lunes, 13 de julio de 2015

Donde yo esté, allí estará también mi servidor


 

                         INTERCESORES CON CRISTO 

“Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor” (Jn 12,26).

 Servir a Cristo

Cuando hablamos de servicio nos referimos a trabajar o realizar cualquier misión o trabajo en favor de otro. Un servicio puede ser remunerado o gratuito.
 
El servicio gratuito es un concepto poco apetecible para la mayoría de las personas en este mundo que todo lo mide, lo calcula, lo pondera, todo lo lleva en cuenta y a todo le pone precio. Son escasísimas las cosas que se hacen como verdadero servicio.

El Señor, modelo a imitar en todo, también nos enseñó qué es servir. Él es el Siervo del que habla el profeta Isaías: “He aquí mi siervo a quien yo sostengo, mi elegido en quien se complace mi alma” (Is 42,1). Declara su misión al decir: “Te he destinado a ser alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas” (Is 42,6-7).
 
Esto es lo que realizó durante toda su vida desde aquel primer día en la sinagoga de Nazaret en que leyó este pasaje. Su misión de servicio tiene dos focos: por un lado, el Señor a quien él sirve y de quien recibe el encargo, que no es otro que el Padre; y por otro, los beneficiarios de su servicio, que somos los hombres.

En su servicio encontramos el modelo a imitar: “Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn 13,14). Si así fue con Cristo, no puede ser de forma diferente con nosotros, ya que “no está el discípulo por encima del maestro, ni el siervo por encima de su amo” (Mt 10,24). Por tanto, ocurre también con los discípulos que:

·       El Señor nos llama y nos encarga un servicio: “Id también vosotros a mi viña” (Mt 20,4).

·       Nos capacita para este servicio: “Les dio autoridad y poder [...], y los envió” (Lc 9,1-2).

·       Este servicio es, en primer lugar, a Cristo: “Si alguno me sirve, que me siga, y donde yo esté, allí estará también mi servidor. Si alguno me sirve, el Padre le honrará” (Jn 12,26).

·       Pero su servicio alcanza también a los demás: “¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, a quien el señor puso al frente de su servidumbre para darles la comida a su tiempo?” (Mt 24,45).

·       El servicio cristiano -de cualquier discípulo de Cristo- debe tener las características del servicio de Cristo y debe ser hecho con amor, paciencia, humildad, sacrificio, entrega, etc. (Flp 2,6-8).

Éste es el auténtico servicio cristiano. No nos engañemos pensando que estamos sirviendo al Señor si lo hacemos de otro modo. Nuestros planes, proyectos y esfuerzos, si sólo son nuestros, no sirven. Si somos siervos del Señor, necesitamos saber qué quiere el Señor que hagamos y cómo quiere que lo hagamos.

El Señor quiere de nosotros un servicio integro: “Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6,24). Conocer a Cristo como Señor es también relacionarnos con él como servidores suyos.

Ahora bien, sabemos que nuestro Señor es diferente; y quiere relacionarse con nosotros de forma mucho más profunda que como con simples siervos: “No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer” (Jn 15,15).

El intercesor es un servidor especial del Señor, que realiza un servicio de singular trascendencia en la restauración del Reino de Dios. Sin embargo, este servicio no supone un mérito especial por su parte, sino una responsabilidad:“Cuando hayáis hecho todo lo que os fue mandado, decid: somos siervos inútiles; hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lc 17,10). El mérito es de aquel que llama y capacita.

 Respuestas a la intercesión – Palabra profética

       Orando por los intercesores, para que sean fieles a la misión que Dios nos encomienda: visión de una gran explanada, tan extensa que casi cubre el mundo entero.
 
          Está cubierta de mucha oscuridad y presenta el aspecto de un campo después de una encarnizada batalla. En el suelo hay muchos heridos; algunas personas están en pie, pero andan desorientadas y no saben hacia dónde dirigirse, otros están moribundos. 
 
          Es una visión que causa mucho dolor al corazón del Señor. En cierto lugar de esa explanada hay a la vista un grupo de personas bien vestidos con uniformes muy limpios. Parece ser el personal sanitario que ha venido a curar a los heridos y ayudar a los necesitados.
 
          Llevan en las manos grandes maletines que contienen los utensilios que necesitan para los primeros auxilios, pero están allí parados y mirándose unos a otros, centrados en sus ropas y sus maletines. Palabra del Señor al corazón:

      Son los intercesores que no cumplen su misión, son los intercesores que no usan las herramientas que yo les he dado, mientras mi corazón se llena de dolor al ver a tantos hombres y mujeres que mueren por falta de ayuda, tantos que mueren de sed, tantos que se hallan encadenados, tantos que mueren hambrientos, tantos que mueren desangrados. 
 
       Mi corazón se llena de dolor por cada uno de estos hijos..

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