miércoles, 2 de septiembre de 2015

Los males de las personas deben ser siempre preocupación de la comunidad





 
 

Colosenses 1,1-8

El mensaje de la verdad ha llegado a vosotros y al mundo entero

Pablo, apóstol de Cristo Jesús por designio de Dios, y el hermano Timoteo, a los santos que viven en Colosas, hermanos fieles a Cristo. Os deseamos la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre.

En nuestras oraciones damos siempre gracias por vosotros a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, desde que nos enteramos de vuestra fe en Cristo Jesús y del amor que tenéis a todos los santos.
 
Os anima a esto la esperanza de lo que Dios os tiene reservado en los cielos, que ya conocisteis cuando llegó hasta vosotros por primera vez el Evangelio, la palabra, el mensaje de la verdad. Éste se sigue propagando y dando fruto en el mundo entero, como ha ocurrido entre vosotros desde el día en que lo escuchasteis y comprendisteis de verdad la gracia de Dios.
 
Fue Epafras quien os lo enseñó, nuestro querido compañero de servicio, fiel ministro de Cristo para con vostros, el cual nos ha informado de vuestro amor en el Espíritu.

Salmo responsorial: 51

Confío en tu misericordia, Señor, por siempre jamás.

Pero yo, como verde olivo, / en la casa de Dios, / confío en la misericordia de Dios / por siempre jamás. R.

Te daré siempre gracias / porque has actuado; / proclamaré delante de tus fieles: / "Tu nombre es bueno." R.

Lucas 4,38-44

También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado

En aquel tiempo, al salir Jesús de la sinagoga, entró en casa de Simón. La suegra de Simón estaba con fiebre muy alta y le pidieron que hiciera algo por ella. Él, de pie a su lado, increpó a la fiebre, y se le pasó; ella, levantándose en seguida, se puso a servirles.

Al ponerse el sol, los que tenían enfermos con el mal que fuera se los llevaban; y él, poniendo las manos sobre cada uno, los iba curando.
 
De muchos de ellos salían también demonios, que gritaban: "Tú eres el Hijo de Dios." Los increpaba y no les dejaba hablar, porque sabían que él era el Mesías. Al hacerse de día, salió a un lugar solitario.
 
La gente lo andaba buscando; dieron con él e intentaban retenerlo para que no se les fuese. Pero él les dijo: "También a los otros pueblos tengo que anunciarles el reino de Dios, para eso me han enviado." Y predicaba en las sinagogas de Judea.



Jesús se dirige a la casa de Pedro, que probablemente era su casa en Cafarnaún. La enfermedad de la suegra convocó la solidaridad de toda la comunidad, al punto que “le suplicaban que hiciera algo por ella”.
 
Los males de las personas deben ser siempre preocupación de la comunidad. En tiempos de Jesús, los judíos relacionaban la enfermedad con la presencia de espíritus malignos.
 
Por esto, más que una curación estamos ante un exorcismo. La ternura de Jesús, que se inclina sobre la mujer, precede la fuerza de su palabra que increpa al mal de la fiebre para que salga de ella. La ternura y la fuerza de Jesús actúan de inmediato, y la mujer, enferma por los males de una sociedad que la discrimina y la excluye socialmente, se levanta y se pone al servicio del proyecto de Jesús.
 
En seguida la gente quiere retener a Jesús sólo por su función milagrera, sin caer en la cuenta de que para él los milagros son un signo de solidaridad con los excluidos y sólo una parte de la Buena Nueva del reino. Jesús se escapa porque no quiere fomentar una fe que sólo se reduce a los milagros.
 
Él quiere que esos signos sirvan para que la gente aumente su fe en el Dios de la vida y asuman su responsabilidad de ser parte fundamental del proyecto de Dios.

 

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