viernes, 7 de agosto de 2015

Nunca un ataque al hombre tan nefasto como la tentación.


                            UNA ESTRATEGIA MALDITA


El día más negro que ha conocido al Humanidad fue el día de su primera derrota  a manos de Satán

 
Creo que no ha habido ni habrá nunca un ataque al hombre tan nefasto como la tentación que les preparó el diablo a nuestros primeros padres, ni consecuencias tan funestas como las que se produjeron con aquella derrota ya que, en realidad, todos los males de la Humanidad a lo largo de la historia tienen su origen remoto en aquel acontecimiento.
 
Por eso, merece la pena reflexionar algo más sobre la estrategia que siguió el Maligno, ya que la usa constantemente con los hombres a la vista del éxito que le proporcionó.

El ataque, sin duda premeditado y bien planificado, se dirigió a la persona entera del hombre: “espíritu, alma y cuerpo” (1 Ts 5,23).
 
El enemigo no intentó vencer una parte importante del hombre, sino a su persona entera.
 
Conocedor de la importancia de cada una de las potencias de su alma, consciente de que el golpe sólo podría ser efectivo se conseguía hacerse con voluntad del hombre, y que ésta sólo podía llegar tomando autoridad sobre la mente, el principio del ataque fue un ataque a las ideas.
 
Pero situarse en el terreno descarnado de la idea no era suficiente. Necesitaba un estímulo que la mente pudiera proponer a la voluntad como deseable, muy deseable, para que su atractivo la moviera a dar el paso.
 
El planteamiento del diablo fue un ataque frontal usando las armas de la concupiscencia.
 
San Juan nos habla de una triple concupiscencia cuando dice: “Todo lo que hay en el mundo -la concupiscencia de la carne, la concupiscencia de los ojos y la jactancia de las riquezas- no viene del Padre, sino del mundo” ( 1 Jn 2,16).

El ataque consta de dos partes que toman cuerpo en las dos intervenciones del Maligno.
 
La primera parte empieza poniendo el cebo, como haría cualquier pescador, aunque fuera principiante: “Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los árboles del jardín?” (Gn 3,1).

Disimula ignorancia y esconde su identidad al presentar una pregunta -¿cómo es que...-, con lo que consigue dos cosas: hacer que Eva se interese por el diálogo y que no se le escape.
 
El diablo se camufla siempre a no ser que tenga la certeza de que no hay peligro por mostrarse como es.  Pablo afirma: “Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Co 11,14).

Fija la atención en la comida -no comáis- porque es siempre un tema de conversación agradable. Al mismo tiempo hace que sus sentidos se fijen atentamente en la fruta prohibida.

Propone una mentira –no comáis de ninguno de los árboles-, posiblemente con la idea premeditada de darle una ventaja a Eva y que luego se confíe, porque es lógico que la mujer, al comprobar que había un tema en el que ella se veía superior –en este caso el conocimiento verdadero de los hechos- se sienta segura y piense que debe seguir hablando.

Con astucia le recuerda el diablo que su dignidad queda realmente mermada porque hay una prohibición de por medio –Dios os ha dicho- , y así se ha creado una situación a la que ellos no podrán tener acceso, porque es una limitación a su libertad.

La triple concupiscencia ha sido despertada: el primer ataque ha ido dirigido sobre todo a la concupiscencia de la carne y de los ojos, y ha puesto en guardia al orgullo, provocando una situación en la que hay que preguntarse por qué hace Dios eso. ¿Acaso no tienen ellos derecho a saberlo?

La segunda parte del ataque es el asalto final para hacerse con la victoria: “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiereis de él, se os abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,4-5).      

El diablo intenta hacer creer a Eva con el ‘no moriréis’ que Dios los trata como niños y para eso les da una excusa infantil con el fin de que estén tranquilos, pero que la verdad es otra: detrás de la prohibición se esconde algo maravilloso que los llevaría a un estado de grandeza, de poder y de sabiduría que no pueden imaginar: Es que Dios sabe...  mientras vosotros estáis en la ignorancia.

La mujer ya no se para a razonar y tratar de discernir si lo que ha oído es verdad o puede ser falso.
 
El  ataque alcanza sobre todo a su ego y se siente dolida por la humillación que supone el trato indigno  que ‘según todos los indicios’
 
Dios les ha dado, de este modo se coloca en actitud de rebelión a punto de estallar, y que toma cuerpo con el último empujón que le da la concupiscencia de los ojos y el orgullo de la vida: “Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió” (Gn 3,6).

El diablo sabía bien el poder de la tentación de la soberbia, porque ése fue su problema.
 
La prueba de su libertad no tuvo en él alicientes externos, sino que le vino de dentro.
 
La tentación a la mujer fue dirigida en principio a los deseos de la carne, pero Satán tenía experiencia de la fuerza de la tentación a la soberbia.

Probablemente pensaría que si ellos, los ángeles,  a pesar de su inteligencia y su sabiduría, tan superiores a las del hombre, no habían sido capaces de resistir, menos resistencia opondría la mujer, así que decidió emplearla como arma final en la caída de la mujer: seréis como dioses. ¿Puede una criatura escuchar una frase tan embriagadora como esta?

Finalmente “comió”. Dando cuerpo a la rebelión y al pecado.
 
Con este acto final el diablo alcanzó la primera y más grande de sus victorias en la historia de la Humanidad. Y necesitamos recordar que, como aquella estrategia le dio tan buen resultado, sigue tentando del mismo modo y de generación en generación a todos los seres humanos. 
 
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2 comentarios:

  1. Con este acto final el diablo alcanzó la primera y más grande de sus victorias en la historia de la Humanidad. Y necesitamos recordar que, como aquella estrategia le dio tan buen resultado, sigue tentando del mismo modo y de generación en generación a todos los seres humanos.

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  2. El diablo intenta hacer creer a Eva con el ‘no moriréis’ que Dios los trata como niños y para eso les da una excusa infantil con el fin de que estén tranquilos, pero que la verdad es otra: detrás de la prohibición se esconde algo maravilloso que los llevaría a un estado de grandeza, de poder y de sabiduría que no pueden imaginar: Es que Dios sabe... mientras vosotros estáis en la ignorancia.

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