La crisis a la mitad de la vida se caracteriza por la aparición repentina de estados de ánimo atípicos. Aparecen fantasías, emociones, sentimientos e ideas que antes no estaban. Se siente mucha angustia y desorientación.
Normalmente solemos justificar estos estados de ánimo atribuyéndolos a la pareja, al trabajo, o a cualquier otra circunstancia externa difícil, pero la verdad lo que está originando esta crisis no es más que un movimiento psíquico interno: un conflicto.
El conflicto es el aviso de que no estás siendo íntegro. Tu actuación en el mundo está siendo limitada, actúas de una forma particular para evitar sentir el dolor, o actúas con base a lo que crees que los demás esperan de ti.
En todo caso, estás limitando tu libertad. No estás desarrollando tu potencial y entonces encuentras que muchas personas te disgustan, estás demasiado pendiente de los defectos de los demás.
Sólo cuando se están cumpliendo nuestras propias metas y sueños dejamos de estar tan atentos a cómo son los otros. Dejamos de criticar y proyectarnos porque estamos más ocupados en la tarea de conocernos y de ser nosotros.
Mientras negamos la existencia de ciertos rasgos en nosotros, continuamos perpetuando el mito de que los demás tienen algo que nosotros no poseemos.
Cuando admiramos a alguien estamos en la posibilidad de encontrar aspectos nuestros, y también cuando lo criticamos. Recuperar estas proyecciones parece ser el único camino.
El conflicto es la prueba de que hay necesidad de cambios. El conflicto es maravilloso porque nos está avisando sobre la necesidad de hacer contacto con nuestro inconsciente.
Mientras más intenso es el conflicto, mayor es la necesidad de restablecer una conexión vital entre la conciencia y la inconsciencia.
Reconocer que somos eso que admiramos y eso que nos disgusta del otro es uno de los modos de conocer cuáles aspectos de nuestra personalidad están pugnando por salir a la luz y sólo así podremos resolver la crisis.
En realidad, cuando se vive la crisis de la mitad de la vida lo que está sucediendo internamente es el proceso de pertenecer a otro grupo de la especie, o al menos parte del mismo.
Esto significa que los aspectos de mi personalidad que he rechazado en la primera mitad de mi vida están necesitando ser manifestados y de ahí la sensación de conflicto.
Muchas mujeres y muchos hombres han sufrido ésta crisis y envidian a las personas aparentemente normales que parecen no tener conflictos.
La crisis de la mitad de la vida no es sino la invitación a un viaje que se llama auto descubrimiento.
No podemos escapar fácilmente de esta obligación que significa conocernos a nosotros mismos.
Y sólo tenemos dos alternativas ante los dolorosos síntomas de la crisis: ser partícipes conscientes y voluntarios de nuestro proceso de pasar a otro grupo de nuestra especie o ser unas desconsoladas víctimas.
La crisis se parece a una noche oscura del alma.
Hay aspectos nuestros no conocidos y no desarrollados. Quieren estar presentes en nuestras vidas. Están gritando desde lo profundo del inconsciente y se presentan en forma de síntomas.
La crisis nos indica que ha llegado el momento de dejar de engañarnos y comenzar a ser lo que estamos destinados a ser.
Mientras no lo hagamos, la crisis no se resolverá.
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