viernes, 7 de agosto de 2015

Un solo mediador.


INTERCESORES CON CRISTO 
“Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús” (1 Tm 2,5).

 

 
 
 

 

  La misión del Hijo

Ante la necesidad en que se encontraba el mundo, Dios quiso recurrir durante largo tiempo a mediadores humanos que se presentasen ante él para interceder a favor de los hombres. Algunos de estos mediadores como Moisés, David o Daniel realizaron esta función con docilidad al Espíritu de Dios.
 
Sin embargo, Dios se queja con frecuencia de ellos, porque hay pocos que le sean fieles: “He buscado entre ellos alguno que construyera un muro y se mantuviera de pie en la brecha ante mí, para proteger la tierra e impedir que yo la destruyera, pero no he encontrado a nadie” (Ez 22,30). ¡Dios no encuentra a nadie capaz de ponerse entre el pueblo y él!

Efectivamente, Dios tenía de entrada un problema con los intercesores humanos: “No hay quien sea justo, ni siquiera uno solo” (Rm 3,10).
 
Significa que ninguno estaba suficientemente cualificado.
 
Y si a esto se añadía que tampoco querían cumplir con la misión para la que los había llamado y capacitado, el problema era realmente gravísimo.
 
Pero Dios sabía que había todavía uno capaz de llevar a cabo con cero defectos el oficio de mediador, alguien perfecto, fiel e inocente, que intercediese por los pecadores: su propio Hijo.

Cuando todavía resonaban las palabras de Dios “no he encontrado a nadie”, el Hijo amado se ofrece a sí mismo al Padre con estas palabras: “He aquí que vengo a hacer tu voluntad” (Hb 10,9). El Padre acepta el ofrecimiento del Hijo y le encarga la gran misión de mediar entre él y los hombres:

v  “Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley” (Ga 4,4-5).

v  “Cristo Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores” (1 Tm 1,15).

v  “El Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo” (1 Jn 3,8).

La labor de mediación de Cristo abarca tres facetas:

·       Como Rey viene a restaurar el Reino de Dios en la tierra. Jesús respondió a la pregunta de Pilato: “Sí, soy rey, yo para esto he venido al mundo” (Jn 18,37).

·       Como Profeta habla a los hombres de parte de Dios: “Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre, que me ha enviado, me ha mandado lo que tengo que decir y hablar” (Jn 12,49).

·       Como Sacerdote realiza ante el Padre la expiación por el pecado del pueblo, intercede por ellos y presenta el culto divino. Y Dios no tiene que buscar a nadie más porque, Jesús “posee un sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre” (Hb 6,24). Al ser Sumo Sacerdote, Jesucristo es también el Sumo Intercesor.

 Jesucristo es el verdadero y único mediador ante el Padre. “Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también, que se entregó a sí mismo como rescate por todos” (1 Tm 2,5-6).
 
Jesucristo, Dios y hombre, es el único capaz de alcanzarnos la reconciliación.
 
Podemos llegarnos a él con confianza, sabiendo que nos entiende, “pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15).
 
Y además Dios le escucha siempre.

 

Respuestas a la intercesión – Palabra profética

Intercediendo por los pastores de la Iglesia:

  “Muchas de mis ovejas han quedado sin pastores y andan errantes buscando pastos que calmen su hambre.

  “Muchos de mis pastores se han alimentado de pastos envenenados que el mundo les ha ofrecido y están pesados, somnolientos y acomodados. Ya no sirven para pastorear mis ovejas.

  Mi Iglesia va a ser sacudida fuertemente. No os escandalicéis de nada. Manteneos en la brecha, manteneos firmes en mí. (Grupo de intercesores CJE).

1 comentario:

  1. Jesucristo, Dios y hombre, es el único capaz de alcanzarnos la reconciliación.



    Podemos llegarnos a él con confianza, sabiendo que nos entiende, “pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15).

    ResponderBorrar