INTERCESORES CON CRISTO
“Si alguno me
sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor” (Jn
12,26).
Cuando
hablamos de servicio nos referimos a trabajar o realizar cualquier misión o
trabajo en favor de otro. Un servicio puede ser remunerado o gratuito.
El
servicio gratuito es un concepto poco apetecible para la mayoría de las
personas en este mundo que todo lo mide, lo calcula, lo pondera, todo lo lleva
en cuenta y a todo le pone precio. Son escasísimas las cosas que se hacen como
verdadero servicio.
El Señor,
modelo a imitar en todo, también nos enseñó qué es servir. Él es el Siervo del
que habla el profeta Isaías: “He aquí mi
siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma” (Is
42,1). Declara su misión al decir: “Te he
destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos
ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en
tinieblas” (Is 42,6-7).
Esto es lo que realizó durante toda su vida desde
aquel primer día en la sinagoga de Nazaret en que leyó este pasaje. Su misión
de servicio tiene dos focos: por un lado, el Señor a quien él sirve y de quien
recibe el encargo, que no es otro que el Padre; y por otro, los beneficiarios
de su servicio, que somos los hombres.
En su
servicio encontramos el modelo a imitar: “Si
yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis
lavaros los pies unos a otros” (Jn 13,14). Si así fue con Cristo, no puede
ser de forma diferente con nosotros, ya que “no
está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo”
(Mt 10,24). Por tanto, ocurre también con los discípulos que:
· El Señor nos llama y nos
encarga un servicio: “Id también vosotros
a mi viña” (Mt 20,4).
· Nos capacita para este
servicio: “Les dio autoridad y poder
[...], y los envió” (Lc 9,1-2).
· Este servicio es, en primer
lugar, a Cristo: “Si alguno me sirve, que
me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve,
el Padre le honrará” (Jn 12,26).
· Pero
su servicio alcanza también a
los demás: “¿Quién es, pues, el siervo
fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles
la comida a su tiempo?” (Mt 24,45).
· El servicio cristiano -de
cualquier discípulo de Cristo- debe tener las características del servicio de
Cristo y debe ser hecho con amor, paciencia, humildad, sacrificio, entrega,
etc. (Flp 2,6-8).
Éste es el
auténtico servicio cristiano. No nos engañemos pensando que estamos sirviendo al
Señor si lo hacemos de otro modo. Nuestros planes, proyectos y esfuerzos, si
sólo son nuestros, no sirven. Si somos siervos del Señor, necesitamos saber qué
quiere el Señor que hagamos y cómo quiere que lo hagamos.
El Señor quiere de nosotros un servicio integro: “Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Conocer a Cristo como Señor es también relacionarnos con él como servidores suyos.
Ahora bien, sabemos que nuestro Señor es diferente; y quiere relacionarse con nosotros de forma mucho más profunda que como con simples siervos: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15).
El
intercesor es un servidor especial del Señor, que realiza un servicio de
singular trascendencia en la restauración del Reino de Dios. Sin embargo, este
servicio no supone un mérito especial por su parte, sino una responsabilidad:“Cuando hayáis hecho todo lo que os fue
mandado, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer”
(Lc 17,10). El mérito es de aquel que llama y capacita.
• Orando
por los intercesores, para que sean fieles a la misión que Dios nos encomienda:
visión de una gran explanada, tan extensa que casi cubre el mundo entero.
Está
cubierta de mucha oscuridad y presenta el aspecto de un campo después de una
encarnizada batalla. En el suelo hay muchos heridos; algunas personas están en
pie, pero andan desorientadas y no saben hacia dónde dirigirse, otros están
moribundos.
Es una visión que causa
mucho dolor al corazón del Señor. En cierto lugar de esa explanada hay a la
vista un grupo de personas bien vestidos con uniformes muy limpios. Parece ser
el personal sanitario que ha venido a curar a los heridos y ayudar a los
necesitados.
Llevan en las manos grandes maletines que contienen los utensilios
que necesitan para los primeros auxilios, pero están allí parados y mirándose
unos a otros, centrados en sus ropas y sus maletines. Palabra del Señor al
corazón:
Son
los intercesores que no cumplen su
misión, son los intercesores que no usan las herramientas que yo les he dado,
mientras mi corazón se llena de dolor al ver a tantos hombres y mujeres que
mueren por falta de ayuda, tantos que mueren de sed, tantos que se hallan
encadenados, tantos que mueren hambrientos, tantos que mueren
desangrados.
Mi corazón se llena de dolor por cada uno de estos hijos..
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