estuviera “viendo” todo lo que ocurriría en adelante, y oró así: “Señor, te pido que todo lo que me diste también se lo des a él”. P. Miguel se desploma ante la impetuosa impartición de la unción del Espíritu Santo y queda todavía un tiempo tirado en el suelo, como desmayado. Ciertamente había experimentado lo que se conoce en el ambiente carismático como “descanso en el Espíritu”.
Cuando se levantó se sentía como borracho. Tanto que se dio cuenta de que no era conveniente regresar a Berazategui conduciendo su auto; por lo cual, tomó un taxi que lo trasladó a su casa parroquial.
BUSCANDO LAS NOVEDADES DEL ESPÍRITU
Con esta experiencia impactante era lógico que P. Miguel buscara en las fuentes de la sabiduría de la Iglesia Evangélica y quisiese acercarse a esos ministros de Dios que habían sido usados como instrumentos para responder al clamor inicial. Dios estaba reconquistando su corazón. Era una oración que había sido suscitada por el mismo Espíritu y ahora iba revelando algo de sus propósitos en la vida y ministerio de Miguel. Cuenta que tuvo una entrevista personal con el pastor Freidzon, que hablaron de las cosas del Señor y que a partir de allí se hicieron amigos. Asimismo estuvo leyendo harta literatura evangélica, en especial la del pastor Hinn, y se abrió a un lenguaje totalmente novedoso para él: aparecieron palabras como “unción”, “guerra espiritual”, “ministrar”, “palabra de conocimiento”, “visión”, “sanación interior”, etc. Todo un lenguaje propio del neo pentecostalismo y que él desconocía por completo.
Cierto es que Miguel jamás dudó sobre su pertenencia a la Iglesia Católica: su formación salesiana en la niñez y juventud, más su formación focolarina lo marcaron a fuego. Sin renunciar a sus raíces cristianas católicas, y como había aprendido en el focolar, se vació de sí mismo para “hacerse uno” con el pensamiento de los neo pentecostales y a abrirse sin prejuicios a una nueva experiencia de Dios que lo llenaba de entusiasmo y lo iba arrebatando del hastío en que se encontraba. Parecía acabarse la arena del desierto y que la tierra firme de las promesas se iba haciendo más real.
LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA CATÓLICA
Advirtió que en la Iglesia Católica también había, salvando sus distancias, una corriente de renovación espiritual al modo pentecostal: la Renovación Carismática o Renovación Católica Pentecostal. Sus ojos se dirigieron a estos campos de la Iglesia a la hora de poder comprender qué estaba viviendo. Necesitaba encontrar un lugar donde lo “confirmaran en la fe” y este parecía el lugar más adecuado para ello.
Sabemos que esta corriente de Renovación dentro de la Iglesia Católica nació en las universidades norteamericanas de Duquesne (Pittsburgh) y Montreal (Indiana), en febrero de 1967 cuando grupos de estudiantes universitarios, después de haber leído el libro de David Wilkerson “La cruz y el puñal”, y al ver cómo se derramaba el Espíritu Santo en los grupos evangélicos pentecostales, sintieron la moción de reunirse para orar y pedir que también viniera sobre ellos de esa misma manera. También invitaron a pastores pentecostales para que les impusieran las manos. Y sucedió. Todos sintieron respondidas sus oraciones, sobre todo cuando fue un imparable fenómeno dentro de las iglesias hasta alcanzar dimensión intercontinental. A la Argentina llegó en muy poco tiempo, ya que cuenta el P. Alberto Ibañez Padilla que comenzó a acompañar a unos veinte grupos de oración ya en el año 1969 y que en 1971 ascendían a ciento veinte.
Con ocasión de la invitación de un diácono carismático, P. Miguel accede a asistir al retiro anual que organiza la RCC en Córdoba. Predicaba en esa ocasión el P. James Burke cj. El tema principal fue sobre “el Amor de Dios y la Gracia”. Cuenta Miguel que sentía mucha vergüenza de estar allí y temía que lo reconocieran o le hicieran demasiadas preguntas, por lo cual siempre llegaba a las pláticas cuando habían terminado las alabanzas y se sentaba contra la pared para que nadie se percatara de su presencia. Cuenta también cómo pudo experimentar una grandísima libertad interior y gozo cuando se oró ministrando sanación interior. Sentía como esa vasija de barro se iba recuperando de sus males y se abría a nuevas disposiciones espirituales.
Al regresar a la tarea ministerial pudo experimentar cómo la oración personal adquiría nuevas profundidades; lo mismo en la lectura orante de la Palabra, que parecía regalarle nuevos tesoros, y en la celebración de la santa Eucaristía. Y finalmente cabe mencionar, sobre todo en el lapso de la segunda mitad del año, las manifestaciones de algunos carismas del Espíritu, especialmente las mociones interiores y las palabras de conocimiento (especialmente en las confesiones).
“QUIERO QUE ESTA COMUNIDAD ME ADORE”
Recuerdo bien que en noviembre de ese mismo año 96, para las fiestas patronales de santa Cecilia, fui invitado por P. Miguel para animar la liturgia que consistía en adoración eucarística y la santa misa. Para ello yo ya me había reunido un par de veces con unos pocos jóvenes para ensayar los cantos. Era un día viernes. Me encontré al horario convenido con esos jóvenes para terminar de preparar las cosas y parece que no nos habíamos entendido con los horarios por lo cual, cuando bajamos al templo para hacer nuestro servicio, vimos que Miguel se había adelantado: el Santísimo Sacramento ya estaba expuesto y él animaba los cantos acompañado de un grabador.
Particularmente me llamó la atención la selección de los cantos para el momento de adoración eucarística: eran completamente nuevos y tenían un lenguaje musical al estilo pop al cual no estábamos acostumbrados. Eran cantos de adoración producidos por la Iglesias evangélicas neo-pentecostales. En materia de cantos de adoración, nuestra Iglesia Católica más que pobre pasa a pecar de miserable ya que los cantos más conocidos son, además de poquísimos, muy antiguos. Por ejemplo: el canto eucarístico más popular es sin duda “Alabado sea el Santísimo” y fue compuesto en el año 1934 para el Congreso Eucarístico Internacional realizado en Buenos Aires. Llegando a fin de siglo y de milenio no hubo prácticamente existencia de cantos nuevos de adoración...
Hubo algo que me llamó particularmente la atención durante el transcurso de la misa. Como no salía de mi asombro, le dije que al joven que tocaba la guitarra conmigo: “¿¡Qué le pasa a Miguel!?”. Y es que predicaba con tanta energía y con tanta pasión que me parecieron desconocidas en él, quien siempre se había caracterizado por ser suave en su trato y en su elocuencia.
También anunciaba en esas Fiestas Patronales de santa Cecilia una Voluntad expresa de Jesús de ser adorado. Evidentemente tuvo que buscar hacer una síntesis de lo que estaba viviendo con la experiencia de piedad popular católica. ¿Cómo expresar cristo céntricamente la procesión por las calles con una imagen de santa Cecilia? ¿Cómo educar a la Comunidad para hacerle entender ese acto de piedad como un acto de adoración a Jesucristo?
Fue entonces que resolvió poner como lema “Con Santa Cecilia, te adoramos, Señor”. Y envió misioneros y misioneras a que visitasen las casas por donde iba a pasar la procesión para que preparasen sus corazones para recibir la bendición del Señor.
Nadie, ni aún el propio P. Miguel, parecía estar consciente de la GRAN PROFECÍA que se había anunciado: “QUIERO QUE ESTA COMUNIDAD ME ADORE”. Dios estaba haciendo nuevas todas las cosas en la vida de esa Comunidad.
¿SANDWICH O ASADO?
Llegando el mes de diciembre del 96 correspondía que los formadores del Seminario Mayor me destinasen a la parroquia en la cual iba a cursar mi “año pastoral”, ese año previo a la ordenación que consistía en vivir en una parroquia y especialmente acompañado por un sacerdote. El Rector, P. Marcelo Colombo, ya me había dicho que estaba todo preparado para ser destinado a la parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, en Quilmes Oeste, lugar en cuyos predios funcionaban importantes centros de formación de nuestra diócesis (tales como: Centro de estudios de los seminaristas, Escuela de Ministerios, Institutos de formación primaria, secundaria y terciaria, Magisterio, escuela de adultos).
No me desagradaba la idea, sobre todo porque había hecho mis últimos estudios académicos en esos predios y se me presentaba como una inmensa oportunidad para la evangelización en el área educacional. Apenas hacía un año que me había graduado como “Profesor de Filosofía y Ciencias de la Educación, con especial en pastoral juvenil” y guardaba muchas expectativas al respecto. Siempre me gustó mucho enseñar: lo hice desde que tenía doce años, enseñando a niños más chicos y luego a adolescentes.
Ahora que lo pienso, fue la única vez que no pedí tener el destino que siempre quería: la parroquia San José y Santa Cecilia. Tal vez porque comprendería en qué estado estaba P. Miguel y más bien tuve el prejuicio de que no podría formarme lo suficientemente bien en mi último año de seminarista estando al lado de un sacerdote que yo pensaba deprimido. Desde luego, hasta ese momento yo no tenía idea de qué cosas nuevas estaba viviendo Miguel.
Para mi gran sorpresa, casi terminando el año lectivo del seminario, el P. Marcelo viene a hacerme un planteo apetitoso: “Eduardo -me dijo- si tuvieras mucha hambre y te ofrecen un sándwich, pero otro viene y te ofrece un asado ¿Qué preferirías?”. “¡El asado!”, respondí sin titubear. “¡Vas a Santa Cecilia!”, replicó el Rector...
Yo no entendía los porqué del cambio hecho a último momento ni tampoco me interesaban demasiado. Dios estaba comenzando a responder también mi clamor y el saberlo llenó mi corazón de una gran alegría.
A los pocos días me puse de acuerdo para encontrarme con P. Miguel a fin de ajustar detalles de mi mudanza a su parroquia. Él me contó cómo había puesto en oración el pedido de los formadores de que me aceptara y me dijo también: “Si yo no te cuento lo que estoy viviendo, seríamos dos desconocidos”. Y me lo contó en detalles...
De esa misma conversación que hemos mantenido he escrito hasta este momento.
También me invitó a pasar unos pocos días con él en Mar del Plata para los próximos días de enero de 1997, de modo que nos termináramos de poner de acuerdo en todos los detalles de mi inserción en la vida comunitaria de la nueva parroquia a la que tenía que ir a vivir.
CAPÍTULO II: 1997
MAR DEL PLATA
Cuando llegué al departamento en que se alojaba Miguel en la costa más cosas habían sucedido. Para mi mayor asombro a ese hombre no dejaban de suceder cosas enigmáticas y prodigiosas.
Cuenta Miguel que apenas llegó al departamento hizo contacto con el portero del edificio que lo invitó a un evento extraordinario y grande de los evangélicos: “ El Primer Encuentro Nacional de Evangelismo de cosecha” que suponía multitudinarios encuentros de oración, de formación en los carismas del Espíritu y hasta una manifestación por las calles de Mar del Plata. Estuvo varias horas tratando de decidirse hasta que finalmente accedió a lo que discernió como una nueva oportunidad de recibir bendiciones de parte de Nuestro Señor. Al encaminarse al Polideportivo, lugar del evento, le preguntaba al Señor con qué actitud debería entrar; el Señor le respondió: “Con la misma actitud que la cananea del Evangelio”.
En la recepción del evento dio su nombre y cuando le preguntaron sobre su estado eclesial, él respondió con la verdad: “soy sacerdote católico”. La señorita que lo inscribió anotó en su credencial: “pastor”. De ese modo tuvo en el estadio acceso al área de los pastores y compartió con ellos fuertes momentos de oración y muchas otras cosas.
Parece que en aquel evento hubo una moción de reconciliación eclesial donde surgió la necesidad de pedir perdón por los pecados del pasado. De ese modo, pastores anglos y europeos pidieron perdón a Dios y a los hermanos indígenas por sus maltratos en la hora histórica de la colonización. Todas las iglesias se pidieron perdón mutuamente por las veces en que se dejaron entretener por la ceguera de la competencia y la descalificación. En ese momento, Miguel siente de pedir perdón también por las faltas prodigadas desde la Iglesia Católica y se abraza con el pastor más cercano.
Al momento de orar por cada uno de los pastores quien ministraba el momento advierte en Miguel una gran avidez espiritual y entonces le ora con más insistencia hasta que le pregunta “¿Quién sos?”. Como repitiéndose la escena de la Iglesia Rey de reyes, Miguel responde: “Soy Miguel, sacerdote católico”. Al punto, aquel pastor redobla su intercesión en la imposición de manos y nuestro amigo siente que voló por los aires y cayó como muerto.
Quedó profundamente impactado cuando participó en una reunión de oración exclusivamente para pastores. Le llamó la atención cómo postrándose por tierra clamaban con lágrimas al Espíritu Santo que no se apartase de ellos. Para quien tiene el orden sagrado como un sacramento, por el cual siempre es eficaz la acción del Espíritu muy a pesar del ordenado, ver a esos pastores clamar al Espíritu que no les deje fue, sin duda, una lección de humildad.
Parece que seguidamente había otra reunión en el estadio que contaría con la presencia de la acreditada profetiza Cindy Jacob. La reunión era sobre el tema de oración de liberación. A un momento de la intercesión la profetiza comienza a caminar entre la asamblea para oír el discernimiento de espíritus. Insistía en que faltaba discernir todavía algo más. Al pasar cerca de Miguel, él se atreve a decir “Anticristo”. Ella se detiene y por traductor le pregunta “¿Quién sos?”. “Soy Miguel, sacerdote católico”, responde el padre espiritual. A ese punto la profetiza comienza a dar acción de gracias y alabanzas a Dios porque el Espíritu le había revelado en oración que en un sacerdote católico iba a participar del evento. Luego oró por él.
Cuenta también Miguel que en aquellos días conoció y se hizo amigo del pastor Omar Olier, quien tiene a su cargo la Iglesia Evangélica más numerosa en la Ciudad y cómo lo invitó a participar de alguno de sus cultos para luego hablar de las cosas del Señor.
Al escuchar todas estas cosas yo no salía de mi asombro. Parecía todo tan exquisitamente programado que no daba lugar a dudas de que Dios nos estaba mostrando un camino.
Luego me invitó a participar de uno de los cultos en la Iglesia del Pastor Olier. No fue difícil aceptar después de haber oído su testimonio. Tenía muchos deseos y un gran temor de entrar en una iglesia evangélica: nunca lo había hecho en mi vida.
Nos acomodamos en unas butacas a la mitad de la sala. A Miguel se lo veía muy a gusto, levantando las manos y moviéndose al ritmo de las canciones. Yo estaba tieso y me dolía el estómago de lo repugnante que me parecía ese espectáculo. ¡Imagínense! Hasta ese momento yo era el liturgo del Seminario Mayor: toda celebración diocesana descansaba sobre mis espaldas pues con los años me había ganado la confianza de mis formadores y mi estilo era del tipo folklore y popular. En mi mente no había lugar para cantos así en una liturgia, pues contradecía todos los principios culturales y religiosos que había aprendido y que había enseñado. Recuerdo todavía que hacía unos años atrás me habían invitado a ver a un grupo de música de los focolarinos llamado “Gen Rosso”. Pude encontrar defecto de cada cosa que ellos hicieron. Y ahora me encontraba allí, lleno de curiosidad, esperando que sucediera algo en mi vida.
Cuando por fin terminó el interminable repertorio musical llegó el momento de la Palabra. El Pastor predicó muy bien y me gustó mucho. Con esto se equilibraron mis ánimos y encontré la buena predisposición. Al momento en que el Pastor invitó a recibir la gracia que Dios había preparado para ese día Miguel me aconsejó pasar. Me impusieron las manos y pude reconocer que el Espíritu Santo me había visitado. Me sentía lleno de su Presencia. Y finalmente reconocí en el acto: “también en la Iglesia Evangélica está el Espíritu Santo” y me puse de rodillas para adorar a Dios. (En mi caso, reconozco que el Bautismo en el Espíritu lo he recibido en un grupo de oración de espiritualidad mariana y teresiana que frecuentaba cuando era adolescente. Allí tuve una fuerte experiencia de comunidad, recibí mucha sanación y aprendí sobre el ejercicio de los dones pentecostales.)
De las pocas horas que faltaban para regresarme tuvimos momentos intensos de oración en el departamento. También me hizo escuchar completo el primer cassette que había diseñado entre prédicas y cantos de alabanza para establecer un “discipulado” en la vida de la parroquia. Me nombró las personas, para mí todavía desconocidas, con quienes formaría el Consejo Pastoral y algunos otros detalles organizativos.
Recuerdo que durante un almuerzo hablábamos sobre el tema de los carismas del Espíritu Santo. Él había descubierto su importancia pero no tenía idea de cómo se ejercían ni cómo eran sus manifestaciones. Le dio una gran alegría saber que yo sí sabía sobre el tema porque durante mi adolescencia había participado de un grupo de oración donde se ejercían los carismas del Espíritu Santo y allí mismo recibí algunos de ellos. Con esto él comprendió finalmente que era una confirmación más de parte del Señor de que yo estaba en el lugar y tiempo justos para acompañarlo a él a implementar esta experiencia en la comunidad parroquial.
¡ESTOY ABURRIDO, SEÑOR!
A mitad de febrero del 97 me instalé en el primer piso, lo que era antiguamente parte de la casa parroquial. Es un pequeño departamento que tiene todo para alguien que viva sólo, aunque un poco estrecho. En el Seminario Mayor acostumbrábamos cambiar de habitación con cierta frecuencia y sentía esta mudanza como una más de esas. La diferencia la hacía que en este caso abría nuevas expectativas el hecho de comenzar a vivenciar desde dentro la vida de una Comunidad cristiana bien concreta. Para mí, además, el lugar donde siempre había querido estar.
Pero estábamos en pleno verano. Los grupos no se reunían. Los curas estaban también de vacaciones. No había demasiada gente que conocer y nada qué hacer. Miguel no me había asignado todavía tareas, más que tocar la guitarra en la misa vespertina del domingo.
Desde lo hondo del alma clamé al Señor y le dije: “¡Estoy aburrido, Señor!”. Era un día sábado por la mañana. A los pocos minutos nomás viene a buscarme Cotty, uno de los líderes de jóvenes. Me dice que tengo que ir hacia la puerta porque había un grupo de personas que necesitaban ayuda. Hace también un gesto como desconcertado: no sabía explicarme bien qué tenía esa gente. Casi detrás de él me dispongo a ir al encuentro de ellos cuando, de repente, nos vemos frente a frente en el descanso de la escalera: eran dos personas adultas sujetando con fuerza a una joven. Apenas los vi, los pelos de la nuca se me encresparon. La mirada de esa joven se clavó en mi pecho, en el cual llevaba mi cruz. Y lanzó un quejido diciendo que no iba a continuar caminando porque le hacía sentir mal lo que yo llevaba en el pecho. Me hice a un costado entonces para hacer que continúen caminando (ellos no sabían que pasarían por ese camino, directo al Templo). Me aparté hasta estar seguro que ya habían llegado al Templo. Con un fuerte grito se confirmó lo que esperaba. Avanzo hacia el lugar sagrado y veo cómo las personas adultas arrastraban a la joven hacia el presbiterio del altar. Al punto le digo a uno de ellos que se siente sobre las rodillas de la joven. La otra acompañante le sujetaba un brazo y yo el otro. Cotty observaba tímidamente desde lejos. Entonces, dirigiéndome enérgicamente hacia la joven increpé al espíritu impuro diciéndole: “En el Nombre de Jesús, te ordeno que salgas de ella”. Y dando un fuerte grito el espíritu inmundo salió. La joven se orinó encima. Después de esas manifestaciones de liberación todos sentimos como una gran paz que nos invadía. Al rato, cuando ella hubo recuperado un poco el aliento se incorporaron y después de exhortarlos con instrucciones sobre la importancia de estar en comunión con Dios, se fueron.
Me quedó en la boca un sabor a victoria. Muy satisfecho le dije al Señor: “¡Parece que esto no va a ser para nada aburrido!”.
CAMBIO DE GENERACIÓN
El año 1997 era precisamente el 40° aniversario de la Parroquia. En efecto, había sido creada por decreto de Monseñor Plaza, arzobispo de La Plata, el 8 de diciembre de 1957. En el transcurso de aquel mismo año los padres redentoristas Raúl Campos e Inocencio Jacobellis (éste último fue uno de los precursores de la Renovación Carismática en EEUU y Centroamérica) habían plantado una carpa misionera en la esquina de la actual Avenida 14 y 136. Como fruto final de La Misión los padres redentoristas designaron a un grupo de personas para formar la comisión pro-templo y así generaron la Comunidad, que estaba ligada todavía a la Parroquia Sagrada Familia. La Misión había durado dos semanas y durante esos días celebraban misa a diario, hacían bautismos, pasaban films a los niños y daban charlas a la gente. No faltaron hasta actividades ecuménicas como ir a almorzar a la casa del pastor pentecostal del barrio.
Como es sabido, el método evangelizador y el contacto ecuménico eran una verdadera novedad para la época, todo un adelanto a las indicaciones del Concilio Vaticano II que comenzó seis años después. La “vanguardia profética” sellaron la genética y el destino de la Comunidad desde sus inicios. Por ejemplo: en la semana inaugural del templo, en noviembre de 1965, apenas habiéndose terminado el Concilio, formó parte del programa de festejos una celebración ecuménica e interreligiosa; y tres años después, un acontecimiento que muchos recuerdan aún es la inauguración de la “Misa ago-gó” del 22 de noviembre de 1968 y que fue una verdadera revolución: cuentan que venían hasta medios televisivos del exterior a filmar el evento, pues por primera vez se oía que la batería formara parte del ministerio de música en la liturgia. Mucho antes incluso que en la mismísima Iglesia Evangélica.
Ese año de 1997 estaba marcado entonces con dos grandes signos: el 40° aniversario de la Comunidad parroquial y también por el comienzo del trienio preparatorio para el Jubileo del año 2000. El tema preparatorio del año era “Jesucristo Salvador” y había que poner el acento en el tema del seguimiento de Cristo y en la consciencia de ser bautizados. Por lo cual el kairós de Dios para la Comunidad pasaba por hacer memoria de su fundación honrando a sus fundadores por un lado y, por el otro, abrirse a las novedades del Espíritu.
Fue en ese mismo año de memoria y de reconocimiento que muere el primer párroco, Padre Roberto La Rocca y que los jóvenes de la Comunidad hacen un gran esfuerzo por honrar en una gran fiesta a cada uno de los precursores vivos y difuntos. La generación nueva estaba agradecida con la anterior y le tributaba los honores merecidos.
Sabemos que en la Biblia el número 40 corresponde, entre otras cosas, al cambio de generación. Este cuarenta aniversario no era simplemente “recordatorio” agradecido de los tiempos fundacionales: el Espíritu Santo estaba haciendo germinar algo nuevo. Un kairós estaba atravesando la vida de todos nosotros y Dios mismo estaba interviniendo con poder.
LOS LUNES DE ALABANZA Y ADORACIÓN
Al momento de comenzar a implementar pastoralmente la experiencia espiritual que estábamos teniendo, nos dimos cuenta de que era necesario enseñarle a la gente a alabar al Señor de un modo renovado. Bajo ningún punto de vista pueda afirmarse que antes de esta experiencia nuestro Señor no haya sido alabado y adorado en nuestra Comunidad. Semejante postura rayaría la blasfemia contra el Espíritu Santo. La diferencia consistía en brindar la posibilidad de incrementar con un modo nuevo la alabanza de nuestro buen Dios. El estilo de alabanza litúrgica no puede agotar el modo de alabar a Dios pues para los cristianos la vida misma debe ser un acto de culto a Dios.
A nivel celebrativo, la liturgia enseña y ejerce un estilo de alabanza y de adoración que no son excluyentes de otros estilos de piedad. La alabanza espontánea tiene también sus virtudes y no por eso anula las de la liturgia de las Horas o de la Santa Misa; de igual modo, la adoración “apofática” no contradice a la adoración eucarística, antes bien la incentiva y la incrementa. La adoración apofática, según la denomina la antigua mística, es una especie de devoción que tiene como fundamento la numinosidad de la Presencia de Dios que lleva sobrenaturalmente a prostrernarse frente a la experiencia de la Gloria de Dios, que se muestra por Gracia de modo luminoso en su Majestad.
Para tener un punto de partida en la implementación de la alabanza espontánea, recuerdo que quisimos indagar en las otras dos comunidades que tenían una experiencia semejante, San Martín de Tours y Santa María, el modo de llevarla a la práctica. Para empezar, discernimos junto con Miguel que no era conveniente aplicar la novedad en las mismas misas de fin de semana, tal como lo hacían aquellas. Esto era porque temíamos que la gente se sintiera incómoda y hasta violentada de abrazar nuevas formas de piedad. La aplicación de la experiencia espiritual debía ser ante todo de libre adhesión, progresiva, respetuosa y en comunión.
Para comenzar, Miguel tuvo la idea de convocar al grupo “San Pantaleón” a que nos introdujera en la pedagogía de esta nueva forma de alabanza al Señor. En efecto, este ministerio carismático liderado por el P. Fernando Peretti, tiene como metodología pastoral ofrecer “novenas por los enfermos”: inician con una alabanza comunitaria, siguen con alguna catequesis y luego con oración o celebración de sacramentos”. El ministerio carismático aceptó la invitación y comenzaron por nueve lunes (alrededor de mes de mayo) a ejercer sus dones en nuestra Comunidad. El Consejo Pastoral debía asumir como propias todas las actividades de los lunes. Yo todavía cursaba mis últimos estudios de teología, por lo cual, prácticamente no asistí a dicha novena. Pero por mi parte clamé al Señor: “Señor, enséname a alabarte porque no sé hacerlo”.
El desarrollo de la novena por los enfermos fue exitosa. Cientos de personas, el templo desbordando gente, vio manifestaciones poderosas del Espíritu Santo. El propósito principal de la convocatoria se había logrado: resonaron en nuestra Comunidad un nuevo estilo de piedad que traía nuevas promesas de Dios.
Como fruto de este Kairós del Espíritu Santo, los responsables del flamante Ministerio del Discipulado, el matrimonio González, sintieron la moción de continuar con esta misma obra y fue así que, el lunes 23 de julio, se lanzaron a ministrar el espacio de Alabanza y Adoración que tantos frutos ha dado y sigue dando a la Comunidad. Con el beneplácito de nuestro Obispo Novak, ese espacio sería además un espacio ecuménico en el cual pudiéramos invitar a nuestros hermanos evangélicos a sentirse “como en casa” alabando Dios, nuestro Señor.
Era el “año preparatorio del Jubileo del Año 2000” dedicado a Jesucristo Salvador. Nuestra mirada debía dirigirse especialmente a este gran misterio de nuestra fe. Como regalos del Espíritu iban suscitándose nuevos ministerios como el de la “Alabanza y Adoración y el Discipulado”, a la vez que cobraba nuevo vigor la pastoral bautismal, según las sugerencias de la carta apostólica del Sumo Pontífice. De este modo, con renovada piedad estábamos invitados por Dios a renovar nuestra condición bautismal, a fortalecer nuestro seguimiento de Cristo y a ser adoradores en Espíritu y Verdad.
DANDO A LUZ LOS MINISTERIOS
Mientras se iban gestando y dando a luz los nuevos ministerios mencionados el P. Miguel me pidió que organizara dos ministerios completamente dispersos: el de la Pastoral de la Salud y el de Música.
Si bien existían ministros de la comunión que llevaban la sagrada Eucaristía a los enfermos y ayudaban a distribuirla en la Liturgia, les faltaba organizarse como un solo cuerpo, como una Pastoral en sí misma dentro de la Comunidad. Fue así que averiguando sobre la idoneidad de algunos miembros los convocamos para ejercer tan delicado ministerio reuniéndoles con los que ya estaban. En poco tiempo, pudimos organizarnos con un apostolado más formado y con una espiritualidad más definida.
Yo era acólito en aquel tiempo y recuerdo intensamente cómo una vez tuve que llevarle la comunión a un niño del Colegio Estrada, Nicolás Favatella, que estaba internado en un Hospital de La Plata con leucemia. Recuerdo que de camino al Hospital imploré al Señor que no fuese yo quien visitara al niño sino más bien él. Jesús escuchó mi plegaria. Cuando me acerqué al lecho de Nicolás se encontraba él entubado por todas partes y exponía toda la piel llagada y lastimada. Lo tomé de la mano con mucho cariño y mantuve una breve conversación con él. Sentía en lo profundo de mi corazón que lo conocía desde siempre. Sentía además que lo amaba inmensamente. Lo miraba con muchísima ternura y le hablaba con suavidad. Comenzamos a orar. Le regalé mi crucifijo, el cual tomó en su mano y nunca soltó hasta el día en que voló al Cielo. Se durmió apaciblemente... Cuando regresé me sentía cada vez más angustiado por lo que había visto pero sólo pensar en lo que había vivido durante la visita me daba mucho consuelo: Jesús lo había confortado a través mío.
Respecto del Ministerio de Música, me encargué de reunirme durante todo el año con ocho músicos y cantores. Les enseñé todos los principios que había aprendido. Les proveí del material textual y musical que necesitaron y les acompañe cuánto pude en introducirse a la experiencia de ser ministros de Dios para la Liturgia. Por mi parte, desde que había llegado a la Parroquia me tocaba hacerme cargo de la animación de la liturgia de la Misa vespertina del domingo. Ésta era un verdadero desierto: asamblea dispersa, desafinada, sin ministerios, con muy poca gente. Era un espacio completamente virgen para aplicar lo antiguo y lo nuevo.
En la Misa de la mañana del domingo, junto con la Familia Peloso, innovábamos con los cantos litúrgicos para la “Misa con Niños” del Padre Néstor Gallego y resultó convertirse en una gran fiesta de la catequesis familiar. En cambio, la Misa vespertina del sábado, con cierta presencia juvenil, nos hacía sufrir mucho el hecho de no poder implementar seriedad y protagonismo de parte de los jóvenes.
Gocé mucho también tener la oportunidad de convocar a los niños para formar el coro “Cantorcitos de Santa Cecilia”. Cantamos los villancicos para la Navidad y, como ya se anunciaba la Misión del ’98, salimos con un micro a cantarlos por las calles de la ciudad.
MIAMI (1ª Parte)
En el mes de julio Miguel había decidido hacer su primer viaje a Miami. Se informó bien y quiso hacer una experiencia en la Escuela de Evangelización que dirigen los Siervos de Cristo Vivo. Dicha Comunidad fue fundada por el Padre Emiliano Tardiff, un sacerdote de la “Congregación de los Sagrados Corazones” residente en República Dominicana y de gran renombre dentro de los ámbitos de la Renovación Carismática Católica en el mundo entero: de hecho fue uno de sus pioneros más reconocidos. Junto a Miguel viajaron también algunos otros sacerdotes de nuestra diócesis que suscriben al Pentecostalismo Católico.
Dicha Escuela de Evangelización presenta un programa de formación de evangelizadores, especialmente destinado a los laicos. Tiene dinámicas muy conformes a la idiosincrasia latina y su curso estival dura una semana y reúne a gente hispana de distintas partes de Latinoamérica y de los Estados Unidos.
Es en este ámbito en donde Miguel tiene sus primeros contactos con el Plan Pastoral del KEKAKO, que dos años más tarde aplicaría a su Parroquia.
Durante una de las noches de la Escuela Internacional de Evangelización una mujer pidió la asistencia espiritual para su esposo moribundo. De entre los sacerdotes participantes en la Escuela sólo Miguel estaba disponible en esa noche. Él no tenía idea de hacia dónde se dirigía, más que conocer que llevaba el sacramento de la unción de los enfermos a un moribundo. Resultó ser que ese moribundo era el Sr. Jorge Mascanossa, jefe político de la oposición al dictador cubano Fidel Castro. Hacía muy poco que esta familia había conocido a Jesús y tenían toda la pasión típica de los neófitos.
Mientras oraban suena el teléfono... Misteriosamente quien había llamado pide hablar con el sacerdote que había llegado. Miguel estaba sorprendido porque nadie que conociera sabía que estaba en esa casa pues ni él mismo sabía hacia donde se dirigía. Su interlocutor se presenta como Fray Pablo María, monje trapense. Sin más presentaciones, le profetiza que había recibido el bautismo en el Espíritu no en la Iglesia Católica, justamente porque Dios tenía un propósito de usarlo grandemente para la Obra de la Unidad de los Cristianos. Miguel no salía de su perplejidad sobre todo cuando aquel monje profeta toca su corazón con detalles de su vida tan particularísimos: le dice que en el Cielo hay alguien que intercede especialmente por él y que era Santa Teresita del Niño Jesús...
(En efecto, cuenta Miguel que sus padres, antes de conocerse, cada uno se había encomendado a las oraciones de aquella santita con el propósito que Ella desde el Cielo intercediera para encontrar al cónyuge apropiado con quien compartir la vida. Ambos se revelaron esta encomienda obviamente después de haberse conocido y además, el hijo único, Miguel Ángel, les nació un 30 de setiembre, antigua fecha litúrgica de aquella santita).
Con este signo prodigioso el Espíritu Santo le estaba confirmando directamente todas las promesas de bendición que aquel monje profeta estaba declarando sobre su vida y su ministerio.
PEDIDO DENEGADO
Mientras Miguel volvía de Miami lleno de asombro, esperanza y también de temores, yo me estaba preparando para terminar de cursar mis estudios.
Como en el mes de diciembre entraríamos en estado de misión, se me ocurrió que, tal vez, el obispo quisiera ordenarme diácono en la Parroquia para la fiesta de la Virgen de Guadalupe, el 12 de diciembre. Con esto estaría adelantando sólo tres meses la fecha de mi ordenación diaconal y estaríamos motivando a la Comunidad par la misión. No sólo Miguel sino también más de un padre carismático que conocíamos me aseguraban y hasta me profetizaban que el obispo iba a consentir mi pedido.
Sin embargo, el obispo Novak leyó mi carta y me dijo que, después de haberlo orado, no le parecía adecuado. Cuando me entrevisté con él me preguntó si lo odiaba por ello, a lo cual le dije que no pues confiaba plenamente en él y, sobre todo, porque la decisión procedía de su oración y me esto me daba paz.
CAPÍTULO III: 1998
EL AÑO DEL ESPÍRITU SANTO
Nos acercábamos al Gran Jubileo del Año 2000. El ’98 estaba previsto como un año de contemplación de la Persona y el rol del Espíritu Santo en la Historia de la Salvación y en la Vida de la Iglesia.
Para este año en particular Miguel tuvo la moción del Espíritu de organizar una Gran Misión que llevara el anuncio de Jesús muerto y resucitado a cada casa de nuestro territorio parroquial. Así organizamos dicha misión en tres etapas de dos meses cada una en la cual los misioneros recibirían una instrucción, un subsidio, mandato de bendecir las casas, mapa, cuaderno donde anotar datos, etc.
Si bien no fueron muchos los que se presentaron para realizar la tarea, unos veinte y tantos, la Misión se realizó a lo largo de todo el año con frutos maravillosos de evangelización y culminó con una solemne liturgia en la calle contigua al Templo parroquial donde se administraron cientos de sacramentos (confirmaciones, primeras comuniones, bautismos y hasta casamientos). La santa misa fue presidida por el Obispo Novak. Él estaba particularmente contento y anunció públicamente que la Gran Misión era un verdadero ejemplo de evangelización para toda la diócesis de Quilmes.
El júbilo que sentimos ese día de clausura de la Misión fue indecible... Más todavía cuando al terminar la misa anunciamos públicamente la creación del Ministerio de Evangelización y presentamos al Padre Obispo a sus responsables: el matrimonio Finocci.
MIAMI (2ª parte)
Si bien durante todo el año nos regocijábamos con los frutos de la Misión, en el círculo íntimo de los colaboradores de Miguel estábamos muy preocupados por su salud: sucedió que para él no era tan sencillo interiormente dar todos estos pasos de fe; todo su ministerio corría el riesgo de ser completamente transformado y aún sentía la resistencia propia y la incomprensión de algunas personas allegadas a él dentro de la Comunidad. Su salud empeoraba y su médico le aconsejó tomar un tiempo de distancia de su trabajo habitual.
Decidió entonces viajar nuevamente a Miami, dejándome a cargo de la Parroquia puesto que yo ya había sido ordenado diácono el 20 de marzo anterior.
Mientras estaba en Miami, en la capilla de la Casa de Evangelización de los Siervos de Cristo Vivo, en oración frente al Santísimo Sacramento Miguel le preguntaba cómo llevar adelante esta nueva experiencia. Le preguntaba si su Voluntad era formar grupos de oración de la Renovación Carismática. Jesús le dijo claramente que no... Jesús quería toda la Comunidad transformada en el poder del Espíritu Santo. En su interior todavía le preguntaba “cómo lo iba a hacer...”
En ese preciso momento ocurre algo prodigioso. Mandar a buscar a Miguel porque un niño que venía con sus padres desde Corrientes tenía un mensaje para él. En efecto, ocurría en aquel entonces que un grupo de niños en una escuela salesiana de Corrientes tenían mociones y alocuciones de la Santísima Virgen María y Ella, de tanto en tanto, les asignaba algunas tareas. Este viaje era una de esas y el niño debía comunicarle “a un sacerdote argentino que se encontraba en Miami” tal mensaje. Los padres del niño no sabían de qué mensaje se trataba y acostumbraban a consentir las tareas que le asignaba la Virgen. Tampoco sabían a quién se tenían que dirigir ni nunca antes habían ido a Miami. Al bajar en el Aeropuerto y preguntar dónde habría una sacerdote argentino los mirarían ciertamente con extrañeza. No sabemos cómo pero esos correntinos llegaron a la Casa de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo en el día y en la hora señalada desde el Cielo para darle a Padre Miguel el mensaje de la Santísima Virgen María que diera respuesta a la pregunta que embargaba su corazón.
Los padres del niño se adelantaron a pedirle disculpas a Miguel de lo que éste pudiera comunicarle y le contaron brevemente quiénes eran y porqué estaban allí. Por supuesto, Miguel estaba perplejo y se puso de rodillas delante del niño y le pidió que orara por él. El niño le impuso las manos y le comunicó el mensaje: “Dice nuestra Madre que no se preocupe de cómo lo va a hacer, que ÉL lo va hacer...”
NEW YORK
El Padre Adolfo, que también había viajado a Miami para hacer la experiencia de la Escuela Internacional, había invitado a Miguel a acompañarlo a New York para visitar a sus amigos del Centro Carismático de esa ciudad. Invitaron a P. Miguel a presidir una de las Eucaristías y resultó de excepcional manifestación del poder del Espíritu Santo.
También hizo contacto con una pastor del “Ejército de Salvación”, quien lo invitó a enseñar a los discípulos más íntimos sobre el tema de la adoración.
¡VEN, ESPÍRITU SANTO!
Era para el 18 de setiembre cuando estaba prevista en el calendario diocesano la realización de las ordenaciones presbiterales de los diáconos del Seminario. Sin embargo, por algún motivo particular el Obispo Novak postergó por una semana la fecha de la celebración. Resultó así que se anunciara para el 25 de setiembre, fecha significativa para mí pues correspondía a los quince años de la aparición de la Santísima Virgen María en San Nicolás, devoción que me acompañó en mis primeros pasos vocacionales.
Quise vivir con mucha piedad el momento de mi ordenación. Aún en el Seminario viví siempre intensamente cada paso de entrega que la Iglesia me proponía: “la admisión”, en la cual la Iglesia me ha aceptado como candidato al ministerio ordenado y el Obispo bendecía mi propósito de unirme más estrechamente a Jesús; el “lectorado”, en el cual la Iglesia me invitaba a acercarme más al Pan de la Palabra y a proclamarla en la asamblea; el “acolitado”, en el cual la Iglesia me confiaba la distribución de la Eucaristía y me exhortaba a unirme aún más a Jesús, Pan de Vida; Finalmente la ordenación diaconal, en la cual la Iglesia y oraba por mí para que me identificara con Jesús Servidor.
Era el mes de setiembre, en las horas tan anheladas durante ocho años de formación y otros tantos de búsqueda...
Para prepararme más intensamente pensé en tomarme los tres días previos a la ordenación como retiro espiritual. Me acogieron las hermanas del Instituto Bienaventurada Virgen María, en Plátanos. Allí me visitaron cada día un sacerdote y una religiosa de allí me daba algunos puntos de meditación.
Finalmente el día llegó.
Miguel me llevaba en su auto hacia la Iglesia Catedral. Una inmensa asamblea se había reunido para celebrar la ordenación de tres nuevos pastores. Mucha gente de la Parroquia San José y Santa Cecilia, de otras parroquias adonde había estado previamente, familiares, amigos y hasta alumnos me acompañaron en esta Hora decisiva de mi vida.
La Santa Misa comenzó cantando lo que rezaba el lema de nuestra ordenación “¡Ven, Espíritu Santo!”. Cada diácono con su familia esperaba ser llamado por su nombre para sentarse cerca del Obispo en el presbiterio del altar mayor. Llegó mi turno y respondí: “¡Presente!”. Luego de la liturgia de la Palabra proseguimos con el interrogatorio, los propósitos, la letanía de los santos y la oración consecratoria. Continuando con el rito los dos obispos presentes nos impusieron sus manos y luego, uno a uno, repitieron el mismo gesto cada sacerdote con celebrante. NUNCA HABÍA EXPERIMENTADO EN TODA MI VIDA TAL LLENURA DEL ESPÍRITU SANTO, al punto que me sentía explotar!!!!
El júbilo llenó mi corazón y comenzó la fiesta...
CAPÍTULO IV: 1999
EL PLAN KEKAKO
A comienzos del año 99 P. Miguel presentó al Consejo Pastoral un proyecto pastoral del que nunca antes habíamos oído. Lo había traído desde Miami y estaba convencido de que nos ayudaría como Comunidad a tener una visión estratégica para la evangelización. Se llamaba KeKaKo porque sumaba las siglas KE, de kerygma, KA, de karisma y KO, de Koinonía. Para simplificar el esquema de esta visión estratégica, que no es más que un ícono de “Hechos de los Apóstoles”, Miguel nos diseñó a cada uno un pequeño librillo que explicaba su contenido:
1) KERYGMA, es el núcleo fundamental de nuestra fe: creemos que Jesús murió por nuestros pecados, conforme a la Escritura y que resucitó al tercer día. De este núcleo se desprenden la fe pascual, el conocimiento de la Escritura y el valor del testimonio. Cada pastoral de la Parroquia debía iluminarse desde estos principios.
2) KARISMA, es cada don del Espíritu Santo puesto al servicio de la Iglesia reconociendo no sólo los más comunes sino especialmente aquellos que derivan de la experiencia pentecostal (lenguas, profecía, sabiduría, sanación, etc). Desde esta perspectiva necesitaríamos tener una comunión más personal con el Espíritu Santo, dador de dones. Entendíamos además que todos los dones que Él quisiera suscitar estarían ordenados al llamado particular que Jesús había a nuestra Comunidad: el de la adoración.
3) KOINONÍA es la dimensión de la comunión fraterna y el amor a la Iglesia. Suponía una constante conversión para orientarnos hacia la caridad, sin la cual nada somos. Para vivirla necesitaríamos ser formados en las actitudes de respeto, entrega, sacrificio, obediencia, humildad, delicadeza, acogida del otro.
Unánimemente, el Consejo Pastoral acogió la propuesta del Plan KEKAKO.
Con todos los hermanos damos gloria a Dios por los frutos que hasta hoy ha producido en nuestra Comunidad este bendito Plan Pastoral diseñado por un iluminado laico mexicano, el señor Pepe Prado Flores.
Cabe mencionar que fue en el transcurso de este mismo año que el Papa Juan Pablo II publica su exhortación pastoral para la Iglesia en América (Ecclesia in America), en donde destacadamente pone el acento en el ENCUENTRO CON CRISTO VIVO como punto de partida para la Evangelización en nuestro continente.
Sin duda, un plan pastoral tan simple y una espiritualidad sólida nos ayudarían a propiciar tal encuentro con Cristo vivo.
LA MUERTE DEL PREDICADOR
A pesar de que esta espiritualidad pentecostal prometía grandes cosas a nivel pastoral y había sido la respuesta de Dios para sacarme del hastío en el que me encontraba en el año ’96, en el fondo de mi corazón había un gran dilema. Era muy probable que en poco tiempo más el Obispo me cambiara de Parroquia. Mi actitud hasta ese momento había sido la de “acompañar” a Miguel en aplicar la experiencia pastoral pero no parecía estar convencido yo mismo de que esta espiritualidad fuera para mí, para que impregnase todo mi ministerio. La duda me atormentaba sobre todo porque algunos presbíteros significativos para mí (amigos, formadores y profesores) comenzaron a murmurar contra mí, a prejuzgarme y hacerme de lado, cosa que realmente me ha dolido mucho.
Para tomarme un tiempo de meditación y aún sintiendo una gran necesidad de sanación interior decidí participar en el retiro espiritual que organizaba la Renovación Carismática en Córdoba: un retiro para sacerdotes que contaría con la presencia del renombrado predicador internacional, Padre Emiliano Tardiff.
Llegué temprano ese lunes a la casa de retiros en San Antonio de Arredondo, Córdoba. Llevé conmigo algunos libros de meditación y comencé con uno en particular: uno del Cardenal Martini (uno de mis autores espirituales favoritos) que trataba sobre meditaciones versadas sobre algunos personajes bíblicos. Recuerdo que esa noche leí aquella que profundizaba sobre Jacob. La reflexión concluía que este personaje bíblico tenía la valiosa capacidad de descubrir la “coordenadas invisibles dentro de las coordenadas visibles”. Absorto en este pensamiento, me dormí...
Al día siguiente, los servidores del retiro nos indicaban el camino del gran salón adonde el Padre Tardiff daría su prédica después de que rezáramos la oración de la mañana. Después de hacerla, tuve necesidad de ir al baño pero no me dejaron. Pregunté a qué se debía semejante determinación y me respondieron que el Padre Asesor tenía que dirigirnos un mensaje y que era sumamente importante estar presente. En efecto, el sacerdote que acompañaba la organización del retiro nos comunicaba a los 236 sacerdotes presentes que el Padre Emiliano Tardiff, uno de los precursores del Pentecostalismo Católico en el mundo entero y gran predicador dotado de carismas de profecía y sanación, había muerto.
Perplejo de la novedad, yo no dejaba de preguntarme cuáles serían las “coordenadas invisibles” en semejantes coordenadas visibles...
El retiro espiritual continuó. Pocas horas después habían preparado el féretro y lo habían expuesto frente a nosotros en otra sala en la cual se continuaban dando las prédicas. El diácono Guzmán, quien acompañó al Padre Tardiff en este viaje, tomó la posta y continuó con el ministerio de la Palabra. La atmósfera espiritual era impresionante: una gran unción del Espíritu Santo estaba allí presente, como si se hubiese quebrantado una preciosa vasija para que exhalara su fragancia.
Consternado con este signo elocuente de Dios le pregunté a una de las mujeres que servían en el retiro sobre qué le parecía que Dios le estaba comunicando a los sacerdotes de Argentina. Convencida me contestó: “Que tomen el arado y se la jueguen como lo hizo este hombre que murió predicando”. Evidentemente el predicador aún después de muerto continuaba predicándonos...
Pude contemplar también a los “grandes popes” de la Renovación Carismática en Argentina que estaban presentes en el retiro: ellos fueron incomprendidos, juzgados, silenciados y apartados; sin embargo no temieron y creyeron en las promesas de Dios y, si sembraron con lágrimas, ahora estaban cosechando entre canciones (prueba de ello éramos los más de doscientos sacerdotes de todo el país allí presentes y pensaba en las multitudes que estaban detrás nuestro).
Al terminar el retiro, uno de los curas gritó a los demás: “Hacen falta más Emiliano Tardiff en la Argentina ¿Alguien quiere ir a predicar?”. Algunos dijimos con mucho entusiasmo que sí. Por mi parte, si tenía algún temor en abrazar esta espiritualidad y dejar que afectara para toda la vida mi ministerio, saliendo de este retiro quedó absolutamente disipado. Regresé decidido en servir a la Iglesia según el modo en que Dios lo había pensado para mí.
Apenas llegué a la Parroquia tuve que suplir a Miguel en la misa del primer viernes de mes, “misa carismática”, y para confirmar mi decisión el Espíritu Santo obró prodigios de sanación que fueron confirmados de modo bien patente.
VENDRÁN DE LAS COSTAS DEL SUR
Mientras tanto la vida espiritual que fluía de los “Lunes de Alabanza y Adoración” iba en aumento: en efecto, desde sus comienzos hacía dos años la cantidad de gente que participaba era muy poca aunque el Espíritu Santo nos iba formando en la escucha de su Voluntad y aprendíamos a colaborar cada vez más con Él. Con las manifestaciones carismáticas que el Señor suministraba se iban, paso a paso, formando los ministerios que actualmente sirven de modo habitual: servicios, intercesión, evangelización y Alabanza.
Fue particularmente significativa una Palabra del Señor que recibimos al modo profético: “Vendrán desde lejos, desde las costas del Sur”. Quedamos desconcertados con esta profecía que inmediatamente se cumplió pues llegaron en combis mucha gente venida de La Plata (costa del sur). La asamblea se vio numéricamente multiplicada y eso llamó la atención al resto de la Comunidad que contemplaba expectante los pasos de su nuevo pulmón evangelizador: “La alabanza de los lunes”.
Con la gente de las costas del sur llegó una Palabra Profética que nos ayudaría a entender la identidad de la llamada especialísima de la cual Jesús nos había hecho objeto. Esa Profecía declaraba que nuestra Comunidad tenía el “carisma de la Presencia”, es decir, que las personas que se acercaran a nuestras asambleas harían una experiencia especial de la Presencia de Dios. Los frutos de todos estos años han confirmado esta Profecía. Aquí está el texto completo de la Profecía:
CONSAGRADOS A MI PRESENCIA
PROFECÍA RECIBIDA EL LUNES 25 DE SETIEMBRE
EN ALABANZA Y ADORACIÓN
Dice el Señor - “Pastores: he marcado a esta iglesia, a esta comunidad parroquial, dedicándola para mi PRESENCIA...
De una manera especial esta iglesia posee la riqueza de mi PRESENCIA...
Existen otras iglesias haciendo una tremenda obra para el Reino de Dios:
algunas especialmente poseen la riqueza de la Palabra,
otras son especialmente ricas en fe, otras especialmente ricas en obras.
Esta Iglesia no es mejor, es diferente...
He colocado mi mano - dice el Señor – sobre ella;
Mi Gloria la cubre y por eso esta iglesia es especialmente rica
en ofrecer la experiencia de mi PRESENCIA...
La unción de mi Espíritu cubre y cubrirá esta Comunidad...
Vendrán hambrientos de todos lugares y mi sola PRESENCIA los confortará,
Los hará volver a mí, los sanará, los liberará,
y experimentarán la comunión con mi Espíritu Santo.
Todo en esta iglesia, en esta Comunidad parroquial, es para y por mi PRESENCIA:
Los dones, los carismas, la santidad de los pastores,
de los ministros de alabanza y adoración, de los servidores en todas las áreas...
La santidad que pido y concedo a esta Comunidad es para y por mi PRESENCIA...
Yo los hago testigos de mi PRESENCIA,
Los hago testigos de QUIEN SOY...
Yo los hago capaces, como Comunidad, llevar a las personas a mi PRESENCIA,
De conducirlas al Lugar Santísimo...
Los integrantes de esta Comunidad están llamados y poseen mi gracia
para hacerme presente donde se encuentren,
por eso mi unción está sobre ustedes.”
MÁS MINISTERIOS PARA EDIFICAR
El año 99 fue en que el Señor suscitó nuevos ministerios para edificar la vida de la Comunidad.
Con la visión del Plan Pastoral se hacía necesaria la formación de líderes que formen a otros discípulos, lo que el KEKAKO llama –parafraseando al Apóstol Pablo- “el factor multiplicador”. Recibí la inspiración, que aprobó Miguel, de crear un ministerio que formara a los egresados del Discipulado en las áreas espirituales más relevantes: oración, biblia, liturgia, moral y doctrina social de la Iglesia. En la primera partida formábamos quince líderes entre discípulos egresados y activos en ministerios. Estos revisaban su vida personal y comunitaria a la luz de esas áreas y lo compartían o conmigo o con dos hermanas, Nora y Alejandra, capacitadas con don de discernimiento. Esto resultaba particularmente novedoso pues laicas calificadas eran verdaderas “directoras espirituales” de sus hermanos.
El nacimiento del Ministerio de Jóvenes fue más dramático, verdaderos dolores de parto. Contábamos en ese entonces con un grupo de jóvenes bastante rebelde y, aunque sus responsables preparaban y daban lo mejor de sí en cada encuentro, ellos respondían con absoluto desinterés. Respecto de la nueva espiritualidad que se estaba manifestando en la vida comunitaria, curiosamente se resistían y la rechazaban con burlas y agresiones. Colmando la medida de nuestra paciencia, y entre lágrimas, decidimos desintegrar ese grupo y prohibirles que se reunieran en las instalaciones de la parroquia.
La única oportunidad que les dejábamos era una opción personal de manifestar que vendrían únicamente por Jesús -y no con otras motivaciones- para integrar lo que sería el “Ministerio de Jóvenes”: un ministerio pastoreado por jóvenes. (Cabe mencionar que todos y cada uno de aquellos jóvenes dieron su “sí” a Jesús en aquella ocasión y hoy muchos de ellos son responsables de ministerios en la Comunidad.) De allí en más este ministerio no ha dejado de dar a la Comunidad jóvenes con anhelo de santidad. Sus primeros responsables fueron Cotty, Ale y Marisel.
Los matrimonios también tuvieron su espacio cuando Miguel creó el “Ministerio de Matrimonios”, a cargo de los Marcheschi. La tarea primordial de este Ministerio fue, y aún continúa siendo, la de pastorear a los novios en su catequesis pre-matrimonial y a los esposos ofreciendo sus talleres de crecimiento con la metodología que les caracteriza.
Ese año se desdobló el Ministerio de Servicios en tres áreas: Ministerio de Liberación, Ministerio de Sanación y el de Servicios, propiamente dicho. Miguel me puso a cargo del primero que, por razones pastorales, tuve que disgregar apenas asumí como párroco en 2003. El segundo, en cambio, se integró al Ministerio de Intercesión.
CONOCER MÁS DE LA CRUZ
Se acercaba el aniversario de mi ordenación presbiteral y en mi oración personal surgió este pedido “Muéstrame más, Señor, sobre el Misterio de tu Cruz”. Ciertamente era el Espíritu quien oraba esto en mí pues yo no era consciente de las consecuencias que esto traería a mi vida y a mi ministerio.
Como parte del rito de la ordenación el Obispo dice al recién ordenado “Configura tu vida con la cruz del Señor”. Esta exhortación venía a mi memoria para este primer aniversario de mi consagración al servicio del Pueblo de Dios. Por eso la llevé a la oración de una manera gozosa y agradecida por este primer año que pasaba lleno de manifestaciones de gracia y poder del Espíritu Santo.
En poco menos de un mes esa oración pareció responderse. Tuve siempre en mi espalda muchos lunares y uno en particular creció y reventó. Para sortear las molestias fui a una dermatóloga quien no salía de su asombro, aunque no me quería manifestar su angustia (ya que eso fue lo que sintió –supe después-) e inmediatamente me envió al quirófano. Ella misma se encargó de todos los asuntos a fin de que se realizara a la brevedad. A los cuatro días entré al quirófano. Confieso que todo eso para mí era de muchísimo sufrimiento, ya que durante mi infancia mis padres recorrieron conmigo los hospitales pues desde pequeño tuve graves problemas de salud y quedó en mí un miedo respecto a todas esas cosas.
Sólo restaba esperar el resultado de la biopsia. Vino el cirujano mismo a entregármelo a Parroquia. Se mostraba angustiado. Yo tenía una gran paz. En un primer momento pensé que no podía ser cierto pero inmediatamente lo acepté: la biopsia lanzaba como resultado un melanoma, cáncer de piel, en el grado más alto y comprometido. No fue casualidad que en ese mismo día yo había visitado la librería de Ediciones Paulinas en la Capital y me había comprado el libro del Padre Raniero Cantalamessa: “Predicamos a un Cristo crucificado”, el cual me acompañó en este verdadero vía crucis personal.
Después de recibir la presentación de un coro que daba su concierto en el Templo esa tarde me dirigí hacia Miguel para contarle la novedad. Para él sería la gota que rebalsaba el vaso pues en cada día de esos tres le habían sucedido cosas trágicas: el 8 de diciembre le robaron, el 9 le chocaron su auto y ahora el 10 venía su vicario colaborador a decirle que tenía una enfermedad terminal. Después de escucharme, Miguel tomó el teléfono y llamó a un amigo médico para que le ampliara la información. Yo escuchaba por otra extensión telefónica.
El doctor le decía que la situación era gravísima y que me quedaban dos meses de vida como mucho. Me despedí de Miguel sabiendo de mi sentencia de muerte y de acuerdo en convocar de urgencia al Consejo Pastoral. Esa noche fue, tal vez, la más oscura de mi vida. Mi alma estaba llena de angustia y temor. Me pesó la soledad como nunca antes. Venían a mi mente pensamientos como: ¿Por qué tengo que morir, Señor? ¿Apenas hace un año que soy pastor y ya me voy a morir, Señor? ¿Con la carencia de sacerdotes que hay, quieres que me muera, Señor? ¿Y mi familia? ¿Cómo se lo digo?...
No pude conciliar el sueño en toda la noche. Sin embargo, por Gracia, no me faltó la fe. Siempre creí que Dios no cambiaba, que era Padre tierno y amoroso también para mí en esa situación de sentencia de muerte. Resolví aceptar la perfecta Voluntad de Dios como lo hizo Jesús en el Huerto de Getsemaní y abandonarme como Él, clamando desde lo más profundo: “Padre, aparte de mi este cáliz, pero que no se haga mi voluntad sino la tuya”. Y agregué: “Si quieres que muera consumiéndome en un lecho, te alabaré hasta el último suspiro; si quieres que sirva ¡Sáname!”. Aún si me sanara, sabía que debía pasar estudios ya tratamientos preventivos y decidí poner en práctica la exhortación del Papa Juan Pablo II “Salvifici Doloris” donde expone sobre la fuerza redentora del sufrimiento para quien está unido a Cristo Jesús.
A las pocas horas fui a entrevistarme con el Obispo Novak para ponerlo al tanto de la situación. Le dije que quería OFRECER TODOS LOS SUFRIMIENTOS Y MI VIDA POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS. A él le pareció bueno ese acto de ofrenda y también me dijo que podía pedir al Señor la sanación. Recordemos que también él pasó por circunstancias parecidas a los pocos años de ordenado obispo. Mientras regresaba de un viaje a Centroamérica contrajo el virus “Guillán Barré” que lo dejó absolutamente paralizado por varios meses y esta experiencia de quebrantamiento espiritual lo hizo nacer de nuevo.
También para mi se trataba de un nuevo nacimiento que traería muchos frutos espirituales a nivel personal y ministerial. El Misterio de la Cruz de Jesucristo se quitaba algunos velos para enseñarme secretos sobre el poder la intercesión y el poder redentor del sufrimiento, una nueva comprensión del Misterio Pascual y del “aleluya” (Sobre todo cuando me hacía nuevos estudios médicos y en los diagnósticos resultaba estar sano), una confianza en Dios absolutamente abandonada a su Voluntad, una experiencia renovada del poder del Espíritu Santo en la predicación, algunos cambios en mi temperamento y el trato con la gente (¡Qué milagro!), un amor nuevo por la Iglesia, un celo por la Unidad de los cristianos, etc. Mi vida fue un antes y un después de esta experiencia de quebrantamiento.
CAPÍTULO V: 2000
EL GRAN JUBILEO
El Papa Juan Pablo II había convocado a la Iglesia en el mundo entero a celebrar el Gran Jubileo de los dos mil años del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. Como es tradición en la vida de la Iglesia, los jubileos traen consigo impresionantes bendiciones porque es un tiempo especial de intervenciones de Dios. Este Jubileo fue acompañado con una serie de gestos, signos y encuentros multitudinarios.
Un gesto sin precedentes en la Historia de la Iglesia fue que el Papa abrió la “Puerta Santa” de la Basílica San Pablo Extramuros, en Roma, acompañado del arzobispo anglicano y de un obispo ortodoxo. En efecto, ese gesto –que simboliza la apertura de las puertas del Cielo para obtener misericordia- era privativo de los Papas; sin embargo, en esta ocasión el Santo Padre admitía compartirlo con grandes líderes de otras confesiones cristianas, uniendo Oriente con Occidente, Católicos con Protestantes. Un milenio nacía alborando nuevas promesas de gloria para el Cuerpo de Cristo.
Nos llamó poderosamente la atención que durante el Año de Gracia en el Vaticano regalaran a los peregrinos un video con una película de “Jesús de Nazaret”, una producción filmográfica nueva y especialmente preparada con motivo del Jubileo 2000. Lo curioso era constatar la magnífica comunión que sentíamos con el Pastor Universal, ya que al final de la película estaba editada una invitación, en forma de oración, para recibir a Cristo como único Señor y Salvador, gesto que cada lunes se realiza en nuestra “Alabanza y Adoración”.
En nuestra Comunidad organizábamos una Gran Misión que guiaba el Ministerio de Evangelización. En Berazategui, siguiendo los pasos del “Encuentro Eucarístico Nacional” que se realizaba en Córdoba, preparamos nuestro propio “Encuentro Eucarístico” del cual guardamos gozosos recuerdos de haber hecho la experiencia de los discípulos de Emaús: nuestro corazón ardía cuando se proclamaba la Palabra y lo reconocimos al partir el Pan.
MIAMI (3ª Parte)
Con ocasión del Jubileo, el Padre Miguel recibió la formal invitación de ser predicador en la Casa de la Anunciación, en la Comunidad Siervos de Cristo Vivo. Tendrían, entre otras cosas, un programa de retiros espirituales predicados por él.
Miguel estaba, como todos nosotros, muy entusiasmado con la realidad del anuncio del Jubileo y le llamó poderosamente la atención que en la Arquidiócesis de Miami no se hubiera organizado absolutamente nada para el Año de Gracia, más que el esfuerzo de recaudación de cuatro millones de dólares para pagar no sé cuál deuda. Por lo cual, cuando se pasó de boca en boca que un sacerdote haría un retiro espiritual sobre el tema del Jubileo la respuesta fue tal que debieron alquilar un mini-estadio para albergar a los interesados. El Espíritu Santo confirmó incluso con sanidades físicas ese evento y a partir de allí acreditaba con poder a su servidor, el Padre Miguel Ángel.
Parte de la agenda de este viaje era poder participar de alguna de las Cruzadas que organizara el Pastor Benny Hinn. Era natural que, después de haber recibido el bautismo en el Espíritu Santo escuchando los casetes de ese Pastor, Miguel intentara tener un contacto más cercano, al menos participando de una de sus asambleas interdenominacionales.
Quienes lo llevaron al lugar del culto que presidía Benny Hinn pudieron conseguir un lugar muy especial: en la tercera fila de la plataforma, cerca de donde oficiaba el pastor. Cuando el culto terminó, culto que duró unas tres horas, Benny Hinn se retira de la plataforma. Para sorpresa de Miguel los asistentes del Pastor Hinn lo vienen a buscar y le dicen que Benny quería hablar con él detrás de la plataforma.
Lo acercan y comienzan a traducirles el diálogo. “¿Quién eres?”, preguntó Benny Hinn. “Soy Miguel, sacerdote católico”, responde el Padre. Luego comenzó a contarle al Pastor cómo había llegado a él el bautismo en el Espíritu Santo mientras Benny Hinn iba completando cada frase que Miguel decía, como si conociese ya toda la historia de los acontecimientos. Benny Hinn le exhorta a no abandonar su Iglesia y le pregunta también “¿Quién quedó en tu lugar en tu Parroquia?”. Miguel le dice mi nombre y Benny Hinn le replica “AMBOS ESTÁN LLAMADOS A RECONSTRUIR EL ALTAR DEL INCIENSO”...
VIENTOS DE SANTIDAD
Cumplíamos cinco años de los Lunes de Alabanza y Adoración y P. Miguel nos impartió una profecía procedente del ámbito de las iglesias evangélicas que resultó ser cierta, al menos en el seno de nuestra vida comunitaria. En efecto, la profecía decía que se acercaban “vientos de santidad”, es decir, que el Espíritu de Dios iba a soplar fuertemente para dejar en evidencia muchas estructuras de pecado dentro de la misma Iglesia y, claro está, también en la sociedad; que sería confundido como un “viento diabólico” por las desajustes que traería y que había que poner el rostro a este Viento para ser edificados en la santidad y ser fortalecidos en la lucha contra el pecado.
Como nunca antes la palabra “santidad” había resonado en la vida espiritual de nuestra Comunidad. Comenzamos a sentir celos por la santidad, a comprender con una profundidad nueva el verdadero concepto de qué significa ser santos y nos encendía en un ardor nuevo hacia ella. La experiencia de la adoración, de acercarnos a Quien es tres veces santo, era fundamental en esta pedagogía espiritual pues nos iba instruyendo cada vez más en el temor de Dios.
Curiosamente, al terminar el año del Jubileo el Papa Juan Pablo II publicaba su carta apostólica “Novo Millenio Inneunte” en donde el tema de la santidad era presentado de una manera nueva y hasta audaz porque proponía a “la santidad” como programa de la vida pastoral.
Por los frutos, esa profecía procedía de Dios...
OTRA PROFECÍA
Recibida el 26 de diciembre, en la última Alabanza y Adoración del año.
HAY MÁS, MUCHO MÁS...
Así dice el Señor:
“Hijitos míos, yo he puesto mi corazón sobre ustedes.
Así como el Pueblo escogido experimentó que Yo Soy un Dios fiel y proveedor,
Así ustedes experimentarán siempre más que Yo Soy un Padre fiel
Y que les provee de todo lo que necesitan, según mis riquezas.
Aunque ustedes muchas veces no son fieles,
Yo Soy fiel.
Fiel para perdonar cuando se arrepienten;
Para ser fuerte cuando ustedes son débiles;
Para ser el cien por cien cuando ustedes se sienten como cero.
Yo, con alegría, veo en ustedes la fe de un niño
Que confía que su Padre cumplirá toda sus promesas.
Esa fe es Mi don tal como la fe que yo di a Judit, a Ester, a Maria,
A Abraham, a Pedro, a Juan.
Estoy contento porque veo que su fe va creciendo
De una semilla de mostaza a un poderoso árbol
Donde otros pueden venir a encontrar refugio.
Hijitos: deseo que entren más seguido a mi Presencia,
Al salón del Trono,
Porque Yo, Su Padre, deseo hablar con ustedes.
Muéstrenme su cara y yo les mostraré la Mía.
Déjenme oír su voz y oirán la Mía.
Para que sus labios hablen las palabras que Yo les doy.
Vengan diariamente para que pueda darles el poder
Para lograr todo lo que quiero realizar.
Arrancaré de ustedes, como Divino Viñador, toda infidelidad.
Derramaré sobre su mente, su espíritu y las circunstancias de la vida
Un don de fidelidad renovado.
Ustedes serán mis hijitos fieles como Yo Soy, Yahvé, El que Es fiel.
No digan suficiente, suficiente,
Cuando Yo, su Dios, digo hay más, mucho más: llega mi Gloria...”
Saben: cuando su comunión conmigo crece,
El arrullo de la tórtola comienza a escucharse sobre la tierra...
¡Cuánto los amo! Vengan a Mí.
Manténgase pequeños y Yo los usaré en cosas grandes.
La mayoría de ustedes han dado un paso definitivo, sigan adelante...
Oro por ustedes para que su mente esté abierta
A todo lo que el Padre desea mostrarles;
Para que la unción de braza ardiente que puse sobre Isaías
Se ponga y permanezca sobre ustedes;
CAPÍTULO VI: 2001
UN PENSIERINO, DON EDUARDO...
El sueño más grande que mi mamá tenía en la vida era el de conocer la tierra de sus padres. Siendo el 2001 el año en que cumplía los cincuenta quise hacerle este regalo que, además, sentía que sería de mucha sanación para su vida. Ahorré entonces los sueldos de docente de todo el año anterior para este propósito y me alcanzó justo para comprar dos boletos de avión para Italia, la tierra de mis abuelos. Era la época del “uno a uno” en nuestro País y se podía todavía planificar viajes como este.
¿Qué lugares visitaríamos? ¿Quién nos hospedaría? Porque nunca antes nos habíamos comunicado con nuestros familiares italianos ni tampoco teníamos amigos allá. Dios nos proveería cada cosa pues Él tenía planes también para mí en este viaje... Por lo pronto, con los pocos contactos que teníamos y otros que “aparecieron” hasta último momento haríamos este itinerario: Roma, Cetraro (en Calabria, al sur), Castelfranco (cerca de Arezzo, al centro del País), Cúneo (al norte, cerca de Francia) y Milano.
Mientras esperábamos nuestra partida en el mes de abril quise instruirme un poco sobre la lengua italiana pensando además que no lo necesitaría demasiado ya que supuestamente mi mamá sería mi intérprete pues ella sabría el idioma. De todos modos, con el entusiasmo de la ocasión me conseguí unos cassettes y unos fascículos de una editorial que divulgaban el idioma italiano. Con los ejercicios interactivos pude aprender, como para conformarme, algunas pronunciaciones de las palabras y nada más.
Llegamos a Roma y nos hospedamos en el Colegio Argentino, que queda en “Piazza Buenos Aires”. Por una semana no tuvimos necesidad de hablar en italiano; es más: cuanto más intentábamos hablar nos dábamos cuenta de que menos sabíamos.
En la Ciudad Eterna tuve una experiencia conmovedora: era el segundo domingo de Pascua, llamado “el domingo de la misericordia”, y había Santa Misa concelebrada en la Plaza San Pedro, presidida por el Papa Juan Pablo II. Un sacerdote del movimiento neocatecumenal me invitó a ir y, sorteando un guardia inflexible (pues yo no tenía el “pase” para entrar a la concelebración) ingresamos en los atrios vaticanos para revestirnos y compartir la Santa Misa con millares de peregrinos venidos de todo el mundo, sacerdotes de todas las naciones y, por supuesto, el Papa. Él había dado la orden de que en el día de la misericordia todos las sacerdotes que se presentasen podían concelebrar en la Santa Misa (aunque tal parece que aquel guardia desconocía la directiva del Santo Padre).
Llegó el día de partir hacia el sur para visitar la tierra de mis abuelos. Hicimos contacto con algún pariente que nos hospedara. Y después de arduas horas de tren llegamos al pueblito, al “paese”, que dejaron mis abuelos para venir a habitar en Argentina. Se llama Cetraro (chetraro) está en la costa del azul Mar Tirreno en el empeine de la “bota italiana”. Descubrimos que nuestros familiares eran allá muchísimos más que los que estamos acá. Nos recibían con tanta calidez que nos asombraba y todo nos hablaba de mis abuelos. Mi mamá estaba muy conmovida y esta visita nos ensanchaba el alma para recibir nuevos afectos.
Un día, mientras caminábamos por el centro histórico del pueblo junto a nuestros primos, nos encontramos con Don Sebastiano, el párroco de San Benedetto, la parroquia más antigua de Cetraro en donde mi abuelo y todos nuestros antepasados fueron bautizados y recibieron los demás sacramentos. El cura me invitó a celebrar la Misa de domingo, a lo cual me negué argumentando que no podía expresarme bien en italiano. Lo comprendió y por eso me invitó simplemente a presidir la Misa mientras él me indicaría en el misal lo que debía leer. Como más o menos me defendía en la lectura accedí a la invitación. Mientras pasaban las horas y esperaba el domingo yo le decía a todos mis familiares que me iba a encomendar al Espíritu Santo.
Llegado el Día del Señor comenzamos la Santa Misa en la antigua parroquia. Según el acuerdo pactado yo presidiría y Don Sebastiano leería el Evangelio y lo predicaría. Sin embargo, ocurrió algo inesperado: al momento de leer el Evangelio, Don Sebastiano se levanta y antes de irse al ambón me dice “Don Eduardo, ahora yo leo el Evangelio y después Usted nos hace una pequeña reflexión”. Me dejó sin más, sin posibilidad de retrucarle nada y mientras sudaba de miedo me dirigí en oración al Espíritu Santo y le dije “Espíritu Santo, te pido que obres ahora mismo sino vamos a quedar mal Vos y yo... Te reclamo que cumplas en este instante la promesa del final del Evangelio de Marcos donde Jesús prometió que hablaríamos nuevas lenguas para predicar”.
Y confiando en Dios me dirigí al ambón para predicar la Palabra. La homilía fue tan fluida en lengua italiana, con sólo un error en todo el discurso, que mi mamá pensaba que yo estaría leyendo de algún lado la reflexión. Pero no... Dios estaba cumpliendo su promesa y lo hacía con un propósito: capacitarme para ir a predicar a los italianos en su propia lengua. De hecho, desde ese año hasta ahora he sido convocado muchas veces por los cristianos italianos para que reciban el Evangelio y la enseñanza de la Doctrina. He visto a Dios moverse con poder en las asambleas de oración y en la liturgia. Me abrió y me sigue abriendo los caminos de la predicación y de la enseñanza por todas las regiones de Italia.
LA MUERTE DEL OBISPO
El 9 de julio de este año, pasó de este mundo a la Casa del Padre nuestro querido primer obispo de Quilmes, Don Jorge Novak. Todos estamos de acuerdo en que fue un gran hombre de Dios, un preclaro padre y profeta.
Padre: porque engendró mucha vida en sus 25 años como Cabeza de la Iglesia local de Quilmes. Basta mencionar que recibió una diócesis con 20 parroquias y 30 capillas y la entregó con 80 parroquias y 150 capillas; los espacios de formación que creó, tales como Centros de Formación (Bíblica, Misionera, de Doctrina Social), el Seminario, el Preseminario, los Profesorados, la Escuela de Ministerios, el Instituto Catequístico, etc; Los espacios de Evangelización que consintió, como las casas de retiro Cura Brochero y San José, la Carpa Misionera;
La amplia variedad de espiritualidades que aceptó dentro de la Diócesis e inclusive a algunas amparó asegurándoles identidad; Las obras de solidaridad que avaló, comenzando con una eficaz red de Cáritas y continuando por tantos hogares para madres solteras, jardines maternales, centros para abuelos, etc. Ciertamente que todas estas cosas siempre fueron llevadas adelante por gente capaz que supo acompañar las iniciativas de este sucesor de los Apóstoles.
Profeta: porque como tal tenía la audacia de denunciar las graves injusticias sociales y así fue co-fundador del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos, uno de los instrumentos que Dios levantó para tirar abajo la diabólica Dictadura Militar; porque soñaba con cosas que luego venían a dar visión a la diócesis; siempre estaba como adelantándose en su mirada, en su discurso, en la lectura de los signos de los tiempos, a los acontecimientos sociales y eclesiales. Por ejemplo, si uno escucha las advertencias que dio en Nombre de Dios en su homilía de la primera “Misa de la esperanza” (1996), fueron cosas que luego lamentablemente sucedieron a nivel social.
Recuerdo que en esa mañana en la que vivió su pascua a las Moradas Eternas yo estaba con gripe pero de todas maneras quise ir a la Catedral para compartir con nuestra Iglesia de Quilmes la despedida de aquel con gran hombre. Había una gran tristeza, nos sentíamos como huérfanos (humanamente hablando, claro). Sentí que podía ser útil al Señor y a la Iglesia poniéndome a confesar allí en la Catedral, donde se velaban sus restos. Luego de varias misas consecutivas, llegó la final la cual presidió el Nuncio Apostólico. Durante la celebración había delegados de varias confesiones cristianas y aún de otras religiones, la Catedral no bastó para albergar tanta gente, vinieron también obispos y sacerdotes de muchos lugares, pues Novak era, sin duda, un obispo muy querido y respetado. Y nadie podrá olvidar las palabras de despedida del Obispo Metodista Pagura...
CAPÍTULO VII: 2002
GRANDES DESILUSIONES
El año 2002 comenzaba siendo una gran desilusión. La angustia se había instalado en nuestra vida social con los dramáticos acontecimientos de la caída del Presidente De la Rúa, el caos de los saqueos y revueltas y nuevas falsas promesas de los políticos de turno.
También en nuestra Comunidad vivimos algunas amarguras provocadas por graves desencuentros entre algunos hermanos e incluso con y entre los pastores.
Eran tiempos de oscura confusión dentro de nuestra Comunidad. Había graves faltas de caridad entre los hermanos y el Espíritu Santo estaba siendo contristado. Habíamos perdido ya gente muy querida y muy valiosa y estábamos a punto de perder más. ¡Cuánta tristeza y cuánto dolor a nivel social, a nivel diocesano, y ahora se agregaba a nivel comunitario!
Entre tanta confusión casi perdemos los Lunes de Alabanza.
No nos desanimaron pero sí nos dolió mucho un anónimo falso testimonio que levantaron contra nosotros en el Obispado, diciendo un montón de falsedades con respecto a la Alabanza. Todavía no bastaba esto que, entre los ministerios que se ejercían los lunes había grandes roces y la unción del Espíritu ya no nos visitaba. Venía entonces poquísima gente y se multiplicaban los comentarios sobre qué estaría sucediendo. Sin duda estábamos siendo probados en todo porque Dios estaba preparando cosas nuevas y, como nuestra fe es una fe “pascual”, per crucem ad lucem, por la Cruz llegaríamos a la luz de la resurrección.
LOS PROFETAS
Igual que en la Biblia, cuando llegábamos al colmo de la confusión y de la oscuridad, Dios envió a los profetas para dejar en evidencia las injusticias y anunciar que Dios hacía cosas nuevas. Más que haber leído alguna profecía escrita, hasta ese momento no habíamos tenido experiencia de conocer hermanos que tuvieran específicamente la profecía como ministerio. Dios nos envió a tres de ellos ¿Quiénes eran? ¿Cómo los conocimos?
Pues sobre uno de ellos ya hice mención en el capítulo II, en “Miami (1ª Parte)”, cuando presenté a Fray Pablo María. En efecto, en el invierno los amigos de Miami se habían puesto en contacto con Miguel porque sentían del Espíritu venir a visitar nuestra Comunidad porque tenían un “mensaje de esperanza para Argentina”. La otra figura profética es una mujer, la Señora Marta Segura, una de las pocas figuras con ministerio profético ampliamente reconocido en el ámbito de las Iglesias Evangélica y que también habíamos conocido durante el invierno. Ambos hermanos aseguraban que debíamos organizar un evento juntos y declarar proféticamente unas cosas sobre Argentina.
Por mi parte, yo no entendía nada. Me parecía un lenguaje extraño todos estos asuntos y, sobre todo, el modo en que se expresaban los profetas. Pero intuía que algo fuerte de Dios se acercaba a nuestras vidas y, como advierte San Pablo al final de su primera carta a los de Tesalónica, no había que despreciar las profecías.
Fue así que, en el mes de octubre, organizamos un evento ecuménico para un lunes de Alabanza y publicamos que hermanos con ministerio profético tenían un mensaje de esperanza para Argentina. Al interno de la Comunidad hubo también algunas intervenciones muy edificantes. A mí mismo, Fray Pablo María me profetizó una serie de cosas. La más descabellada y precisa de todas se cumpliría en 2006: Miguel y yo seríamos víctima de una grave calumnia.
Cuando llegó el esperado lunes comenzaron a quedar al descubierto un montón de cosas, en especial las graves faltas de comunión de algunos hermanos. La Alabanza parecía una guerra, como si pegáramos manotazos en la oscuridad. La profecía que salió de la boca del profeta era muy sencilla pero nos dio consuelo y ánimos: que Cristo no iba a abandonar a Argentina; sin embargo, después de eso lanzó otra mucho más audaz y más precisa en donde decía: “desde aquí surgirá un rebaño católico-evangélico-pentecostal que llevará mensaje de Dios al mundo entero”. Y con estas palabras terminó su intervención...
El tercer profeta se hizo presente en diciembre. Conocíamos al Padre Peter Sanders del año anterior pues Miguel lo había conocido en California y lo había invitado a predicar ya que él visitaba anualmente a Argentina. De las veces que vino se me encargó de atenderlo y fue así que nos hicimos amigos.
Cuando llegó en diciembre me encontró en ese estado de desconsuelo e intentó animarme (cosa que no logró). Pero lo más significativo es que en su prédica habló específicamente sobre la “intercesión profética”, cosa que no entendí en ningún aspecto. Sólo quería que ese buen hombre se fuera porque no me sentía para nada bien como para estar con él y atenderlo. Recuerdo que en la oración final nos invitaba a abrirnos a las cosas nuevas que Dios quería confiarnos.
Yo no imaginaba qué cosas nuevas pudiera Dios ofrecerme pero, en fe, me puse de rodillas y presenté mis manos vacías al Señor. Al otro día y haciendo un gran esfuerzo, le preparé el desayuno. Luego oramos delante del Santísimo y recuerdo muy bien que con autoridad DESATÓ LA PALABRA PROFÉTICA en nuestra Comunidad. Yo me preguntaba qué estaría diciendo y haciendo...
NUEVO OBISPO PARA QUILMES
Es digno de mención que, en el mes de mayo, finalizado nuestro tiempo de duelo
por la partida del Obispo Novak, la Iglesia de Quilmes tuviera un nuevo Pastor al frente de sus ovejas: el Santo Padre designó a Luis Stöckler como Apóstol en nuestra Diócesis. Un auténtico Pastor que organizara y acompañara eficazmente tanta vida eclesial.
CAPÍTULO VIII: 2003
LA FIDELIDAD DE DIOS
Con los tristes acontecimientos comunitarios del año anterior mi corazón estaba quebrantado. La angustia y la oscuridad habían invadido mi corazón pues no lograba entender cómo habíamos llegado a algunos extremos en la vida comunitaria. Había perdido grandes amigos, a quienes amaba muchísimo; había querido hacer las cosas desde la mejor buena voluntad y recta intención; había advertido al párroco de los problemas que nos sobrevendrían; había orado mucho por estos asuntos.
Y oraba así “¿Cómo es posible, Señor, que nos sucediera todo esto?”. Incluso pedí a ayuda para tener un discernimiento más claro y la palabra de entendimiento fue, inspirada en el Libro de Judith: “Dios lo ha permitido porque hiere a los que ama”. Yo aún no comprendía por qué Dios quiso herirme, con qué propósito. De todas maneras, nunca me cansaba de alabarlo ni de declarar que ÉL sería fiel, que Él es todo amor y que daría una respuesta gloriosa a tanta cruz.
En el colmo de mi confusión quise irme por una par de años a estudiar ecumenismo a Venecia. Ya había hecho los contactos suficientes e incluso había pedido una entrevista con el nuevo obispo para que, al regresar de mi viaje a Uruguay, me concediera tomar distancia y formarme en aquello en que me estaba desarrollando: el ecumenismo. No estaba seguro de que esta decisión fuera inspirada por Dios pero me parecía que lo necesitaba y hasta creía que era el camino más conveniente: sin dejar de pertenecer a la Comunidad a la que tanto amaba, tomarme un buen tiempo a la distancia con el propósito de formarme. Muchas veces los caminos del ser humano, por más buenos que sean, no son los caminos de Dios. Él estaba a punto de abrirme un camino más excelente...
En el mes de febrero me había comprometido en acompañar a Montevideo a una persona de la Comunidad para que tuviera una experiencia vocacional en una congregación franciscana. En efecto, desde el año anterior estaba acompañando a un grupo de jóvenes de la Parroquia que tenían inquietudes de abrazar la vida consagrada y, en cada caso, buscaba de pastorear personalmente según las circunstancias y las orientaciones que se presentaban. Aprovechando que iba para el país oriental conocería, de paso, a unos familiares que tengo por allá.
Y resultó que cuando regresaba de Montevideo iba despuntando el sol del amanecer sobre el Río de la Plata. Aún medio dormido recuerdo que pegué un salto y, contemplando el signo del diario milagro, comencé a alabar a Dios por su gran fidelidad. Por supuesto, no faltó cantar “tu fidelidad es grande...”
Después de eso me que quedé como extrañado de mí mismo. No entendía por qué me desperté sobresaltado y me encontraba cantando a la fidelidad de Dios mientras contemplaba el amanecer carmesí. Sospechaba que el Espíritu estaba haciéndome orar alguna cosa en particular.
Ocurrió entonces que al llegar a la casa parroquial Miguel me llama y me comparte: “el obispo me ha cambiado de parroquia y también habrá cambios para vos”. Dios estaba interviniendo una vez más en nuestras vidas. El Obispo en persona había llamado a Miguel para que se presentase esa misma mañana en su oficina para confiarle la Comunidad de la Parroquia San Martín de Tours. Eso ocurría mientras yo alababa a Dios por su fidelidad mientras estaba regresando de Uruguay.
Era un viernes. Miguel sabía cuál era mi destino pero no lo quería revelar pues el Obispo me lo quería decir personalmente. Estuve todo ese fin de semana dando glorias al Señor mientras mi corazón esperaba ansiosamente las buenas nuevas que me serían anunciadas al lunes siguiente. Todo parecía indicar que sería la Parroquia Santa María de Hudson, pues su párroco había presentado la renuncia y eran como ovejas sin pastor. Por la necesidad, parecía ser yo el pastor indicado para ellas.
EL lunes esperado llegó. La alegría desbordó en mi corazón y toda angustia se disipó completamente ante el nuevo anuncio de parte del Obispo: él quería confiarme la Comunidad de la Parroquia San José y Santa Cecilia. Incluso contra toda previsión humana, pues él mismo me había dicho el año anterior que me prepare porque me iba a cambiar de parroquia como hacía con todos los vicarios y los menores de 55 años. (Miguel tenía 57 y yo 32). Me explicó claramente los motivos de los cambios: ASEGURAR LA CONTINUIDAD DE LA EXPERIENCIA de Comunidad renovada y me dio algunas orientaciones que guardé como un sello en mi corazón y siempre intenté respetar y llevar adelante.
Me dijo: “Apertura, nunca ruptura”, “Te establezco como GARANTE DE LA COMUNIÓN dentro de la Parroquia”. Yo acepté con indescriptible gozo el encargo que daba el Obispo pero entendí también que el DIOS FIEL me estaba dando. Ahora comprendía el propósito de esa herida: Él quería ensanchar mi corazón para que cupieran en él más hijos espirituales. Al igual que María al pie de la Cruz, había permitido que mi corazón fuera atravesado por una espada para que sea dilatado y me abriera así a una nueva fecundidad espiritual, a una paternidad más grande. Per crucem ad lucem, una vez más...(por la cruz a la luz…)
En el retiro espiritual del Consejo Pastoral comunicamos a los responsables de grupos y ministerios las últimas novedades. Organizamos una fiesta de despedida a Miguel, quien había sido párroco por los 13 últimos años. Miguel asumió su nuevo destino en el mes siguiente y yo pedía al Obispo poder asumir el 1° de mayo, en la fiesta patronal de San José Obrero. Sentía y siento que mi destino como párroco es como la misión que tuvo José de Nazaret: él tuvo que ser administrador fiel del Misterio de Jesús, de la Obra grávida que Dios hacía en el vientre de María; él sabía que administraba, pastoreaba, acompañaba toda esa Vida pero que NADA LE PERTENECÍA, ÉL NO ERA EL ARTÍFICE NI EL AUTOR de esa Vida; y que para poder llevar adelante esa misión debía ser OBEDIENTE A LA VOZ DE DIOS que lo guiaba.
JESÚS EUCARISTÍA
Mientras duraba mi estado de “administrador parroquial”, antes de ser puesto en funciones por el Obispo para ser párroco, sentí fuertemente en mi corazón que había que renovar la respuesta de esa llamada de Jesús del año’96: “Quiero que esta Comunidad me adore”. Los ministros de la comunión me ayudarían a llevar adelante esta iniciativa de que CADA VIERNES, y durante dos horas, Jesús pueda ser adorado en el Santísimo Sacramento. De esta manera estaríamos redoblando nuestro espíritu de adoración.
Por la gracia de Dios este espacio siempre se ha mantenido ininterrumpidamente cada viernes portando consigo innumerables frutos de bendición en la vida de los adoradores y en la vida de toda la Comunidad.
Cuando al año siguiente el Padre Obispo Stöckler enviaba una carta circular a las parroquias para que se establecieran dos horas mensuales de adoración (primer jueves y primer viernes) le dije con mucha satisfacción: “nosotros ya cumplimos con esa ley porque amamos mucho más a Jesús Eucaristía”.
ENSANCHAR LA TIENDA
Cuando el Obispo vino el 1° de mayo a ponerme en posesión de mi cargo, muchos de nosotros tuvimos la clara impresión de que nos estaba profetizando: nos dijo en la homilía una serie de cosas valiosísimas que en fe queríamos tomar: hacer un plan pastoral, acompañar procesos, misionar, etc. Era toda una visión profética de un tiempo nuevo para la Comunidad.
En efecto, después de hacer una consulta en los ministerios ayudados por los documentos de la CEA “Renovación de la Parroquia” y “Navega Mar Adentro”, el Consejo Pastoral discernió que era tiempo de “ensanchar la tienda”, de ir hacia fuera con espíritu de conquista, que Dios nos daba en posesión la “tierra prometida”, que apuntáramos a dos objetivos específicos: las familias y las comunidades educativas de nuestro perímetro parroquial. De este modo, cada ministerio en la Comunidad debía discernir cómo en el plazo de tres años implementaría estos objetivos.
Esta estrategia pastoral ha dado maravillosos frutos por tres años: Las catequesis establecieron charlas y retiros con los padres de niños y jóvenes; Después de la Misión de la Cruz Gloriosa (con motivo de la inauguración del monumento a la Cruz que se levantó en la Plaza de las Colectividades) se establecieron dos misiones al año: para Pascua y Navidad; se incrementaron las charlas de crecimiento para matrimonios y novios; Se multiplicaron los centros de oración y se crearon nuevos grupos de oración; Se preparó una pastoral pos bautismal con las familias de los niños bautizados en el año; Se generaron espacios de encuentro con los algunos docentes de la zona; Se multiplicaron los retiros y los cursos de discipulado; Se continuaron formando líderes; Comenzaron a llamar a nuestra gente y nuestros ministerios para dar charlas y retiros en otros lugares; Hemos celebrado “Cruzadas de sanación” con portentosos signos que demuestran que Dios sigue estando en medio de nosotros y que quiere sanar a su Pueblo; Con la creación del Ministerio de Comunidades se establecieron doce de ellas: Belén, Betel, El pozo de Jacob, Betania, Magníficat, Nazaret, Jesed, La barca de Pedro, Encinar de Mambré, La visitación, Shekiná, Tiberíades (actualmente quedaron siete de ellas), que asumieron algunas tareas de evangelización, intercesión y ministerios para los pobres (como la cena semanal de “los chicos de la estación” y la coordinación del Horno Comunitario San José, creado en noviembre para que los más pobres elaboren su propio pan (su primer responsable fue Marilú).
Junto con la creación del Ministerio de Comunidades, cuyos primeros responsables son Cecilia y Martín, se pueden mencionar también el Ministerio de Niños (a cargo de Maribel), el Ministerio de Intercesión juvenil ( con Leonel y Amalia como responsables), el Ministerio de Profecía y el Ministerio de Crecimiento de Servidores.
¡Por tres años no hubo sino un vigoroso crecimiento en todos los ámbitos para la máxima gloria de Dios y la extensión de su Reino!
No quisiera olvidarme de nadie ni de ninguna de las maravillas que Dios obró en medio de nosotros ¡Aunque son tantas! Cierto es que no podría mencionar a los actuales más de 300 servidores en 23 ministerios establecidos. Perdón si no nombro a alguien en particular o no logro recordar algunas cosas o acontecimientos. Sólo soy un simple mortal...
UNA NUEVA UNCIÓN
Desde las primeras semanas en que quedé como administrador parroquial a la espera de ser puesto en posesión del cargo de párroco, sentía claramente la voz del Espíritu Santo que me decía “reunir a los profetas” y me hacía poner la mirada en aquellos muchachos y muchachas que Él había levantado con esos dones de profecía. Con mucho temor de Dios y temblor comencé a reunirme a orar con tres muchachos para ir discerniendo el camino.
Pronto se agregarían cinco más y a mitad del año teníamos el “Ministerio de Profecía” completo. El propósito de este servicio dentro de la Comunidad tenía como propósito lo que enseña San Pablo en su primera carta a los corintios: edificar, consolar y animar, ejerciendo los dones de la profecía en el Espíritu Santo. Con esto no quitaba que también en el resto de la Comunidad se manifestaran los dones de profecía, sólo que en el caso de un ministerio habría unos encargos del Señor más específicos.
Fue en este mismo año en que comenzamos a experimentar que en La Alabanza entrábamos con mucha facilidad a una nueva atmósfera de adoración en donde fluía con más frecuencia no sólo la palabra profética sino el canto inspirado y la música profética. Luego, cada vez más con más frecuencia, dentro de todos los demás ministerios la gente se fue abriendo a los dones de la Profecía. Y es que, como declara el Libro del Apocalipsis, “El Espíritu de Jesús es espíritu profético”. Aunque dentro de la Iglesia Católica hay una valiosísima reflexión de lo profético últimamente ha quedado reducido al tema social. Ciertamente que en la Biblia el tema social forma parte del anuncio de lo profético pero no lo agota y ni si quiera ocupa tanto espacio como lo ocupan los oráculos inspirados, los enigmas, las visiones proféticas, los gestos proféticos y demás estilos de revelaciones. No se puede reducir sólo al lenguaje de lo social la manifestación de los dones proféticos; al igual que no se puede reducir al fenómeno de lo carismático y resguardar los dones proféticos sin tener un impacto sobre lo social.
MI PRIMER VIAJE A ESTADOS UNIDOS
En Miami estaban desde hacía tiempo esperándome para conocerme, pues cada vez que Miguel iba allá compartía las cosas que íbamos viviendo como Comunidad y donde, ciertamente, yo estaba involucrado.
Cuando el Señor lo dispuso aparecieron los medios para hacer ese viaje. Los hermanos de allá pagaron el viaje y la beca para tomar los cursos en la Escuela Internacional. Iban a ser diez días intensos de formación e intercambio.
Para mi asombro, unos pocos días antes de salir de viaje llegó a mí por múltiples medios la comunicación de que el Señor quería confiarme también a mí el ministerio profético. Confieso que, hasta ese momento, iba acompañando con temor y temblor la experiencia del ministerio profético dentro de la Comunidad pero como un pastor que debía ir ayudando a otros a madurar los carismas recibidos. Nunca pensé que también recaería sobre mí ese llamado del Señor. El hecho de sentirme llamado a este ministerio me hacía sufrir mucho...
Con el conocimiento de este llamado partí a Miami en el mes de julio y llegué a la “Casa de la Anunciación” de la Comunidad de los Siervos de Cristo Vivo. Como arribé unos días antes del comienzo de los cursos pude participar en una cruzada de sanación que ellos organizaban. En la primera noche, mientras escuchaba al predicador –un laico dominicano que había sido compañero de viajes del Padre Emiliano Tardiff- vino a mí la Palabra del Señor para exhortarlo a la conversión. Yo estaba alarmado. No quería comunicar esas palabras apenas llegado a Miami: los hermanos me habían pagado todo, era la primera vez que me veían y estaba por confrontar a uno de los estrechos colaboradores de su Fundador. Me sentía en aprietos: todas estas consideraciones o la Voluntad de Dios.
Para asegurarme que Satanás no estaba tentándome para que arruinara todo decidí “abrir el juego” y compartir todas estas cosas con uno de los hermanos cubanos, muy amigo de P. Miguel. Apenas le conté me dijo que todo procedía del Espíritu Santo. Junté a los intercesores en la Capilla. Estábamos delante del Santísimo. Todos se sentían mal y algunos arriesgaban a decir que el predicador no estaba en Dios cuando ejercía su ministerio. Yo continuaba aterrado porque me veía cada vez más acorralado y sin excusas para expresar las palabras del Señor. Casi no pude dormir en toda la noche pensando que debía confrontar al predicador. En la mañana siguiente pedí entrevista con la autoridad de la Comunidad, otro laico dominicano.
Le comuniqué todas estas vivencias y me puse a su disposición (incluso para no confrontar, si esto le parecía prudente). Sin embargo me dijo: “Yo veo, Padre, que Ud. Quiere construir” y me avaló para que corrigiera al predicador. Me encontré entonces con aquel y temblando le comuniqué por escrito una serie de cosas que el Señor le apuntaba para enderezarse. El predicador me escuchaba con atención. Parecía estar asombrado y comenzó a justificarse. Con modestia, me enumeró una lista larga de méritos que tenía y los honores que guardaba. Luego pasó a intimidarme, y sacándome la nota escrita de entre las manos, me dijo que le notificaría todo este asunto a la Fundadora, la Sra. María Sangiovanni. Yo le pedí al Señor que no me dejara solo y que me acreditara delante de mis hermanos de Miami. En efecto, la noche siguiente fue de mucha bendición y estoy seguro de que ese servidor de Dios se puso de rodillas delante del Señor para enderezar sus discursos, Dios lo bendijo y lo usó poderosamente para impartir numerosas sanaciones. La exhortación profética dio frutos.
Dejé Miami para dirigirme a las tierras del oeste, a California. En su antigua capital, Monterey, vive el Padre Peter Sanders. Iba a ser su huésped por una semana y estaba previsto que sólo sea tiempo de compartir y de descanso: él no había llegado a prepararme espacios para que yo fuera a predicar, exceptuando que lo acompañase en una misa habitual de asamblea de mexicanos. Pero ocurrió que sí tenía previsto que nos juntáramos a orar con los intercesores más cercanos en Green Field, un pueblito rural perdido en las estepas californianas. No sabíamos exactamente a qué íbamos a encontrarnos con los intercesores pero Peter sentía que debíamos congregarnos a orar.
El grupo de intercesores me pareció sumamente llamativo: puros mexicanos, gente sencilla y trabajadora. Comenzamos a alabar a Dios y se manifestó tan fuertemente la gloria del Espíritu Santo en esa casa como nunca antes la había experimentado. En mi interior hablaba con Dios y le decía: “Señor, al igual que Jacob, yo no me voy de acá hasta que me bendigas”. Se acercaron entonces Peter y algunas intercesoras para imponerme las manos y a declarar palabras proféticas que se referían precisamente lo que yo no quería recibir: EL MINISTERIO PROFÉTICO. En mi interior parecía a punto de explotar, como cuando había recibido la ordenación presbiteral de manos de los Obispos y el Presbiterio. Caí desplomado. No podía sostenerme más por mí mismo. Tuve entonces por primera vez lo que se denomina en el ambiente carismático: “descanso en el Espíritu”. Y acepté en mi corazón recibir el encargo nuevo que Jesús me estaba dando y que estaba sellando en el poder de su Santo Espíritu.
GÉNESIS REBECA
A esta altura el lector de este libro puede estar pensando que el Padre Eduardito está fabulando y que habría que internarlo con tratamiento psiquiátrico. Sin descartar esa teoría, le quiero contar un testimonio más reciente, de dominio público en nuestra Comunidad, que puede ayudar a comprender el ejercicio de este nuevo ministerio que el Señor me encargó.
En octubre del 2005 fui invitado por los hermanos evangélicos pentecostales de ALIDD, en San Francisco Solano, para predicarles la Palabra de Dios. Si bien no era la primera vez que le predicaba a Evangélicos Pentecostales, sí era la primera ocasión que lo hacía dentro de nuestra diócesis de Quilmes. Acepté gustoso.
Preparé el tema de la prédica sobre “adoración en Espíritu y en Verdad”, pensando en compartirles sobre mi experiencia en el tema y de ministrarles con la música. Todo iba muy bien, pero había una palabra en mi interior que me daba vueltas y no me dejaba tranquilo. Con mi cabeza pensaba: “¿qué tiene que ver este asunto con lo que estoy predicando?” y me resistía a compartir ese mensaje temiendo, tal vez, que disgustara a la congregación con temas carismáticos. Sin embargo, no lo soportaba más: tenía que decirlo, pues era como un fuego en mis huesos. Finalmente me rendí al Señor y dije: “Dice el Señor que ya no ores más por tu hijo porque ya está”. Y continué ministrando adoración.
A la semana, la pastora pentecostal me llama por teléfono desbordando de gozo. Decía: “Padre: tenemos que ir a su Alabanza para dar testimonio sobre algo grande que sucedió”. “¿Qué cosa?”, respondí yo sin acordarme de algo en particular. “Lo que el Espíritu Santo hizo a través suyo cuando nos visitó la semana pasada y la palabra profética que usted comunicó”. “¿Cuál?”, le dije, pues realmente no recordaba nada en particular. “Esa palabra que dijo sobre que no ore más por su hijo, porque ya está. Todos sabíamos a quién estaba dirigida esa palabra: era para nuestra diaconisa que hacía diez años que había perdido un embarazo de mellizos.
Nosotros hemos compartido con ella y su esposo la lamentable pérdida y les hemos acompañado en todos estos años. Muchos vinieron a darles palabras de conocimiento y de profecía ¡Y ahora esto se cumplió con lo que anunció usted!.
“Ah sí, ¿y cómo?”, le contesté. Continuó: “Usted vino el jueves. El domingo, que era justo el día de la Madre, la diaconisa se sintió mal y la llevaron al médico. Le hicieron unos análisis y le médico le dijo ¡que tenía un embarazo de dos meses! Se da cuenta, Padre: no tenía que orar más pidiendo tener un hijo porque ya estaba embarazada.
“¡Gloria a Dios!”, dijimos juntos ante el prodigio del Espíritu.
¿Cuántos dicen conmigo “Gloria a Dios”?...
A los pocos lunes vinieron los pastores de esa Iglesia junto con el matrimonio bendecido. Todos oramos por la pancita y el feliz desarrollo del bebé. También oramos por la Unidad de los Cristianos y vimos en este embarazo el signo de tiempos nuevos para la Iglesia: el Espíritu Santo está gestando la Unidad y sus dones están ayudando para ese propósito suyo.
EL bebé resultó ser una robusta niña a quien sus padres pusieron el nombre de Génesis Rebeca. Después de nacida, vinieron nuevamente los pastores y la feliz familia para presentarla delante de aquella asamblea que, desbordante de gozo en el Señor, había sido testigo de los prodigios del Señor.
CAPÍTULO IX: 2004
LA FLECHA DEL ARQUERO
A finales del año 2003 había ocurrido otro prodigio en mi ministerio y que involucraría en adelante a otros ministerios de nuestra Comunidad.
Sucedió que había llegado a la secretaría parroquial un certificado de bautismo procedente de La Plata, de una tal “parroquia Sagrado Corazón”, cuyos datos estaban incompletos y había que tenerlos para labrar el acta. Dicho certificado no tenía como dato un número telefónico por lo que resolví investigar por mí mismo el asunto. Por la noche, como a las diez, visto que en el servicio de información que brinda la compañía telefónica no arrojaba ningún dato, pensé en buscar con mi computadora en un CD Room de “páginas amarillas” el listado de parroquias de La Plata. Tampoco la encontré allí. Tuve entonces la idea de ir llamando a las demás parroquias con el fin de que algún sacerdote platense me diera la información que necesitaba. Llamé a una serie como de seis o siete iglesias pero nadie atendía, posiblemente porque ya era tarde. En una de la lista, apareció un contestador automático y arriesgué a dejar mi pedido en él. Continué intentando con otras, hasta que me di por vencido y pensé en dejar la tarea para el día siguiente.
Al otro día, por la mañana, revisé nuestro contestador automático y resultó que el sacerdote platense de la parroquia donde había dejado mi recado en su contestador, había escuchado mi mensaje y me respondía así: “Soy el Padre Andrés, de la Parroquia Nuestra Señora de Luján en La Plata. Ud. Dejó un mensaje anoche en nuestro contestador para saber el número de teléfono de lo que en realidad es la Basílica Sagrado Corazón. Sepa que yo lo estaba buscando a Ud. Porque soy el asesor de la Renovación Carismática y quería invitarlo para que nos venga a predicar algún retiro...”. A partir de ese momento el Espíritu Santo nos abrió las puertas de predicación en La Plata y comenzó un camino de siembra en una de las ciudades más oprimidas de la Provincia de Buenos Aires.
Abiertas las puertas para predicar allá, en el mes de marzo de 2004 fuimos a impartir un retiro espiritual para los hermanos carismáticos platenses. Era como devolverles de alguna manera la generosidad que ellos tenían cuando nos apoyaron en los comienzos de nuestros lunes de Alabanza.
Fuimos entonces con los ministerios de intercesión y de profecía para ministrar juntos este retiro espiritual. Antes de dirigirnos hacia allá recibimos en oración una Palabra del Señor para todos ellos: se trataba de un mensaje de esperanza de liberación, de dolores de parto con nuevas promesas. El Texto bíblico era Jeremías 30.
Y sucedió que al mediodía, acompañados en el discernimiento por el equipo arquidiocesano de servicio y de su asesor, sentimos con certeza que el Señor nos asignaba una tarea muy fuerte: romper el pacto con el Demonio que la masonería había establecido con la Ciudad en los momentos fundacionales. Y en la oración de liberación el Espíritu Santo nos daba una visión como señal de que llegaban nuevos tiempos sobre la Ciudad: nos decía que la flecha del arquero que apuntaba a la Catedral iba a ser destruida. Como se sabe, frente a la Catedral de La Plata se encuentran establecidas desde siempre unas estatuas que representan la presencia de la masonería (secta secreta que desde siglos busca ubicarse en espacios de poder temporal y odia militantemente a la Iglesia Católica). La más exageradamente evidente es la estatua de un arquero que apunta, con el ceño fruncido de odio, hacia la fachada de la Catedral. Vaya y véalo: allí está hasta el día de hoy.
Al año siguiente volvimos. Predicamos otro retiro espiritual y como el Papa Juan Pablo II había beatificado a Sor María Ludovica, fundadora del Hospital de Niños de La Plata, decidimos dirigirnos hacia la Catedral para orar allí por la Ciudad. Nos salíamos de nuestro asombro al ver que no sólo había desaparecido la flecha del arquero ¡Sino también el arco! Uno de los del ministerio profético se acordó del salmo 37,15, que dice que Dios destruye el arco de los enemigos.
EL PRIMERO EN HISPANOAMÉRICA
Desde el mes de febrero de 2004 fui asignado por mi responsable diocesano de Ecumenismo, el Padre Francesco Ballarini, para formar parte de lo que un año más tarde se llamó C.R.E.C.E.S. (Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo).
En efecto, en julio de 2003 se realizó en Buenos Aires una reunión entre pastores evangélicos y algunos líderes laicos católicos junto a Matteo Calisi, Presidente internacional de la Fraternidades Católicas Carismáticas de Alianza. Los únicos sacerdotes que asistimos fuimos Miguel y yo. De aquel encuentro surgió la idea de continuar en comunión y de juntarse a orar para escuchar la voz del Señor.
La voz del Señor no se hizo esperar: La inspiración era realizar juntos un evento ecuménico de tipo masivo y popular. Matteo traía la experiencia de “Kairós” en Italia y nos exhortaba a llevarla adelante en Buenos Aires. Él estaba fundando la extensión de su fraternidad, la “Comunidad de Jesús”, aquí en Argentina y quería que sus miembros participaran de lleno en la preparación y realización de este evento. Sin embargo, les faltaba la presencia de un sacerdote católico en la Comisión preparatoria y pidieron al Padre Francesco que alguno fuera asignado. La suerte recayó sobre mí y comenzamos a trabajar.
En la Comisión el discernimiento fue darle una visión más nuestra y el evento se llamaría “Encuentro Fraterno entre Católicos y Evangélicos”. Preparando nuestros corazones nos encontrábamos los segundos martes de mes en la “Iglesia Bautista del Centro”, en Constitución, y cada parte llevaría hermanos que se nos unieran para orar. Finalmente, el 31 de julio, en la sede de la Universidad Católica Argentina (UCA) el Señor nos tenía preparadas grandes cosas para deleitarnos en unidad en su Presencia. Asistieron 1200 personas, mitad católica y mitad evangélica. Como las entradas eran limitadas quedó muchísima gente con ganas de haber asistido.
Nuestra Comunidad de San José y Santa Cecilia participó activamente con sus ministerios de intercesión, de servicio y de alabanza, y procurando la asistencia de la tercera parte de la participación de católicos. Tuve el honor de compartir la dirección de la alabanza junto al Pastor Hugo Baravalle. Fue inolvidable. Dicen que por la magnitud y las características del evento fue el primero en Hispanoamérica. Un espacio nuevo se estaba abriendo. Dios estaba haciendo cosas nuevas y nos dio el privilegio de ser protagonistas en las primicias de esta Obra para la unidad de los cristianos en Argentina.
EL CAMINO DE LOS CONSAGRADOS
Haber conocido a Matteo Calisi y el proyecto de su fraternidad carismática parecía ser una rica esperanza para nosotros pues descubrimos que los propósitos de esa “Comunidad de Jesús” eran exactamente los mismos que los nuestros (la alabanza y adoración, la evangelización y la unidad de los cristianos) y además fueron reconocidos en el mismo año en que nosotros comenzábamos a vivir esta renovación espiritual comunitaria. A simple vista parecía pura Providencia divina para resguardar la Obra que Él había comenzado con nosotros y muy especialmente para orientar a los que desde hacía ya un par de años estábamos guiando para un camino de consagración.
En efecto, desde ese tiempo yo acompañaba un pequeño grupo de personas, jóvenes y adultos, para ayudarles a discernir su vocación de consagración al Señor. De entre ellos, uno entraba al Pre-Seminario diocesano, una acompañé a Montevideo (ver Capítulo VIII) para su ingreso a un convento de hermanas franciscanas, dos fueron admitidas al Orden de las Vírgenes Consagradas de nuestra diócesis, y me faltaban dos muchachos por ubicar.
Justamente motivado por ellos y por tantas felices coincidencias espirituales decidí aceptar la invitación de Matteo de ingresar primero yo a la Comunidad de Jesús. Durante algunas semanas estuve haciendo mi “noviciado” en aquella fraternidad, la cual guiaban unos misioneros italianos para fundarla aquí en Buenos Aires. Con el paso del tiempo pude descubrir que esa experiencia no era válida para mí, pues yo no podía hacer una alianza en nombre de otros. Así que alenté a que algunas personas de nuestra Comunidad, y especialmente esos dos muchachos, a que vayan a participar de las reuniones de oración que ofrecía aquella fraternidad carismática. Sólo que al poco tiempo todos ellos se desanimaron y dejaron de participar pues no se sentían demasiado identificados con ese grupo de hermanos y, sobre todo, con su modo de orar.
Miguel y yo continuábamos inquietos sobre este punto. Pensamos de ir a hablar con el obispo para que nos iluminara el Señor a través de él. Después de esa entrevista concluimos en que tal vez el Señor querría hacer con nosotros un camino nuevo y pensamos de hacer la propuesta a algunas personas para que realizaran una consagración privada.
Recuerdo que teníamos un retiro en los comienzos de diciembre. Era en la Casa de retiros San José. Hablé con tres de esas personas que sentía en mi corazón de hacerles esta propuesta y las tres desbordaron de alegría con ella. El gozo es uno de los frutos del Espíritu Santo, es como un sello que Él imprime para declarar que lo hecho es Obra suya. Hablé todavía con un par más en esos días. Casi todos respondieron afirmativamente y confirmaban que venían discerniendo el llamado a la vida consagrada pero que no tenían pista de cómo proceder. La propuesta les iluminaba y les daba gran paz.
También sentíamos en nuestro corazón de invitar a todos los hermanos y hermanas de nuestras comunidades de hacer en la íntima comunión eucarística la entrega de nuestra vida a Jesús sobre estos tres propósitos: la Alabanza y Adoración de su Santo Nombre, La Nueva Evangelización y la Unidad de los cristianos. P. Miguel hacía esta invitación a todos en su parroquia para la Solemnidad de la Inmaculada. En cambio yo hice esta invitación únicamente a los miembros del Consejo, para la Fiesta del Bautismo del Señor del 2005, integrando también a este acto de fe a algunos hermanos conocidos de las parroquias Sagrado Corazón, Santa María y María, Madre del Pueblo.
EL AÑO EUCARÍSTICO INTERNACIONAL
El Papa Juan Pablo II había declarado que desde la fiesta Corpus Christi del este año 2004 a la fecha correspondiente de la misma fiesta litúrgica del año siguiente fuera declarado el “Año Eucarístico Internacional”, para que el Pueblo cristiano católico profundizara su fe y su devoción en Jesús, real y verdaderamente presente en cuerpo, alma y divinidad en el Santísimo Sacramento del Altar.
Naturalmente, en todo el mundo hubo una serie de eventos eucarísticos para responder a esta llamada de fe y devoción. En nuestro país coincidiría además con la realización del X° Congreso Eucarístico, pues desde hace muchas décadas se realiza cada diez años en alguna parte del país. Recuerdo haber participado en el IX° Congreso que se había realizado en Santiago del Estero. Fue una verdadera Fiesta. Yo era seminarista en aquel entonces y recibí como una gracia haber podido tener aquella experiencia eclesial.
Este se realizaría en Corrientes.
Es por eso que no titubeé en enviar a los cinco delegados previstos para nuestra Parroquia para que pudiesen participar del evento eclesial y gocen de esta maravillosa experiencia eucarística. Nuestros delegados fueron: Cristina, de Catequesis Familiar; Graciela y Nelly, ministerio de los enfermos; Alfredo, ministerio de Música; y Mayra, del ministerio de Jóvenes.
Paralelamente a los cupos previstos para los delegados, Dios tenía otros planes para enviar a algunos de nosotros a Corrientes. Confirmado por el Espíritu Santo de diferentes maneras, sentíamos que debíamos ir con nuestro Ministerio de Profecía para interceder por la Ciudad de Corrientes y por la realización del X° Congreso Eucarístico Nacional. Nuestros hermanos de la Escuela de Evangelización en Corrientes estaban muy entusiasmados por recibirnos y de participar en los momentos de intercesión por la Ciudad. Muchos de ellos habían sido instruidos por mí en el verano anterior con un Taller de intercesión que le abrió los ojos y les puso en guardia con la oración por su ciudad: una ciudad oprimida por potestades de maldad, iniquidad que se manifiesta en la opresión de los masones, los rosacruces y la hechicería; una tierra golpeada desde siempre por la injusticia social y la corrupción política; una de las provincias más azotadas del país.
Esta era, sin embargo, la tierra que el Espíritu Santo había elegido para manifestar la gloria de Jesús Eucaristía: durante el Congreso el Señor iba a ser adorado en todas las iglesias por delegados representantes de todas las iglesias del país. Allí íbamos nosotros a hacer nuestro humilde aporte con los dones que el Espíritu nos había dado para edificación, no sólo de nuestra Comunidad, sino de toda la Iglesia.
Fuimos unos días antes del comienzo del Congreso. Tuvimos fuertes momentos de oración y de intercesión por la Ciudad. En especial mencionaré dos. El primer momento, cuando invitamos a hermanos de iglesias no católicas para que intercedieran junto a nosotros por el destino de la Ciudad: ellos acudieron y así pudimos, en unidad, pedir la bendición de la tierra y la reconciliación en la Sangre de Jesús de toda la historia de los correntinos. El segundo momento, cuando orábamos en una ocasión uno de los integrantes del ministerio tuvo una visión en la cual se alzaba sobre la Ciudad una hostia gigante y que estallaba cayendo en miles y miles de hostias más pequeñas que la gente tomaba y comía.
Cuando luego supimos del “milagro eucarístico” acontecido en Corrientes sentimos confirmada esta visión. El milagro eucarístico lamentablemente no fue suficientemente difundido en nuestro país. Sin embargo, porque conozco personalmente y hablé con el sacerdote responsable de la Liturgia del Congreso Eucarístico, el Padre Roberto Pini, puedo dar testimonio con la verdad: ocurrió que durante el Congreso las hostias se multiplicaban pues regresaba a la sacristía la misma cantidad que había salido, luego de haber sido consumidas por miles de personas.
Entonces el sacerdote responsable ordenó que no se preparasen más hostias para consagrar y se repartiesen en la comunión las hostias ya consagradas (incluso de a tres o cuatro personas el último día) de modo de consumirlas todas y que no quedasen sobrantes después de Congreso. Los esfuerzos fueron inútiles pues sobraron copones llenos de hostias consagradas que se repartieron entre las parroquias correntinas. ¡Sin embargo, en algunas parroquias los copones con las hostias consagradas del Congreso Eucarístico duraron hasta un año y medio! Pensemos que, normalmente, un copón lleno de hostias alcance para la distribución de uno o dos días solamente.
CAPÍTULO X: 2005
LAS PRIMICIAS DEL AÑO
Parecería que el acto de fe que muchos de nosotros le hicimos a Jesús en esa íntima entrega eucarística tuvo sus frutos durante todo el año. No sabíamos muy bien en qué nueva aventura con el Señor nos estábamos embarcando pero sentíamos con fuertes confirmaciones del Espíritu Santo que debíamos creer y esperar. Sin embargo, como preludio de lo que sobrevendría en el plano sobrenatural, el 1° de enero, día de las primicias del tiempo del año que íbamos a transitar, tres personas de nuestra Comunidad hicieron de manera privada sus votos de consagración. Fue en un contexto de oración en donde el Espíritu Santo nos mostraba su gloria para confirmar el paso dado en fe. La Palabra que pedimos nos confirmaba con el texto de Hebreos donde hace mención que Abraham (el padre de la fe) consagraba las primicias de los frutos a Melquisedec.
En este mismo año, tres personas más hicieron sus votos de consagración: dos en Pentecostés- siendo ésta la primera vez en donde los votos fueron hechos por alguno de otra parroquia- y finalmente, en día de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre, una tercera quiso ofrecer su vida al Señor en castidad por el Reino de los Cielos bajo los tres propósitos antes dichos. ¡Seis consagrados en un año!
Al día siguiente, 9 de Diciembre, le pedíamos una entrevista al Padre Obispo para ponerlo al tanto de estos frutos. Le alegró la noticia y a la vez nos daba valiosísimas recomendaciones. Nos pusimos a su disposición para este discernimiento y nos dejó entrever la posibilidad de crear una “asociación privada de fieles” para darle forma eclesial a esta experiencia.
Volvimos con el corazón inflamado de alegría sabiendo que estábamos en comunión con la Iglesia en la persona de nuestro Pastor y que estábamos caminando guiados por el Jesús, que todo lo hace bien.
EL MINISTERIO DE PREDICACIÓN
Recuerdo que en los primeros días de mi ordenación era mi más profundo anhelo ser un excelente confesor y nada más. Ciertamente he recibido tanta misericordia y consuelo a través del recurso de Gracia en ese magnífico sacramento que quería que todo el mundo recibiera tanto como yo había recibido.
Sin embargo, Dios tenía otros planes para mí. Siempre está haciendo cosas nuevas en mi vida y en mi ministerio. Estar con el Señor no ha resultado para nada aburrido.
Él me había prometido que me enviaría a predicar. Que debía dejar la docencia y mis estudios universitarios para estar con Él. Cierto que en el transcurso de los años me había confiado algunas cosas “pequeñas” como los programas de radio, y dar retiros y talleres en algunas parroquias de nuestra diócesis, en La Plata, en Capital Federal y en Corrientes. Pero todavía tenía más planes para mí: para mi gran asombro en diciembre del año anterior había recibido la invitación para ser el predicar oficial del Encuentro Nacional de Jóvenes, organizado por la RCC de Bolivia. Me asombraba que fuese invitado porque yo no conocía absolutamente a nadie allá excepto a un sacerdote dominico con quien había compartido la Escuela Internacional en 2003 en Miami, aunque ni siquiera habíamos conversado. Luego supe que él sintió en oración que debía ser yo el invitado.
Me daba pena saber que no iba a poder asistir en nuestra Comunidad al II° encuentro de servidores que organizábamos en torno a la Fiesta del Bautismo del Señor para generar comunión entre nosotros y comenzar el año bautizados en el Espíritu Santo. Así en los primeros días de enero, y con menos de un mes de preparativos, volaba al país vecino del norte para ejercer el ministerio de predicación. Cuando llegué a suelo boliviano el Espíritu Santo me ordenó besar la tierra. Esto me daba mucha vergüenza, por lo cual, haciendo de cuentas que estaba atándome los cordones de los zapatos me incliné para hacer lo que el Espíritu me había asignado hacer.
El evento resultó magnífico, muy bendecido. Estaba maravillosamente organizado. Vinieron quinientos jóvenes de todo el país. Vinieron en fe pues muchos ni siquiera sabían si podrían regresar a sus provincias ya que era días de convulsión social y los piqueteros bloqueaban las rutas. Contra toda amenaza e intimidación, los jóvenes llegaron al Encuentro y regresaron en paz a sus casas.
En cuanto a mí, Dios me aleccionaba para no caer en vanagloria. Durante los cuatro días que duró el evento me sentía todo el tiempo como contemplando todas mis miserias. De hecho, tuve necesidad de confesarme hasta tres veces. Además, los bolivianos querían tratarme como a un príncipe y llevarme a comer a restaurantes día y noche. Yo observaba la pobreza de esa tierra y me sentía como perplejo: ¿Cómo podía permitirme esos lujos viendo tanta pobreza? Por lo cual rechacé esa parte de la invitación y compartí con los jóvenes la vianda del Evento que, por cierto, estaba muy buena. Finalmente aprendí de esta lección divina a no tener grandes pretensiones, a conformarme con lo que haya y aún con menos y a no vanagloriarme tan fácilmente, que soy lo que soy sólo por su Gracia.
Para el mes de junio también recibí la invitación oficial de parte del Padre Alejandro Festa en Italia para visitar algunas comunidades carismáticas en diversas regiones del país.
A Alejandro lo conocí en mi primer viaje a Italia. Un amigo de Berazategui me aseguró que al P. Alejandro le gustaba recibir turistas argentinos ya que él también es argentino y de Berazategui (sólo que sus padres emigraron a Italia para trabajar cuando él tenía dieciocho años y desarrolló su vocación allá, ordenándose sacerdote en la diócesis de Fiesole, cerca de Florencia). Y como queríamos conocer Florencia y Asís le hablé por teléfono y combinamos para hacer base en donde él era vicario en una parroquia de campo: Castelfranco di Sopra, cerca de Arezzo. Cuando llegamos me encontré con un sacerdote de mi edad, de mis mismos años de ordenación, viviendo una crisis muy difícil. El Señor nos usó a mi mamá y a mí para ser instrumentos de consuelo y así lo despedimos en paz. Al verano siguiente, Alejandro viene a Berazategui para visitar a su familia y nos hicimos amigos: hablábamos de cosas espirituales, orábamos juntos, salíamos a comer, al cine, etc.
En esos días invité a Alejandro a un lunes de Alabanza, en el que teníamos como invitado a un pastor evangélico carismático. En un momento de su servicio el pastor lo miró a los ojos y le profetizó delante de todos nosotros: “Veo como un nube negra sobre tu vida pero el Señor hará que pronto se disipe y que puedas recibir el gran ministerio que él preparó para vos”. Asombroso fue que ese pastor no sabía quién era a quien le estaba profetizando. Alejandro no salía de su asombro. Yo me alegraba en el Señor. Y sucedió entonces que a los pocos meses su obispo lo nombra presidente de una Asociación Privada de Fieles llamada “Gesú Divino Amore”, y que había sido fundada por un sacerdote italiano de la primera hora de la Renovación Carismática: Don Serafino Falvo; y cuya obra se extendía por todo el país en grupos de oración; tienen una “carpa carismática” en la Casa Madre que está en Pélago, Pontassieve, en donde cada fin de semana se celebra misa carismática para unas mil personas. Es así que actualmente Alejandro sigue siendo su presidente y debe animar la vida pastoral de la Casa Madre y visitar a los grupos de oración dispersos por toda Italia y hasta un grupo en New York.
Vemos cómo el Señor ha unidos los nudos de esta red y nos ha hermanado grandemente. Lo ha hecho con signos y prodigios para acreditar con poder su Obra. Por eso estoy tan ligado a esas comunidades de Italia. Y en mi primer viaje visité comunidades carismáticas en cuatro regiones: prediqué en Isernia, Roma, Viterbo, Narni y Pélago.
Al llegar a casa para el 1° de julio sólo tuve tres días de “descanso” antes de salir par mi segundo viaje a los Estados Unidos. Estaría ayudando en la parroquia de Miami Beach por unos días y luego visitaría al Padre Peter, quien me había preparado una pequeña gira de predicación por algunas comunidades de la costa oeste: Livermore, Oakland y Monterey. Luego regresaría a Miami para tomar los cursos de la Escuela Internacional. Debido a este programa no pude estar en el aniversario de los Lunes de Alabanza y Adoración pero sí pude entablar una comunicación telefónica con la asamblea, quien recibió con júbilo el anuncio de que nuestra Comunidad había sido elegida por Dios para ser un Trono de Adoración para él.
LA TIENDA DEL ENCUENTRO
El 15 de agosto de este 2005, en el primer piso del edificio parroquial hemos inaugurado la capilla eucarística de la Tienda del Encuentro. Es un lugar que emula la tienda del encuentro que construyó Moisés por orden de Dios y que el rey David transportó a Jerusalén entre danzas y alabanzas. Con las mismas disposiciones luego el rey Salomón construiría el gran Templo de Jerusalén.
La tienda del encuentro es una especie de carpa que acompañó la marcha del Pueblo de Dios en el desierto. Guardaba en su lugar más sagrado, “el lugar santísimo”, las tablas de la Ley recibidas por Dios como ley para su Pueblo, un poco del maná que caía del cielo para alimentarlo todos los días y la vara florecida del primer sumo sacerdote, Aarón, hermano de Moisés. En el espacio anterior, la dividía del “lugar santo” un velo (que al morir el Señor se rasgó al medio); aquí estaban la lámpara de la revelación o menoná, el altar del incienso y los panes de la Presencia. Todavía en un estadio previo, “el atrio”, estaba la fuente del bronce y el altar del sacrificio.
Todas estas realidades, dice especialmente la carta a los Hebreos, eran símbolos de las realidades espirituales de la Nueva Alianza sellada con la Sangre del Cordero, Jesucristo. Por eso, cada uno de esos símbolos nos habla de Él. Todavía mejor, nos habla de las virtudes de la Eucaristía, la cual es sacrificio de Cristo, fuente de vida eterna, Palabra hecha carne en María, Presencia de Dios, digna de Adoración, porque allí está verdaderamente Jesucristo con todo su ser humano y divino.
Esta capilla ha sido hasta hoy lugar especial de encuentro con Dios para muchísima gente, especialmente para los servidores de la Comunidad en nuestros ministerios.
EL ENCUENTRO EUCARÍSTICO CARISMÁTICO
EL 14 de octubre de este año nuestra Comunidad, junto a las demás Comunidades, grupos, ministerios y movimientos de espiritualidad carismática, hemos vivido un acontecimiento espiritual sin precedentes en nuestra Diócesis: el Encuentro Eucarístico Carismático. Pero la realización de este evento guarda su historia y quiero dárselas a conocer.
Sucedió que los sacerdotes de la Diócesis que abrazamos la espiritualidad pentecostal - carismática fuimos agredidos en un evento diocesano en el año anterior. Tuvimos la necesidad de juntarnos a orar y, como una gracia especial- ya que con el correr de los años lo habían intentado y jamás pudimos lograrlo- comenzamos a reunirnos una vez por mes. En este espacio fraterno, los sacerdotes carismáticos compartimos nuestros desafíos y nuestros anhelos, abarcamos tópicos de conversación para nuestra formación, oramos juntos al modo carismático delante del Santísimo Jesús Sacramentado y luego almorzamos juntos. El lugar fijo elegido para cada ocasión es la Parroquia San José y Santa Cecilia. Los padres quisieron, además, que fuese yo su secretario y portavoz en las mediaciones institucionales y en la gestión de los eventos venideros. Cierto es que acepté con gusto.
La primera gestión que brotó de nuestra comunión sacerdotal fue firmar juntos una carta pidiéndole al Padre Obispo que nos presidiera una misa carismática en la Catedral. Nunca antes en veintinueve años de vida de nuestra Diócesis un Obispo lo había concedido. Posiblemente también porque nadie lo había pedido. Sin embargo, nuestra comunión estaba madurando y lo que hacía el Señor entre nosotros merecía celebrarse.
El 12 de mayo entonces celebrábamos la PRIMERA MISA CARISMÁTICA PRESIDIDA POR EL OBISPO EN NUESTRA CATEDRAL. Es claro que nuestra Comunidad tuvo una activa participación en el desarrollo de este evento magnífico que colmó la Catedral de Quilmes. Nuestra participación sumó para los ministerios de alabanza y de intercesión. Nuestros corazones se llenaron de júbilo. El Obispo nos dirigió una homilía llena de sabiduría y estaba también él tan contento que nos sugirió calendarizar la misa carismática presidida por él en el comienzo de la novena de cada Pentecostés. De allí en más, así se hizo hasta hoy.
Viendo la respuesta de la gente y los frutos del Espíritu en la organización de ese maravilloso evento, y siendo el año eucarístico, teníamos la intención de realizar juntos alguna otra cosa en el transcurso de los meses. Primeramente, por incentivo del P. Benito Moresco, estaba la idea de celebrar una misa carismática al aire libre en el Anfiteatro de la Ciudad de Quilmes; luego la idea maduró en la comunión de los padres carismáticos hacia algo con tendencia a una especie de congreso; Entonces, y con tan sólo 40 días de preparación, floreció el ENCUENTRO EUCARÍSTICO CARISMÁTICO, realizado en el anfiteatro de la Ciudad de Quilmes y al que asistieron 1800 personas. El evento tenía como propósito reunir a todas las realidades carismáticas de la diócesis en torno a la piedad eucarística en el ejercicio de los carismas del Espíritu Santo con un protagonismo laical importante, el cual se expresaba en las decisiones de la Comisión preparatoria y en el desarrollo del evento. Los sacerdotes nos limitaríamos a hacer lo que nos es propio: las confesiones, la exposición del Santísimo y los ministerios de la santa misa.
Como fruto de este evento espiritual se formó una comisión permanente que tiene como objetivo no sólo llevar adelante estos eventos establecidos sino también otros. En efecto, durante el 2006 pudimos organizar una Cruzada de Sanación y un taller de formación de servidores, con el Padre Peter Sanders como invitado.
El II° Encuentro Eucarístico Carismático se realizó en el gimnasio del Colegio Sagrado Corazón, en Florencio Varela, en agosto de 2006. La participación de la gente colmó toda expectativa: vinieron cerca de 2500 personas, para la máxima gloria de Dios.
El III° Encuentro Eucarístico Carismático está previsto para agosto de 2007 contando con la presencia de los precursores de la CORRIENTE DE GRACIA carismática en Argentina: el Padre Alberto Ibañez Padilla (ver cáp. I) y el laico José Torres, el primer laico carismático en nuestro País. Se cumple en este año el 40° aniversario de la Renovación Católica Pentecostal, iniciada con los universitarios norteamericanos en febrero de 1967, y bíblicamente supone un CAMBIO DE GENERACIÓN por lo que queremos honrar a nuestros precursores y tomar la antorcha de la carrera, tomar el manto profético, tomar la posta.
CAPÍTULO XI: 2006
JÓVENES CON VISIÓN
Aunque habíamos iniciado las preparaciones en diciembre del año anterior, fue en marzo del 2006 en que se manifestó una nueva Obra de Dios, fruto de la comunión entre las comunidades de San Martín de Tours, Sagrado Corazón y la nuestra. La inspiración consistía en congregar a los jóvenes de estas parroquias, con un evento abierto a todos los jóvenes de las demás comunidades, con el propósito de compartir la MISMA VISIÓN acerca de los criterios más importantes sobre la evangelización y profundizando juntos nuestra identidad eclesial.
El primer evento, una suerte de retiro en dos jornadas, se desarrolló en la Parroquia San Martín de Tours en día sábado, con una tarde de sábado donde me invitaron a predicarles y a guiarles en la adoración eucarística, y culminó con la participación en nuestra alabanza acompañados por la predicación de la Sra. Kimberley Kramar. Estos eventos han sido de gran bendición para muchísimos jóvenes también en nuestra diócesis en un tiempo en que la animación de la Pastoral de Juventud a ese nivel estaba ausente.
En diciembre los jóvenes de esta Comisión nos convocaron para una noche de alabanza, adoración y predicación, que se realizó con mucha bendición en la Parroquia Sagrado Corazón. El predicador invitado fue el Padre Franco Lutens.
MINISTERIOS DE INTERCESIÓN
En una entrevista que tuve con el Padre Obispo a comienzo del 2007 le ofrecí organizar la intercesión de varias comunidades por sus intenciones y necesidades.
Un obispo siempre está necesitado de oración. Sus preocupaciones abarcan situaciones que nosotros no podríamos abarcar justamente por no estar al frente de toda una Iglesia. Él es el sucesor de los Apóstoles para nosotros y sus fatigas son muy grandes pues da cuentas directamente a Dios de sus actos.
Ciertamente fue el Espíritu Santo que inspiró en mi esta moción para compartirle y el Obispo aceptó gustosamente. Varios ministerios de intercesión de cuatro comunidades (entre las cuales está la nuestra, claro está) se comprometieron coordinadamente a orar por las intenciones y necesidades del Pastor de nuestra Iglesia de Quilmes.
Con esta coordinación y en la figura del Obispo estábamos participando, sin habérnoslo propuesto, de una especie de “ministerio diocesano de intercesión”.
El Señor ha querido usarme para formar y establecer ministerios de intercesión en diversas partes: en el 2004, en Corrientes; en el 2005 en San Isidro y en la Parroquia Sagrado Corazón en Quilmes; en el 2006 organizando este ministerio diocesano de intercesión; y últimamente formando en 2007, en Italia y en varias comunidades de nuestra diócesis, cerca de 500 intercesores.
Todo sea para la máxima gloria de Dios.
CAPILLA DE LA VISITACIÓN
El 21 de setiembre de 2006 estábamos presentes en la inauguración de la Capilla de Adoración Perpetua “La visitación” que funciona en el predio de la parroquia San Martín de Tours, en Quilmes oeste.
En efecto, en la entrevista que habíamos tenido Padre Miguel y yo con el Padre Obispo en diciembre de 2004, éste nos había expresado el deseo de que en nuestra diócesis hubiese una capilla en donde Jesús sea adorado permanentemente, de día y de noche, las veinticuatro horas del día, todos los días del año. Y como en nuestras dos comunidades había suficiente cantidad de adoradores para poder comenzar, nos pidió que lo pensáramos y nos despidió.
Es claro que a nosotros, “los cecilios”, nos hubiese gustado ser los anfitriones y administradores de una capilla de adoración perpetua. Lamentablemente, en la realidad no podemos porque no tenemos lugar en el edificio para apartar y destinar a una capilla que pueda ser abierta las 24 hs. y que tenga acceso al público desde afuera. Por lo cual ese proyecto no prosperó con nosotros pero sí con Padre Miguel y su Comunidad, con quienes estamos unidos estrechamente por lazos de afecto y comunión.
Dos días antes de la inauguración “oficial” presidida por el Obispo, los padres carismáticos la habíamos inaugurado “proféticamente” con proclamaciones y declaraciones proféticas, ungiendo cada rincón de esa capilla para consagrarla como un verdadero Trono de Dios. Luego celebramos allí mismo la primera misa concelebrada.
Por turno, mañana, tarde y noche intercediendo por la Diócesis de Quilmes y por los pedidos de oración, que ya llegan de casi todo el mundo y fundamentalmente adorando a Jesús Eucaristía, la Capilla de Adoración Perpetua Diocesana de la Visitación de María, permanece abierta.
Para entrar a la parte publica, basta tocar el timbre y los hermanos de casi todas las parroquias y movimientos de la Diócesis, que están de turno, les abrirán.
EL JUBILEO
El 8 de Diciembre de 1957, el entonces arzobispo de La Plata, Monseñor Plaza, por decreto apostólico daba vida a la Parroquia San José y Santa Cecilia. No había comunidad, no había templo, no había ministerios. Existía solamente en el proyecto de Dios y en la declaración de un sucesor de los apóstoles. Era el día de la Inmaculada Concepción de María. María es símbolo de la Iglesia también en este caso concreto: una iglesia estaba siendo CONCEBIDA. Algo nuevo se estaba gestando. Faltaba que pudiera ser dada a la luz estaba realidad espiritual que había sido concebida.
Unos meses más tarde, una carpa misionera animada por los padres redentoristas Inocencio Jacobelis y Raúl Campos, después de misionar por dos semanas dejó plantada una comunidad de laicos cuyo primer servicio fue la comisión pro-templo. Más tarde llegaría su primer párroco y se desarrollaban algunos otros ministerios.
Dios ha querido que esa iglesia creciera y madurara hasta llegar a sus Bodas de Oro, a sus cincuenta años. Bíblicamente cincuenta años corresponde al “año de gracia”, al jubileo. Un tiempo de reconciliación y de justicia, tiempo de misericordia, tiempo de recuperar lo perdido, tiempo de anuncio a los pobres, tiempo de liberación de los cautivos y de dar vista a los ciegos. Muchos de nosotros habíamos vivido las virtudes del Jubileo del año 2000 y recordamos aún cómo fue ese tiempo de Gracia. Recordamos también algunos de sus signos y es por eso que quisimos recrearlos para nuestra Comunidad.
El primer rito que marcó el inicio del tiempo jubilar fue LA APERTURA DE LAS PUERTAS DEL TEMPLO como signo de la apertura de los cielos sobre nosotros: con una procesión iniciada desde la Plaza de las Colectividades llegamos cantando hasta los atrios del templo parroquial; delante de sus puertas doradas proclamamos la Palabra de Dios entre cantos de júbilo; y al sonido del shofar las puertas se abrieron para que el rebaño de Dios entre con alegría para alabar y adorar a Dios y celebrar la acción de gracias en la santa misa. Fue un hito inolvidable e irrepetible en la historia de nuestra Comunidad.
Para el año jubilar habíamos consultado a los servidores de los ministerios para aportar iniciativas para un eventual programa de actividades. De la riqueza de los aportes surgieron múltiples propuestas que, con la ayuda del Altísimo, llevaremos adelante.
En el resumen de las propuestas y al publicar el programa del Jubileo también escribí que debíamos abrirnos también a las cosas inesperadas por nosotros pero que Dios ya tenía preparadas.
LAS DOS BARCAS
Y lo que no estaba previsto en mis planes, estaban en los pensamientos de Dios. El 12 de diciembre el Padre Obispo me pidió que asumiera la administración de la parroquia más nueva de la diócesis de Quilmes: la Parroquia San Juan Apóstol y Nuestra Señora, creada en el año 2000 por el Obispo Novak. Me lo pidió en la última reunión del Presbiterio en la Casa Cura Brochero, en Florencio Varela. Era adviento y yo había predicado que debíamos estar dispuestos, como María, a estar abiertos a recibir nuevas intervenciones de Dios en nuestras vidas. Por eso, ante el anuncio de las cosas nuevas, mi corazón ya estaba preparado y le di mi “sí” sin dudar.
La Parroquia San Juan Apóstol comprende varias comunidades: la del centro parroquial (que todavía no tienen su templo construido) y las capillas Cristo Rey, San Blas, Virgen del Valle y San Roque.
Cuando asumí también como pastor de esta Comunidad el evangelio del día fue muy sugestivo y de hecho el Padre Obispo aprovechó para darnos claras instrucciones pastorales: se trataba del de la pesca milagrosa en Lucas 5. Motivado por esta lectura me dijo el Obispo: “Ahora Eduardo vas a tener que trabajar con dos barcas”. En efecto, tengo una “barca llena”, que es la Comunidad de la Parroquia San José y Santa Cecilia, tan llena de vida, de personas entregadas al servicio de Dios, de carismas y ministerios, de jóvenes apasionados por Cristo, con un llamado a expandir el Reino de Dios por todos los caminos que nos va abriendo; por otro lado, tengo una barca “vacía”, las Comunidades de la Parroquia San Juan Apóstol y Nuestra Señora, donde la vida está naciendo y se está desarrollando, donde hay tantas necesidades pastorales, ministeriales y hasta materiales, donde todo está comenzando...
En el contexto de nuestro Jubileo todo esto ha significado para mí como una invitación de Dios a ensanchar aún más mi corazón para poder amar a más personas. Cuento con el apoyo y la oración de tantos, que no podría jamás sentirme solo en esta empresa del Evangelio.
EN CADA OPORITUNIDAD QUE LEO ESTE RELATO SOLO SURGE UN GRACIAS ESPIRITU SANTO.
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ResponderBorrarMiguel Dicosmo16 de julio de 2015, 3:22 p. m.
EN CADA OPORITUNIDAD QUE LEO ESTE RELATO SOLO SURGE UN GRACIAS ESPIRITU SANTO
SEÑOR TE AMAMOS ALABAMOS ADORAMOS Y TE BENDECIMOS.