LA ADORACIÓN ES UN DON
“Acerquémonos, por tanto,
confiadamente al trono de gracia" (Hb 4,16)
Si alguien quisiera hacer un viaje al sol,
difícilmente conseguiría los medios para salvar esa distancia; y aunque el
gobierno de una superpotencia pusiese a su disposición un transbordador
espacial capaz de recorrer todo ese trayecto, habría una dificultad insalvable:
nadie sobreviviría cuando se acercase lo suficiente al astro rey. Algo así nos
sucede con la adoración.
La adoración resulta imposible para el
hombre, que es a la vez criatura y pecador; todos sus bríos, sus fuerzas, sus
iniciativas no sirven de nada. El millón de grados de temperatura o las
explosivas nubes de hidrógeno que hay alrededor del Sol no son tan inaccesibles
para nuestros frágiles cuerpos como lo es la infinita santidad de Dios para el
hombre marcado por el pecado. El Señor le dice a Moisés: "No puede verme el hombre y seguir viviendo" (Ex 33,20).
Sin embargo, Dios nos llama a la adoración. ¿Cómo es posible, si no hay capacidad en nosotros para acercarnos al trono de su santidad? El Maestro nos recordó que “lo imposible para los hombres es posible para Dios” (Lc 18,27). Y esto también sucede en la adoración: lo imposible para el hombre pecador, es posible para Dios. Y lo hace otorgándonos el don de la adoración por Cristo:
·
San Pablo nos recuerda el problema, pero al mismo tiempo
nos habla de la solución del problema cuando dice: "Así como por la desobediencia de un solo hombre todos fueron
constituidos pecadores, así también por la obediencia de uno solo todos serán
constituidos justos" (Rm 5,19). Acercarse a adorar a Dios revestidos
de justicia es imprescindible.
·
La capacitación de Dios para la adoración no es una
improvisación, algo que se le ocurre a Dios que no sabe que hacer con el
hombre, sino que arranca del corazón mismo de Dios que, antes de crearnos, "nos ha elegido en él (en Cristo) antes
de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia en el
amor" (Ef 1,4).
·
Finalmente el don no es algo así como una limosna que
Dios pone en la mano del hombre, sino un tesoro fabricado con dos materiales
tan extraordinarios como son la vida y la sangre de su Hijo, pues “la
sangre de Cristo, que por el Espíritu Eterno se ofreció a sí mismo sin tacha a
Dios, purificará de las obras muertas nuestra conciencia para rendir culto a
Dios vivo!" (Hb 9,
12-14).
·
El resultado final es que “por él (por Cristo) unos y otros tenemos libre acceso al Padre" (Ef
2,18) para todo, incluida la adoración.
Pero también es cierto que con la adoración
pasa lo mismo que con todo lo que es don: que el hombre, haciendo uso de su
libertad, puede acogerla o rechazarla, algo que hacemos cuando acogemos o rechazamos a Cristo, por quien nos llega el don de la adoración.
Palabra profética
Visión: los cielos se
abren sobre un grupo de adoradores, rodeados de multitud de ángeles que los
llevan ante la presencia de Dios, hasta el Trono de Gloria donde todo es
resplandor, donde todo es luz, donde todo es gozo y paz. Palabra: “Ya estáis
aquí los que yo he llamado desde la eternidad para ser mis adoradores.
Hoy
derramo sobre cada uno de vosotros el don de la adoración.
Pero mirad, no
podéis compaginar la adoración con las corrientes del mundo; no podéis estar a
bien con el mundo y adorarme a mí. Os quiero en totalidad.
Hijos míos, os hago
un gran regalo, os concedo un don precioso: el don de la adoración. De vosotros
depende aceptarlo o rechazarlo. Yo pongo mi tesoro en vuestras manos”.
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Hoy derramo sobre cada uno de vosotros el don de la adoración.
ResponderBorrarPero mirad, no podéis compaginar la adoración con las corrientes del mundo; no podéis estar a bien con el mundo y adorarme a mí. Os quiero en totalidad.
Hijos míos, os hago un gran regalo, os concedo un don precioso: el don de la adoración. De vosotros depende aceptarlo o rechazarlo. Yo pongo mi tesoro en vuestras manos”.