ENCUENTRO CONMIGO
Anoche vimos que los sentimientos nos
ayudan a conocernos y comunicarnos mejor. En esta charla cada uno se mirará a
si mismo con realismo y honestidad. No habrá intercambio de cuadernos ya que
ésta es una reflexión personal. Antes de encontrarnos con otra persona, es
importante que cada uno se mire y encuentre consigo mismo y esto ayudará a
nuestra propia intimidad.
Por mi manera de ser, yo soy
habitualmente alguien servicial, que trata de ponerse “en el zapato de los
otros” y estar atento a sus necesidades.
Esto me
lleva a fijarme en los detalles de lo que puedan estar necesitando, le sonrío a
todos, trato hacer la pregunta correcta y que el otro vea que lo tengo en
cuenta.
Busco tener una hermosa relación con los demás, y en todo
momento trato de que donde yo esté exista un clima de armonía de paz y de
concordia.
Aunque generalmente estoy ocupado metido en muchas
cosas, me impongo estar disponible y en actitud de servicio.
Pero, aunque me cuesta mucho, a veces también, tengo que
negarme ya cargo en mi agenda con un
montón de cosas que se me han ido acumulando…
Soy bueno,
emprendedor, suelo poner todo de mi cuando me comprometo en un servicio
concreto y asumo todos los costos, aunque tenga que sufrir..
Habitualmente me comporto como una persona
bondadosa, armoniosa, disponible y en quien se puede confiar.
--- Cuando los ministros, por ej., (con quienes comparto el
pastoreo de la parroquia) u otra persona de la comunidad llega a casa la recibo
con una sonrisa, un abrazo fuerte, y soy cariñoso, la lleno de preguntas para
que vea que la espero y lo interesado que estoy por su persona y actividad. Le
hablo de lo más profundo que estoy experimentando para que se sienta parte de
mi intimidad. Quiero que pueda contar
conmigo, y le preparo algo de tomar.
--- Si alguien de la comunidad ha organizado alguna
actividad y yo me entero a último momento, difícilmente me enoje, y si me enojo
difícilmente se lo digo y si se lo digo enseguida lo voy a suavizar y
dulcificar para que no se altere el clima de armonía entre nosotros.
--- A mis colaboradores les solicito en forma amable y
cordial que cada uno se haga cargo de su servicio en la comunidad y si tienen
cualquier inconveniente no tengo problema en hacerlo yo, o de buscarle un
reemplazante..
--- En el día de descanso, si alguno necesita una ayuda yo me
ofrezco aunque tenga una gran necesidad de desenchufarme y descansar.
--- Habitualmente por indicación medica hago la siesta, pero
si alguien me requiere y necesita de mí, aunque no sea indispensable, dejo la
siesta, me ofrezco enseguida la dejo conforme, ...aunque esa tarde me sea
pesada y difícil.
Pero también otra manera mía de ser es
la de alguien ocupado y sufrido, que
sabe cargar en silencio con lo que le toque y que, muchas veces, tiene que dejar de hacer cosas importantes,
porque tiene otras cosas importantes que hacer
--- Si alguien necesita algo de mí o me piden un favor,
aclaran que no quisieron molestarme, que los disculpe, ya que yo estoy tan
ocupado en cosas más importantes y con tanto trabajo. (Esta es la sensación que doy por mi
comportamiento)
--- Soy un experto en guardarme cosas que no me gustan y lo
mantengo en un diálogo silencioso conmigo mismo. Si estoy disgustado con alguno
de la comunidad, busco la manera más justa y dulce de hacerle la corrección
fraterna y me alivia si su responsable
de ministerio se adelanta a hacerlo en mi lugar.
--- Si en una reunión no estoy de acuerdo con lo que se dice,
no contesto de inmediato, lo pienso, y también aquí me alegra que otro
intervenga y exprese lo que yo estaba pensando.
En el Consejo de la parroquia (habló del antiguo) soy capaz de cualquier
cosa para que no se den enfrentamientos y discusiones…
Esto viene de mi historia personal
Recuerdo
cuando chico, ayudaba a mi viejo en las
cosas concretas de la casa. Yo me sentía feliz y contento de colaborar con el.
Una vez mientras el charlaba y contaba chistes a un vecino, yo termine de cavar
el pozo para la basura. Recuerdo que me sentí útil.
Me dijo –delante del vecino- que lo había hecho muy bien, y yo pensaba
que si era capaz de hacer eso, cuando grande iba a ser capaz de todo lo que me
propusiera… Y aunque las manos me dolían por las ampollas no me importo. Quizás
por eso hoy no suelo medir el costo de
mi entrega. Suelo poner todo de mi en lo que emprendo y llevarlo adelante
cueste lo que cueste…
En
mi adolescencia ayude a mi papa y a mi mama a cuidar a la abuela que estaba
postrada en la cama. Una vez una de mis primas, mi preferida, me dijo: “eres
muy generoso y colaborador con tus padres… Ojalá que mi hermano fuera así !”,
esto me hizo sentir valorado y
orgulloso. Pensé que para obtener el reconocimiento de los demás valía
la pena cualquier sacrificio. Y que también era bueno no dejar traslucir las
cosas que a uno le cuestan.
Hace
unos meses un sacerdote me llamó por larga distancia, pidiéndome ayuda por una
situación delicada que estaba viviendo en su parroquia. Yo no era la persona
indicada ya que no sabía bien sobre ese tema. Iba a negarme, cuando me dijo:
“Lo llamo porque me dijeron que usted es la persona indicada para ayudarme, que
siempre esta disponible y se puede confiar en Ud.”: me sentí orgulloso y
grande, cediendo gustoso a su pedido. Pero cuando llegó el momento de viajar a
su parroquia tan lejana me decía: "¡por qué habré aceptado!”. Sentía la
culpa del dinero que le estaba haciendo perder por sus innumerables llamadas de
larga distancia.
Finalmente, resolví decirle que tenía que consultar a otro.
Me sentía nervioso, con vergüenza, frustrado, tenía rabia de
no haber hecho las cosas de otra manera.
Tuve que llamarlo por teléfono, traté de decirle, como pude,
que en realidad yo no era la persona indicada para lo que necesitaba.
Me quedé apenado y con sentimientos de vergüenza y de
frustración profundos...
Y no pocas veces me pasa quedar comprometido en cosas que no
puedo hacer por no animarme a decir que no.
Cuando me
muestro como una persona buena, armoniosa y sufrida trato que los demás no
conozcan las tantas veces que quiero estar cómodo, sin hacer nada y que me
atiendan. Que tantas veces no estoy tan dispuesto y cuánto me molesta vivir mi
ministerio sacerdotal a cualquier hora. Tampoco conocen mis enojos, cuánto me
irritan algunas cosas que me hacen o dicen, temo que si los manifiesto quede
como egoísta o exagerado. Tengo miedo que puedan verme como alguien lejano, un
vago o egoísta. Y que esto ponga distancia con la gente de la comunidad.
Así, por ejemplo, difícilmente le diga que no directamente
a alguien que me solicita algo. Y si me
enojo con alguna persona de la comunidad, prefiero descargar mi rabia
contándoselo al Señor o a mi confesor y no al que me causo enojó.
Tampoco me gusta mostrarme… Busco –mas bien- moverme con
perfil bajo y prefiero callar o preguntar sin manifestar mis ideas o criterios.
En el anterior consejo de la Parroquia, por ejemplo, si surgía una diferencia
de criterios, trataba de no emitir una opinión que me dejara bien con unos y
mal con otros o que pudiera rebatirse.
Ante mí mismo
me cuesta darme cuenta de estas
características mías ya que tal vez mi temor es verme como poco generoso,
cómodo y sobre todo egoísta. Tampoco me acepto como alguien capaz, porque me
comparo continuamente y no acepto en
mi una manera de actuar u opinión que no
sea perfecta, armoniosa y valorada por la mayoría.
Tengo miedo que si otros conocen estas
características puedan desaprobarme, o enojarse y que me dejen de lado, me
rechacen, me dejen solo o no me estimen y quieran, porque soy demasiado duro o
me descalifiquen porque me equivoco.
Todo este comportamiento de alguien
servicial que he desarrollado tiene efectos negativos que me gustaría evitar.
En
primer lugar, sobre mí mismo
Yo
mismo me encasillo y no me permito ser diferente. Me resigno a ser de una
manera. Como en una trampa: lanzado a conseguir servir a los demás a cualquier
precio, preocupado si no lo logro, pero culpable de creerme un gran tipo si sí lo logro. Inquieto por quedar bien con
todos y lograr su aprobación y su amor…
Y me angustia que alguien quede disgustado conmigo, pero muchas veces me
acuso de falso y de manipulador si quedaron contentos con mis ideas y mi
persona.
Así es como muchas veces yo mismo me pongo obstáculos para crecer y
realizarme como persona, como si desear mejorar y progresar en mi ministerio
como sacerdote fuera algo egoísta.
Muchas veces no me permito hacer cosas porque sí nomás, porque tengo ganas,
porque sí y para nada. Un amigo muchas veces me ha dicho: “vos no te das
permiso de simplemente gozar… sin tener otro objetivo que eso: gozar…”
También
tiene efectos negativos en mi relación con los demás, especialmente con mis
colaboradores inmediatos en la parroquia y con mi gente en general.
Porque
no tienen sino una imagen distorsionada, exagerada de mí.
Me
tratan de acuerdo a esas exageraciones de mi personalidad y no me otorgan lo
que también necesito profundamente. La
gente suele darme la satisfacción de consultarme, de valorar y apreciar mi entrega pero –muchas veces- no me hacen
confidencias. La gente de mi comunidad dice cosas elogiosas sobre mi persona,
pero no suelen invitarme a compartir una farra o a “perder el tiempo.” (La experiencia les dice que raramente me
prendo en una cosa así)
Aunque
estoy rodeado de gente que me valora y quiere, me siento a veces solo y
frustrado. Algunas veces, quisiera poder
permitirme no hacer nada, ser espontáneo y despreocupado. Me gustaría no sentirme un egoísta en mis días
libres… Pero me cuesta mucho.
Hemos escuchado una canción en la que el Quijote le
habla a Aldonza, la mujer que él ama. Por su amor la ve bella…
Yo me
identifico con Aldonza en la frase que dice:
“...atada por siempre a un
sueño que no he de alcanzar...”
Ya
que nunca creí totalmente en mí mismo, en como soy, siempre me veo menos, esto
me provoca inseguridad y una imagen pobre incapaz de lograr sus objetivos, lo
que hace que viva soñando con un Miguel ideal, el que debiera ser, centrado en
mí mismo, tratando de poner en la fantasía lo que me gustaría ser. Desde mis
sueños vivo peleando conmigo mismo y mirando críticamente al Miguel real. Esto
me produce distancia y limita mi relación con los demás... me cuesta
relacionarme en forma transparente y sincera
conmigo y con ellos… Cuando lo logro experimento sanidad…
Una forma de mejorar nuestra
interioridad y de vernos a nosotros mismos es a través de nuestra reacción a
los cumplidos y elogios. El modo de cómo
los aceptamos o rechazamos, dice mucho de nosotros mismos, esta reacción
resalta que aunque parezca que nos gusta recibirlos, en nuestro interior con
frecuencia los rechazamos. Dudamos y cuestionamos los motivos del cumplido,
porque en realidad no damos crédito a los valores que los demás ven en
nosotros.
--------Hace poco comentaron elogiosamente que yo
sabía comprender muy bien a las personas estando siempre muy atento a los
demás. Lo agradecí y me gustó…, pero inmediatamente me vi diciendo: ojalá que
lo que me están elogiando fuera permanente en mi y pudiera superar ese
egoísmo y pereza que tantas veces me
domina.
_______Hace unos días un amigo que hacía tiempo no
veía me dijo que me veía rejuvenecido y un poco mas delgado…. Le sonreí alegre
pero por dentro me dije que me estaban señalando que antes estaba viejo y
gordo.
No
puedo aceptar un elogio sobre mi aspecto físico porque no estoy contento de mi
gordura que disminuye la armonía de mi
cuerpo y me gustaría ser como cuando –siendo joven- estaba en el equipo de
natación del club italiano.
______En una oportunidad, alguien me dijo que nadie lo
escuchaba tan profundamente como yo. Externamente trate de pasar por alto su
elogio… y luego de sonreírle le comente todo lo que a mi personalmente me había
ayudado otro sacerdote que ambos conocíamos.
Ahora escriban por favor una
descripción de ¿quién soy yo?. Sean honestos
yo escribí sobre mí mismo:
“Me veo
solo y no protegido, como viviendo en un lugar sin reparo. Hago un enorme esfuerzo para que me quieran,
para que me estimen.
Muchas veces me da vergüenza descubrirme reclamando cariño de los demás… en una manera
infantil”
Al ver
hoy lo que escribí entonces, me doy cuenta que escribí muy poco y que no hablo
de mí mismo sino de lo que me estaba
pasando en ese momento. Descubro esa pretensión un poco infantil que la
seguridad me la den los otros, desde afuera, en lugar de ocuparme yo, en forma
adulta y responsable, de mí mismo, de mi imagen y de satisfacer esas
necesidades básicas que Dios puso en mi corazón al crearme: necesidad de ser
amado, estimado y decidir con decisiones libres las opciones de mi vida. En todos estos años en que mi comunidad parroquial anterior y algunos
de la actual y tantos amigos queridos me dicen lo tierno, bueno y generoso que
soy. La manera como tantos me han abierto
su casa y su corazón me ha ido mostrando la sonrisa amorosa de Dios…
Lentamente me voy convenciendo en el corazón de
algo que sé desde siempre en la cabeza. Lentamente voy aceptando
libremente lo que he oído desde siempre.
Y es
que DIOS ME AMA, QUE DERRAMO SU SANGRE POR MI, QUE ALLI RADICA MI VALOR Y MI
DIGNIDAD… QUE YO SOY UNICO PARA EL Y QUE TIENE MI NOMBRE ESCRITO EN LA PALMA DE
SU MANO… QUE NO ESTOY SOLO… QUE EL SIEMPRE HA CAMINADO CONMIGO…
Dios
me creo bueno, único y digno de ser amado…
Este
es uno de esos momentos importantes…
Cada
uno de ustedes tiene dos posibilidades y debe elegir…
Puede
quedarse como esta…
Seguir
escondiéndose en su pobre imagen…
Y como consecuencia,
vivir en aislamiento y soledad…
O bien
pueden…:
Aceptar
que tienen muchas cosas buenas…
Que son
únicos e importantes…
Y
decidirse a desarrollar un YO mejor…
Esta elección depende de cada
uno…
Lo que
escriban es personal…: no lo van a compartir…
Los invito a ser valientes y
honestos y recuerden que cuando Dios nos muestra algo de nosotros mismos, con esa luz llega también
– de parte del
Señor- la fuerza de superarse…
PREGUNTAS PARA LA REFLEXIÓN PERSONAL
1) ¿qué es lo que mas me gusta de mí mismo?
2)¿qué es lo que menos me gusta de mí mismo?
3) ¿en qué forma procuro presentarme a otros?
Describirla brevemente
¿Cómo esto limita mis
relaciones?
4) ¿cuáles son mis sentimientos acerca de lo que acabo
de escribir?
Describirlo completa y detalladamente.
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