miércoles, 19 de agosto de 2015

LA CREACION


ADORAR CON LA CREACIÓN

 
 


Todas las obras del Señor, bendecid al Señor, alabadlo y ensalzadlo por los siglos” (Dn 3,57).


 
Solemos reconocer que las obras pertenecen a su autor, y los inventos al que los hizo y posee la patente. Sabemos que Dios es el Creador de todo lo que existe, pero nos cuesta reconocer que todo es suyo, que todo le pertenece.

La verdad –si es que queremos aproximarnos a la verdad- es ésta: “¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras? ¿Cómo se conservaría, si no lo hubieras llamado? Pero tú eres indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amigo de la vida, pues tu aliento incorruptible está en todas ellas” (Sb 11,25-12,1).

No es sólo que todas las cosas sean del Señor y le deban a él la existencia; le deben mucho más, pues Dios hizo descansar su amor sobre la Creación.

La Creación entera es fruto del amor de Dios, como nos hace saber el libro de la Sabiduría: “Amas a todos los seres y no aborreces nada de lo que hiciste; pues, si algo odiases, no lo habrías creado” (Sb 11,24). ¿No le deberemos, consecuentemente, una respuesta de amor a Dios?

 La Creación entera se debe a Dios por medio de Cristo, pues “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16).
 
El sentido de la existencia de las criaturas es glorificar al Creador.
 
Los animales, las plantas, las montañas, los valles, los mares, los ríos, los astros, el cosmos entero, todo, con sus movimientos, formas, colores, entona un himno de alabanza y culto a Dios.
 
El hombre, en medio de la Creación, se encuentra como una criatura más, movido a unirse a este coro de glorificación al Dios de todas las cosas.
 
En este homenaje armonioso a Dios, las criaturas espirituales como el hombre son invitadas a ofrecer, como se espera de ellas, el culto de su espíritu por medio de la adoración.
 
Es la imagen que nos revela el Apocalipsis: “Y toda criatura, del cielo, de la tierra, de debajo de la tierra y del mar, y todo lo que hay en ellos, oí que respondían: ‘Al que está sentado en el trono y al Cordero, alabanza, honor, gloria y poder por los siglos de los siglos’. Y los cuatro Vivientes decían: ‘Amén’; y los Ancianos se postraron para adorar” (Ap 5,13-14).

El hombre no sólo se encuentra en medio del culto de la Creación, sino que también la Creación conduce al hombre hacia Dios. “porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo, se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios” (Rm 1,20-21).
 
Cuando conocemos la sabiduría, el poder, la providencia, la belleza, la perfección y todas las cualidades de Dios que se reflejan en su Creación, el corazón del hombre se siente empujado hacia arriba, para glorificar a Dios como quien es.
 
El peligro es negar a Dios el culto que merece, quedarse en las cosas y practicar entonces idolatría.

En la visión de Juan, Dios es adorado por la Creación: “Los veinticuatro ancianos se postran ante el que está sentado en el trono y adoran al que vive por los siglos de los siglos, y arrojan sus coronas delante del trono diciendo: ‘Eres digno, Señor y Dios nuestro, de recibir la gloria, el honor y el poder, porque tú has creado el universo; por tu voluntad, existe y fue creado’” (Ap 4,9-11). 

Palabra profética.

¨       Visión durante la adoración:  una gran oscuridad cubre la tierra, pero en los lugares donde hay adoradores se ven grandes claros.  Palabra:  “Estáis llamados a ser intercesores y adoradores que disipen las tinieblas de la tierra , pero solo podréis conseguirlo en la medida de vuestra santidad.  No desperdiciéis nada, pues al que mucho se le dio, mucho se le pedirá.”

 

 

1 comentario:

  1. La Creación entera se debe a Dios por medio de Cristo, pues “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16).



    El sentido de la existencia de las criaturas es glorificar al Creador.



    Los animales, las plantas, las montañas, los valles, los mares, los ríos, los astros, el cosmos entero, todo, con sus movimientos, formas, colores, entona un himno de alabanza y culto a Dios.

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