INTERCESORES CON CRISTO
Hay necesidades que sabemos que requieren
siempre intercesión. Constituyen una llamada permanente a la intercesión para
todos.
No hay motivo, por ejemplo, para dejar de orar por nuestros hermanos en
Cristo: “Siempre en oración y súplica,
orando en toda ocasión en el Espíritu, velando juntos con perseverancia e
intercediendo por todos los santos” (Ef 6,18).
Del mismo modo, en la
Palabra revelada y tal vez en nuestras circunstancias de vida encontramos otras
necesidades para interceder con perseverancia a lo largo de toda nuestra vida.
Pero cuando se trata de necesidades más
específicas o puntuales, ¿cuándo sabemos que podemos dejar de orar por esa
necesidad o intención?
La respuesta puede venir dada por las circunstancias
objetivas o por el mismo Espíritu. En el primer caso, para determinadas
intenciones es fácil corroborar el fruto de la oración.
Por ejemplo, estábamos
orando por la conversión de un miembro de nuestra familia; llevó dos semanas,
dos meses, dos años o veinte, pero si esto ya ocurrió, evidentemente no hace
falta continuar orando por esta intención.
En el segundo caso, se trata de estar atentos
a las mociones del Espíritu. De la misma manera que el Espíritu nos puede mover
a orar por una necesidad, puede retirarnos la carga por esa intención en un
momento dado.
Tal vez hay un momento en que el Espíritu pone en nuestro corazón
la necesidad de comenzar a interceder por China, e incluimos este país cada día
en nuestra intercesión de forma especial.
Pero puede que llegado cierto momento
el Espíritu retire de nosotros esa urgencia o esa carga. En ambos casos
debemos discernir lo que viene del
Espíritu y lo que viene de la carne.
No quiere decir que porque no sintamos más
ganas -humanamente hablando- de interceder por esa necesidad, tengamos que
parar, porque siempre habrá días en que nuestra disposición o nuestro estado de
ánimo, más o menos alto o bajo, influirá también en la oración. No podemos
dejar que esto sea el criterio.
Precisamente en esos momentos se necesita
perseverar y ser fieles a la llamada del Señor.
Se trata de discernir en el
espíritu, recibir del Señor la convicción de que aquello ya está, de que el
tiempo en que el Señor nos quería intercediendo de forma especial por esa
necesidad ya concluyó.
Si intentamos estar atentos a las mociones del Espíritu,
él nos pondrá en el corazón cuándo comenzar y cuándo terminar la intercesión
por una necesidad.
Tampoco quiere decir que no haya que orar en
adelante por China, Sólo que en un determinado momento en que se necesitaba esa
intercesión, el Señor buscó entre sus intercesores y puso esa llamada en
nuestro corazón, así como posiblemente hizo con otros intercesores en otras
partes del mundo.
Más tarde, si la necesidad que motivó que él nos escogiese ha
cesado o el Señor ha cambiado sus planes, puede llevarnos a interceder de forma
especial por otras necesidades.
También es posible que el Señor mueva a otros
intercesores a orar por China, mientras a nosotros nos ha dado una nueva misión
De cualquier modo, el mandato del Señor es “orad constantemente” (1 Ts 5,17).
Cuando somos fieles a esta llamada, el Señor nos puede utilizar. Pero esta
fidelidad, preciosa para Dios, es imprescindible.
Palabra
profética:
Permaneced
fieles, sed perseverantes en la intercesión, no dejéis de interceder. Sólo la
intercesión puede aliviar el dolor de mi corazón.
El mundo está envuelto en
tinieblas, llevad mi luz, penetrad en medio de las tinieblas con mi luz, con mi
verdad, con mi amor. No os separéis de mi cruz, ella os abrirá camino, ella os
sostendrá, abrazaos a mi cruz como yo la abracé.
Permaneced fieles, sed perseverantes en la intercesión, no dejéis de interceder. Sólo la intercesión puede aliviar el dolor de mi corazón.
ResponderBorrarEl mundo está envuelto en tinieblas, llevad mi luz, penetrad en medio de las tinieblas con mi luz, con mi verdad, con mi amor. No os separéis de mi cruz, ella os abrirá camino, ella os sostendrá, abrazaos a mi cruz como yo la abracé.