viernes, 17 de julio de 2015

De hecho, el bien y el mal se comportan como tentáculos que tratan de dominar la situación de cada hombre


                      LA HUMANIDAD CONTRA EL MAL




 
(La vida de las personas está marcada por la búsqueda del bien y la defensa contra el mal)

 
    El mal y el bien existen, coexisten y se enfrentan.  El bien y el mal son inseparables de la historia de cada ser humano y de la historia misma de la Humanidad.

    Existen a la vez, se pisan el terreno uno a otro y, aunque el hombre trate de decantarse del lado del bien, sabe que la amenaza del mal en cualquiera de sus formas es constante y está al acecho cada día de su vida.

    El autor del Eclesiastés escribió: “Donde abunda sabiduría, abundan penas, y quien acumula ciencia, acumula dolor” (Qo 1,18). En realidad, los hombres tratamos de rodearnos de toda clase de seguridades, que no son sino otras tantas defensas contra el mal que puede sobrevenirnos por muchos caminos y oculto en muchos y variopintos ropajes.

    De hecho, el bien y el mal se comportan como tentáculos que tratan de dominar la situación de cada hombre, de la Humanidad y de la misma creación.

    No tienen otros límites que su propia capacidad y se disputan cada persona y situación como si estuvieran presentes a la vez en cualquier rincón del cosmos. 

     La experiencia del mal es universal. La Humanidad está agobiada por problemas de todas clases: problemas sociales, de identificación, de criterios, de sistemas, de distribución de riqueza, de falta de trabajo, de desarrollo, de cultura, de metas, de métodos, de enfermedades, de dudas, de miedos, de enfrentamientos, de guerras, de muerte...
 
    En realidad los 'especialistas' pasan el tiempo tratando de mitigar o solucionar unos problemas y descubrir otros todavía ocultos y de naturaleza desconocida pero reales, para enfrentarse a ellos y buscar soluciones.
 
     Y a medida que se van solucionando unos aparecen otros nuevos. Podríamos decir que, en cierto modo, la Humanidad está condicionada por sus problemas y centrada en el tratamiento de los mismos. El autor citado dice también: “He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos. Lo torcido no puede enderezarse, lo que falta no se puede contar” (Qo 1,14-15).

     ¿Hay alguna nación en el mundo, incluidas las más prósperas y poderosas, donde no existan los pobres, donde no sean necesarias las cárceles ni los hospitales, donde los cuerpos de seguridad sean un elemento decorativo o motivo de atracción turística? ¿Hay algún país donde no sean necesarias las cerraduras de seguridad en las viviendas, ni en los comercios, ni en los bancos, porque sus ciudadanos respetan de modo absoluto la propiedad ajena? ¿Hay algún país donde el hambre sea sólo una palabra que no dice nada a nadie?
 
    Estamos tan rodeados de problemas, dolor, sufrimiento, inseguridad, etc, que desde cierto punto de vista podríamos decir que la vida es una guerra sin cuartel en la que los mejores momentos son aquellos en que sólo tenemos que dedicarnos a vigilar nuestra seguridad.
 
     Ni siquiera las riquezas, que son vistas por los hombres como el mejor de los bienes fuera de su persona, son respuesta suficiente. Dice la Escritura del rico: “Como salió del vientre de su madre, desnudo volverá, como ha venido; y nada podrá sacar de sus fatigas que pueda llevar en la mano. También esto es grave mal: que tal como vino, se vaya; y ¿de qué le vale el fatigarse para el viento? Todos los días pasa en oscuridad, pena, fastidio, enfermedad y rabia” (Qo 5,14-16).  

      No hay constancia de un tiempo en que existieran hombres de naturaleza absolutamente buena al lado de otros con naturaleza corrompida y depravado. El bien y el mal han coexistido con el hombre, son tan viejos como él y tan inseparables de su propia naturaleza como él mismo. La naturaleza humana busca el bien y rechaza cualquier situación o experiencia que vaya acompañada de alguna clase o experiencia de mal, sobre todo si éste es físico.
 
     Aunque sea capaz de experimentarlo y aún de causarlo, el hombre no puede elegir su apetencia por el bien o por el mal. El niño recién nacido llora si se siente mal y sonríe o duerme plácidamente si se encuentra bien, porque el ser humano apetece el bien para el que ha sido creado, y rechaza el mal, que es una especie de invasor de su naturaleza.

       La mayoría de los humanos se siente embarcada en un viaje existencial con dos objetivos: la búsqueda del bien –lo que entiende por bien desde su punto de vista y que tiene que ver sobre todo con el placer- y la lucha contra el mal que, también desde su punto, de vista tiene que ver con el sufrimiento.
 
      Aunque no sean conscientes, la mayoría de las personas ven la existencia como una travesía del océano de la vida, donde hay que estar atentos a las tempestades y los huracanes y capear el temporal como se pueda, sabiendo –eso sí- que habrá una última tempestad o un último huracán que hará zozobrar su nave y los sumergirá en el fondo desconocido del misterio, llevándose consigo la pregunta no respondida de por qué no pueden alcanzar la costa de la felicidad soñada. 

 

1 comentario:



  1. La mayoría de los humanos se siente embarcada en un viaje existencial con dos objetivos: la búsqueda del bien –lo que entiende por bien desde su punto de vista y que tiene que ver sobre todo con el placer- y la lucha contra el mal que, también desde su punto, de vista tiene que ver con el sufrimiento.

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