domingo, 16 de agosto de 2015

Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.


                                         MISA DEL DOMINGO
 
Lectura del Libro de Josué 24, 1-2a. 15-17. 18b

En aquellos días Josué reunió todas las tribus de Israel en Siquén y llamó a los ancianos, a los jefes, a los jueces, a los magistrados para que se presentasen ante Dios.
 
Josué dijo a todo el pueblo:
–Si no os parece bien servir al Señor, escoged a quién servir: a los dioses a quienes sirvieron vuestros antepasados al este del Éufrates o a los dioses de los amorreos, en cuyo país habitáis. Yo y mi casa serviremos al Señor.
El pueblo respondió:
–¡Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a dioses extranjeros! El Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la esclavitud; él hizo a nuestra vista grandes signos, nos protegió en el camino que recorrimos y entre los pueblos por donde cruzamos. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.

 

Sal. 33, 2-3. 16-17. 18-19. 20-21. 22-23 R: Gustad y ved qué bueno es el Señor.

Bendigo al Señor en todo momento,
su alabanza está siempre en mi boca;
mi alma se gloría en el Señor:
que los humildes lo escuchen y se alegren.

Los ojos del Señor miran a los justos,
sus oídos escuchan sus gritos;
pero el Señor se enfrenta con los malhechores,
para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha
y lo libra de sus angustias;
el Señor está cerca de los atribulados,
salva a los abatidos.

Aunque el justo sufra muchos males,
de todos lo libra el Señor;
él cuida de todos sus huesos,
y ni uno solo se quebrara.

La maldad da muerte al malvado,
y los que odian al justo serán castigados.
El Señor redime a sus siervos,
no será castigado quien se acoge a el.

 

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 5, 21-32

Hermanos:
Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano.
Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.
Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia:
Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada. Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son.
Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.» Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.

Lectura del santo Evangelio según San Juan 6, 61-70

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:
–Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso ?
Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban les dijo:
–¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir adonde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y son vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen.
Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:
–Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.
Desde entonces muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él.
Entonces Jesús les dijo a los Doce:
–¿También vosotros queréis marcharos?
Simón Pedro le contestó:
–Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

 



 
 

 


La Eucaristía, Pacto de Vida

  • Iª Lectura: Josué (24,1-18): Israel en las manos de Dios

I.1. La primera lectura nos habla del famoso pacto de Siquén en el que el sucesor de Moisés al frente del pueblo liberado de la esclavitud de Egipto, y ya introducido y poseedor de la tierra prometida, convoca a todas las tribus para hacer un pacto, una alianza con Yahvé. ¿Por qué? Cuando los israelitas llegaron a Canaá se encuentran con que sus habitantes tienen sus dioses, sus santuarios, lo cual ha de influir bastante en los advenedizos; no se cambia de la noche a la mañana una cultura religiosa acendrada en la situación social y antropológica de ese pequeño territorio. Este pacto, desde luego, es presentado en la Biblia como el prototipo de la unidad de tribus, cada una de las cuales tenía sus intereses sociales y políticos; e incluso, lo más probable, es que no todas las tribus hubieran tenido la experiencia de la esclavitud de Egipto y del paso por el desierto.

I.2. Habría que considerar en el marco de la lectura de este texto de Josué una serie de propuestas sobre el origen de “Israel” en la tierra prometida, que hoy se proponen desde la arqueología y desde un planteamiento de sociología religiosa. Se ha llegado a hablar que el origen de Israel en Palestina es el fruto de una “revuelta campesina” (cito los autores más famosos: G. Mendenhall y N. K. Gottwald) que se ha trasmitido a la posteridad bajo un pacto religioso de las tribus para dar coherencia y unidad. No quiere decir que las tesis tradicionales de la Biblia: un grupo de esclavos que sale de Egipto bajo el liderazgo de Moisés se deba descartar. Pero la forma en que la Biblia narra las cosas no han de ser aceptadas sin tener en cuenta los datos de la arqueología, la antropología y la sociología religiosa. La Biblia ha escrito su “historia” desde arriba, desde el proyecto de Dios, eso es lo importante. Pero eso no significa que “Israel” sea un puro proyecto divino en sus pormenores.

I.3. El autor de este relato quiere decir que la unidad de las tribus había que conseguirla con un pacto religioso con el que se comprometían en servir a Yahvé y abandonar a los dioses cananeos. Es lo que algunos han llamado la “anfictionía” a imagen de lo que se conoce de Grecia e Italia, en torno a un santuario común. No está claro este asunto y hoy es históricamente menos interesante. Lo que importa para el autor deuteronomista, es el reto constante de la religión de Israel, nunca conseguido, como combaten frecuentemente los profetas y los encargados de la ortodoxia religiosa de Israel y Judá. El texto de hoy es propio de una escuela teológico-catequética, llamada deuteronomista (porque se inspira en el libro de Deuteronomio), idealizando los orígenes y las fidelidades del pueblo a su Dios. Es una propuesta, además, de futuro: sólo Dios puede salvar a su pueblo en todas las situaciones. ¿Es eso así? Para un pueblo que ha construido su vida en torno a Yahvé como identidad no es y no debe ser nada extraño. Desde el punto de vista teológico y espiritual tener confianza (emunah) en Dios es decisivo.

 

  • IIª Lectura: Efesios (5,21-32): La familia cristiana vive en el amor de entrega

II.1. La segunda lectura es uno de los textos más expresivos y polémicos del NT, ya que el simbolismo de la cabeza y el cuerpo (Cristo y la Iglesia), aplicado a las relaciones hombre y mujer en el matrimonio, ha dado mucho que hablar en estos tiempos de reivindicaciones de los derechos de la mujer. Pero este texto no está escrito en esos términos polémico-reivindicativos. Se trata de hacer una lectura de la familia (técnicamente se le conoce como «código familiar») aplicando los principios de la eclesiología: la Iglesia no es nada sin su Señor, que ha dado su vida por ella. Eso no es lo mismo en el matrimonio, donde hombre y mujer están en el mismo plano de igualdad, pero donde cada uno desempeña su papel y su misión. La sumisión es de uno a otro si se entiende positivamente, ya que en el matrimonio no hay sumisión, sino entrega mutua.

II.2. Pues a pesar de todo, como el prototipo de esta forma de hablar es el romance de Cristo con su Iglesia, el matrimonio debe entenderse así en su realidad radical; es un romance de amor, de entrega, de generosidad, de dar la vida el uno por el otro, como Cristo y la Iglesia. Este romance de amor tiene todo su sentido si el amor de los esposos toma como prototipo el de Cristo a su Iglesia. Quiere eso decir que el amor del que aquí se habla no es el erótico, ni el de pura amistad, ni siquiera el amor “familiar” que es un amor específico. Los cristianos viven, pueden vivir todos esos amores, sin duda, y los necesitan. Pero el que da sentido al matrimonio “cristiano” es el amor de entrega absoluta a ejemplo de cómo Cristo se ha entregado por la Iglesia.

 

  • Evangelio: Juan (6,60-69): Eucaristía y vida

III.1. El evangelio del día es la última parte del capítulo sobre el pan de vida y la eucaristía. Como momento culminante, y ante las afirmaciones tan rotundas de la teología joánica sobre Jesús y la eucaristía, la polémica está servida ante los oyentes que no aceptan que Jesús pueda dar la vida eterna. Se habla, incluso, de discípulos que, escandalizados, abandonan a Jesús. Deberíamos entender, a su vez, que abandonan la comunidad que defendía esa forma de comunicación tan íntima de la vida del Señor resucitado. Pero la eucaristía es solamente un anticipo, no es toda la realidad de lo que nos espera en la comunión con la vida de Cristo. Por ello se recurre al símil del Hijo del hombre que ha de ser glorificado, como nosotros hemos de ser resucitados.

III.2. Ahora, el autor o los autores, se permite una contradicción con las afirmaciones anteriores de la “carne”: “el Espíritu es el que da vida, la carne no sirve para nada”. Nunca se han podido explicar bien estas palabras en todo el contexto del discurso de pan de vida, donde la identidad “carne” es el equivalente a la vida concreta que vivimos en este mundo. Es la historia del Hijo del hombre, de Jesús, en este mundo. ¿Por qué ahora se descarta en el texto? Porque en este final del discurso se carga el horizonte de acentos escatológicos, de aquello que apunta a la vida después de la muerte, a la resurrección y la vida eterna. Y la vida eterna, la de la resurrección, no es como vivir en este mundo y en esta historia. Tiene que ser algo nuevo y “recreado”. Es una afirmación muy en la línea de 1Cor 15,50: “la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de los cielos”.

III.3. Este es uno de los grandes valores de la eucaristía cristiana y en este caso de la teología joánica. La Eucaristía no se celebra desde la memoria del pasado solamente: la muerte de Jesús en la cruz. Es también un sacramento escatológico que adelanta la vida que no espera tras la muerte. Esto es lo admirable de la eucaristía. Jesús, pues, les pide a sus discípulos, a los que le quedan, si están dispuestos a llegar hasta el final, a estar con El siempre, más allá de esta vida. E incluso les da la oportunidad de poderse marchar libremente. Las palabras de Pedro, que son una confesión de fe en toda regla, descubren la verdadera respuesta cristiana: ¿A dónde iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Todo esto acontece en la eucaristía cuando se celebra como mímesis real y verdadera de lo que Jesús quiere entregar a los suyos, por ello es un pacto de vida eterna.

 


 

 

 



 

  • “Este modo de hablar es inaceptable”

Hoy en día muchos modos de hablar (por no decir todos) son “aceptables” dando como fruto pérdida de credibilidad en la palabra y de falta de coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

La confianza, consecuencia lógica de la coherencia entre dicho y hecho, mide el índice de adhesión a una causa, fortalece la fe en ella y aumenta el creer.

Los signos que Jesús hacía (y no olvidemos que sigue haciéndolos hoy) no bastó para que le siguieran sin dudas.
En el mundo de hoy el ruido, externo e interno (éste de manera más intensa) ahogan la palabra y consecuentemente la confianza y la credibilidad en ella.

Muchos, que dicen ser cristianos, no oyen ni escuchan esa palabra de Dios y no se plantean ni aceptarla ni rechazarla.
La escucha atenta (léase oración-estudio) del modo de hablar de Dios, origina en el oyente confianza en la persona que habla (Jesús y Josué) y en aquello que dice. Rompe la indiferencia.

En algún momento de la vida hay un Siquén donde se tiene forzosamente que tomar conciencia (individual y comunitariamente) de la liberación de toda esclavitud por medio de los “grandes signos” de ternura y misericordia de Dios y dar una respuesta consecuente a la pregunta “¿también vosotros queréis marcharos?” respondiendo “lejos de nosotros abandonar al Señor”, pues “Tú tienes palabras de vida eterna”.

No es tanto en el plano intelectual donde existe la dificultad de respuesta a las cuestiones del Señor, sino en el plano moral, en la demanda moral de Cristo, que obliga al cristiano a aceptar algo que puede (mejor dicho, casi seguro) complicarle la vida de manera existencial. La confianza en las palabras de Jesús, el paso de su vida por la historia del discípulo, impulsan a éste a un verdadero salto mortal, (con tentaciones de vacío) que únicamente al hacerlos vida compartida, notará apoyo en tierra firme en el salto.

El cristiano puede y debe ser fiel y leal con Dios; puede vivir con dignidad, a pesar de su debilidad; puede vivir bien la vocación que Dios le ha dado; puede ir alcanzando poco a poco la santidad, a la que está llamado. Con sus solas fuerzas, no puede, con la ayuda, que Dios, sí.

Decidido firmemente a no abandonar al Señor, el cristiano ha de evaluar periódicamente su hoja de ruta y corregir los desvíos que el mundanal ruido haya podido introducir. Revisar periódicamente la relación con Dios, la calidad de los lazos familiares, el comportamiento ético y moral, la solidaridad con los más necesitados, es no servir a dioses extranjeros y sí vivir el evangelio del espíritu que da vida.

“Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios” y por ello nuestra fe, la de la Iglesia, es una fe creativa, amasada con la humildad y la docilidad, que nos hace decir como a los israelitas “nosotros serviremos al Señor” (Josué, 24, 18).

La respuesta sincera de Pedro es señal inequívoca de un conocimiento profundo del apóstol hacia el Maestro. No son palabras huecas las de Jesús, a pesar de la dificultad de entenderlas, sino palabras que se prenden en esa hoja de ruta para convertirlas en normas de vida.

La convivencia con Jesús abre el misterio de Dios a la humanidad para engendrar vida en el mundo de la misma manera que el amor conyugal fundado en el amor de Cristo a su Iglesia (2ª Lect.) engendra vida en el mundo.
Cristo es el único que puede darnos el verdadero propósito para nuestra vida, si es aceptado y desarrollado por la moción del Espíritu de Dios en cada uno de nosotros.

Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Muchos abandonan lo religioso porque piensan que les irá mejor.

Y tú, ¿también quieres marcharte?

O ¿sigues a Cristo porque no tienes a quién acudir?

En cualquiera de los casos Él es la vida eterna

1 comentario:

  1. Es necesario tomar una decisión fundamentada en la propia experiencia. Muchos abandonan lo religioso porque piensan que les irá mejor.


    Y tú, ¿también quieres marcharte?


    O ¿sigues a Cristo porque no tienes a quién acudir?


    En cualquiera de los casos Él es la vida eterna

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