EL CAMINO DE LA OBEDIENCIA
"¿Acaso se complace el Señor en los
holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la palabra del Señor?"
(1 S 15,22)
El primer fruto de la acogida a la palabra de
Dios es la fe, que a su vez induce a la conversión, como está escrito: "La
fe viene por la predicación; y la Predicación por la Palabra de Cristo"
(Rm 10,17).
La conversión es un cambio de mente, pero sobre todo es cambio de
conducta que, en nuestro caso, se traduce en hacernos discípulos de Jesucristo
y vivir en lo sucesivo como nos corresponde.
Reconocer a Jesucristo como Señor
y Salvador personal significa que aceptamos vivir bajo su señorío y autoridad,
sometidos a él y dispuestos para su servicio.
En definitiva. nuestra mente
conoce la verdad de Dios y la admite, al tiempo que nuestra voluntad se somete
a su voluntad.
La obediencia es la palabra clave que acompaña la vida del
discípulo, el certificado de garantía de que nuestro amor a Dios es verdadero.
Las personas que se proponen ser buenos
discípulos de Jesús suelen preguntar con frecuencia cómo saber si están
caminando en la verdad o andan engañadas.
No consta que le hicieran la misma
pregunta al Maestro, pero él tal vez se adelantó y dijo "a los judíos que
habían creído en él: ‘Si os mantenéis en mi palabra,, seréis verdaderamente mis
discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres’" (Jn
8,31-32).
Mantenerse en la palabra es vivir en actitud de obediencia a ella y
ajustar nuestros comportamientos a ella.
En otro momento les hizo ver que
también el amor, que era la esencia de su mutua relación, era impensable sin la
obediencia a su palabra: "Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi
amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor"
(Jn 15,10).
Sabemos por experiencia que una de las cosas
que más nos cuesta es obedecer; por eso la obediencia es la mejor prueba que
podemos aportar para demostrar que amamos a Dios; y puesto que la adoración es
un misterio de amor entre Dios y el hombre, ¿cómo podría ser buen adorador
quien no vive empeñado en obedecer la palabra de su Dios, sin hacer de ella
distinción de ‘importante’ o ‘secundaria’, ‘obligatoria’ o ‘voluntaria’?
Si la
obediencia acerca a Dios y nos prepara para encontrarnos con él, ¿cómo no va a
ser imprescindible para los hombres que quieren acercarse a Dios en adoración,
cuando es éste un encuentro tan especial?
Palabra profética
"Estoy a la puerta de tu corazón para
pedirte que me entregues la ofrenda de tus rebeldías y de tus desobediencias.
Fija tus ojos en mí, yo te perdonaré y de tu culpa me olvidaré".
Visión durante la adoración: Los ángeles nos
conducen a una estancia llena de luz, y allí se nos muestra nuestra auténtica
realidad.
Nos vemos totalmente sucios, desmelenados, con vestidos harapientos,
como el más miserable de los mendigos que andan por las calles.
Ante esa luz,
nos sentimos repugnantes y avergonzados. Palabra: "Antes de llegar hasta
mi Trono, quiero que paséis por la experiencia de la humillación, viendo lo que
realmente sois y conociendo la gracia que yo os hago al permitiros llegar ante
mí".
Luego los ángeles van cubriendo con túnicas blancas toda nuestra
miseria y pecado, que quedan ocultos. El Señor nos hace comprender que delante
del Trono sólo puede permanecer el verdaderamente humilde y santificado.
"Permaneced postrados ante mí. Aquí
cambio vuestro corazón en un corazón semejante al mío y hago de vuestra mente
una mente semejante a la mía".
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ajustar nuestros comportamientos a ella.
ResponderBorrarEn otro momento les hizo ver que también el amor, que era la esencia de su mutua relación, era impensable sin la obediencia a su palabra: "Si guardáis mis mandamientos, permanecéis en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Jn 15,10).