sábado, 1 de agosto de 2015

Economia de comunion

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Economía de comunión

La economía de comunión es un proyecto de desarrollo económico de carácter solidario llevado a cabo por el Movimiento de los Focolares, en el que se involucran empresas de los cinco continentes.

Los dueños de empresas que libremente adhieren al proyecto deciden poner en comunión las utilidades de las mismas en función de tres objetivos y con análoga atención:

  • Ayudar a las personas que se encuentran en dificultades, creando nuevos puestos de trabajo y subviniendo a las necesidades primarias, comenzando por quienes comparten el espíritu que anima el proyecto;
  • Difundir la cultura del dar y del amor, sin la cual no es posible realizar una Economía de Comunión;
  • El desarrollo de la empresa que es el factor principal mediante el cual se concreta ésta nueva cultura.
Carácter innovador

La EdC nace de una espiritualidad de comunión, llevada a la práctica en la vida civil; conjuga eficiencia y solidaridad; apunta a la fuerza de la cultura del dar para cambiar los comportamientos económicos; no considera a los pobres principalmente como un problema, sino como un valioso recurso.

Se fundamenta en la igualdad, considerando que cualquier persona tiene algo para dar, por lo que no apunta a una simple donación sino a la dignificación de la persona ya sea brindado lugares de trabajo o capacitándolos para que ellos mismos puedan ser agentes de Economía de Comunión.

Historia

Atravesando la ciudad de San Pablo, en mayo de 1991, Chiara Lubich había quedado impresionada al ver personalmente, junto a una de las mayores concentraciones de rascacielos del mundo, grandes extensiones de “favelas”.

Ya en la ciudadela del Movimiento, Mariápolis Araceli, cercana a San Pablo, constataba a su vez que la comunión de bienes puesta en práctica hasta entonces en el Movimiento de los Focolares no había resultado suficiente ni siquiera para esos brasileños, tan próximos a ella, que vivían momentos de emergencia.

Impulsada por la urgencia de procurar alimento, un techo, atención a la salud y, de ser posible, algún trabajo, y teniendo fresca en la memoria la encíclica de Juan Pablo II apenas publicada, Centesimus Annus, había lanzado la Economía de Comunión: Aquí tendrían que surgir industrias, empresas cuyas utilidades se pusieran libremente en común con la misma finalidad de la comunidad cristiana: antes que nada, para ayudar a los que padecen necesidades, ofrecerles trabajo, en fin, hacer de tal modo que no haya ninguno en la indigencia.
Luego, las ganancias servirán también para desarrollar la empresa y las estructuras de la ciudadela, para que pueda formar hombres nuevos: ¡sin hombres nuevos no se hace una sociedad nueva!

Una ciudadela así, en Brasil, con esta llaga del desequilibrio entre ricos y pobres, podría constituir un faro y una esperanza.
La adhesión de los presentes había sido inmediata: todos se habían sentido involucrados, tocados en lo más hondo, y se habían lanzado a dar la propia contribución personal de los modos más variados, realizando con nuevo empuje y radicalidad la comunión de bienes vivida en el Movimiento desde los comienzos.

Todo en común: dinero y joyas, terrenos y casas, disponibilidad de tiempo, de trabajo, de traslado, ofrecimiento de dolores, de enfermedades..., como alguien que dio todos sus ahorros, 4.000 dólares “para que formen parte de este océano de amor, como una gota de agua... y Dios transforme este sueño en una gran realidad que ilumine el comienzo del Tercer Milenio”.

El “sueño” de entonces se está volviendo realidad: muchas empresas han ido naciendo, y no sólo en Brasil, sino en muchos países del mundo; otras empresas, ya existentes, han asumido como propio el proyecto, modificando el estilo de gestión empresarial y el destino de las utilidades o beneficios.

Afirma la fundadora de la EdC

"A diferencia de la economía consumista, basada en la cultura del tener, la Economía de Comunión es la economía del dar.
Nos puede parecer difícil, arduo, heroico.

Pero no es tal, porque el hombre, hecho a imagen de Dios, que es Amor, encuentra la propia realización precisamente en el amar, en el dar.

Esta exigencia está en lo profundo de su ser, sea creyente o no creyente.

Y precisamente en esta constatación, apoyada por nuestra experiencia, radica la esperanza de una difusión universal de la Economía de Comunión".'' Chiara Lubich - mayo de 1991

Véase también

Enlaces externos

 

¿Qué es Economía de comunión (EdC)?

¿Qué es Economía de Comunión?
 
 
Chiara Lubich 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
El proyecto de Economía de Comunión fue lanzado por Chiara Lubich en mayo de 1991 en la ciudad de Sao Paulo (Brasil), con el fin de construir y mostrar una sociedad humana en la que, imitando a la primera comunidad de Jerusalén, "no haya entre ellos ningún necesitado".

En la Economía de Comunión (EdC) participan empresarios, trabajadores, directivos, consumidores, ciudadanos, estudiosos y demás operadores económicos.
 
Las empresas son el pilar del proyecto y deciden libremente poner en comunión    sus beneficios para tres finalidades con análoga atención: sostener, mediante proyectos compartidos basados en la reciprocidad, la subsidiaridad y la comunión, el desarrollo de personas y comunidades que se encuentran en la indigencia; 

Extender  la cultura del dar y de la  reciprocidad, como precondición para alcanzar un desarrollo integral, así como una economía y una sociedad fraternas y solidarias; 

Desarrollar la empresa, creando puestos de trabajo y riqueza y orientando toda la vida de la empresa, tanto interna como externa, hacia el bien común.
 
Polo de EdC Argentino 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
Además, la EdC da vida a parques empresariales en las Ciudadelas del Movimiento de los Focolares, con el fin de mostrar una zona industrial
suigeneris, laboratorio vivo de una economía de comunión.
 
 
¿Dónde está la novedad?
  • La EdeC nace de una espiritualidad de comunión; es una expresión del carisma de la unidad en la vida civil;
  • conjuga eficiencia y fraternidad;
  • se apoya en la fuerza de la cultura del dar para cambiar los comportamientos económicos;
  • no considera a los pobres principalmente como un problema, sino como un valioso recurso para el Bien Común.
Polo de EdC ArgentinoLa economía de comunión trata de conseguir que la acción económica sea concebida como una tarea, hecha de ideas y obras, no solo con fines utilitaristas, sino tendente a la promoción integral y solidaria del hombre y de la sociedad.
 
Por eso, aun atendiendo, en el contexto de la economía de mercado, a la justa satisfacción de las necesidades propias y ajenas, la acción económica se inserta dentro de un marco antropológico completo, en el que las propias capacidades se orientan al constante respeto y valor de la dignidad de las personas, ya sean operadores internos de las empresas y redes de producción y distribución, ya sean sus destinatarios.
 
La economía de comunión estimula el paso de la economía y de toda la sociedad desde la cultura del tener a la cultura del dar.
 
La cultura del dar
 
Los sujetos productivos de la Economía de Comunión –empresarios, obreros y demás actores empresariales- se inspiran en principios que hunden sus raíces en una cultura distinta de la imperante hoy en la práctica y en la teoría económica.

A esta “cultura” podemos definirla como “cultura del dar”, justamente en antítesis con la “cultura del tener”.
 
El dar económico es expresión del “darse” en el orden del “ser”. En otras palabras, revela una concepción antropológica no individualista ni colectivista, sino de comunión.
 
Una cultura del dar que, por lo tanto, no debe considerarse como una forma de filantropía o de asistencialismo, virtudes individualistas ambas.
La esencia misma de la persona es ser “comunión”.
 
Por consiguiente, no cualquier dar, no cualquier acto de dar crea la cultura del dar.
Hay un “dar” que está contaminado por el deseo de poder sobre el otro, que busca el dominio e incluso la opresión de individuos y pueblos.

Es un “dar” sólo aparente. Hay un dar que busca satisfacción y complacencia en el acto mismo de dar. En el fondo es expresión egoísta de sí mismo y en general es percibido como ofensa, humillación, por quien recibe.

Hay también un “dar” interesado, utilitario, presente en ciertas tendencias actuales del neo-liberalismo, que en el fondo busca siempre obtener beneficio para sí mismo.

Finalmente hay un “dar” que, los cristianos llamamos “evangélico”.

Este “dar” se abre al otro en el respeto de su dignidad y suscita también a nivel de gestión de las empresas la experiencia del “den y se les dará” evangélico.

Se manifiesta en ocasiones como un ingreso económico inesperado, por ejemplo, o como una idea genial para una solución técnica innovadora, o bien como la idea de un nuevo producto exitoso.

 
 
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1 comentario:

  1. Una cultura del dar que, por lo tanto, no debe considerarse como una forma de filantropía o de asistencialismo, virtudes individualistas ambas.

    La esencia misma de la persona es ser “comunión”.



    Por consiguiente, no cualquier dar, no cualquier acto de dar crea la cultura del dar.
    Hay un “dar” que está contaminado por el deseo de poder sobre el otro, que busca el dominio e incluso la opresión de individuos y pueblos.

    Es un “dar” sólo aparente. Hay un dar que busca satisfacción y complacencia en el acto mismo de dar. En el fondo es expresión egoísta de sí mismo y en general es percibido como ofensa, humillación, por quien recibe.

    Hay también un “dar” interesado, utilitario, presente en ciertas tendencias actuales del neo-liberalismo, que en el fondo busca siempre obtener beneficio para sí mismo.

    Finalmente hay un “dar” que, los cristianos llamamos “evangélico”.

    Este “dar” se abre al otro en el respeto de su dignidad y suscita también a nivel de gestión de las empresas la experiencia del “den y se les dará” evangélico.

    Se manifiesta en ocasiones como un ingreso económico inesperado, por ejemplo, o como una idea genial para una solución técnica innovadora, o bien como la idea de un nuevo producto exitoso.

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