viernes, 17 de julio de 2015

SOMOS MAS QUE VERES EN CRISTO


NACIDOS  PARA  VENCER
 
 





 

 

 

 

 

INDICE

 

 

Introducción y situación

 

Como fundamentar una vida victoriosa

 

Como vencer la indiferencia

 

Como vencer la pasividad

 

Como vencer la pereza

 

Como vencer el conformismo

 

Como vencer la permisividad

 

Como vencer la depresión  (primera parte)

 

Como vencer la depresión  (segunda parte)

 

Como vencer el negativismo

 


 

 

 

 

INTRODUCCIÓN Y SITUACIÓN

 

En este nuevo tema nuestro objetivo será dar respuestas a las carencias, debilidades y aflicciones del alma, donde tenemos la voluntad, la mente y las emociones o sentimientos.

 

Estas son las áreas de nuestro ser mas atacadas por el diablo, a través del sistema de este mundo, y las debilidades de la carne.

 

Es importante comprender qué es el sistema del mundo, quién lo dirige y cómo actúa sobre el ser humano.

 

EL SISTEMA DE ESTE MUNDO. DEFINICIÓN

El diablo es el príncipe de este mundo (Jn.14:30); y ha diseñado un sistema perverso, en colaboración con el hombre desobediente (Ef.2:2), para atrapar el alma, estrangular el espíritu y la comunión con Dios y destruir el cuerpo. ¿Cómo lo hace? Tendiendo lazos y trampas al alma del hombre, aprovechando la oscuridad de los pueblos –por la idolatría- y engañando (2Co.4:4).

 

“Los que buscan mi vida (alma) arman lazos”  (Sal.38,12).

 

El diablo tiene tendidas trampas, a través delos esquemas mundanos, para atrapar el alma del hombre. Es en el alma donde se producen las batallas de las pasiones y deseos, aprovechadas por el diablo para dar expresión a todo tipo de guerras (Stg.4:1) (1P.2:11). Por lo tanto,  nuestro campo de batalla está en el área del alma.

 

 

¿CÓMO  VENCEREMOS?

 

Por el inconformismo hacia el mundo.

 

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro.12:2)

 

Por el inconformismo hacia los deseos carnales. 

 

“Como hijos obedientes no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia...” (1P.1:14) “Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1P.2:11).

 

Escapando y huyendo.

 

 “...habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencias” “los que verdaderamente habían huido de los que viven en error... habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo...” (2P.1:4 y 2:18-20). “Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor”  (2 Tim.2:22).

 

Aferrándonos al Nombre de Jesús.

 

  “¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios?” (1Jn.5:5). “Torre fuerte es el nombre de Jehová; a él correrá el justo, y será levantado”  (Pr.18:10).  Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; se rompió el lazo, y escapamos nosotros. Nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo el cielo y la tierra”  (Sal.124:7-8).

 

Hemos venido a Dios y Él sacia y prospera nuestra alma de la abundancia de su casa (Sal.36:8 y 65:4). Hemos salido de la casa del diablo y trasladados a la casa –el Reino- de Dios.

 

“El cuál nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”  (Col.1:13).

 

 

COMO FUNDAMENTAR UNA VIDA VICTORIOSA

 

El hombre nuevo nace como resultado del triunfo legal y actual de Jesús. Hemos nacido de nuevo por la simiente de un vencedor. Esta es una verdad permanente y absoluta. Sin embargo, vivimos en un mundo cambiante y relativo. Esos esquemas tienden a afectarnos, movernos y desplazarnos de la solidez del fundamento: JESUCRISTO.

 

Por ello, se hace necesario que afirmemos los fundamentos de una vida victoriosa a la que Dios nos ha llamado. Todo buen fundamento debe estar basado en la verdad. Veamos, entonces, tres verdades que garantizan una vida victoriosa.

 

La verdad de LA REGENERACIÓN

 

Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito,3,4-5).

 

La regeneración es “dar nuevo ser a una cosa que degeneró”. Es volver al género original. Es regresar al plan inicial de Dios después de haber estado viviendo un tiempo alejados de él, degenerados por el pecado y la desobediencia. Es nacer de nuevo. La regeneración es la base fundamental para establecer una vida de éxito y victoria (Jer.18:1-10)

 

La verdad de LA RENOVACIÓN

 

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”  (Romanos, 12:2)

 

La renovación es un proceso gradual hacia la transformación. Actúa, sobre todo, en la mente (Ro.12:2) y en el espíritu (Sal.51:10) (Ef.4:23). En este proceso debemos tomar parte activa llenando nuestra mente con la palabra de Dios. Esta verdad es clave. Si vamos a vivir en victoria sobre el sistema de este mundo será por conocer la voluntad de Dios y obedecerla.

 

 ¡Oh, cuánto amo yo tu ley! Todo el día es ella mi meditación. Me has hecho más sabio que mis enemigos con tus mandamientos, Porque siempre están conmigo. Más que todos mis enseñadores he entendido, Porque tus testimonios son mi meditación. Más que los viejos he entendido, Porque he guardado tus mandamientos; De todo mal camino contuve mis pies, Para guardar tu palabra. No me aparté de tus juicios, Porque tú me enseñaste. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! Más que la miel a mi boca. De tus mandamientos he adquirido inteligencia; Por tanto, he aborrecido todo camino de mentira” Salmo,119:97-104.

 

“Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué,1:8).

 

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Si no que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará”  (Salmo,1:1-3).

 

De esta forma pensamos como piensa Dios; hablamos como Dios habla y vivimos de acuerdo con la santidad de Dios.

 

“Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; si no, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducios en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación” (1Pedro,1,14-17).

 

Su palabra debe afincarse, habitar y establecerse en nosotros.

La verdad de LA TRANSFORMACIÓN


 

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2Corintios, 3,18).

 

Cuando hemos digerido su palabra, ésta se diluye en nuestro organismo y produce y produce la transformación de nuestra vida. La palabra (el Verbo-Jesús) actúa en nosotros y reproduce la imagen de Jesús.

 

“Por lo cual también nosotros sin cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los creyentes” (1Tesalonicenses,2:13).

 

Jesús es el Pan de vida que al comerlo produce en nosotros la transformación de nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo. 

 

“Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan que desciende del cielo, para que el que de él come, no muera. Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo. Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.

 

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente”  (Juan,6,48-58).

 

Así se establece la fusión-comunión entre Cristo y el creyente. Resumiendo. La verdad de la regeneración, la renovación y la transformación ponen en nosotros las bases para una vida práctica de victoria.

 

 

 

COMO VENCER LA INDIFERENCIA

 

Definir el concepto. ¿Qué es la indiferencia?  Es un estado de ánimo no determinado. Es una actitud vacilante, sin determinación.

 

No combatir. Que no prefiere una cosa a otra. Es una falta de compromiso y responsabilidad que abarca a todas las esferas de la vida en sociedad: Familiar, laboral, estudiantil, en lo moral y eclesial (la dinámica, visión, de una iglesia local).

 

La insumisión es un ejemplo claro de una sociedad indiferente a los intereses globales de una nación. Es la “cultura del pasotismo, la litrona y la rebeldía silenciosa”.

 

Este virus de la indiferencia ha invadido nuestra sociedad actual de una forma alarmante. Los sistemas del mundo de hoy contienen una gran dosis de indiferencia y apatía que debemos combatir.


El creyente y la iglesia han sido influidos estrepitosamente por este sistema abominable de indiferencia. Esta actitud nos lleva a hacer concesiones con el mundo y su sistema de valores; nos roba las convicciones firmes de la palabra de Dios y nos conduce a una flojera y debilidad del alma y del espíritu que desembocan en un cristianismo tibio, incoloro, fluctuante y falto de poder y autoridad.
 
Debemos localizar, aborrecer y combatir a este enemigo para poder derrotarlo y mantenerlo a raya.

DERROTANDO LA INDIFERENCIA

La Biblia dice que hemos escapado de las contaminaciones de este mundo por el conocimiento del Señor; por tanto, no nos enredemos otra vez en ellas.

“Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero”  (2Pedro,2:20).

 Si la indiferencia es rebeldía silenciosa

  “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue. Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero” (Mateo, 21:28-32); combatámosla con obediencia visible,

“Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro”  (1Pedro,1:22).

 

Si la indiferencia es una actitud sin determinación y vacilante,

 

“para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Efesios, 4,14); hagámosle frente con determinación y firmeza, “Cuando se cumplió el tiempo en que él había de ser recibido arriba, afirmó su rostro (con determinación, dice la Biblia de las Américas) para ir a Jerusalén”  (Lucas, 9,51).

 

Si la indiferencia es no tener preferencias por una cosa u otra: luz o tinieblas, verdad o mentira, limpio o inmundo;  “¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo por dulce, y lo dulce por amargo!”  (Isaias, 5,20); entonces decidamos separar lo vil de lo precioso y afirmarnos en ello.

 

“Por tanto, así dijo Jehová: Si te convirtieres, yo te restauraré, y delante de mí estarás; y si entresacares lo precioso de lo vil, serás como mi boca.
 
Conviértanse ellos a ti, y tú no te conviertas a ellos. Y te pondré en este pueblo por muro fortificado de bronce, y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte, dice Dios. Y te libraré de la mano de los malos, y te redimiré de la mano de los fuertes”  (Jeremias, 15,19-21)

 

Si la indiferencia es una falta de compromiso y responsabilidad; mantengámonos fieles al Pacto de sangre, a través de Jesús, y actuemos en consecuencia.

 

“El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia?” (Hebreos, 10,27-29).

 

Si la indiferencia nos lleva a hacer concesiones con el mundo y ceder a sus influencias; 

 

“¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia...”  (Santiago, 4,4-5);

 

entonces no nos conformemos a este siglo. 

 

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”  (Rom.12:2).

 

Si la indiferencia nos roba las convicciones firmes de la palabra de Dios; no te conformes con ello y afirma tus valores sin moverte de la palabra de verdad.

 

“Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente... ¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado”  (Romanos, 14:5,22,23).  “...que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar...” (2Tesalonicenses, 2,2)

 

Pertenecemos a otro Reino donde operan otras leyes y principios. Hemos sido trasladados del sistema de este mundo, al Reino de Su Hijo Amado (Col.1,13); por tanto, la actitud normal del hombre nacido de nuevo es contraria a la indiferencia. El hombre nuevo no puede ser indiferente ante la disolución de los principios del Reino en su generación; y si ha sido atrapado en ello, hay que actuar con sinceridad y valor: Localizándolo (reconocerlo); aborrecerlo (arrepentirse) y combatirlo con firmeza.
 
La indiferencia conduce a la pasividad, pero la vida de fe es acción en el camino de la verdad. El apóstol  Judas nos insta a “que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos”  (Judas, 3)

 

 

 

COMO VENCER LA PASIVIDAD

 

Definir el concepto. ¿Qué es la pasividad?

Es un estado de ánimo sin acción. Una paralización del esfuerzo y el interés. Es no cooperar. Permite que los demás actúen sin hacer nada. Es un espíritu de somnolencia que adormece el alma. Es la anestesia de este mundo que roba la energía del ser humano. Esta influencia ha penetrado profundamente en la iglesia occidental de nuestro tiempo. Creo que está contribuyendo a ello el énfasis desproporcionado y desequilibrado que se le está dando al retorno de Jesús.

 

La esperanza cierta y gloriosa de la segunda venida de Jesús es maravillosa y la iglesia debe mantenerla activada continuamente, pero el desequilibrio se produce cuando tomamos esa verdad del Retorno como una vía de escape para eludir nuestras responsabilidades como hijo de Dios de ser luz y sal de la tierra, anunciando su evangelio y mantener una vida de firmeza frente al pecado. Pablo tuvo que poner orden en la iglesia de Tesalónica al respecto. Esto es lo que les dice:

 

Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos, que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca. Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición...

 

Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros. Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros, ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros; no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.

Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma. Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.

A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan. Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien. Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence. Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano” (2Tesalonicenses, 2,1-3  y 3,6-15).

 

 

¿Por qué se produce la pasividad?  Por una falta de sentido y propósito en la vida. Por no conocer el plan de Dios y Su voluntad para con nosotros. Por ignorar el valor de la vida y por un ambiente cargado de religiosidad dominado por el espíritu de muerte.

 

¿Cómo actúa?  Dejando de hacer lo importante y trascendente, para centrarse en lo superficial, lo ajeno e innecesario.  Ejemplo: Hablar y hablar de los problemas de otras personas sin haber solucionado los nuestros debidamente.

 

¿Qué armas tiene la pasividad?  La indiferencia, la debilidad de ánimo y sobre todo la televisión. Pasar mucho tiempo delante del televisor produce una pasividad mental, creativa, de iniciativas y un “atolondramiento” (proceder sin reflexión) que nos conduce a la pereza profunda.
 
El perezoso desea (todo lo que ve en el televisor) pero nada alcanza (se alimenta de ilusiones e irrealidades que nunca consigue.
 
Buena prueba de ello son los programas-concurso con sus ofertas de ganar dinero fácil, que están llenos de desilusiones y frustraciones, así como de un culto a la diosa Fortuna y Destino que menciona el profeta Isaias en 65,11-12.

 

“El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada” (Pr.13:4) “El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar”  (Pr.21,25).

 

 

COMO VENCER SOBRE LA PASIVIDAD


 

Localizarla.  Tenemos que encontrar las áreas de nuestras vidas donde se ha infiltrado este virus. Para ello necesitamos sinceridad y valentía para enfrentarnos a nosotros mismos. Luego necesitamos acercarnos al foco que alumbra todas las cámaras de nuestro ser, es decir, acercarnos a Dios y Su palabra.

 

“En tu luz veremos la luz” (Sal.36:9)  “Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino” (Sal.119:115)  “Lámpara de Jehová es el espíritu del hombre, La cual escudriña lo más profundo del corazón” (Pr.20:27)  Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. 13Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de aquel a quien tenemos que dar cuenta”  (Hebreos, 4:12-13)

 

Aborrecerla.  Significa arrepentimiento. Volverse al plan de Dios que habíamos abandonado. Es llegar al pleno convencimiento de que la pasividad es mala, un enemigo destructivo que hay que combatir y resistir. “Resistid... (la pasividad) y huirá de vosotros. Someteos a Dios. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros”  (Stg.4:7.8).

 

Combatirla.  Dios nos ha dado un don precioso para derrotar a este enemigo, el don del Espíritu Santo (Hch.10:45). Liberar la acción del Espíritu en nosotros, sacar de la fuente de agua de vida es la clave para vencer. ¿Cómo hacerlo?

 

“Hablando... cantando... Alabando al Señor... Dando siempre gracias...”  (Efesios, 5:18-20). Esto producirá en nosotros lo contrario exactamente a la vida pasiva. Producirá un despertamiento espiritual como vemos en Efesios 5:14-17.

 

Por lo cual dice: Despiértate, tú que duermes, Y levántate de los muertos, Y te alumbrará Cristo. Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor”.  Producirá un avivamiento interior (2Ti.1:6); un espíritu ferviente (Ro.12:11);

 

Una capacidad de esfuerzo y trabajo (Jos.1:9); y un espíritu de sacrificio (Sal.50:5) (Ro.12:1) que aplastará a este enemigo de nuestras almas renovadas. Esta clase de vida (la vida en el Espíritu, osea, una vida cristiana normal) produce un aniquilamiento de la pasividad, y nos eleva a una dimensión de vida mas elevada; es la clase de vida de Dios (Zoé) que Dios nos ha dado juntamente con Cristo.

 

 

 

COMO VENCER LA PEREZA

 

La indiferencia conduce a la pasividad y ésta desemboca en la pereza.

 

Definir el concepto.  ¿Qué es la pereza?   Es el descuido en hacer las cosas que estamos obligados a realizar. Negligencia. Tardo, lento o pesado en el movimiento o en la acción. La pereza es uno de los grandes enemigos del hombre y su realización. Hay diferentes clases de pereza.  Normalmente pensamos que la pereza sólo tiene que ver con la persona que duerme mucho; pero hay otras manifestaciones de pereza.

 

Pereza mental: El que no quiere pensar.

Pereza sentimental: El que no expresa sus sentimientos naturales, no habla.

Pereza física: El que no quiere trabajar y el esfuerzo físico le abruma.

Pereza espiritual: El que no dedica tiempo a la oración, la meditación y el estudio de la palabra de Dios, no se congrega, no diezma, etc.

 

La pereza es una especie de pulpo con muchos brazos para atenazar las diferentes áreas de nuestra vida.

 

¿Qué produce la pereza?  Este enemigo es un gran productor de males, algunos de ellos muy dramáticos. Veamos algunos ejemplos en el libro de los Proverbios. En este libro de la Biblia encontramos que es un tema que se repite ampliamente.

 

  1. Produce sopor y sueño.  La pereza hace caer en profundo sueño, Y el alma negligente padecerá hambre”  (Pr.19:15).

 

  1. Produce cansancio y fatiga.  “Mete el perezoso su mano en el plato; se cansa de llevarla a su boca”  (Pr.26:15).  Pasé junto al campo del hombre perezoso, y junto a la viña del hombre falto de entendimiento, y he aquí que por toda ella habían crecido los espinos, ortigas habían ya cubierto su faz, y su cerca de piedra estaba ya destruida.  Miré, y lo puse en mi corazón; lo vi, y tomé consejo. Un poco de sueño, cabeceando otro poco, poniendo mano sobre mano otro poco para dormir; así vendrá como caminante tu necesidad, y tu pobreza como hombre armado” (Pr.24:30-34). 

 

  1. Produce argumentos falsos.  El perezoso no ara a causa del invierno; pedirá, pues, en la siega, y no hallará”   (Pr.20:4).  “Dice el perezoso: El león está fuera; seré muerto en la calle”  (Pr.22:13).  “En su propia opinión el perezoso es más sabio que siete que sepan aconsejar”  (Pr.26:16)
  2. Produce frustración.  El alma del perezoso desea, y nada alcanza; mas el alma de los diligentes será prosperada”  (Pr.13:4).

 

  1. Produce pobreza.  “Ve a la hormiga, oh perezoso, mira sus caminos, y sé sabio; la cual no teniendo capitán, ni gobernador, ni señor, prepara en el verano su comida, y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento. Perezoso, ¿hasta cuándo has de dormir? ¿Cuándo te levantarás de tu sueño? Un poco de sueño, un poco de dormitar, y cruzar por un poco las manos para reposo; así vendrá tu necesidad como caminante, y tu pobreza como hombre armado”  (Pr.6,6-11).

 

  1. Produce muerte.  “El deseo del perezoso le mata, porque sus manos no quieren trabajar” (Pr.21:25)

 

 

COMO VENCER LA PEREZA

 

Este adversario es un gran generador de mentiras. El perezoso dice: “estoy cansado”, “no puedo hacerlo”, “no tengo tiempo”, “no es el momento”, “para que intentarlo si va a salir mal”, “no tengo recursos ni capacidades”, etc.

Para vencer la pereza tenemos que responder con toda sinceridad y revelación la gran pregunta ¿esos argumentos son verdaderos o falsos?. Para encontrar la respuesta correcta necesitamos conocer la palabra de verdad, que nos lleva a la libertad (Jn.8,31-32). Ejemplo: Si he dormido 7-8 horas y sigo cansado y con ganas de dormir más la pereza me está robando un tiempo que nunca mas volveré a tener.
 
La reacción debe llevarnos a las preguntas siguientes: ¿Quiero abandonar la pereza? ¿Soy consciente de sus efectos negativos? ¿Estoy dispuesto a combatirla?. La batalla se centrará en tres frentes fundamentales.

Primero. Derribar argumentos.  Mientras creemos una mentira (“no tengo tiempo”) todo el organismo actúa según esa mentira. Cuando destruimos el engaño y lo reemplazamos con la verdad (“todas las cosas tienen su tiempo debajo del sol”);  entonces el proceso a la victoria está en marcha.

 

Pues aunque andamos en la carne, no militamos según la carne; porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo, y estando prontos para castigar toda desobediencia, cuando vuestra obediencia sea perfecta”  (2Corintios, 10,3-6).

 

Segundo.  Renovación de la mente.  La renovación nos da los pensamientos de Dios, y éstos, traen a nuestra vida su voluntad, su propósito y su plan pensado de antemano. Con este conocimiento la motivación se dispara y todo nuestro ser es estimulado a la acción.  No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”  (Romanos, 12,2).

Tercero.  Aplicarle disciplina personal.    Ésta nos ayuda a mantener el impulso inicial en una constante diaria. Ejemplo: Si necesitamos 7-8 horas para descansar y tenemos que levantarnos a las siete de la mañana, no debemos acostarnos mas tarde de las doce de la noche. La aplicación de la disciplina está mas en decidir cuando debemos ir a dormir que en levantarse por la mañana. Ganamos o perdemos la batalla por la noche no en la madrugada.

Pablo vivía esta disciplina personal de forma evidente cuando dijo:

 

¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero uno solo se lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible.

Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”  (1Corintios,9,24-27).

 

La oración de Moisés se hace indispensable para vencer la pereza. “Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría”  (Sal.90,12)

 

 

 

COMO VENCER EL CONFORMISMO

 

 Definir el concepto. ¿Qué es el conformismo?    Viene de la palabra inglesa “confort”, que significa comodidad. Es una práctica que fácilmente nos lleva a adaptarnos a cualquier circunstancia. Es hacer concesiones, es decir, conceder el dominio a las circunstancias que nos rodean. Es una falta de combatividad que paraliza la búsqueda, la expectativa y la visión. Una pérdida de la ambición saludable. Es dar por sentada una vida y “vivir de las rentas”.

 

Este enemigo nos roba las iniciativas y nos hunde en un estado de ánimo mediocre, gris y egoísta, puesto que nos lleva a una actitud a la defensiva para guardar lo poco que tenemos. Nos roba, además, la entrega y la inversión de nuestra vida en el reino de Dios, para pudrirnos en el fango de la cobardía y el temor. Jesús dijo:

 

“El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Juan, 12:25).

 

Y fue especialmente duro con aquel siervo que había guardado su talento por temor a perderlo.

 

 Pero llegando también el que había recibido un talento, dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste; por lo cual tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo. Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío con los intereses. Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos”  (Mateo,25,24-30).

 

El conformismo y la comodidad son especialmente malos para vivir una vida llena del Espíritu. La vida en el Espíritu se mueve en una dimensión ilimitada, por tanto, el conformismo la puede frenar en cualquier pequeña experiencia y robarnos la inmensidad del Océano de Dios. En nuestros días es especialmente nocivo el énfasis desequilibrado que se hace en la iglesia sobre algunos dones del liderazgo, olvidando y criticando los que no se tienen. (Ezequiel, 47,1-5) (2 Reyes,2,1-15)

 

El sistema de este mundo está diseñado para desequilibrarnos. O nos frena en el conformismo; o nos enloquece en la insatisfacción. Por su parte, el Espíritu Santo nos trae la vida equilibrada de Jesús a nuestros corazones.

 

 

COMO VENCER EL CONFORMISMO


 

La respuesta es sencilla. Con el inconformismo; que no hay que confundirlo con la insatisfacción. En Cristo estamos satisfechos pero no somos conformistas, porque sabemos que hay mas y más áreas de profundidad y madurez en Jesús.

 

 “...para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efesios,3,17-19). 

 

“...No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; si no que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”  (Filipenses,3,12-14).

 

No os conforméis.  La palabra de Dios nos enseña abiertamente a ser inconformistas en diversas áreas de nuestras vidas. Veamos algunas.

 

No os conforméis a este mundo. 

 

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”  (Romanos, 12,2).

 

No os conforméis a la corrupción. 

 

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia” (2Pedro,1,3-4).

 

No os conforméis al error. 

 

Pues hablando palabras infladas y vanas, seducen con concupiscencias de la carne y disoluciones a los que verdaderamente habían huido de los que viven en error”  (2Pedro, 2,18).

 

No os conforméis a las contaminaciones.

 

 “Ciertamente, si habiéndose ellos escapado de las contaminaciones del mundo, por el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo, enredándose otra vez en ellas son vencidos, su postrer estado viene a ser peor que el primero”  (2Pedro,2,20).

 

No os conforméis a los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida. 

 

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”  (1Juan,15-17).

 

No os conforméis a los deseos carnales que batallan contra el alma.  (Recuerda que el alma incluye la mente, las emociones y la voluntad). 

 

“...como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia...  Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma...” (2Pedro, 1.14 y 2,11).

 

No hacer concesiones.  Significa no ceder a las presiones del enemigo para robarnos nuestras convicciones y derechos. Defender la heredad de Dios: Salvación, salud, paz liberación...

 

Ejemplo: El pueblo de Israel cedió terreno a los cananeos y les otorgó vivir con ellos en la tierra que Dios les había dado como heredad. Allí estuvo la clave de sus futuras derrotas.

 

“Mas al jebuseo que habitaba en Jerusalén no lo arrojaron los hijos de Benjamín, y el jebuseo habitó con los hijos de Benjamín en Jerusalén hasta hoy” (Jueces, 1:21,27,28,29,30,31,33).

 

Dios les había dicho claramente que no hiciesen concesiones al enemigo.

 

“Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti. No harás alianza con ellos, ni con sus dioses. En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo”  (Exodo,23,31-33). 

 

“Cuando Jehová tu Dios te haya introducido en la tierra en la cual entrarás para tomarla, y haya echado de delante de ti a muchas naciones, al heteo, al gergeseo, al amorreo, al cananeo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo, siete naciones mayores y más poderosas que tú, y tu Dios las haya entregado delante de ti, y las hayas derrotado, las destruirás del todo; no harás con ellas alianza, ni tendrás de ellas misericordia. Y no emparentarás con ellas; no darás tu hija a su hijo, ni tomarás a su hija para tu hijo.

 

Porque desviará a tu hijo de en pos de mí, y servirán a dioses ajenos; y el furor de Dios se encenderá sobre vosotros, y te destruirá pronto. Mas así habéis de hacer con ellos: sus altares destruiréis, y quebraréis sus estatuas, y destruiréis sus imágenes de Asera, y quemaréis sus esculturas en el fuego. Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra.

 

No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Dios y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos; si no por cuanto Dios os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto. Conoce, pues, que tu Dios es Dios, Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones; y que da el pago en persona al que le aborrece, destruyéndolo; y no se demora con el que le odia, en persona le dará el pago. Guarda, por tanto, los mandamientos, estatutos y decretos que yo te mando hoy que cumplas”  (Deuteronomio, 7,1-11). 

 

Ejemplo:  Uno de los valientes de David, Sama hijo de Age, nos enseña claramente la lección de no hacer concesiones al enemigo, aunque sea un pequeño terreno de lentejas.    

     

“Después de éste fue Sama hijo de Age, ararita. Los filisteos se habían reunido en Lehi, donde había un pequeño terreno lleno de lentejas, y el pueblo había huido delante de los filisteos. 12El entonces se paró en medio de aquel terreno y lo defendió, y mató a los filisteos; y Dios dio una gran victoria”  (2 Samuel, 23,11-12).

 

El apóstol Pablo nos muestra también lo que es una vida alejada del conformismo y fundada en la determinación insaciable de conocerle a Él (Jesús), y extender Su Reino.

 

“...Y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta...” (Filipenses, 3,13-15). “Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios”  (Hechos, 20,24).

 

 

COMO VENCER LA PERMISIVIDAD

 

Definir el concepto. ¿Qué es la permisividad?  Es el acto de dar permiso o consentir. Es un relajamiento de los  valores morales; un decaimiento y pérdida de los principios del reino de Dios frente a una sociedad relajada moralmente. Es una conciencia debilitada que justifica los actos pecaminosos en el nombre de la tolerancia humanista y el engaño del modernismo progresista. La permisividad es darle lugar al diablo, a la carne y al sistema mundano, consciente o inconscientemente.

 

La operación de este enemigo (otro virus mas para la colección diría yo) en la iglesia de nuestro tiempo, nos conduce al “sin-sabor”; al debilitamiento espiritual y de la credibilidad; a la pérdida de nuestros objetivos de ser luz y sal de la tierra; a la vergüenza y el escarnio de la misma sociedad por haber perdido el sabor y la función dada por Dios; y por último somos desechados por Dios mismo.

 

“Buena es la sal; mas si la sal se hiciere insípida, ¿con qué se sazonará? Ni para la tierra ni para el muladar es útil;  la arrojan fuera. El que tiene oídos para oír, oiga” (Lucas, 14,34-35). “Por fortaleza te he puesto en mi pueblo, por torre; conocerás, pues, y examinarás el camino de ellos. Todos ellos son rebeldes, porfiados, andan chismeando; son bronce y hierro; todos ellos son corruptores. Se quemó el fuelle, por el fuego se ha consumido el plomo; en vano fundió el fundidor, pues la escoria no se ha arrancado. Plata desechada los llamarán, porque Jehová los desechó”  (Jeremias, 6,27-30).

 

La permisividad o inmoralidad conduce a una nación al exterminio. Nuestra sociedad está atacada por esta plaga, por lo tanto, el Señor requiere un pueblo dispuesto para sazonarla y protegerla de la putrefacción.

 

 

COMO VENCER LA PERMISIVIDAD

 

La palabra  revelada de Dios tiene la respuesta para cada desorden que azota a la sociedad y a la iglesia en cada generación. La respuesta de Dios para vencer la maldad es una naturaleza nueva y una vida de santidad verdadera y bíblica.

 

Primero.  Una naturaleza nueva. 

 

“Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia”  (2Pedro,1,3-4). 

 

En Cristo hemos sido hechos santos, es decir, apartados para Dios como propiedad suya. Nuestra posición ante Dios, en Cristo, es de santificados por la sangre de Jesús. 

 

“Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención; para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor” (1Co.1,30-31). “Y esto erais algunos; mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1Co.6,11)

 

Segundo.  Una vida de santidad verdadera y bíblica.

 

 Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios, y esperad por completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado; como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia;

si no, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducios en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación” (1Pedro,1,13-19). 

 

En el nuevo nacimiento hemos recibido el germen de una vida santa. La naturaleza santa de Dios. Esa vida produce, de forma natural, unos resultados que se traducen en una nueva manera de vivir.

 

 “Y vestios del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios, 4,24).

 

El embrión de la vida de Dios en nosotros debe crecer y alcanzar cada área de nuestro ser. Cada pensamiento, cada sentimiento, cada deseo, cada palabra, cada acción, cada hábito y costumbre; para llevarlo a una transformación completa en Jesús. Esta verdad que aparece ante nosotros como una especie de utopía, no lo es, es la verdad revelada de Dios y el propósito eterno del Padre para con sus hijos.

 

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos, 8,29-30).

 

 “Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2Corintios, 3,18). 

 

Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1Tesalonicenses,5,23-24).

 

Así, pues, tenemos lo que se ha dado en llamar una santificación posicional, delante de Dios, y una santificación progresiva, en nuestras vidas cotidianas.

 

El concepto de la santificación está muy deteriorado y deforme en nuestra sociedad, sobre todo, por la tradición religiosa que arrastramos. Podemos concretar lo que es la santidad bíblica viendo algunos ejemplos resumidos.

 

  • Es saber hacer lo bueno y hacerlo (Stg.4,17).
  • Es separar lo precioso de lo vil (Jer.15,19).
  • Es obedecer a Dios y resistir al diablo (Stg.4,7)
  • Es no conformarse al sistema de este mundo (Ro.12,2).
  • Es vivir lleno del Espíritu Santo (Ef.5,18).

 

La permisividad y el relajamiento moral del presente siglo se combate y se derrota desde una posición firme en Jesús; donde Dios nos ha colocado y se ha comprometido a guardarnos sin macha y sin caída, presentándonos delante de Él con gran alegría, como nos dice Judas 24.  Habiendo nacido de nuevo y habiendo recibido una naturaleza santa estamos en condiciones de vivir en victoria sobre las contaminaciones de este mundo. Esa fue la oración de Jesús por nosotros: “No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal”  (Juan, 17,15).

 

 

 

COMO VENCER LA DEPRESIÓN

PRIMERA  PARTE

                                              

 

Definir el concepto. ¿Qué es la depresión? 

Es un decaimiento del ánimo y de la voluntad. Un hundimiento interior. Es un sentimiento de vacío, soledad, melancolía, nostalgia y desgana. Una sensación de estar metido en un pozo oscuro sin notar el fondo ni ver la superficie. Es una especie de caída de los soportes que sostienen la actividad del alma. Es decir, como si hubieran aflojado las cuerdas que soportan la actividad emocional, intelectual y de la voluntad.

 

La depresión es un enemigo que está atrapando a muchas personas hoy, como consecuencia de una sociedad frenética y acelerada que conduce al hombre a un “sin-sentido” de tanta actividad. La reacción suele ser “soltar las amarras” y marchar a la deriva; o una rotura involuntaria con los mismos resultados.

Diferenciar dos niveles de depresión

Hay  diferentes tipos de depresión y producidas por múltiples motivos, nosotros veremos dos de esos niveles. A uno lo llamaremos depresión pasajera, y al otro depresión profunda.

DEPRESIÓN  PASAJERA

Se produce por un ambiente oscuro y de tinieblas, afectando al interior, al alma de la persona. Es momentánea, circunstancial y pasajera. Muchos de nosotros la hemos experimentado en alguna ocasión.

 Ejemplo.  La depresión de Abrahám (Gn. 15,9-12).

 

“Y le dijo: Tráeme una becerra de tres años, y una cabra de tres años, y un carnero de tres años, una tórtola también, y un palomino. Y tomó él todo esto, y los partió por la mitad, y puso cada mitad una enfrente de la otra; mas no partió las aves. Y descendían aves de rapiña sobre los cuerpos muertos, y Abram las ahuyentaba. Mas a la caída del sol sobre cogió el sueño a Abram, y he aquí que el temor de una grande oscuridad cayó sobre él”.

 

Vemos en este pasaje tres factores  básicos que componen este tipo de depresión. Sueño. Una somnolencia, no natural, que apaga los sentidos del alma y el cuerpo, desgana. Temor. Un asalto de pensamientos turbadores sobre el futuro. El temor convierte cualquier informe en negativo y tenebroso. Oscuridad. Un apagón de las luces interiores que nos impide ver cualquier salida a la situación.

 

Ejemplo.  La depresión de los apóstoles.

 

En la experiencia de los apóstoles encontramos también los mismos factores que operaron en el conflicto de Abrahám. Fue durante el tiempo de las tinieblas, cuando  Jesús entró en la hora de la redención. Los apóstoles fueron cogidos por una depresión que contenía estos tres aspectos: sueño, temor y oscuridad. 

 

Sueño.  “Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño”  (Mateo,26,43).

 

 Temor.  “Pero él les dijo: ¿Por qué estáis turbados, y vienen a vuestro corazón estos pensamientos?” (Lc.24,37)  “Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros”  (Jn.20,19)

 

Oscuridad.  “Habiendo estado con vosotros cada día en el templo, no extendisteis las manos contra mí; mas esta es vuestra hora, y la potestad de las tinieblas” (Lc.22:53).  Cuando era como la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena” (Lc.23,44).

 

 

COMO  VENCER  LA  DEPRESIÓN  PASAJERA


 

Por la continua y cercana COMUNIÓN con Dios.  

 

“Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo... pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado”  (1Juan,1,3.7). 

 

Esta fue la clave para Abrahám, y también para los apóstoles. Su continua relación con Dios les libró de las garras del ostracismo. Su comunión constante les llevó a una reacción inmediata para escapar de las tinieblas.

 

Por una REACCIÓN rápida.

 

 “El alma de los diligentes será prosperada” (Pr.13:4). “En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor” (Rom.12,11).  

 

La comunión constante con Dios nos lleva a una vida espiritual activa que nos permita reaccionar a tiempo, antes de ser atrapados por la boca del león. Si no lo hacemos a tiempo nos adentramos en una depresión profunda. Mantener una vida espiritual activa incluye entre otras muchas cosas lo siguiente: Lectura, meditación, oración, alabanza, congregarse, arrepentimiento, etc.

 

 

 

COMO VENCER LA DEPRESIÓN

SEGUNDA PARTE

 

En el capítulo anterior vimos algunas definiciones sobre la depresión. Dijimos, entre otras cosas, que es “un hundimiento interior”. Es la sensación de estar metido en un pozo y no ver salidas por ningún lado. Diferenciamos también dos niveles de depresión, una pasajera y otra profunda, aunque pueden localizarse muchas más. Ya vimos la primera, ahora nos centraremos en la segunda.

 

 

DEPRESIÓN  PROFUNDA

 

Se produce cuando la persona se mantiene y permanece en el estado depresivo normal; cuando no existe una reacción rápida para salir de ella. Entonces el hundimiento interior se hace cada vez mayor, el pozo se estrecha y la opresión es asfixiante. Este nivel de depresión se origina en el interior de la persona y paraliza, no solo la actividad interna, sino también la externa. Es decir, el alma y el cuerpo. Sin embargo, aún en esta situación, de lo mas hondo del ser, puede brotar un clamor que atraviesa la oscuridad.

 

            “Mientras callé (confesión audible) se envejecieron mis huesos en mi gemir (un sonido interior sin palabras) todo el día... Se volvió mi verdor (vida dinámica) en sequedades (sin vitalidad) de verano
(Salmo,32,3,4)

 

 

COMO  VENCER  LA  DEPRESIÓN  PROFUNDA

 

La Biblia nos muestra a personas relevantes atravesando en sus vidas tiempos de profunda depresión. Veamos algunos ejemplos.

 

El rey David.  Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día. Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades de verano. Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; y tú perdonaste la maldad de mi pecado” (Sal.32,3-5). 

 

El profeta Elias.  “Entonces envió Jezabel a Elías un mensajero, diciendo: Así me hagan los dioses, y aun me añadan, si mañana a estas horas yo no he puesto tu persona como la de uno de ellos. Viendo, pues, el peligro, se levantó y se fue para salvar su vida, y vino a Beerseba, que está en Judá, y dejó allí a su criado.

 

Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres. Y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: Levántate, come. Entonces él miró, y he aquí a su cabecera una torta cocida sobre las ascuas, y una vasija de agua; y comió y bebió, y volvió a dormirse. Y volviendo el ángel de Jehová la segunda vez, lo tocó, diciendo: Levántate y come, porque largo camino te resta. Se levantó, pues, y comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios”  (1 Reyes,19,2-8).

 

El profeta Jeremias.

 “Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se burla de mí. Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y escarnio cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había en mi corazón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude. Porque oí la murmuración de muchos, temor de todas partes: Denunciad, denunciémosle.

 

Todos mis amigos miraban si claudicaría. Quizá se engañará, decían, y prevaleceremos contra él, y tomaremos de él nuestra venganza. Mas Jehová está conmigo como poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán, y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión que jamás será olvidada. Oh Dios de los ejércitos, que pruebas a los justos, que ves los pensamientos y el corazón, vea yo tu venganza de ellos; porque a ti he encomendado mi causa.

 

Cantad a Dios, load a Dios; porque ha librado el alma del pobre de mano de los malignos. Maldito el día en que nací; el día en que mi madre me dio a luz no sea bendito. Maldito el hombre que dio nuevas a mi padre, diciendo: Hijo varón te ha nacido, haciéndole alegrarse así mucho. Y sea el tal hombre como las ciudades que asoló Dios, y no se arrepintió; oiga gritos de mañana, y voces a mediodía, porque no me mató en el vientre, y mi madre me hubiera sido mi sepulcro, y su vientre embarazado para siempre. ¿Para qué salí del vientre? ¿Para ver trabajo y dolor, y que mis días se gastasen en afrenta?”

(Jeremias, 20,7-18).

 

Job.  Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día. Y exclamó Job, y dijo: Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido. Sea aquel día sombrío,  no cuide de él Dios desde arriba, ni claridad sobre él resplandezca. Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; repose sobre él nublado, que lo haga horrible como día caliginoso.

Ocupe aquella noche la oscuridad; no sea contada entre los días del año, ni venga en el número de los meses. ¡Oh, que fuera aquella noche solitaria, Que no viniera canción alguna en ella!”  (Job,3,1-7).

El profeta Jonás.  “Pero Jonás se apesadumbró en extremo, y se enojó. Y oró a Dios y dijo... te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida... Y el sol hirió a Jonás en la cabeza, y se desmayaba, y deseaba la muerte, diciendo: Mejor sería para mí la muerte que la vida...”  (Jonás, 4,1-11).

El apóstol Pablo en Corinto.  Y cuando Silas y Timoteo vinieron de Macedonia, Pablo estaba entregado por entero a la predicación de la palabra, testificando a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero oponiéndose y blasfemando éstos, les dijo, sacudiéndose los vestidos: Vuestra sangre sea sobre vuestra propia cabeza; yo, limpio; desde ahora me iré a los gentiles. Y saliendo de allí, se fue a la casa de uno llamado Justo, temeroso de Dios, la cual estaba junto a la sinagoga. Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados. Entonces el Señor dijo a Pablo en visión de noche: No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo, y ninguno pondrá sobre ti la mano para hacerte mal, porque yo tengo mucho pueblo en esta ciudad. Y se detuvo allí un año y seis meses, enseñándoles la palabra de Dios” (Hechos, 18,5-11).

 

Jesús en Getsemaní.  Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Entonces Jesús les dijo: Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo”  (Mateo,26,37-38).  “Y Cristo, en los días de su carne, ofreciendo ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído a causa de su temor reverente” (Hebreos, 5,7).

 

Además vemos que Jesús fue tentado en todo según nuestra semejanza, incluso en la depresión profunda.

 

“Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos, 4,15-16).

 

Todas estas personas superaron las crisis profundas de sus vidas. Cada ejemplo de estos hombres nos enseña diferentes verdades para vencer la depresión. Las resumiremos en tres.

 

1. El arrepentimiento. 

Muchas depresiones son el resultado de pecados ocultos o inmoralidades secretas. La victoria está en el arrepentimiento de corazón. El salmista dijo:

 

“Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: confesaré mis transgresiones a Jehová; y tu perdonaste la maldad de mi pecado” (Salmo,32,5).

 

2. Clamar a Dios con voz audible. 

 

Este clamor y oración pone en palabras el arrepentimiento sincero. Esta oración rompe la oscuridad y hace soltar al diablo el área donde nos tenía atrapados.

 

“Bendice, alma mía, a Jehová, y no olvides ninguno de sus beneficios... El es el que rescata del hoyo mi vida...”  (Salmo,103,4). “Busqué a Dios, y él me oyó, y me libró de todos mis temores. Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron avergonzados. Este pobre clamó, y le oyó Jehová, y lo libró de todas sus angustias” (Salmo, 34,4-6). 

 

Hay ocasiones en que las fuerzas no dan ni para clamar a viva voz, pero sí podemos hacerlo desde lo hondo de  nuestro ser, como vimos antes.

 

“Mientras callé (confesión audible) se envejecieron mis huesos en mi gemir (un sonido interior sin palabras) todo el día... Se volvió mi verdor (vida dinámica) en sequedades (sin vitalidad) de verano”. (Salmo,32,3,4).

 

Este gemido procede de las profundidades del espíritu, donde no hay lenguaje, ni sonido, sino una expresión de nuestro espíritu al Espíritu de Dios. También habrá momentos cuando necesitaremos la ayuda de otras personas que oren por nosotros, especialmente con dones de liberación.

 

3.     La restauración del sentido de la vida. 

La depresión paraliza y confunde. La liberación nos devuelve el rumbo por donde debemos seguir y los objetivos que debemos alcanzar. La luz regresa y la verdad nos saca a la libertad.

 

 “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos” (Salmo3,28).  

 

Purifícame con hisopo, y seré limpio; lávame, y será más blanco que la nieve. Hazme oír gozo y alegría, y se recrearán los huesos que has abatido. Esconde tu rostro de mis pecados, y borra todas mis maldades. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu. Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente”  (Salmo,51,7-12). 

 

Después de pasar por el “valle de sombra de muerte” y haber salido en victoria, “...El mismo nos perfecciona, afirma, fortalece y establece. A Él sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén”.  (1Pedro,5,10).

 

 

 

COMO VENCER EL NEGATIVISMO

 

Definir el concepto.  ¿Qué es el negativismo? 

 

Es una tendencia a oír, ver y hablar del lado oscuro y negativo de las cosas y de la vida. Es el resultado de un alma entenebrecida, en penumbra y oscuridad; que se desliza en la flojera y la pereza. Es pesimismo frente a los desafíos de la vida. Es una persona que no quiere intentar la lucha y se esconde detrás de argumentos derrotistas y fatalistas para justificarse a sí mismo. Es una derrota anticipada. Es incredulidad. Es pecado. 

 

Este mundo está diseñado por el negativismo, la negación y los argumentos que lo avalan. El diablo se encarga de que toda clase de información morbosa, cruel, de muerte y destrucción nos llegue continuamente, a través sobre todo de los medios de comunicación, para introducirnos a su reino de muerte y destrucción; perdiendo así de vista las buenas nuevas del Reino de Dios.

 

Se esconden las “buenas nuevas del evangelio que transforma la vida del ser humano”, y de esta forma el cuadro que tenemos delante es devastador y orientado a producir un pesimismo de por vida. Los niños aprenden primero a decir NO (negativo). Se necesita una reprogramación, una reconversión, un nacimiento de nuevo. Resumiendo. El diablo tiene un carácter negativo, por su parte el Hijo de Dios, Jesús, es positivo, creativo y dador de vida.

 

 

           

COMO  VENCER  EL  NEGATIVISMO 

 

La base está en haber nacido de nuevo, nacer de Dios, nacer de la palabra. El negativismo se derrota con el positivismo, es decir, con un SÍ. La vida cristiana comienza con un SÍ, positivo, a Jesús. Decir SÍ a Jesús y Su palabra es la clave para entrar en lo realmente positivo de la vida.

 

El apóstol Pedro fue llevado por el Maestro a una confesión renovada de su amor por Jesús.

 

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”  (Juan,21,15-17). 

 

Una vez que hemos dicho SÍ al Señor, debemos mantener nuestra confesión continuamente.

 

Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión (confesión)” (Hebreos 4,14).  

 

De la misma forma debemos saber decir NO al mundo, a la carne y al diablo.

 

·         “NO os conforméis a este mundo...” (Romanos, 12,2)

·         “NO satisfagáis los deseos de la carne...”  (Gálatas, 5,16)

·         “NO deis lugar al diablo...” (Efesios, 4,27)

 

Todo lo que viene de Dios es bueno y positivo para nuestras vidas. Santiago dice que “toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación” (Stg.1,17).  Y el apóstol Pablo nos ha dejado, por el Espíritu, una expresión altamente significativa para los que aman a Dios. “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos, 8,28).

 

·         Jesús es positivo      La palabra de Dios es positiva

·         El Espíritu Santo es positivo La fe de Dios             es positiva

·           La gracia de Dios es positiva

 

Un cristiano lleno del Espíritu Santo mantiene una actitud positiva en la vida, porque a decidido obedecer a Dios. La fe en Dios está llena de posibilidades para sobreponernos al negativismo de este mundo incierto y destinado para el fuego. A pesar de las noticias desalentadoras que todos los días oímos y que mantienen a los hombres

 

 “desfalleciendo por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguios y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas, 21,25-28).

 
Aún en medio de esos desfallecimientos generalizados, el hijo de Dios tiene una esperanza de gloria de redención final y completa. La rebelión de Lucifer trajo el negativismo y la maldad a los hombres, pero la obediencia de Jesús nos ha dado una vida abundante para todo nuestro ser. Alabemos a Dios por ello y no nos dejemos atrapar por el destino funesto de los que aborrecen la luz, y gocémonos porque nuestro galardón es grande en los cielos.  

1 comentario:

  1. Aún en medio de esos desfallecimientos generalizados, el hijo de Dios tiene una esperanza de gloria de redención final y completa. La rebelión de Lucifer trajo el negativismo y la maldad a los hombres, pero la obediencia de Jesús nos ha dado una vida abundante para todo nuestro ser. Alabemos a Dios por ello y no nos dejemos atrapar por el destino funesto de los que aborrecen la luz, y gocémonos porque nuestro galardón es grande en los cielos.

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