domingo, 2 de agosto de 2015

La obediencia a la palabra del Señor


 
EL CAMINO DE LA OBEDIENCIA
 




 

"¿Acaso se complace el Señor en los holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la palabra del Señor?" (1 S 15,22)

El primer fruto de la acogida a la palabra de Dios es la fe, que a su vez induce a la conversión, como está escrito: "La fe viene por la predicación; y la Predicación por la Palabra de Cristo" (Rm 10,17).
 
La conversión es un cambio de mente, pero sobre todo es cambio de conducta que, en nuestro caso, se traduce en hacernos discípulos de Jesucristo y vivir en lo sucesivo como nos corresponde.
 
Reconocer a Jesucristo como Señor y Salvador personal significa que aceptamos vivir bajo su señorío y autoridad, sometidos a él y dispuestos para su servicio.
 
En definitiva. nuestra mente conoce la verdad de Dios y la admite, al tiempo que nuestra voluntad se somete a su voluntad.
 
La obediencia es la palabra clave que acompaña la vida del discípulo, el certificado de garantía de que nuestro amor a Dios es verdadero.

Las personas que se proponen ser buenos discípulos de Jesús suelen preguntar con frecuencia cómo saber si están caminando en la verdad o andan engañadas.
 
No consta que le hicieran la misma pregunta al Maestro, pero él tal vez se adelantó y dijo "a los judíos que habían creído en él: ‘Si os mantenéis en mi palabra,, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’" (Jn 8,31-32).
 
Mantenerse en la palabra es vivir en actitud de obediencia a ella y ajustar nuestros comportamientos a ella.
 
En otro momento les hizo ver que también el amor, que era la esencia de su mutua relación, era impensable sin la obediencia a su palabra: "Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Jn 15,10).

Sabemos por experiencia que una de las cosas que más nos cuesta es obedecer; por eso la obediencia es la mejor prueba que podemos aportar para demostrar que amamos a Dios; y puesto que la adoración es un misterio de amor entre Dios y el hombre, ¿cómo podría ser buen adorador quien no vive empeñado en obedecer la palabra de su Dios, sin hacer de ella distinción de ‘importante’ o ‘secundaria’, ‘obligatoria’ o ‘voluntaria’?
 
Si la obediencia acerca a Dios y nos prepara para encontrarnos con él, ¿cómo no va a ser imprescindible para los hombres que quieren acercarse a Dios en adoración, cuando es éste un encuentro tan especial?

Palabra profética

"Estoy a la puerta de tu corazón para pedirte que me entregues la ofrenda de tus rebeldías y de tus desobediencias. Fija tus ojos en mí, yo te perdonaré y de tu culpa me olvidaré".

Visión durante la adoración: Los ángeles nos conducen a una estancia llena de luz, y allí se nos muestra nuestra auténtica realidad.
 
Nos vemos totalmente sucios, desmelenados, con vestidos harapientos, como el más miserable de los mendigos que andan por las calles.
 
Ante esa luz, nos sentimos repugnantes y avergonzados. Palabra: "Antes de llegar hasta mi Trono, quiero que paséis por la experiencia de la humillación, viendo lo que realmente sois y conociendo la gracia que yo os hago al permitiros llegar ante mí".
 
Luego los ángeles van cubriendo con túnicas blancas toda nuestra miseria y pecado, que quedan ocultos. El Señor nos hace comprender que delante del Trono sólo puede permanecer el verdaderamente humilde y santificado.

"Permaneced postrados ante mí. Aquí cambio vuestro corazón en un corazón semejante al mío y hago de vuestra mente una mente semejante a la mía".
 
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1 comentario:

  1. ajustar nuestros comportamientos a ella.



    En otro momento les hizo ver que también el amor, que era la esencia de su mutua relación, era impensable sin la obediencia a su palabra: "Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Jn 15,10).

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