ADORAR CON LA CREACIÓN
”Todas las obras del Señor, bendecid al
Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos” (Dn 3,57).
La verdad –si es que queremos aproximarnos a la verdad- es ésta: “¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras? ¿Cómo se conservaría, si no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida, pues tu aliento incorruptible está en todas ellas” (Sb 11,25-12,1).
No es sólo que todas las cosas sean del Señor y le deban a él la existencia; le deben mucho más, pues Dios hizo descansar su amor sobre la Creación.
La Creación entera es fruto del amor de Dios, como nos hace saber el libro de la Sabiduría: “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si algo odiases, no lo habrías creado” (Sb 11,24). ¿No le deberemos, consecuentemente, una respuesta de amor a Dios?
La Creación entera se debe a Dios por medio
de Cristo, pues “todo fue creado por él y
para él” (Col 1,16).
El sentido de la existencia de las criaturas es
glorificar al Creador.
Los animales, las plantas, las montañas, los valles, los
mares, los ríos, los astros, el cosmos entero, todo, con sus movimientos,
formas, colores, entona un himno de alabanza y culto a Dios.
El hombre, en
medio de la Creación, se encuentra como una criatura más, movido a unirse a
este coro de glorificación al Dios de todas las cosas.
En este homenaje
armonioso a Dios, las criaturas espirituales como el hombre son invitadas a
ofrecer, como se espera de ellas, el culto de su espíritu por medio de la
adoración.
Es la imagen que nos revela el Apocalipsis: “Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del
mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: ‘Al que está sentado en el
trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los
siglos’. Y los cuatro Vivientes decían: ‘Amén’; y los Ancianos se postraron
para adorar” (Ap 5,13-14).
El hombre no sólo se encuentra en medio
del culto de la Creación, sino que también la Creación conduce al hombre hacia
Dios. “porque lo invisible de Dios, desde
la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su
poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo
conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios” (Rm 1,20-21).
Cuando
conocemos la sabiduría, el poder, la providencia, la belleza, la perfección y
todas las cualidades de Dios que se reflejan en su Creación, el corazón del
hombre se siente empujado hacia arriba, para glorificar a Dios como quien es.
El peligro es negar a Dios el culto que merece, quedarse en las cosas y
practicar entonces idolatría.
En la visión de Juan, Dios es adorado por
la Creación: “Los veinticuatro ancianos
se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos
de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: ‘Eres digno,
Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has
creado el universo; por tu voluntad, existe y fue creado’” (Ap
4,9-11).
Palabra profética.
¨
Visión
durante la adoración: una gran oscuridad
cubre la tierra, pero en los lugares donde hay adoradores se ven grandes
claros. Palabra: “Estáis llamados a ser intercesores y
adoradores que disipen las tinieblas de la tierra , pero solo podréis conseguirlo
en la medida de vuestra santidad. No
desperdiciéis nada, pues al que mucho se le dio, mucho se le pedirá.”
La Creación entera se debe a Dios por medio de Cristo, pues “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16).
ResponderBorrarEl sentido de la existencia de las criaturas es glorificar al Creador.
Los animales, las plantas, las montañas, los valles, los mares, los ríos, los astros, el cosmos entero, todo, con sus movimientos, formas, colores, entona un himno de alabanza y culto a Dios.