INTERCESORES
CON CRISTO
“Hay
un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo
Jesús” (1
Tm 2,5).
La misión del Hijo
Ante la necesidad en que se encontraba el mundo, Dios quiso recurrir
durante largo tiempo a mediadores humanos que se presentasen ante él para
interceder a favor de los hombres. Algunos de estos mediadores como Moisés,
David o Daniel realizaron esta función con docilidad al Espíritu de Dios.
Sin
embargo, Dios se queja con frecuencia de ellos, porque hay pocos que le sean
fieles: “He buscado entre ellos alguno
que construyera un muro y se mantuviera de pie en la brecha ante mí, para
proteger la tierra e impedir que yo la destruyera, pero no he encontrado a
nadie” (Ez 22,30). ¡Dios no encuentra a nadie capaz de ponerse entre el
pueblo y él!
Efectivamente, Dios tenía de entrada un problema con los intercesores
humanos: “No hay quien sea justo, ni
siquiera uno solo” (Rm 3,10).
Significa que ninguno estaba suficientemente
cualificado.
Y si a esto se añadía que tampoco querían cumplir con la misión
para la que los había llamado y capacitado, el problema era realmente
gravísimo.
Pero Dios sabía que había todavía uno capaz de llevar a cabo con
cero defectos el oficio de mediador, alguien perfecto, fiel e inocente, que
intercediese por los pecadores: su propio Hijo.
Cuando todavía resonaban las palabras de Dios “no he encontrado a nadie”, el Hijo amado se ofrece a sí mismo al
Padre con estas palabras: “He aquí que
vengo a hacer tu voluntad” (Hb 10,9). El Padre acepta el ofrecimiento del
Hijo y le encarga la gran misión de mediar entre él y los hombres:
v “Al
llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer,
nacido bajo la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley” (Ga 4,4-5).
v “Cristo
Jesús vino al mundo a salvar a los pecadores” (1 Tm 1,15).
v “El
Hijo de Dios se manifestó para deshacer las obras del Diablo” (1 Jn 3,8).
La labor de mediación de Cristo abarca tres facetas:
·
Como
Rey viene a restaurar el Reino de Dios en la tierra. Jesús respondió a la
pregunta de Pilato: “Sí, soy rey, yo para
esto he venido al mundo” (Jn 18,37).
·
Como
Profeta habla a los hombres de parte de Dios: “Yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre, que me ha enviado,
me ha mandado lo que tengo que decir y hablar” (Jn 12,49).
·
Como
Sacerdote realiza ante el Padre la expiación por el pecado del pueblo,
intercede por ellos y presenta el culto divino. Y Dios no tiene que buscar a
nadie más porque, Jesús “posee un
sacerdocio perpetuo porque permanece para siempre” (Hb 6,24). Al ser Sumo
Sacerdote, Jesucristo es también el Sumo Intercesor.
Jesucristo, Dios y hombre,
es el único capaz de alcanzarnos la reconciliación.
Podemos llegarnos a él con
confianza, sabiendo que nos entiende, “pues
no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas,
sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15).
Y
además Dios le escucha siempre.
Intercediendo por los pastores de la
Iglesia:
“Muchas de mis ovejas han
quedado sin pastores y andan errantes buscando pastos que calmen su hambre.
“Muchos de mis pastores se
han alimentado de pastos envenenados que el mundo les ha ofrecido y están
pesados, somnolientos y acomodados. Ya no sirven para pastorear mis ovejas.
Mi Iglesia va a ser
sacudida fuertemente. No os escandalicéis de nada. Manteneos en la brecha,
manteneos firmes en mí. (Grupo de intercesores CJE).
Jesucristo, Dios y hombre, es el único capaz de alcanzarnos la reconciliación.
ResponderBorrarPodemos llegarnos a él con confianza, sabiendo que nos entiende, “pues no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas, sino probado en todo igual que nosotros, excepto en el pecado” (Hb 4,15).