PAPA FRANCISCO
MISAS MATUTINAS EN LA CAPILLA
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
DE LA DOMUS SANCTAE MARTHAE
La unidad no se hace con pegamento
Jueves 21 de mayo de 2015
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 22, viernes 29 de mayo de 2015
La unidad de la Iglesia estuvo en el centro de la reflexión del Papa Francisco en la misa del jueves 21 de mayo.
Al releer el pasaje del Evangelio (Jn 17, 20-26) propuesto por la liturgia del día, el Pontífice destacó ante todo cómo «consuela escuchar esta palabra: “No sólo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos”».
Es lo que dijo Jesús al despedirse de los apóstoles. En ese momento Jesús ora al Padre por los discípulos y «ora también por nosotros».
El Papa Francisco hizo notar que «Jesús rezó por nosotros, en ese momento, y lo sigue haciendo».
Se lee, en efecto, en el Evangelio: «Padre, ruego por ellos pero también por los muchos otros que vendrán».
Un detalle no irrelevante hacia el cual, tal vez, no estamos lo suficientemente atentos. Y sin embargo, reafirmó el Papa, «Jesús rezó por mí» y esto «es precisamente fuente de confianza».
Podríamos imaginar a «Jesús ante el Padre, en el cielo», que ruega por nosotros. Y «¿qué ve el Padre? Las llagas», o sea el precio que Jesús «ha pagado por nosotros».
Con esta imagen el Pontífice entró en el corazón de su reflexión. En efecto, se preguntó, «¿qué pide Jesús al Padre en esta oración?». «¿Dice acaso: Ruego por ellos para que la vida sea buena, para que tengan dinero, para que sean todos felices, para que no les falte nada?..».
No, Jesús «ruega para que todos sean uno: “Como tú, Padre, en mí, y yo en ti”».
En ese momento Él ruega «por nuestra unidad. Por la unidad de su pueblo, por la unidad de su Iglesia».
Jesús, explicó el Papa Francisco, sabe bien que «el espíritu del mundo, que es precisamente el espíritu del padre de la división, es un espíritu de división, de guerra, de envidias, de celos», y que esto está presente «también en las familias, incluso en las familias religiosas, en las diócesis, en toda la Iglesia: es la gran tentación».
Por ello «la gran oración de Jesús» es «asemejarse» al Padre: o sea, «como tú, Padre, en mí, y yo en ti», en la «unidad que Él tiene con el Padre».
Alguien podría decir entonces: «Pero, padre, con esta oración de Jesús si queremos ser fieles, ¿no podemos hablar mal del otro? O bien: «¿No podemos etiquetar a este de..., este es así, este es...?». ¿Y «ese otro, que fue tachado como revolucionario...?».
La respuesta del Papa fue clara: «No». Porque, añadió, «debemos ser uno, uno solo, como Jesús y el Padre son uno».
Y este es precisamente «el desafío de todos nosotros los cristianos: no dar lugar a la división entre nosotros, no dejar que el espíritu de división, el padre de la mentira entre en nosotros». Debemos, insistió el Papa, «buscar siempre la unidad».
Cada uno, naturalmente, «es como es», pero debe buscar vivir en la unidad: «¿Jesús te ha perdonado?
El Señor rogó para que lográramos esto. Explicó el Pontífice: «La Iglesia tiene mucha necesidad de esta oración de unidad, no sólo la de Jesús; también nosotros tenemos que unirnos a esta oración».
Por lo demás, desde los orígenes la Iglesia manifestó esta necesidad: «Si comenzamos a leer el libro de los Hechos de los Apóstoles desde el inicio –dijo el Papa Francisco– veremos que ahí empiezan las riñas, también los engaños.
Uno quiere engañar al otro, pensad en Ananías y Safira...».
Ya durante los primeros años existían las divisiones, los intereses personales, los egoísmos. Crear la unidad fue y es una auténtica «lucha».
Es necesario darse cuenta que «solos no podemos» conseguir la unidad: esta, en efecto, «es una gracia».
Por ello, destacó el Pontífice, «Jesús reza, rezó en aquel momento, reza por la Iglesia, rezó por mí, por la Iglesia, para que yo vaya por este camino».
La unidad es tan importante que, destacó el Papa, «en el pasaje que hemos leído» esta palabra se repite «cuatro veces en seis versículos».
Una unidad que «no se construye con pegamento».
No existe, en efecto, «la Iglesia construida con pegamento»: la Iglesia se hace una con el Espíritu.
He aquí, entonces, que «debemos hacer espacio al Espíritu, para que nos transforme como el Padre está en el Hijo, en uno solo».
Para alcanzar ese objetivo, añadió el Papa Francisco, existe un consejo dado por el mismo Jesús: «Permaneced en mí». También esta es una gracia. En su oración Jesús pide: «Padre, este es mi deseo: que los que me has dado están conmigo donde yo estoy» para que «contemplen mi gloria».
De esta meditación emerge un consejo: el de releer los versículos 20-26 del capítulo 17 del Evangelio de san Juan y pensar: «Jesús ruega, ruega por mí, rogó y aún ruega por mí. Ruega con sus llagas, delante del Padre».
Y lo hace «para que todos nosotros seamos uno solo, como Él es con el Padre, por la unidad».
Esto «nos debe empujar a no hacer juicios», a no hacer «cosas que van contra la unidad», y a seguir el consejo de Jesús «de permanecer en Él en esta vida para que podamos permanecer con Él en la eternidad».
Estas enseñanzas, concluyó el Papa, se encuentran en el discurso de Jesús durante la Última cena.
En la misa «nosotros revivimos» esa cena y Jesús nos repite esas palabras. Durante la Eucaristía «dejamos espacio para que las palabras de Jesús entren en nuestro corazón y todos nosotros seamos capaces de ser testigos de unidad en la Iglesia y de alegría en la esperanza de la cotemplación de la gloria de Jesús».
En la misa «nosotros revivimos» esa cena y Jesús nos repite esas palabras. Durante la Eucaristía «dejamos espacio para que las palabras de Jesús entren en nuestro corazón y todos nosotros seamos capaces de ser testigos de unidad en la Iglesia y de alegría en la esperanza de la cotemplación de la gloria de Jesús».
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