La política no debe someterse a la economía y ésta no debe
someterse a los dictámenes y al paradigma eficientista de la tecnocracia.
Hoy,
pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la
economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida,
especialmente de la vida humana.
La salvación de los bancos a toda costa,
haciendo pagar el precio a la población, sin la firme decisión de revisar y
reformar el entero sistema, reafirma un dominio absoluto de las finanzas que no
tiene futuro y que sólo podrá generar nuevas crisis después de una larga,
costosa y aparente curación.
La crisis financiera de 2007-2008 era la ocasión
para el desarrollo de una nueva economía más atenta a los principios éticos y
para una nueva regulación de la actividad financiera especulativa y de la
riqueza ficticia.
Pero no hubo una reacción que llevara a repensar los
criterios obsoletos que siguen rigiendo al mundo.
La producción no es siempre
racional, y suele estar atada a variables económicas que fijan a los productos
un valor que no coincide con su valor real.
Eso lleva muchas veces a una
sobreproducción de algunas mercancías, con un impacto ambiental innecesario,
que al mismo tiempo perjudica a muchas economías regionales.
La burbuja
financiera también suele ser una burbuja productiva. En definitiva, lo que no
se afronta con energía es el problema de la economía real, la que hace posible
que se diversifique y mejore la producción, que las empresas funcionen
adecuadamente, que las pequeñas y medianas empresas se desarrollen y creen
empleo.
En este contexto, siempre hay que recordar que « la
protección ambiental no puede asegurarse sólo en base al cálculo financiero de
costos y beneficios. El ambiente es uno de esos bienes que los mecanismos del mercado no son capaces de defender o de promover adecuadamente ».
Una vez más, conviene evitar una concepción mágica del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento de los beneficios de las empresas o de los individuos. ¿Es realista esperar que quien se obsesiona por el máximo beneficio se detenga a pensar en los efectos ambientales que dejará a las próximas generaciones?
Dentro del esquema del rédito no hay lugar para pensar en los ritmos de la naturaleza, en sus tiempos de degradación y de regeneración, y en la complejidad de los ecosistemas, que pueden ser gravemente alterados por la intervención humana. Además, cuando se habla de biodiversidad, a lo sumo se piensa en ella como un depósito de recursos económicos que podría ser explotado, pero no se considera seriamente el valor real de las cosas, su significado para las personas y las culturas, los intereses y necesidades de los pobres.
Cuando se plantean estas cuestiones, algunos reaccionan
acusando a los demás de pretender detener irracionalmente el progreso y el
desarrollo humano.
Pero tenemos que convencernos de que desacelerar un
determinado ritmo de producción y de consumo puede dar lugar a otro modo de
progreso y desarrollo.
Los esfuerzos para un uso sostenible de los recursos
naturales no son un gasto inútil, sino una inversión que podrá ofrecer otros
beneficios económicos a medio plazo.
Si no tenemos estrechez de miras, podemos
descubrir que la diversificación de una producción más innovativa y con menor
impacto ambiental, puede ser muy rentable.
Se trata de abrir camino a
oportunidades diferentes, que no implican detener la creatividad humana y su
sueño de progreso, sino orientar esa energía con cauces nuevos.
Por ejemplo, un camino de desarrollo productivo más creativo
y mejor orientado podría corregir el hecho de que haya una inversión
tecnológica excesiva para el consumo y poca para resolver problemas pendientes
de la humanidad; podría generar formas inteligentes y rentables de
reutilización, refuncionalización y reciclado; podría mejorar la eficiencia
energética de las ciudades.
La diversificación productiva da amplísimas
posibilidades a la inteligencia humana para crear e innovar, a la vez que
protege el ambiente y crea más fuentes de trabajo.
Esta sería una creatividad
capaz de hacer florecer nuevamente la nobleza del ser humano, porque es más
digno usar la inteligencia, con audacia y responsabilidad, para encontrar
formas de desarrollo sostenible y equitativo, en el marco de una noción más
amplia de lo que es la calidad de vida.
En cambio, es más indigno, superficial
y menos creativo insistir en crear formas de expolio de la naturaleza sólo para
ofrecer nuevas posibilidades de consumo y de rédito inmediato.
De todos modos, si en algunos casos el desarrollo sostenible
implicará nuevas formas de crecer, en otros casos, frente al crecimiento voraz
e irresponsable que se produjo durante muchas décadas, hay que pensar también
en detener un poco la marcha, en poner algunos límites racionales e incluso en
volver atrás antes que sea tarde. Sabemos que es insostenible el comportamiento de aquellos que consumen y destruyen más y más, mientras otros todavía no pueden vivir de acuerdo con su dignidad humana.
Por eso ha llegado la hora de aceptar cierto decrecimiento en algunas partes del mundo aportando recursos para que se pueda crecer sanamente en otras partes.
Decía Benedicto XVI que « es necesario que las sociedades tecnológicamente avanzadas estén dispuestas a favorecer comportamientos caracterizados por la sobriedad, disminuyendo el propio consumo de energía y mejorando las condiciones de su uso ».
Para que surjan nuevos modelos de progreso, necesitamos « cambiar el modelo de desarrollo global »,lo cual implica reflexionar responsablemente « sobre el sentido de la economía y su finalidad, para corregir sus disfunciones y distorsiones ».
No basta conciliar, en un término medio, el
cuidado de la naturaleza con la renta financiera, o la preservación del
ambiente con el progreso.
En este tema los términos medios son sólo una pequeña
demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un
desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de
vida integralmente superior no puede considerarse progreso.
Por otra parte,
muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye –por el
deterioro
En este tema los términos medios son sólo una pequeña demora en el derrumbe. Simplemente se trata de redefinir el progreso. Un desarrollo tecnológico y económico que no deja un mundo mejor y una calidad de vida integralmente superior no puede considerarse progreso.
ResponderBorrarPor otra parte, muchas veces la calidad real de la vida de las personas disminuye –por el deterioro