El Papa y los divorciados en nueva unión: “La Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie”
Francisco presidió en el Aula Pablo VI su primera audiencia general tras el receso estival, y se refirió puntualmente a la atención pastoral de los divorciados en nueva unión.
“La Iglesia sabe bien que tal situación contradice el sacramento cristiano, pero con corazón de madre busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie”, explicó.
El Papa agregó: “Es necesario una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia”.
El papa Francisco presidió hoy en el Aula Pablo VI su primera audiencia general tras el descanso vacacional, en la que retomó las reflexiones sobre la familia y se refirió a la situación de los que tras la ruptura de su vínculo matrimonial han establecido una nueva convivencia, y a la atención pastoral que merecen.
“La Iglesia sabe bien que tal situación contradice el sacramento cristiano, pero con corazón de madre busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie.
“La Iglesia sabe bien que tal situación contradice el sacramento cristiano, pero con corazón de madre busca el bien y la salvación de todos, sin excluir a nadie.
Animada por el Espíritu Santo y por amor a la verdad, siente el deber de ‘discernir bien las situaciones’, diferenciando entre quienes han sufrido la separación y quienes la han provocado”, indicó ante los peregrinos.
“Si se mira la nueva unión desde los hijos pequeños vemos la urgencia de una acogida real hacia las personas que viven tal situación.
“Si se mira la nueva unión desde los hijos pequeños vemos la urgencia de una acogida real hacia las personas que viven tal situación.
¿Cómo podemos pedirle a estos padres educar a los hijos en la vida cristiana si están alejados de la vida de la comunidad?”, interpeló.
El pontífice aseguró que “es necesario una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia”.
El Papa reconoció que “no tenemos recetas sencillas”, por lo que dijo que “es preciso manifestar la disponibilidad de la comunidad y animarlos a vivir cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad, el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y la paz”.
“La Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie”, concluyó.
Francisco saludó luego a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica, a quienes les pidió que “en la memoria litúrgica de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor, confiemos a la Madre de Dios a todas las familias”.
Texto de la catequesis del Papa
El pontífice aseguró que “es necesario una fraterna y atenta acogida, en el amor y en la verdad, hacia estas personas que en efecto no están excomulgadas como algunos piensan: ellas forman parte siempre de la Iglesia”.
El Papa reconoció que “no tenemos recetas sencillas”, por lo que dijo que “es preciso manifestar la disponibilidad de la comunidad y animarlos a vivir cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, la escucha de la Palabra de Dios, la participación en la liturgia, la educación cristiana de los hijos, la caridad, el servicio a los pobres y el compromiso por la justicia y la paz”.
“La Iglesia no tiene las puertas cerradas a nadie”, concluyó.
Francisco saludó luego a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y Latinoamérica, a quienes les pidió que “en la memoria litúrgica de la Dedicación de la Basílica de Santa María la Mayor, confiemos a la Madre de Dios a todas las familias”.
Texto de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, buenos días.
Con esta catequesis retomamos nuestra reflexión sobre la familia. Después de haber hablado la última vez, de las familias heridas a causa de la incomprensión de los cónyuges, hoy quisiera detener nuestra atención sobre otra realidad: cómo cuidar de aquellos que, después de un fallo irreversibles de su unión matrimonial, han comenzado una nueva unión.
La Iglesia sabe que esta situación contradice el Sacramento cristiano.
Con esta catequesis retomamos nuestra reflexión sobre la familia. Después de haber hablado la última vez, de las familias heridas a causa de la incomprensión de los cónyuges, hoy quisiera detener nuestra atención sobre otra realidad: cómo cuidar de aquellos que, después de un fallo irreversibles de su unión matrimonial, han comenzado una nueva unión.
La Iglesia sabe que esta situación contradice el Sacramento cristiano.
Sin embargo, su mirada de maestra que viene siempre de un corazón de madre; un corazón que, animado por el Espíritu Santo, busca siempre el bien y la salvación de las personas.
Por eso siente el deber, “por amor a la verdad”, de “discernir bien las situaciones”.
Así se expresaba san Juan Pablo II, en la Exhortación apostólica Familiaris consortio (n. 84), dando como ejemplo la diferencia entre quien ha sufrido la separación respecto a quien la ha provocado. Se debe hacer este discernimiento.
Si después miramos también estos nuevos lazos con los ojos de los hijos pequeños, los pequeños miran, de los niños, vemos aún más la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real hacia las personas que viven estas situaciones.
Si después miramos también estos nuevos lazos con los ojos de los hijos pequeños, los pequeños miran, de los niños, vemos aún más la urgencia de desarrollar en nuestras comunidades una acogida real hacia las personas que viven estas situaciones.
Por esto, es importante que el estilo de la comunidad, su lenguaje, sus actitudes, estén siempre atentos a las personas, a partir de los pequeños, ellos son quienes más sufren estas situaciones.
Después de todo, ¿cómo podríamos aconsejar a estos padres hacer de todo para educar a los hijos en la vida cristiana, dando ellos el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los tenemos alejados de la vida de la comunidad como si fueran excomulgados?
No se deben añadir otros pesos a aquellos que los hijos, en estas situaciones, ¡ya deben cargar! Lamentablemente, el número de estos niños y jóvenes es realmente grande.
Es importante que ellos sientan a la Iglesia como madre atenta a todos, dispuesta siempre a la escucha y al encuentro.
En estos decenios, en realidad, la Iglesia no ha sido ni insensible ni perezosa. Gracias a la profundización cumplida por los Pastores, guiados y confirmados por mis predecesores, ha crecido mucho la conciencia de que es necesaria una acogida fraterna y atenta, en el amor y en la verdad, hacia los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental; de hecho, estas personas no son excomulgadas, no están excomulgadas, y no van absolutamente tratadas como tales: forman parte siempre de la Iglesia.
El papa Benedicto XVI intervino sobre esta cuestión, solicitando un discernimiento atento y un sabio acompañamiento pastoral, sabiendo que no existen “recetas simples” (Discurso al VII Encuentro Mundial de las Familias, Milán, 2 junio 2012, respuesta n. 5).
De aquí la reiterada invitación de los Pastores a manifestar abiertamente y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerles y a animarles, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz.
El ícono bíblico del Buen Pastor (Jn 10, 11-18) resume la misión que Jesús ha recibido del Padre: la de dar la vida por las ovejas.
En estos decenios, en realidad, la Iglesia no ha sido ni insensible ni perezosa. Gracias a la profundización cumplida por los Pastores, guiados y confirmados por mis predecesores, ha crecido mucho la conciencia de que es necesaria una acogida fraterna y atenta, en el amor y en la verdad, hacia los bautizados que han establecido una nueva convivencia después del fracaso del matrimonio sacramental; de hecho, estas personas no son excomulgadas, no están excomulgadas, y no van absolutamente tratadas como tales: forman parte siempre de la Iglesia.
El papa Benedicto XVI intervino sobre esta cuestión, solicitando un discernimiento atento y un sabio acompañamiento pastoral, sabiendo que no existen “recetas simples” (Discurso al VII Encuentro Mundial de las Familias, Milán, 2 junio 2012, respuesta n. 5).
De aquí la reiterada invitación de los Pastores a manifestar abiertamente y coherentemente la disponibilidad de la comunidad a acogerles y a animarles, para que vivan y desarrollen cada vez más su pertenencia a Cristo y a la Iglesia con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios, con la frecuencia a la liturgia, con la educación cristiana de los hijos, con la caridad y el servicio a los pobres, con el compromiso por la justicia y la paz.
El ícono bíblico del Buen Pastor (Jn 10, 11-18) resume la misión que Jesús ha recibido del Padre: la de dar la vida por las ovejas.
Tal actitud es un modelo también para la Iglesia, que acoge a sus hijos como una madre que dona su vida por ellos. “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre.
Ninguna puerta cerrada. Todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial, todos pueden formar parte de la comunidad.
La Iglesia es la casa paterna donde hay sitio para cada uno con su vida a cuestas” (Exort. ap.Evangelii gaudium, n. 47).
Del mismo modo, todos los cristianos están llamados a imitar al Buen Pastor.
Del mismo modo, todos los cristianos están llamados a imitar al Buen Pastor.
Sobre todo las familias cristianas pueden colaborar con Él cuidando de las familias heridas, acompañándolas en la vida de fe de la comunidad.
Cada uno haga su parte asumiendo la actitud del Buen Pastor, que conoce cada una de sus ovejas ¡y no excluye a ninguna de su infinito amor! Gracias.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario