En los domingos anteriores, 14º y 15º, se ha ido leyendo el capítulo sexto
del Evangelio según san Marcos, el cual está enmarcado dentro del bloque que
narra la actividad de Jesús en Galilea. Los versículos de la lectura de hoy
(30-34) sirven como introducción al relato de la primera multiplicación de los
panes realizada por Jesús, en esta ocasión, en favor de los judíos, más
específicamente, en beneficio de su pueblo.
Esta introducción inicia con la referencia al resultado de la misión de los
Doce (vv. 6b-13) y termina aludiendo a la actitud de Jesús ante la multitud que
se le aglomera. Tanto la actividad del maestro como la de los discípulos es una
actividad pastoral. El texto indica que la auténtica motivación de Jesús, y la
que debe tener todo discípulo suyo para servir al Pueblo de Dios, es la
compasión.
Lectura
del Profeta Jeremías 23, 1-6
¡Ay
de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño! –oráculo
del Señor–. Por eso, así dice el Señor, Dios de Israel: A los pastores que
pastorean a mi pueblo: Vosotros dispersasteis mis ovejas, las expulsasteis, no
las guardasteis; pues yo os tomaré cuentas, por la maldad de vuestras acciones
–oráculo del Señor–. Yo mismo reuniré el resto de mis ovejas, de todos los
países a donde las expulsé, y las volveré a traer a sus dehesas, para que
crezcan y se multipliquen. Les pondré pastores que las pastoreen: ya no temerán
ni se espantarán y ninguna se perderá –oráculo del Señor–. Mirad que llegan
días –oráculo del Señor– en que suscitaré a David un vástago legítimo: reinará
como rey prudente, hará justicia y derecho en la tierra. En sus días se salvará
Judá, Israel habitará seguro. Y lo llamarán con este nombre: «El Señor nuestra
justicia.»
Sal.
22, 1-3a. 3b-4. 5. 6 R: El Señor es mi pastor, nada me falta.
El
Señor es mi pastor, nada me falta: En verdes praderas me hace
recostar. Me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis
fuerzas.
Me guía por sendero justo, por el honor de su
nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas
conmigo: Tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí
enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume y mi copa
rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi
vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Lectura
de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 2, 13-18
Hermanos:
Ahora estáis en Cristo Jesús. Ahora, por la sangre de Cristo, estáis cerca los
que antes estabais lejos. Él es nuestra paz. Él ha hecho de los dos pueblos,
Judíos y Gentiles, una sola cosa, derribando con su cuerpo el muro que los
separaba: el odio. Él ha abolido la Ley con sus mandamientos y reglas, haciendo
las paces, para crear, en él, un solo hombre nuevo. Reconcilió con Dios a los
dos pueblos, uniéndolos en un solo cuerpo mediante la cruz, dando muerte, en él,
al odio. Vino y trajo la noticia de la paz; paz a vosotros los de lejos, paz
también a los de cerca. Así, unos y otros, podemos acercarnos al Padre con un
mismo Espíritu.
Lectura
del santo Evangelio según San Marcos 6, 30-34
En
aquel tiempo los Apóstoles volvieron a reunirse con Jesús, y le contaron todo lo
que habían hecho y enseñado. Él les dijo: –Venid vosotros solos a un sitio
tranquilo a descansar un poco. Porque eran tantos los que iban y venían, que no
encontraban tiempo ni para comer. Se fueron en barca a un sitio tranquilo y
apartado. Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las
aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al
desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban
como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.
Jesucristo, Pastor y Salvador en la
justicia
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Iª Lectura: Jeremías (23,1-6): El pastor de la
unidad
I.1. La primera lectura del
profeta Jeremías es uno de los pasajes que se refieren a la casa de Judá, a la
que profeta juzga, pero a la que promete un tiempo ideal, en que al pueblo
dispersado, maltrecho y sin esperanza se le promete unos pastores que reúnan de
nuevo al pueblo. Lo que más llama la atención son los vv. 5-6 pues todo se
concreta en una persona, en un pastor, a lo que antes se ha insinuado. ¿Se trata
de un texto mesiánico? Discuten los autores, porque consideran que es un añadido
a los vv. 1-4. Pero lo que debemos considerar es que Dios mismo interviene en
medio de su pueblo, valiéndose de nuevos y mejores pastores, y más concretamente
de un pastor que restaure la unidad de Judá y de Israel.
I.2. Eso no se consiguió
nunca si lo entendiéramos en un sentido histórico estricto; pero si tenemos en
cuenta un valor simbólico que va más allá del nacionalismo de Judá y de Israel,
se propone un pastor, un rey, que con cualidades éticas (no estrictamente
políticas, ni guerreras), traiga la justicia y el derecho, que son los ideales
de un buen rey de Oriente y de todas las naciones. Se habla de salvación y de
paz, porque la verdadera salvación se fundamenta en la paz y la justicia.
Reinará con sabiduría y le darán un nombre, ya que darle un nombre a alguien
significa reconocer lo que ha hecho; es como un oficio bien aprendido y vivido
con vocación singular. Ese nombre es «El Señor nuestra salvación». Es decir, lo
que algo esa persona idílica tiene que estar en relación con el Dios que salva.
Así quedamos emplazados para ver en Jesucristo este proyecto misterioso del
oráculo. Porque no olvidemos que él ha de llevar el nombre de “Jeshua”: Dios
salva, es mi salvación.
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IIª Lectura: Efesios (2,13-18): El es nuestra
paz
II.1. La segunda lectura, de
Efesios, nos ofrece también una verdadera teología de la paz. Incluso se hace
una de las afirmaciones teológicas más impresionantes del NT: El, es nuestra
paz. El primer efecto de la pacificación (aquí entre judíos y paganos), no es
primeramente entre ellos mismos, sino de toda la humanidad con Dios (vv. 13-18),
como muerte de la enemistad, acercamiento a Dios, reconciliación con El,
evangelización de la paz. Independientemente de la forma literaria del texto,
para algunos es un himno sobre la pacificación de la humanidad. Por eso el v. 14
comienza de una forma enfática, refiriéndose a Cristo, “él es nuestra paz” (ipse
est pax nostra, como traduce la Vulgata). ¿Por qué? Porque ha hecho de los dos
pueblos uno. Se refiere a judíos y paganos que era, entonces, la división
abismal e irreconciliable para la teología ortodoxa judía.
II.2. ¿Qué ha hecho
Jesucristo para ello? De entre estos términos, el más expresivo es el de
«reconciliación», puesto que revela uno de los temas más expresivos de San Pablo
(cf 2Cor 5,18-20; Rom 5,10-11; 11,15; Col 1,20-22), aunque no podamos decir que
sea eje de su teología. Con ello se presenta la obra de Cristo como una
restauración de las relaciones amistosas entre Dios y el hombre rotas por el
pecado. El fruto de la reconciliación es la paz y la amistad. La reconciliación
es un proceso objetivo y real, antes de toda colaboración del hombre creado por
Dios. Es Cristo mismo el signo y la realidad de esa reconciliación de Dios y la
humanidad. El autor de Efesios quiere poner de manifiesto que el don de la paz
es un don de Dios y ese don es Cristo mismo, porque gracias a El todos los
hombres, en todas las culturas y religiones pueden vivir en paz. Si no es así,
no es por exigencia del Dios de Jesús, sino porque los hombres se niega a la
misma paz.
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Evangelio: Marcos (6,30-34): Sedientos de su
palabra
III.1. Este es un relato de
transición, propio del redactor del evangelio de Marcos, que quiere preparar la
primera multiplicación de los panes. Los Doce (aquí les llama apóstoles) vuelven
de su misión, contentos de lo que han dicho y han hecho. Ya sabemos que lo que
han dicho tiene que referirse a las cosas que Jesús les ha enseñado y que se
centran en el anuncio de la llegada el reino de Dios. Lo que han hecho es
liberar a las gentes de sus males, como han visto hacer a Jesús. En ese momento,
por el desgaste que ello significa, Jesús quiere compartir con ellos en un lugar
solitario pero, de pronto, aparece la multitud y deben marchar en una barca. La
experiencia de la travesía, para quien la haya hecho, sabemos que es
verdaderamente restauradora. Pero la escena nos asoma casi de inmediato de nuevo
a la multitud que está sedienta y ansiosa de esta experiencia que los Doce
tienen con Jesús.
III.2. Considero que el
redactor de nuestro evangelio está jugando, simbólicamente, con este contraste
entre la suerte de los discípulos que puede gozar a la paz de la palabra de
Jesús (aunque bien es verdad que después de desgastarse en el anuncio del reino)
y la necesidad que tiene la multitud de esta palabra. Todo esto es para
mostrarnos que, tras la travesía restauradora, Jesús tiene compasión de la
multitud porque la ve como ovejas sin pastor (cf Num 27,17). Ahora Jesús ha
“restaurado” a los suyos, que tienen que volver, cuando sea, a la itinerancia
para anunciar de nuevo el reino. Y entonces ve a la multitud y ya no puede huir,
tiene que entregarles su palabra, su persona, como se la ha entregado a los
discípulos. Jesús se nos presenta como cumpliendo un anhelo y un deseo que
muchas veces en el AT hacía referencia al pueblo que estaba siendo defraudado
por sus jefes e incluso por los que tenían una responsabilidad más religiosa:
eran como ovejas sin pastor y sin guía (cf Num 27,17; 1Re 22,17; Ez 34,5; 2Cro
18,16; Jud 11,19).
III.3. El evangelio, por otra
parte, nos muestra el hambre que tenía la gente de escuchar un mensaje de
salvación y de gracia, el que Jesús ofrecía por todas las aldeas y pueblos de
Galilea, a lo que habían contribuido también sus discípulos, enviados para
llegar a donde no podía llegar él. Es sintomático cómo el texto busca un lugar
solitario para gustar más profundamente esta experiencia de la misión, ya que
muchos iban y venían, sin dejarles personalizar esta experiencia. Pero al final,
al desembarcar de nuevo en la orilla del lago, el texto nos muestra que Jesús ve
a la gente con tal anhelo de escucharle, que la compasión del pastor puede más
en su corazón. Sin duda que habría gente dirigida por alguna sintonía populista,
como sucede con todos los fenómenos sociales y religiosos; pero en medio de todo
Jesús detecta la falta de orientación y la necesidad de salvación de los
abandonados. De esa manera, por medio de nuevos pastores, se cumple con más o
menos precisión el texto de Jr 23,1-6: por una parte los pastores, los
apóstoles; por otra el pastor, el nuevo rey, del que parte el mensaje
fundamental del reino. De esa manera se explica maravillosamente la continuación
de la narración del evangelio con la primera multiplicación de los panes, que es
un relato que se introduce con esta actitud de Jesús al compadecerse de la
multitud.
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La actividad pastoril es propia de los pueblos mediterráneos. La Biblia
compara en muchas ocasiones la relación de Dios con su Pueblo como la de un
pastor que apacienta su rebaño (Salmo 22: «el Señor es mi pastor, hada me
falta»). Esta imagen es aplicada también a los dirigentes del pueblo de Israel.
Así, leemos en la primera lectura (Jr 23, 1-6) la queja que Dios remite a los
que debiendo pastorear a su Pueblo le dispersan y dejan perecer las ovejas. La
queja pone de relieve el resultado funesto de la actividad de los pastores,
quienes no ejercieron la misión encomendada por Dios tal como Él esperaba que la
hicieran.
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Pastorear es sinónimo de acompañar
La imagen del pastor aplicada a los dirigentes implicaba acompañar al Pueblo
en su relación y camino hacia Dios. Pastorear no es otra cosa que acercar las
personas a Dios y facilitar su encuentro. Es una tarea que fomenta la comunión
entre Dios y los seres humanos y de ellos entre sí. Cuando Jesús ve la multitud
que andaba como ovejas sin pastor, constata la necesidad que tenían de que
alguien les guiara y les acompañara. La misión de los Doce, narrada en este
capítulo, también fue una actividad por medio de la cual acercaban el pueblo a
Dios.
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Pastorear, tarea de todos
En la Nueva Alianza, iniciada y fundamentada en la persona del Hijo
encarnado, la tarea cristiana de pastorear no se limita a la actividad de la
jerarquía, sino que es propia de todo el pueblo cristiano. Todo bautizado es
mediador entre Dios y los hombres, a razón de su dignidad bautismal. Acercar a
las personas hacia Dios es tarea de todos y de todas, así como acompañarles en
su caminar. Esta tarea pastoral, para que realmente produzca los frutos que Dios
espera, ha de ser motivada por la misericordia y la compasión. Sin estos valores
corremos el riesgo de buscar nuestros propios intereses o de realizar una
actividad en la que Dios puede pasar de largo por nuestras vidas. Para ser
verdaderos pastores hay que ponerse en los zapatos de los demás, estar unidos en
un mismo corazón y buscar siempre el bien ajeno por encima del propio.
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