viernes, 10 de julio de 2015

Acerca la trono de misericordia

 
 
EFECTOS DE LA ADORACIÓN 

Acerca la trono de misericordia

 

    1. Reflexión

 

    La misericordia de Dios no es una mercancía preciosa que Dios vende a buen precio o distribuye gratis, sino una cualidad propia de su naturaleza, inseparable de él, cuyos frutos alcanzan a todos los que se acercan a él en debidas condiciones, la más importante de las cuales es sin duda acercarnos con un corazón contrito y humillado. La misericordia divina es una expresión activa y real de la multiforme gracia de Dios, que alcanza al hombre por muchos caminos y en diversas formas.

    San Pablo resume los grandes efectos de la misericordia de Dios en estas palabras: “Dios, rico en misericordia, por el grande amor con que nos amo, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo - por gracia habéis sido salvados - y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús” (Ef 2,4-6), Dios nos ama eternamente  y su misericordia se ha manifestado a lo largo del tiempo, pero de modo absoluto en Cristo, que se presentó ante los hombres como misericordia visible de Dios invisible y manifestó con sus obras la realidad y el poder sobreabundante de la misericordia de Dios.

     La misericordia de Dios es universal y está al  alcance de todos los hombres, porque Dios no hace acepción de personas y Cristo murió por los pecadores, que somos todos. Como nos recuerda también San Pablo: “Dios encerró a todos los hombres en la rebeldía para usar con todos ellos de misericordia” (Rm 11,32). Por eso, podemos afirmar que la misericordia es una especie de fuente  que no se agota, porque brota del corazón de Dios y no ha dejado de correr desde que apareció el primer pecado en el mundo. La misericordia de Dios tiene que ver con el pasado, en el que se ha manifestado especialmente, pero también con el presente y el futuro, porque Cristo glorificado no es ajeno a la misericordia:

¨       En primer lugar porque” no tenemos (en él) un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15).

¨       En segundo lugar porque su misericordia no se limita a rescatarnos y bendecirnos mientras pasamos por este mundo, sino que nos alcanzará en plenitud cuando las promesas que estamos viviendo en esperanza se conviertan por fin en realidad, como nos ha dejado escrito el apóstol Pedro que, desde su posición de esperanza, exclama: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo quien, por su gran misericordia, mediante la Resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha reengendrado a una esperanza viva, a una herencia incorruptible, inmaculada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros”  (1 P 1,3-4).

     ¡Misericordia aquí y allí, en la tierra y en el Trono del Cordero! Sólo nos queda ser conscientes de este misterio de amor y acercarnos “confiadamente al trono de gracia, a fin de alcanzar misericordia y hallar gracia para una ayuda oportuna” (Hb 4,16).

     Cuando nos acercamos a adorar a Jesucristo y al Padre por él nos estamos acercando a la fuente de todas las gracias, incluida la misericordia que tan necesaria nos resulta mientras caminemos por la vida bajo el peso  de nuestra naturaleza pecadora. Por eso, nos sería muy útil responder día a día a la Palabra que nos anima así: “Teniendo, pues, hermanos, plena seguridad para entrar en el santuario en virtud de la sangre de Jesús, por este camino nuevo y vivo, inaugurado por él para nosotros, a través del velo, es decir, de su propia carne, y con un Sumo Sacerdote al frente de la casa de Dios, acerquémonos con sincero corazón, en plenitud de fe, purificados los corazones de conciencia mala” (Hb 10,19-22).  Las bendiciones que proceden del Trono de Dios nos alcanzan, como el fuego, a medida que nos acercamos a él. Y ¿no es la adoración un magnífico camino de aproximación?

 

2. Testimonios – Palabra profética

 

¨       Palabra al corazón durante la adoración: Estáis ocupando el lugar que ocupan mis ángeles. Estáis en el lugar que yo os he asignado entre los bienaventurados; mi sangre ha cubierto vuestro pecado y mi Espíritu os ha revestido de santidad. No estáis aquí por méritos propios, sino porque os habéis acogido a mi misericordia. Aquí sois sanados y fortalecidos, aquí experimentáis mi Amor que os comprende, que llena vuestros vacíos, sostiene vuestras debilidades y excusa vuestro pecado.

¨       El hecho de que estéis ante mi trono rodeados de ángeles y adorándome con ellos no significa que seáis mejores que los demás, sino que tengo misericordia de vosotros.

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